Home » Miradas no fragmentadas de la opresión en las prácticas políticas del lesbianismo feminista de Abya yala

Miradas no fragmentadas de la opresión en las prácticas políticas del lesbianismo feminista de Abya yala

Miradas no fragmentadas de la opresión en las prácticas políticas del lesbianismo feminista de Abya yala

Del 10 al 14 de octubre del 2014 en Chinauta, corregimiento del municipio de Fusagasugá en el departamento de Cundinamarca, a 75 kilómetros de Bogotá se llevó a cabo el X ELFAY con 250 asistentes, un gran número de jóvenes menores de 30, provenientes de 18 países de la región del Abya Yala. La Tremenda Revoltosa y Estallido Feminista, batucadas de Bogotá y Medellín nos llevaron con la fuerza de sus instrumentos al Centro de la Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, un día antes, el 9, donde se inauguró el Encuentro. Performances, música, la presentación de las comisiones y mucho intercambio, fueron parte de un espacio abierto para lesbianas y compas solidarixs que desearon acompañar.

La ekipa organizadora, conformada por aproximadamente 18 colombianas y 12 compas del Abya Yala que se incorporaron desde sus países, constituidas en 4 comisiones: Gestión, logística, metodología y comunicación, abrieron la participación al resto del Abya Yala para que las lesbianas desde los distintos países formaran parte de las comisiones y el Encuentro tuviera una organización no únicamente local. Así, desde diversos lugares se enriquecieron los trabajos de las comisiones, los que fueron difundidos en 8 boletinas, las que habitan todavía en la página del Encuentro. La información estuvo a disposición de la comunidad, cuya participación fue permanentemente demandada por la Ekipa.
Las escuelas de formación lésbico-feministas

Las Escuelas de formación lésbico-feministas se han convertido en procesos estratégicos de reflexión, concienciación, deconstrucción, debate y construcción. Fueron propuestas en el Encuentro de Chile en 2007 a fin de que las lesbianas del Abya Yala acompañen desde lo personal y lo político la reflexión sobre las diversas formas de opresión que atraviesan nuestras cuerpas y contextos, para así, llegar al siguiente Encuentro en similares condiciones para el intercambio. La comisión metodológica del X ELFLAY propuso un programa teórico metodológico para que se formaran escuelas y los grupos formados pudieran adecuar dicha propuesta a sus condiciones o intereses. Previo al Encuentro se abrieron escuelas en Bogotá, Medellín, Ciudad de México, Arequipa y La Paz Bolivia y que posibilitaron interesantes diálogos, fundamentalmente en los grupos de discusión, no así en las plenarias.

Los ejes temáticos fueron discutidos en grupos de trabajo lo que permitió un entrelazamiento de lo personal y lo político. Con dificultad pude conseguir videos del Encuentro (no todas gustan compartir). Disfruté de la profundidad con la que las lesbianas pusieron cuerpo, sentimiento y entrega, con un alto nivel de politicidad. Con una metodología innovadora, los grupos de trabajo dibujaron cartografías, teatralizaron y con videos, grabaron las conclusiones de los grupos de trabajo. La metodología que si bien permitió mucha creatividad, limitó o nos limitamos a mayor debate en las plenarias y a la generación de pronunciamientos o posicionamientos.

Un grupo de cubanas no pudo llegar debido a que el gobierno cubano no les otorgó el permiso de salida. En esos días, 43 estudiantes de una normal rural fueron desaparecidos por el gobierno mexicano; Daniela, una compañera boliviana, injustamente encarcelada por heterosexualismo obligatorio, pidió solidaridad al Encuentro, temas que ameritaban pronunciamientos públicos, pero que no fuimos capaces de articular.

Extrañé la participación de alguna radio feminista, que transmitiera en tiempo con compas del Abya Yala que no pudieron llegar y contar con los audios libremente en la web. Es una aspiración que las fotos, grabaciones, audios, escritos, producto del ELFLAY estuvieran disponibles en un sitio de preservación histórica y libre acceso.

Trensando los debates

He recogido la voz de muchas de las discusiones de las mesas de trabajo y las plenarias, desde donde intento trenzar discursos y posiciones con ingredientes, claro están, de mis interpretaciones.

