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Mapas de la codicia (I)

Mapas de la codicia (I)

En su cuento “Del rigor en la ciencia”, para Borges la tarea de los científicos consiste en abstraer, simplificar y, por tanto, en hacer mapas pues: “En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas[…]”

En la figura siguiente aparece un mapa que da cuenta de la valoración asimétrica de pérdidas y ganancias.

Función subjetiva del valor

 

 

Los economistas de origen judío Kahneman y Tversky idearon este ingenioso mapa que capta algunos aspectos de la codicia humana (tomar más de lo que se da, tener riquezas en exceso), y la denominaron función subjetiva del valor.

 

Un descarado error del gremio de los economistas es que sus mapas y problemas muchas veces corresponden a reinos y temas imaginarios e inverosímiles. Una virtud del trabajo de Kahneman y Tversky es que, para construir su mapa, al menos observaron directamente el comportamiento de actores económicos (consumidores e inversionistas) e hicieron experimentación.

En esta función se combina la valoración objetiva de costos y beneficios a través del eje horizontal; con la estimación hedonista o subjetiva de valores positivos y negativos en el eje vertical. La función de valor de la teoría de prospectos refleja tres hechos básicos: i) los agentes económicos se acostumbran a estados estables y, por tanto, buscan mantenerse en su status quo; ii) tienen compartimentos mentales, subjetivamente valoran aparte las pérdidas y las ganancias y, iii)la asimetría entre el dolor y el placer implica que el tomador de decisiones, quien busca maximizar una utilidad experimentada (netamente subjetiva y hedonista), valora las consecuencias negativas de su elección más intensamente que las consecuencias positivas.

La función de la utilidad subjetiva tiene la forma de una S, lo cual representa la asimétrica valoración: concavidad en el terreno de las ganancias y convexidad en la zona de las pérdidas, lo cual permite visualizar que perder es por lo menos dos veces más doloroso que ganar.

Uno de los hallazgos fundamentales de los mencionados economistas es que los agentes económicos sufren de aversión a perder: cualquier ente racional se aferra a su status quo y, por lo mismo, acepta transacciones (negocios) que le mantengan o al menos preserven tal posición o, que la mejoren ostensiblemente; ceder en una negociación es indeseable e, incluso, inaceptable, puesto que tal cosa equivale a incurrir en pérdidas. Como puede verse, la posesión representa el noventa por ciento de la ley, pues la gente con posesiones previas defiende sus derechos (privilegios, propiedades, herencias) y son bastante renuentes a renunciar a estas, y a permitir políticas redistributivas. Fijese que, curiosamente, muchas revueltas ocurren porque la gente ha perdido algún logro (derecho) y no tanto por la búsqueda de nuevos derechos.

Cohen and Knetsch (2000) afirman que: “[…] Nueva evidencia empírica indica que la gente evalúa las ganancias y las pérdidas en términos de cambios a partir de un punto de referencia, en lugar de comparación de diferentes estados finales. Esta evidencia también nos indica que las personas valoran las pérdidas, desde tal punto de neutral de referencia, con mucho más peso que las ganancias […] Enormes diferencias fueron primero notadas en varios resúmenes financieros, referidos a como la gente valora las pérdidas provenientes de acciones referentes al medio ambiente o a la degradación de la calidad del medio ambiente. Por ejemplo, una muestra de un grupo de cazadores de patos dijeron que estarían dispuestos a pagar 247 dólares en promedio para salvar un nicho reservado para estas aves, pero cobrarían 1.044 dólares en promedio para aceptar una pérdida equivalente. Similarmente, un resumen referente a la valoración de los pescadores, registró que un grupo estaría dispuesto a pagar 35 dólares por adquirir un área de pesca y que cobraría 100 dólares para ser compensado por perder un área de pesca previamente poseída […]”.

Bibliografía:
Daniel Kahneman, Jack L. Knetsch, Richard H. Thaler. 1991. “Anomalies: The Endowment Effect, Loss Aversion, and Status Quo Bias”. The Journal of Economic Perspectives, 5(1), pp. 193-206, winter.

Información adicional

Autor/a: Freddy Cante
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