Semblanzas de un paro nunca antes visto en Colombia, una protesta que ya suma 8 días, y proyecta imágenes y ejemplos de resistencia.
El primero es un ingeniero químico, Francisco Herrera, a quien las vueltas de la vida le convirtieron en un líder cafetero de Apía. Hoy lleva bajo sus hombros, mucha de la responsabilidad del movimiento social de los campesinos de esta parte de Risaralda. El segundo es Luís Alirio Díaz. Veinte años atrás trabajó en el Magdalena medio, en las inmensas extensiones dedicadas al cultivo del plátano. A ambos la historia les reúne en este momento, pues se están jugando la dignidad y la historia del movimiento campesino en la región de Risaralda. El ingeniero químico es un hombre de empresa que no comparte la política de la Federación Nacional. Luís Alirio hace su lucha desde los “cambuches” donde los trabajadores en paro llegan en pos de un trago de café, de un poco de comida para tener resistencia y empezar esta resistencia que ellos saben es el volcán silencioso del pueblo colombiano.
No tienen un color político definido, ni reivindican una clase social. Francisco y Luís Alirio provienen de experiencias sociales distintas, y así como ellos, en este movimiento se reúnen las representaciones de los más diversos grupos aquejados por la crisis. Luís Alirio tiene en la montaña un pedazo de tierra, dos cuadras, con su familia, pero el café dejó de representar el significativo sueño que tuvo para las generaciones que le antecedieron. Pero igual, lucha al lado de los cafeteros, aunque en su pequeña propiedad siembre plátano, el que, fuera de venderlo, puede ser comido por su familia –esposa e hijos.
Esas realidades diversas, contradictorias, son las que el paro –que conmueve al país– empieza a mostrar y que los medios de comunicación no alcanzan a dimensionar. El ingeniero está convencido que el café sí puede resultar un negocio rentable, siempre y cuando el Estado extienda su voluntad, y lo apoye con unas tierras de ladera donde pueda combinar y compartir su majestad con el maíz, el frijol, y se pensara a futuro en un aeropuerto de carga que llevara desde estas tierras los regalos de la naturaleza a otras regiones del mundo. Luís Alirio por su parte, expresa que los campesinos se están muriendo de hambre, y que mientras el Estado negocia en medio de la guerra con el movimiento insurgente, prefiere desconocer y satanizar el movimiento de los cafeteros. Las últimas dos noches las ha pasado sin dormir, organizando, atendiendo a las familias que descienden de las montañas buscando una proximidad, una cercanía, un relacionamiento organizativo, todo lo cual no sentían desde hace mucho tiempo.
Pero desde dos puntos de la vida social, estos dos hombres convergen en el mismo cambuche, alrededor del plato de sopa, en una minga que les hermana y les permite conocerse. Ellos, como todos estos hombres y mujeres hijos de la tierra, hermanos de los árboles y del río, le ofrecen una lección al país. Por eso los jóvenes dirigen su mirada hacia ellos, buscando un mensaje, una lección de resistencia, que pareciera débil en otros ámbitos del movimiento social colombiano.
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