Rousseff reconoce que probablemente el miércoles o jueves el Senado aprobará el inicio del impeachment, a pesar de que hasta ahora no haya ninguna evidencia en su contra. “Esto no se acabó”, afirma Lula sobre el escenario posterior.
Página/12 En Brasil
Desde Brasilia
“Esto no se acabó”, sentenció el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva a un allegado que lo consultó sobre el horizonte político que se avecina en Brasil, según informó ayer la prensa local. Lula tanto como Dilma Rousseff reconoce que probablemente el miércoles o jueves de esta semana el Senado aprobará el inicio del juicio político contra la presidenta tras lo cual será obligada a tomarse licencia por hasta seis meses cuando el Palacio del Planalto quedará a cargo el vicepresidente Michel Temer. Alias “el usurpador del poder” o el “golpista”, según Dilma quien ayer festejó el Día de las Madres en la sureña Porto Alegre junto a su hija y dos nietos con quienes se reunió tras su rutinario paseo matinal en bicicleta.
La suerte está echada, es imposible que esta semana haya 41 senadores, sobre un total de 81, dispuestos a rechazar al inicio del proceso a pesar de que hasta el momento no haya ninguna evidencia de que Rousseff delinquió. El efecto manada hará que en el Plenario la oposición obtenga una victoria holgada acaso similar a la registrada el viernes pasado en la Comisión Especial de Impeachment donde se impuso por 15 votos a 5 del gobierno y una abstención.
Hoy el dictamen de ese organismo será recibido por la presidencia de la Cámara alta iniciándose así el rito que continuará dos o tres días después. A Lula no le preocupa el país del jueves sino el de la semana que viene. Cuando Dilma pase a la oposición denunciando el golpe dentro y fuera del país mientras el blancuzco Michel Temer –su tez recuerda a la de Drácula según el humorista Macaco Simao– salga a la luz para asumir la administración de un país a la deriva después de casi un mes de las negociaciones para formar el nuevo gabinete realizadas en el Palacio de Jaburú, la residencia oficial de Brasilia que alternó con su casa en San Pablo, de donde se tuvo que ir hace diez días debido a un escrache realizado por jóvenes universitarios y movimientos sociales.
Suponer que Temer controlará la tempestad es ilusorio, sostiene el líder del Partido de los Trabajadores, uno de los dirigentes que mejor conoce, por haberla recorrido, a la realidad de un país continental en el que la diferencias de raza y clase se atizaron como consecuencia de la campaña orquestada por una derecha racista y tan clasista como para atacar a las políticas de inclusión social que no amenazaron sus privilegios.
Habrá protestas populares, cuya magnitud está por verse, y una previsible impaciencia de empresarios y banqueros que aguardan una pronta respuesta a su demandas de ajuste, precarización laboral y privatizaciones.
El muro
Ayer los empleados de la gobernación de Brasilia volvieron a colocar altas placas de acero a lo largo de la avenida central para separar a los manifestantes vestidos de rojo que expresarán su rechazo al golpe y los de amarillo adictos a la caída del gobierno.
El “Muro de Berlín”, que aún no fue concluido pero lo estará para cuando voten los senadores, ya había sido montado durante la sesión extraordinaria realizada en Diputados el domingo 17 de abril cuando 317 legisladores apoyaron el impeachment frente al rechazo de sólo 137.
El mentor de esa sesión fue el entonces titular de Diputados Eduardo Cunha, un “emperador gangsteril” (definición del congresista Chico Alencar) que el jueves pasado fue separado del cargo por el Supremo Tribunal Federal debido a las evidencias sobre sobornos cobrados en el escándalo de Petrobras y la coacción ejercida sobre sus pares. La caída de Cunha representa un potencial frente de tormenta para Temer, quien sabe que su antiguo socio está dispuesto a contar a la justicia secretos que podrían derribar al inminente gobierno de excepción, según el bien informado diario Valor Económico.
Lo ocurrido en la sesión que abrió paso al impeachment en la Cámara baja , cuando Cunha desplegó su tropa de choque, fue “un show de terror” comentó Lula quien tuvo acceso a encuestas cualitativas sobre la reacción de los millones de televidentes que ese domingo asistieron a la votación, puesto que la cadena Globo acordó con las ligas de fútbol suspender los partidos de los campeonatos regionales.
Los sondeos a los que tuvo acceso Lula indican que conforme el público conoció más a los mentores del impeachment, éste perdió parte del alto apoyo que tuvo meses atrás mientras creció el respaldo a la estabilidad institucional.
Un primer test de la temperatura popular que recibirá al gobierno entrante se tendrá esta semana cuando podrá medirse el caudal de manifestantes rojos y amarillos que se reunirá a cada lado del muro frente al Congreso. Y poco después cuantos dilmistas aguardarán a la presidenta en el posible, todavía no confirmado, descenso que realizará por la rampa del Palacio del Planalto, para trasladarse a la residencia de Alvorada desde donde comandará la “resistencia democrática”.
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