 

Las políticas neoliberales y neocoloniales y el régimen heterosexual

En el Abya Yala, los pueblos originarios y afrodescendientes son permanentemente desplazados, segregados a tierras k nadie quiere para la producción agrícola o ganadera, dificultando el acceso de la población a servicios de salud, educación, abastecimiento, etc., y o despojados de sus territorios debido a las políticas neoliberales impulsadas por los estados con gobiernos de derecha o izquierda (cuyo rasgo en común es, ser agentes patriarcales ya que los oprimidos son “los otros”, pueblos indígenas, empobrecidos, las y los feminizados); y apoyados por las fuerzas armadas en favor de megaproyectos turísticos, mineros, termoeléctricos, de monocultivo, de crecimiento urbano o canales interoceánicos, entre muchos otros, que sólo benefician a transnacionales y la empresa privada; lo que ha producido mayor pobreza en las comunidades indígenas, provocando en algunos países prostitución de niñas indígenas por víveres. La criminalización de la protesta de los sectores afectados y los movimientos sociales se agrava por medio de montajes para acusación de terrorismo, desapariciones forzadas, secuestros, asesinatos, etc. de tal manera que la presencia y participación de diversas fuerzas armadas y las religiones fundamentalistas en este proceso, alerta sobre la continuidad de formas veladas o descaradas de dictaduras disfrazadas de democracia en casi todos los países del Abya Yala.

En el Abya Yala el régimen heterosexual se cruza con las políticas neoliberales cuando del Estado permite políticas para expropiar territorios, ejercer violencia sobre los cuerpos de las mujeres, el control político, económico y sexual de las mujeres. Las políticas neoliberales y neocoloniales permiten k hayan procesos de exterminio, de genocidios, etnocidios, sobre comunidades racializadas, indígenas y afrodescendientes generando niveles de violencia estructural directa sobre estas comunidades, sus pensamientos, su territorio, su cosmovisión, su espiritualidad y el papel fundamental del movimiento lésbico feminista, considerar k estos procesos k se ejercen de manera global, deben ser parte de la visibilización de las luchas del MLF de cada día.

Las luchas contra el neoliberalismo, el neocolonialismo y el racismo no son luchas aisladas porque las opresiones son parte de una matriz articulada k nos afectan a las mujeres de manera distinta en nuestros cuerpo, nuestros territorios, nuestra economía, nuestra independencia, en la geopolítica, etc. El apellido del patriarcado es la colonialidad.

En su versión contemporánea, la colonialidad capitalista neoliberal, usa el consumo para producir la ficción de la libertad. En torno al consumismo reproducimos el racismo, el clasismo y el heterosexismo impuestos desde la colonialidad. Revisar lo k entra x la boca, ojos y oídos, las marcas, gustos, estéticas, deseos k cargamos en nuestros cuerpos y actitudes, en nuestras vidas, en nuestras decisiones, es un acto de resistencia porque nos invita al cambio.

El sistema neocolonial y neoliberal se ha apropiado de nuestros discursos y reinvindicaciones y los ha hecho parecer como privilegios gozados. Los convierte en rebeldías permitidas, entonces nuestro pensamiento, la manera en k transmitimos el conocimiento, nuestros gustos, son tutelarizados, de tal manera que los posicionamientos ético-ontológicos y las estéticas se venden y consumen como algo alcanzable o deseable. Si kieres ser lesbiana, feminista o indígena debes ser, lucir o pensar de determinada manera. Desde el poder del conocimiento o la academia ciertas teorías occidentalizantes y prácticas pueden reproducir estos sistemas de dominación, es un reto crear estrategias para combatir el tutelaje o la representatividad de otras formas de pensamiento. Paradógicamente, desde el poder de la academia blanca, Lugones en una de las mesas de trabajo, sentenció la inexistencia del patriarcado, planteamiento que no pudo sostener porque no tuvo tiempo para quedarse.

El sistema heteropatriarcal al poner el tema de las diversidades en términos de políticas públicas y derechos concedidos se refuncionaliza. No todas nos sentimos incluidas en un discurso neoliberal. Las revoluciones no se hacen siendo lesbianas que el sistema kiere, sino despatriarcalizando las prácticas políticas. Nos habita la colonialidad y debemos descolonizar nuestros cuerpos y todas las relaciones para transformar desde allí.

