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Viejos y nuevos paraísos

Viejos y nuevos paraísos

La difusión de los “papeles de Panamá” se convirtió en un tsunami informativo que recorrió el mundo, devastó algunas reputaciones y en pocas horas provocó las primeras consecuencias políticas. Quedan muchas dudas sobres los intereses detrás de la mayor filtración sobre paraísos fiscales en la histor

 

El 3 de abril se difundió el mayor trasvase de información de la historia vinculado a paraísos fiscales y evasión de impuestos. Se trata de 11,5 millones de documentos, unos 2,6 terabytes de información, filtrados por manos anónimas al diario alemán Süddeutsche Zeitung, que los entregó al Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (Icij, por sus siglas en inglés), que incluye a más de cien organizaciones de prensa de 78 países. Los datos provienen del despacho de abogados panameño Mossack Fonseca, importante generador de sociedades offshore a escala mundial.

Los papeles de Panamá contienen varias veces más información que los datos publicados por Wikileaks en 2013, que expusieron las finanzas de individuos prominentes. Según el Icij, el conjunto de documentos “permiten una mirada sin precedentes al interior del mundo de las cuentas ultramarinas, proveyendo detalles diarios, década a década, de cómo fluye el dinero ‘oscuro’ a través del sistema financiero global, alimentando el crimen y despojando a las tesorerías nacionales de ingresos por impuestos”.

Se trata de correos, material fotográfico y extractos bancarios de Mossack Fonseca desde la década de 1970, en los que aparecen 72 gobernantes o ex gobernantes, 128 políticos de distintas esferas gubernamentales y decenas de líderes políticos, futbolistas, empresarios, actores y otras personalidades. De Argentina, por ejemplo, se menciona al presidente Mauricio Macri y su familia, ex ministros y el secretario privado del fallecido ex presidente Néstor Kirchner, Daniel Muñoz. Los futbolistas Lionel Messi e Iván Zamorano, Michel Platini, presidente de la Unión de Federaciones de Fútbol Europeas, y el peñarolense Juan Pedro Damiani, son algunas de las figuras más conocidas del mundo deportivo que aparecen citadas en los documentos.

En total, se trata de 214.488 empresas offshore que ocultan los nombres de los propietarios del dinero que evade impuestos, operaciones en las que aparecen involucrados más de 500 bancos (los más importantes y prestigiosos del mundo). El dinero sucio –fruto de la evasión de impuestos, del narcotráfico o de cualquier operación ilegal– queda limpio una vez transferido a la compañía offshore, ya que se reintroduce en la economía como legítimo y se utiliza para comprar bienes de alto costo. En total los paraísos fiscales ocultan 23 billones de dólares, la suma de los Pbi de Estados Unidos y Japón, diez veces más que el de Brasil y 500 veces más que el de Uruguay.

Aunque día a día se siguen sumando nuevos nombres, el primer ministro islandés Sigmundur Gunnlaugsson fue el primero que debió renunciar luego de escapar de una entrevista/trampa tendida por The Guardian sobre los motivos por los que se lo menciona en los papeles de Panamá. Otras personalidades también citadas por tener sociedades oscuras en Panamá han tenido más suerte: el primer ministro de Georgia; el rey de Arabia Saudita; el presidente de Ucrania; Pilar de Borbón, hermana del rey emérito de España, no se vieron hasta ahora expuestos en público.

Medios y fines

Sin embargo, la figura que ganó las primeras planas de la prensa occidental, sobre todo por parte del español El País y el británico The Guardian, no está nombrada en los documentos del bufete de Panamá: Vladimir Putin. Para estos medios es culpable porque se vincula a algunos de sus aliados cercanos a una supuesta cadena de lavado de dinero, en la que por lo menos 1.000 millones de dólares se enviaron del Banco Rossiya a una compañía offshore llamada Sandalwood, creada por el despacho Mossack Fonseca.

Por el contrario, Wikileaks sostiene en su Twitter que el ataque contra Putin “fue organizado por la organización Organized Crime and Corruption Reporting Project y financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), así como por el fondo de Soros”, en referencia a la Open Society (Russia Today, miércoles 6), aunque luego lo relativizaron. Otros medios destacaron que el único país que no tiene personalidades mencionadas en estos papeles es precisamente Estados Unidos.

