Home » Una verdad incómoda. A propósito de las negociaciones de paz

Una verdad incómoda. A propósito de las negociaciones de paz

Una verdad incómoda. A propósito de las negociaciones de paz

Hoy por hoy, los estadistas como tales son bogotanos, lo cual constituye una verdad incómoda. En un país con una fuerte asimetría entre la capital y la provincia, con un centralismo cuyas raíces se remontan y se nutren de Bolívar mismo.

 

Colombia, se ha dicho mil y una veces, es un país de regiones. Un país en el que la geografía ha arcado a la historia. Literalmente, como en aquella desafortunada frase de Hegel con respecto a Estados Unidos, Colombia es un país con más geografía que historia. La geografía, ese factor que en política se traduce como el cacicazgo, un eufemismo para un sistema eminentemente feudal. Y siempre la tierra: un problema sin resolver en toda la historia de la nación colombiana. Ese que no es un ideal socialista o comunista, sino eminentemente liberal: la reforma agraria. La que casi le cuesta la cabeza a López Pumarejo y a Lleras Retrepo en los dos únicos momentos en que se intentó llevarla a cabo.

En términos regionales, la idea de un gobierno propio surgió, ancló y se hizo realidad hace ya mucho tiempo en Antioquia, con su epicentro Medellín. Con nombre propio, Proantioquia elaboró hace lustros lo que puede llamarse una política de estado local y regional y sitúa al área metropolitana de Medellín como la segunda más importante del país, con el segundo PIB más significativo, y acaso el primer centro de innovación tecnológica.

Una Universidad local ha logrado situarse como la segunda del país en varios de los rankings internacionales, y la pujanza paisa es una realidad cotidiana, con todo, claro, y las imperfecciones e inequidades.

En otras ciudades del país se ha empezado ha estudiar, hace ya algún tiempo la experiencia antioqueña, el crisol de sector privado y política, de academia y emprendimiento, de ciencia y tecnología para beneficio de los antioqueños. Todo ello después de la larga noche que significó Pablo Escobar y la Oficina de Envigado.

En Bucaramanga y Santander, en Barranquilla y el Atlántico, en Cali y el Valle del Cauca se pusieron a la tarea, si cabe decirlo así, de emular la experiencia paisa, mientras, al mismo tiempo, se negociaba con Bogotá. La sempiterna capital del país. De ese país eternamente centralista, y en el que algún cantante vallenato ha elevado su voz: “Desde la provincia”. En las otras capitales departamentales la situación es aún más incipiente, quizás con la excepción de la zona cafetera, especialmente en Pereira.

Más recientemente, en Bogotá, esa ciudad de todos y de nadie, se ha lanzado la iniciativa Probogotá —hasta el nombre emula literalmente al de Antioquia con su cabeza el Grupo Empresarial Antioqueño—. Probogotá quiere ser una iniciativa privada de carácter estratégico que impulse a la región como con pivote propio.

Y en paralelo, entre tanto, en La Habana se adelanta el más importante proyecto país en la historia de los últimos cincuenta años de esta nación, por lo menos. Las negociaciones con la guerrilla más vieja del mundo y la más poderosa del hemisferio occidental constituyen, manifiestamente, una negociación país, o si se quiere, la implementación de una política nacional de carácter estatal.

Hay una verdad incómoda: los únicos políticos claramente estadistas se encuentran en Bogotá, o son bogotanos. En contraste, se habla del bloque de congresistas de la Costa; o del bloque de congresistas de la Zona Cafetera, y así sucesivamente.

Existen los barones regionales, fruto de la asimetría entre el centro y la periferia. Existen todavía los barones electorales. Y buena parte de la clase empresarial del país tiene dos ideales: su región y la exportación de productos, bienes y servicios. Ello en marcado contraste con las burguesías nacionales europeas, norteamericanas incluso de una parte de América Latina, cuya primera misión histórica fue desarrollar y cuidar a su propia población y sólo, después, entonces exportar.

Desde luego que ha habido presidentes y gobernantes de otras regiones del país. Pero, en el mejor de los casos, han manejado al país como a su propia finca, como lo muestra un caso reciente.

Estadistas, propiamente hablando solo hay bogotanos, o parecen ser solo bogotanos. (Habitualmente, cuando terminan sus períodos en el Congreso o en alguna de las altas Cortes, regresan como plan A, a su región y a su finca a bien vivir de los dineros y fama recogidos en Bogotá).

Una política de carácter país es aquella que logra poner los intereses nacionales por encima de los partidistas y regionales. Algo que ni es plano ni lineal, y que se dice fácilmente. Una política de Estado, en contextos de globalización creciente e irreversible, de multilateralismo e internacionalización, en la que, adicionalmente, y no en última instancia, se debe poder manejar situaciones internacionales en lenguaje internacional, y no a la manera del feudo y la región únicamente.

Lo glocalizado, como ha llegado a decirse, existe en numerosos niveles, pero en el manejo del Estado, las situaciones parecen cambiar de manera fuerte. En materia de negociaciones país y de políticas y manejos de Estado, la ecuación desplaza lo regional a segundos lugares como variables secundarias y en primer plano se sitúan las relaciones entre lo nacional y lo mundial.

En el futuro inmediato, según parece, las políticas locales y regionales seguirán siendo importantes. Pero serán insuficientes. Hoy por hoy, los estadistas como tales son bogotanos, lo cual constituye una verdad incómoda. En un país con una fuerte asimetría entre la capital y la provincia, con un centralismo cuyas raíces se remontan y se nutren de Bolívar mismo, en fin, de un fuerte abandono de las regiones, lo que produce atraso, miseria, violencia y desarraigo.

La formación y la educación en política se sitúa, hoy por hoy, en este punto de inflexión. Y el resultado no deja de ser contradictorio: la fuente de todas las asimetrías en la historia del país nace de Bogotá, pero allí también se encuentran los factores más sólidos y robustos de lo que es y puede ser un proyecto país, una política nacional, en fin, la existencia de políticos estadistas. Este es el presente.

El futuro tiene la palabra.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Palmiguía

Leave a Reply

Your email address will not be published.