 

Racismo y el Regimen Heterosexual

Con la provocación de ser vistas, en representaciones escénicas, nuestras vivencias como mujeres racializadas, las emociones dieron cuenta de conocimientos desplazados por el pensamiento occidental.

Las diferentes opresiones que atraviesan nuestros cuerpos, que han causado y acumulado dolores y silencios históricos que no atinamos a romper. El régimen heterosexual actúa en conjunto con el racismo clasificando nuestros cuerpos. En esta realidad del Abya Yala, la colonialidad permea nuestros cuerpos y nos adscribe en distintos lugares de opresión los cuales es difícil atreverse a mirar, aceptarlos y transformar en la práctica cotidiana. La constante pregunta es si estamos en la disposición de trabajar nuestros lugares de privilegio y también, a hacerlo desde la conciencia de racializadas. ¿Cuántas de nosotras incurren también en la exotización del deseo? ¿Cuántas estamos transformando día con día la manera en que nos relacionamos con las otras? ¿Somos conscientes de las prácticas lingüísticas, sociales y culturales que contienen racismo explícito o implícito?

Los nacionalismos han promovido y ocultado el racismo en nuestros países, muchas sólo hacemos conciencia de ello fuera de nuestro país. El mestizaje en las políticas de blanqueamiento del Abya Yala pretendió que evitaría antagonismos raciales, sin embargo sirvió a la clase criolla paran imponerse en el poder político, y desapareció al indígena.

El genocidio, el etnicidio, el feminicidio, el epistemicidio, no han cesado desde la colonia. La política neoliberal extractivista usa las mismas estrategias de depredación, usurpación, explotación, deshumanización que la colonia del S.XVI.

El valor de la reproducción es distinta en clases blancas, burguesas o pobres, k en poblaciones racializadas. La población racializada es desechable y sin valor, la exterminación o genocidos tienen relación con la heterosexualidad. La reproducción biológica tiene costos por raza, género y preferencia sexual.

La colonialidad jerarquiza los cuerpos colocando al varón blanco en la cima del sistema de opresión. Los de las lesbianas que resisten la heteronormatividad, son cuerpos marginales. Esto se complejiza cuando hablamos de sujetas racializadas con diferencias de clase. En tal sentido vale preguntarnos si el neoliberalismo pretende la uniformidad de los cuerpos para el consumo o es capaz de mercantilizar la abyección y la exotización de las razas y los cuerpos? ¿Cómo transformamos nuestras estéticas y deseos?

El mestizaje como política de blanqueamiento parte de la negación “no soy” y aunque no vistamos como indígena, muchas nos identificamos y vivimos kachiké, aymaras, quechuas, zapotecas, Warao, Cuna, Guayaquís, Trio, Javaés, entre otras. Aun cuando algunas llevamos el color de la piel del violador, somos indígenas. No racializadas, dirán algunas, hacer conciencia de esos privilegios, nos acerca a nuestras ancestras, motivo suficiente para la alianza.

En el contexto de la violencia neoliberal, la política de solicitud de los derechos, matrimonio, familia, hijos, aparece banal y refuncionaliza una sociedad colonial racista y de clases. El matrimonio, es una institución blanca porque reproduce un modelo aspiracional eurocentrado. Además de burguesa, por que aspira mantener y traspasar la propiedad a los descendientes, es heterosexual, la reproducción biológica es uno de sus principales fines. La organización nuclear no es la única ni mayoritaria forma de producir sociedad, ni ejercer parentesco. El matrimonio desconoce la calidad de sujetx de derechos. Se impone como obligatoria para ejercer derechos humanos y sociales como salud (seguro social), vivienda, educación, etc. como lesbianas feministas deberíamos procurar su eliminación como posibilidad de parentesco humano.
La solicitud de leyes, no es la única forma de hacer interlocución con lxs otrxs, también lo son las expresiones artísticas, el teatro, la música, el pequeño grupo, las acciones positivas, los grupos de reflexión, la autosustentabilidad.

Compañeras europeas que trabajan, activan y construyen en el Abya Yala manifestaron que “ser blancas no nos hace no racializadas, lo que exige trabajar ese poder simbólico y real k se tiene, así como la propia victimización para permitirnos alianzas y coalizaciones. Articular poderes comunes k partan de objetivos comunes para desarticular la hegemonía heteropatriarcal, asi como rearticular defensas, entre mujeres, lesbianas, indígenas, negras, mestizas, lo que implica atravesar el racismo de la otra y mi propio racismo. Necesitamos repensar las alianzas desde diferencias no dominantes. La población urbana, también tocada por el racismo, por la privatización, por la militarización de las calles, amerita alianzas. Retos que invitan a repensar la manera de abordar el enemigo a combatir k está afuera y k también está adentro.”