Panamá papers

En 1997 el Centro para la Integridad Pública (Cpi, por sus siglas en inglés) puso en marcha el proyecto Icij, una red internacional con base en Washington que agrupa a más de 190 periodistas de investigación de más de 65 países. El Cpi define entre sus objetivos “revelar los abusos de poder, la corrupción y negligencia en el cumplimiento del deber por parte de poderosas instituciones públicas y privadas para obligarlas a que funcionen con honestidad, integridad, responsabilidad y que coloquen el interés público en primer lugar” ( www.publicintegrity.org ).

El Cpi fue creado en 1989 por Charles Lewis, ex productor de ABC News, y financiado por la Fundación Ford y Open Society, entre otros. El Icij decidió centrarse “en cuestiones que no se detienen en las fronteras nacionales: la delincuencia transfronteriza, la corrupción y la rendición de cuentas del poder”. Trabaja con algunos de los más importantes periódicos del mundo, autotitulados como liberales, como The New York Times, The Guardian y El País. En América Latina sus principales referencias son La Nación de Argentina, Folha de São Paulo de Brasil, ABC de Paraguay y Proceso de México. Entre los apoyos financieros figuran, nuevamente, Open Society y la Fundación Ford. Actualmente su director es el periodista irlandés Gerard Ryle.

Desde 1998 el Icij entrega anualmente premios a periodistas con el objetivo de “reconocer el mejor reportaje de investigación internacional del mundo”, por “la presentación de informes en al menos dos países sobre un tema de importancia mundial”. En general, los premios son otorgados a periodistas de habla inglesa que hacen investigaciones en el Tercer Mundo, en los que aparecen representados los intereses de Washington. En 2003, por ejemplo, el ganador fue el periodista Jeffrey Goldberg del The New Yorker, por “dar a los lectores detalles e imágenes impresionistas de Hizbolá, la organización terrorista chiita libanesa que ha causado más víctimas estadounidenses que cualquier otro grupo terrorista”. En 2004 fueron premiados dos periodistas del Dayton Daily News, por una investigación que revela “con gran detalle la violencia generalizada dirigida a los voluntarios del Cuerpo de Paz, que desde 1962 han muerto a un ritmo de uno cada dos meses”. En 2008 periodistas de The New York Times fueron recompensados por denunciar productos chinos con químicos tóxicos. El mismo año premiaron a un medio sueco que denunció cómo barcos rusos sobrexplotaron el bacalao del Mar de Barents, la última reserva mundial de la especie.

No está claro cómo se consiguieron los datos de los papeles de Panamá. Por periodismo de investigación suele entenderse, por lo menos por estos lugares, un periodismo independiente, que requiere mucho trabajo y discreción, sin resultado ni remuneración garantizada y con información obtenida mediante colaboradores comprometidos con la causa de la verdad. No es el caso del Icij. Marcos García Rey, que ha participado en la investigación de los Panamá papers, asegura: “Mossack Fonseca miente, no le han hackeado el sistema para conseguir la filtración” (eldiario.es, lunes 4). Todo indicaría que los datos que contienen los papeles de Panamá fueron o bien comprados o bien obtenidos por una poderosa agencia estadounidense de seguridad o espionaje.

Peridoismo y propaganda

Robert Parry, uno de los más destacados periodistas de investigación del mundo, que reveló el caso “Irán-contras”, sostiene en su página que la corrupción es apenas un “arma de propaganda” (consortiumnews.com, lunes 4). En su artículo dedicado a analizar los datos obtenidos de Mossack Fonseca afirma que “es cada vez más difícil diferenciar entre periodismo y propaganda”.

Parry llega a esa conclusión luego de considerar que los grandes medios del planeta vienen violando las más elementales normas de imparcialidad, ya que han sido “corrompidos por las exigencias propagandísticas de los gobiernos”. Este tipo de periodismo, escribe, “es el precursor de los cambios de régimen, ya que busca ensuciar o deslegitimar a un líder extranjero antes de que se desate una ‘revolución de color’ organizada por quienes ‘promueven la democracia’”. Los ejemplos que pone son los de Luiz Inácio Lula da Silva y Vladimir Putin.

Su primer ejemplo es la reciente cobertura de The Guardian sobre los papeles de Panamá. El diario británico reconoce que el nombre del presidente ruso no aparece en ninguno de los registros, pero utiliza términos equívocos (como “aparentemente”, “parece” y otros similares) para implicarlo porque, en realidad, es ya una figura demonizada por Occidente.

En opinión de Parry, los intereses occidentales están preo-cupados por el crecimiento de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ya que se han convertido en competidores del G7 y del Fmi. “El control del sistema financiero global ha sido el centro de poder de Estados Unidos en el mundo luego de la Segunda Guerra Mundial, y los rivales del monopolio occidental no son bienvenidos.”

