Después de mucho caminar, de vagar por caminos sin rumbo, de tocar puertas y cavar la tierra, hay quienes no encuentran lo que andan buscando: a sus seres queridos desaparecidos. Es una realidad que nos golpea con la fuerza de una ola y nos moja el cuerpo secándonos el espíritu. Esas personas desvanecidas contra su voluntad por la acción u omisión de “agentes gubernamentales (…) grupos organizados o particulares que actúan en nombre del gobierno o con su apoyo directo o indirecto” son víctimas de un crimen de lesa humanidad.
Para las Naciones Unidas la desaparición forzada en un delito imprescriptible, puesto que se considera un crimen contra la humanidad, tal como establecen tanto el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en vigor desde el 1 de julio de 2002, como la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, aprobada por la Asamblea General de la ONU el 20 de diciembre de 2006. La comisión de estos delitos infunde terror en la ciudadanía y genera una inseguridad que afecta no sólo a las familias de las personas desaparecidas, sino también “a su comunidad y al conjunto de la sociedad”.
La continua preocupación por la frecuencia en la producción de retenciones contra su voluntad de un gran número de personas en el mundo lleva a las Naciones Unidas a aprobar, mediante la resolución 47/133 de 12 de febrero de 1993, la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas.
Estableciendo que “Todo acto de desaparición forzada constituye un ultraje a la dignidad humana. Es condenado como una negación de los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y como una violación grave y manifiesta de los derechos humanos y de las libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y reafirmados y desarrollados en otros instrumentos internacionales pertinentes” (Art. 1).
Las cifras sobre desapariciones forzadas seguramente no se ajustan a la cruda realidad. América Latina, una de las regiones mas afectadas por esta lacra, se enfrenta, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) “a la falta de cifras confiables y a un problema insuficientemente reconocido». Con base en los datos oficiales, facilitados por los organismos estatales, en México se han producido, desde 1964 a agosto de 2022, 105.000 desapariciones de las que 25.000 eran mujeres y 20.000 tenían menos de 18 años. En Colombia, con la información de su Registro Nacional, ha habido, entre 1930 y finales de 2021, 111.658 personas desaparecidas. Para la directora de la fundación de derechos humanos colombiana Huella de Cristal “Actualmente son más de 120.000, pero todos los días hay nuevas desapariciones, por lo que no hay cifras exactas”. Otros países de la región presentan cifras también alarmantes; como Argentina, con 30.000 desaparecidos entre 1976 y 1983, o Guatemala, con cerca de 45.000 entre 1960 y 1996.
El último informe del Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias, órgano establecido en 1980 por la Comisión de Derechos Humanos y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, presentado a la Asamblea General de Naciones Unidas en el período de sesiones del 13 de septiembre al 1 de octubre de 2021, recoge que se han investigado un total de 59.212 casos de desapariciones forzadas en 110 Estados. De los cuales tan solo se han esclarecido 376.
La tragedia social que supone esta mancha en las sociedades, “mucho más que una violación de los derechos humanos”, también hizo que las Naciones Unidas, por medio de la resolución de la Asamblea General A/RES/65/209 de 21 de diciembre de 2010, establecieran el 30 de agosto como el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Conmemoración que se viene dando desde 2011.
La persecución de líderes y lideresas sociales, la eliminación de quienes piensan diferente o defienden los derechos humanos y hasta la limpieza social están detrás de la mayoría de las desapariciones. En 1982 en Bogotá, dos de los desaparecidos fueron los estudiantes de la Universidad Nacional Alfredo y Humberto Sanjuán, autores de la famosa pintada dedicada al Che en la plaza central de dicha universidad. Sus familias, y las del resto de personas desaparecidas en Colombia y en todo el mundo, seguirán luchando “hasta encontrarlos”.
¿A dónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales.
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales.
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento.
¿Cómo se le habla al desaparecido?
Con la emoción apretando por dentro.
“Desapariciones”, de Rubén Blades
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