Hubo una dura interpelación al silencio de las blancas, por parte de una compañera del grupo de feministas afrodiaspóricas, ante la demanda de reconocer los efectos devastadores del racismo y asumir los privilegios de una sociedad blanca. Ninguna blanca respondió, tal vez porque en ese contexto, asumirse blanca era posicionarse en el lugar de la opresión. Tal vez, porque el formato de plenarias se traduce en espacios de exhibición o riesgo para las interpelaciones y tenemos k inventar otras formas de politizar nuestros diálogos, sin abandonarlos.
Ser lesbianas feministas es territorializar nuestra práctica política, es cuestionar el sujeto universal lesbiana.

 

Militarismo, régimen heterosexual y prácticas de resistencia.

El Abya Yala es una tierra largamente herida donde los costos de las guerras y el saqueo lo hemos pagado las mujeres. Nuestros cuerpos son invadidos y usurpados. Nuestros territorios sufren la embestida de los intereses del capitalismo trasnacional: las mineras y otras industrias energéticas tienen sus propios cuerpos armados o el ejército está a su servicio. Los Estados Unidos propalan con mayor intensidad el discurso de la seguridad en aras de combatir el narcotráfico que ellos mismos alientan y mantienen en una muy productiva prohibición. La presencia militar norteamericana con bases militares en distintos países del Abya Yala constituye un cerco de disciplinamiento, apeonado por gobiernos con tendencia militarista para el control migratorio, político, económico e ideológico.

El militarismo estatal responde a intereses del capitalismo neoliberal, no importa si son de derecha o izquierda. El sujeto de la militarización es el hombre blanco, burgués y quienes ejecutan las órdenes, son personas racializadas que actúan contra sí mismos. El militarismo es una forma de generar economía, hay un flujo económico en la producción, venta y circulación de armas. Se generan conflictos en la región como el narcotráfico para seguir comercializando armas. La guerra es un negocio mundial, la venta de armas letales, gases lacrimógenos, bombas de alto impacto, bombas con tachuelas y armas sofisticadas, dirigidas a destruir manifestaciones sociales, o poblaciones incómodas, enriquece a unos pocos, entre esos al Vaticano, primer productor de armas.

Los efectos de la guerra no son de interés público, la paz aparece como el alto al conflicto armado pero no llega al concepto de reparación y sanación, ésta sólo ha sido posible por necesidad personal o colectiva y desde los espacios alternativos.
El estado ha generado en el odio y la guerra la forma de solución a los conflictos. La violencia es un modelo de comportamiento que se ha naturalizado porque se consume en videos, juegos, televisión e incluso la escuela.

La militarización tiene una sobre valorización de lo masculino y un concepto misógino de las mujeres. Hay un interés económico en la utilización de los cuerpos de las mujeres en la tortura, en la trata de mujeres en zonas mineras y militares, la prostitución es tan rentable como el armamentismo y el tráfico de drogas.

La militarización atraviesa la educación de los niños, los que se identifican con los modelos militares, el servicio militar obligatorio, actores armados del crimen organizado, con redes de trata, explotación sexual y narcotráfico, o con los grupos de autodefensa y grupos de resistencia. El militarismo dota incluso a la administración pública de la organización piramidal, cuya lógica es la obediencia por sobre la racionalidad. La estética está atravesada también por el pensamiento militarizado y las producciones iconográficas sobre la rebeldía no se conciben sin un arma. Los celos y la monogamia obligatoria representan también dispositivos para la obediencia, considerado el brazo armado del patriarcado, los celos privatiza el cuerpo y la sexualidad de la otra con el uso de la violencia, similar a la colonia del S XVI.