En su opinión, lo más lamentable es el doble rasero que se aplica para medir situaciones similares. The New York Times concluyó, por ejemplo, que en Ucrania no hubo golpe de Estado cuando fue derribado Viktor Yanukovich y ahora desestima las denuncias de corrupción del ministro de Finanzas del gobierno ucraniano de Petro Poroshenko, porque se trata de un gobierno amigo con el que se quiere cercar a Rusia.

Parry recuerda la existencia de una “guerra de información” que creció exponencialmente y se refinó durante la Guerra Fría, de la que forman parte hoy la Open Society y la agencia gubernamental Usaid, apoyando medios de comunicación y periodistas que defienden los intereses de Washington. Concluye destacando que “el peligro más grande de esta perversión del periodismo es que crea el escenario para ‘cambios de régimen’ que desestabilizan a países enteros, desnaturalizan la democracia y engendran la guerra civil”. No deja de mostrarse preocupado por el “sueño neoconservador” de montar un tal “cambio de régimen” en Moscú, algo enormemente peligroso para el mundo todo.

La nueva Suiza

“Olvídese de Suiza: Estados Unidos es el paraíso fiscal favorito de las grandes fortunas”, destacaba hace dos meses el titular de uno de los más importantes cotidianos del mundo (El País, 3-II-16). El diario madrileño reproducía una nota del portal empresarial Bloomberg, desde Reno (Nevada), estado que sitúa como el nuevo paraíso fiscal global.

El reportaje no tiene desperdicio. Su primer párrafo lo dice todo: “El pasado mes de setiembre, en una oficina de un bufete de abogados con vistas a la Bahía de San Francisco, el director general de Rothschild, Andrew Penney, daba una charla sobre las alternativas de los más ricos para evitar pagar impuestos. Su mensaje era claro: hoy por hoy, la mejor opción es mover su fortuna a Estados Unidos, libre de cargas fiscales y a hurtadillas de los gobiernos. Algunos se refieren ya al país norteamericano como “la nueva Suiza”.

Estados Unidos se ha negado a firmar los acuerdos de la Ocde, nuevas normativas internacionales sobre información bancaria refrendadas por casi cien países, lo que le da una ventaja única. Esto sucede luego de décadas en las que las autoridades de Washington han perseguido, o por lo menos así lo declaran, los paraísos fiscales. “Todo el mundo, desde los abogados londinenses hasta los trust suizos, ha visto la oportunidad y se ha ofrecido a ayudar a los más ricos a trasladar sus cuentas corrientes desde las Bahamas o las Islas Vírgenes Británicas a estados como Nevada, Wyoming o Dakota del Sur”, destaca la cobertura de Bloomberg.

La centenaria Rothschild –la mayor y más antigua red financiera del mundo– abrió oficina en Reno y se dedica a “sacar las fortunas de sus clientes extranjeros de países como las islas Bermudas, donde están sujetas a la nueva normativa de divulgación de información, e introducirlas en sus trusts de Nevada donde están exentas”. El argumento de la empresa es que “responde al interés de las familias de todo el mundo por la estabilidad de Estados Unidos”.

Este punto devela toda la estrategia y apunta a resolver los dilemas de este período. La decisión del sector más concentrado de la banca puede leerse así: ante la emergencia de nuevas potencias globales; ante la creciente inestabilidad europea, invadida por refugiados de todo el mundo; ante la creciente inestabilidad mundial, la proliferación de conflictos y la eventualidad de guerra nuclear (de la que se habla cada vez más en los portales especializados), nada mejor que “atrincherarnos” en el único país que ofrece seguridad a largo plazo.

Cisa Trust y Trident Trust, que operaban en Suiza y en las Islas Caimán, decidieron trasladarse a Dakota del Sur, “uno de los estados estadounidenses que promueven la confidencialidad y la baja fiscalidad”. En efecto, desde 2014, 97 países miembros de la Ocde acordaron medidas de control y transparencia para las cuentas bancarias sitas en el exterior. En las notas para su discurso en San Francisco, escribe Bloomberg, Penney había escrito que Estados Unidos “es el mayor paraíso fiscal del mundo” y que “carece de los recursos para hacer cumplir las leyes tributarias extranjeras y no tiene muchas ganas de hacerlo”.

Pero estas partes del discurso, que figuraban en el borrador, “fueron eliminadas al considerarse que no representaban a Rothschild”. Es evidente que la nueva delincuencia global evita dejar rastros de sus fechorías.

Información adicional

Autor/a: Brecha
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Fuente: Brecha

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