Las ciudades tienen divisiones geopolíticas de zonas protegidas k pueden comprar seguridad de empresas dirigidas principalmente por militares, en las que jóvenes racializados ponen el cuerpo porque es su única posibilidad de trabajo; y zonas donde se vive los efectos perversos de esa privatización, zonas con violencia explícita por el control de grupos armamentistas. El crimen organizado en algunos países se gesta desde las cárceles y desde allí se opera el tráfico de armas que es usado en las favelas. La seguridad pública y privada es usada para ejercer tortura, asesinatos, desapariciones, tráfico de mujeres, etc. y está vinculada al crimen organizado. Sin embargo, nos venden la idea de paz resguardada por los ejércitos.

Las empresas extractivistas, los grandes hacendados y la industria maquiladora se valen de las fuerzas militares y paramilitares para despojar a poblaciones indígenas de sus territorios o controlar la explotación de los obreros. La policía hace montajes contra indígenas, mujeres, lesbianas, para aplicar leyes contra el terrorismo, y encarcelar por simple sospecha. La militarización al servicio del neoliberalismo, se impone, de tal manera que las dictaduras militares siguen presente en el Abya Yala.

 

Nuestros cuerpos están reglamentados por las instituciones que promueven la violencia: la iglesia, el Estado, el lenguaje (lleno de palabras que remiten a jerarquías, grados militares y violencia armada). Los símbolos fálicos son cada vez más explícitos entre la relación entre un pene y un fusil. Ojivas nucleares para amordazar nuestras libertades. No importa si es el soldado que llega a desplazar un territorio, un narco buscando ampliar sus rutas o un guerrillero luchando por la libertad del pueblo; compañero de armas o enemigo, los hombres pretenden ejercer poder y violencia contra nosotras.

El militarismo representa la exacerbación del valor de la virilidad, por eso se usan las violaciones como arma de guerra y genocidio para imponer el miedo, el terror y destruir la vida de las mujeres e implica además, identidad grupal para ellos. Es fácil masculinizarse dentro de un cuerpo armado, la militarización ofrece una salida dolorosa y falaz a las lesbianas de las comunidades rurales y los barrios marginales (reconociéndose a sí mismas como tales o sólo ejerciendo su sexualidad con otras mujeres). Los valores de la heteronormatividad equiparan lo masculino al valor y la violencia. La inclusión de las mujeres en las fuerzas armadas como parte de las demandas de igualdad de derechos respaldada por el feminismo hegemónico neoliberal lejos de desmontar el régimen heteropatriarcal, lo refuerza.

La guerrilla aunque tenga una lógica antisistémica, con el uso de las armas enriquece la industria armamentista y el régimen heteropatriarcal.
En las guerrillas muchas mujeres fueron violadas no sólo por el ejército, también por los compañeros de lucha que se metían a las tiendas de campaña y ellas debían poner el cuerpo y la sexualidad al servicio de la guerrilla sin poder denunciar. Los comandantes hacían violaciones “correctivas” a las lesbianas para normalizarlas, y a pesar de los acuerdos de paz, son cosas k no se han logrado sanar. Nos cruza un amor romántico con la izquierda que no nos permite cuestionar sus prácticas militaristas, racistas y patriarcales, por el miedo a k nos tachen de derechistas.

El militarismo está institucionalizado y tiene forma de iglesia, familia, escuela, partido político, Estado, es transnacional porque representa formas de dominación planetarias. Muchas de nuestras estrategias político-feministas están marcadas por esa ideología militar: la fuerza, la agresión, la violencia. Desmilitarizar nuestro pensamiento implica hacer fuerza colectiva, cuestionar nuestras prácticas derivadas del militarismo e ideología militar, si lo desmontamos en lo micro, puede derribarse. Para enfrentarlo hay que cuestionar símbolos como, la bandera (aunque sea del futbol o de la diversidad), la idea de patria militarizada, expresiones del lenguaje como: “a la orden” “si señora”, “mande ud.” “su merced”, “vamos a armar” “matar dos pájaros de un solo tiro”, “formemos filas”, “me abro”, “armadx hasta los dientes”, “donde manda capitán, no manda marinero”, “caballero nomás” “tu o yo” que se resisten desde la colonia. De ahí la necesidad de cuestionar la legitimidad del uso de la violencia para enfrentar el sistema, la idea de guerras necesarias, o que las armas usadas por cuerpos disidentes tienen otro sentido o es la misma mierda. Las armas k podemos usar como lesbianas feministas no deben ser las herramientas del amo.

Este eje propició una efervescente discusión en torno a si tomar las armas es una opción válida para el movimiento lésbico feminista. Para algunas es necesario si no hay otra opción. Para otras, no es una opción posible, planteando el pacifismo no inactivo, sino abrazando la resistencia. Para otras, en una reminiscencia al cimarronaje como práctica de resistencia a la violencia esclavizadora, donde lxs negrxs tuvieron k usar armas distintas al plomo, sin que ello representara militarización; la conspiración con brujería o envenenamiento a sus amos de parte de las mujeres negras violadas día y noche, son todavía inspiración para organizar nuevas formas de cimarronaje ante la violación y saqueo a nuestros territorios.

Tenemos k repensar las alianzas desde diferencias no dominantes. Hacer alianzas es difícil por la misoginia, el racismo, el clasismo k nos atraviesa. Si nos es difícil reunirnos entre mujeres, allí está el nudo, x k si es más fácil reunirnos con hombres es que el sistema nos plantea k es más fácil y mejor reunirnos con hombres, entonces repensar las solidaridades entre mujeres, es el reto.

Preguntarnos con quién hacemos alianzas, es importante porque si no podemos aliarnos entre nosotras hay una veta de misoginia y si tampoco pudimos aliarnos con los machos de izquierda k luchan contra el neoliberalismo por cómo hacen sus prácticas, entonces debemos preguntarnos sobre esa forma en k estamos haciendo nuestra política de alianzas.
Un punto de disenso es que las alianzas entre nosotras no se pueden construir por las diferencias culturales, las construcciones del conocimiento, las jerarquías.

k hacemos con el enojo?, el odio?, el resentimiento?, la culpa blanca? k es racista porque deriva en acciones paternalistas y discriminatorias. Implica visibilizar k las opresiones no nos atraviesan de manera igual. Las compañeras centroamericanas nos compartieron la experiencia de sanación de dolores profundos para seguir luchando por los sueños y con una sonrisa brillante. Por eso, considerar procesos de sanación para los efectos de la violencia colonial, racial, estatal militarizada, las diferencias y rupturas entre nosotras y otras, sigue siendo un reto.

 

Próxima sede: Perú

Perú fue elegido la próxima sede del XI ELFAY, se sugirieron incorporar temas como sanación, nacionalismos, estrategias y formas de construir alianzas, también reclamaron mayor trabajo con el cuerpo y menos verbo.

La pasión con la que se discutieron en las mesas de trabajo, entretejió discursos, mezcló emociones y experiencia y construyó conocimiento colectivo, la posibilidad de mirarnos desde nuestros orígenes, problemáticas, necesidades y sueños. Un intento por queerizar la discusión fue desestimada y el cuarto propio cobijó las discusiones desde las experiencias históricas y políticas de las lesbianas, entonces el ELFLAY pudo ser un encuentro de enriquecimiento colectivo con distintas miradas y expresiones, sin rupturas. Los formatos de Encuentro se seguirán enriqueciendo. Uno de los encuentros más productivos y políticos.

 

Villa Porril y la marcha

Villa Polin, el nombre del predio donde se desarrollaban las actividades fue renombrada por la bandita pacheca por Villa Porril, por primera vez reconocida, en honor al punto de encuentro y los porros libremente circulados. El uso legal de la mariguana hizo parte de las discusiones, en un contexto donde la política está dominada por el narcotráfico. La doble moral y el prohibicionismo, criminaliza, persigue y también enriquece al crimen organizado. Nao es fácil no, ser feminista, maconhera y zapatao!!

El último día, en Bogotá, marchamos por algunas calles, las batucadas abrían paso y su ritmo se impregnaba en la ciudad. Aunque no llegamos a un punto político, por las limitaciones de que implicaba el arreglo de algunas calles, la marcha fue la celebración por la algarabía de encontrarnos.

 

Video relacionado:

¿Es la familia el núcleo de la sociedad?, entrevista con Norma Mogrovejo

 

Libros relacionados:

Feminismos desde el Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos de nuestra América, Francesca Gargallo (Reimpresión, enero 2015)

La inacadaba revolución feminista, Silvia Federichi

Sexualidad, violencia y cultura, Juana Gamero de Coca

 

Información adicional

X Encuentro Lésbico Feminista del Abya Yala (ELFAY)
Autor/a: Norma Mogrovejo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.