Mientras Rusia lanza su versión oficial y acusa a los servicios ucranianos, desde Kiev aseguran que no están involucrados y advierten que la próxima semana puede ser decisiva, ya que el 24 de agosto se celebra el Día de la Independencia.
Las guerras no solo se producen en el campo de batalla, también en el lado de la comunicación y la propaganda. Por esta razón, el asesinato de Daria Dúguina, de 29 años, genera más dudas que certezas en un escenario en el que también hay una lucha por la conquista del relato. La comentarista ultranacionalista ha muerto después de que su coche haya explotado por una bomba lapa que se situaba en la parte del conductor.
Las primeras imágenes del suceso muestran el vehículo calcinado en una de las calles de Moscú y al padre de la víctima, Alexander Dugin, con las manos en la cabeza contemplando el aparato envuelto en llamas. Esta es la primera incógnita del ataque. ¿El objetivo era Daria, Alexander o los dos? Lo cierto es que, en un primer momento, ambos iban a trasladarse en el mismo coche, que pertenece al padre; sin embargo, él decidió cambiar de vehículo en el último momento.
Dúguina era una fiel seguidora de las tesis de su padre, ferviente defensor del eurasianismo, una doctrina política que tiene sus orígenes en el siglo XX y que aboga por la defensa de Eurasia, un espacio liderado por Rusia que abarcaría zonas de Europa y Asia y que conformaría un continente independiente. Uno de los países que estaría integrado en este territorio es Ucrania.
Padre e hija han sido apasionados defensores de invadir Ucrania. De hecho, Dúguina fue una de las analistas que defendió que la matanza de Bucha fue un evento “escenificado con cadáveres de personas que se hicieron pasar por víctimas del ejército ruso”.
Este atentado puede escalar la tensión de la guerra que comenzó el 24 de febrero y que, por lo tanto, llega a las puertas de cumplir seis meses de hostilidades. Este 24 de agosto se celebra el Día de la Independencia en Ucrania. Volodímir Zelenski ha recordado que es “la fiesta principal” y ha advertido a “todos los socios” de su país sobre lo que Rusia “puede preparar para esta semana”. En esta dirección, Yuri Ignat, un portavoz de la Fuerza Aérea, ha manifestado que “nuestros militares están preparados para todo y valoran varias posibilidades y situaciones de crisis”.
Rusia señala a Natalia Vovk como presunta responsable
Entretanto, la versión del Kremlin sobre el crimen no se ha hecho esperar y ha acusado a Ucrania de estar detrás del atentado. El Servicio Federal de Seguridad (FBS), organismo sucesor del KGB, ha apuntado a Natalia Vovk, una mujer de 43 años que formaría parte del grupo ultraderechista ucraniano Azov.
Las autoridades rusas aseguran que la presunta asesina se trasladó en julio a Moscú, cerca de la vivienda de Dúguina y que ha sido la autora de accionar el explosivo de forma remota. Tras el ataque ha conseguido atravesar la frontera rusa y llegar a Estonia. Algo que ha avalado Margarita Simonián, redactora jefe de RT. “Los asesinos de Daria ya están en Estonia. Estonia, por supuesto, no los extraditará”, ha indicado.
No obstante, Ucrania ha negado rotundamente haber participado en el ataque porque Dúguina era una figura marginal. El asesor presidencial ucraniano Mikhaylo Podoliak ha subrayado que “la propaganda rusa crea nuevamente mundos ficticios y ha nombrado ahora como responsable de atentar contra el coche de Dúguina a una ucraniana y su hija de 12 años”.
¿Una operación de falsa bandera?
Las autoridades de Kiev consideran, de hecho, dos hipótesis: una lucha interna entre grupos políticos del país que han aprovechado el actual clima generado por la guerra que ha llevado al Kremlin a centrar sus esfuerzos en el conflicto; y una posible operación de falsa bandera; es decir, que el atentado haya sido fabricado por Rusia para justificar un refuerzo de la ofensiva.
Medios y analistas internacionales dudan de la versión del régimen de Putin no solo por la rapidez con la que se ha anunciado, también por el propio relato, ya que parece complicado que la mujer señalada, junto con su hija de 12 años, haya logrado burlar los sistemas de seguridad rusos, sortear a las autoridades del país y colocar una bomba en el coche de una de las mayores defensoras de los argumentos que pretenden acreditar la invasión de Rusia a Ucrania.
El Ejército Nacional Republicano, una entidad desconocida
En medio de estos planteamientos surge uno nuevo que vuelve a suscitar más interrogantes que respuestas. El pasado domingo, el exdiputado ruso Ilya Ponomarev, que actualmente vive exiliado en Kiev, aseguró que la autoría del ataque corresponde a un grupo de partisanos rusos que se hacen llamar el Ejército Nacional Republicano, una entidad de la que apenas se conoce información. El opositor, aun así, no proporcionó ningún tipo de evidencia que pueda contrastar esta afirmación.
Esta presunta organización expuso en un comunicado que están en contra de la guerra en Ucrania y consideran “al presidente Putin un usurpador del poder y un criminal de guerra que modificó la Constitución, desató una guerra fratricida entre pueblos eslavos y envió a soldados rusos a una muerte segura y sin sentido”. “Pobreza y ataúdes para algunos, palacios para otros: esa es la esencia de su política. Creemos que las personas privadas de sus derechos tienen derecho a rebelarse contra los tiranos. ¡Derrocaremos y destruiremos a Putin!”, sentencian.
22/08/2022
Chema Molina@chemamolinaa
Alexander Duguin, el pensador rojipardo que esbozó la Nueva Rusia que sueña Putin
Occidente lo dibuja como un Rasputín o el ideólogo de cabecera del Kremlin, aunque este filósofo ultraconservador no tiene línea directa con el presidente ruso. Sin embargo, sus postulados geopolíticos han servido para dar una pátina de fundamento histórico a la invasión de Ucrania y para que Putin coloree su giro autoritario de la última década.
madrid
Jairo Vargas Martín@JairoExtre
Las llamas todavía cubrían parte de la carretera cuando aparece en escena. Serio, en traje de chaqueta y con su tupida y estirada barba a lo Tolstoi, el gran escritor ruso. Pero no es Tolstoi. Tampoco es el Rasputín de Vladimir Putin ni el cerebro en la sombra del Kremlin, como se le conoce en Occidente desde hace ya un tiempo. En ese momento, ya la noche entrada y el firme iluminado por los rescoldos de la explosión, no es el mediático filósofo y politólogo que teoriza sobre el advenimiento de Eurasia, la Nueva Rusia y el mundo multipolar. Solo es un padre que se echa las manos a la cabeza, confuso y aturdido por lo que está viendo, por lo que ha pasado y por lo que no.
Se llama Alexander Duguin, tiene 60 años y él mismo podría haber corrido la misma suerte que su hija, Daria Dúguina, periodista y también filósofa de solo 29 años, que acaba de volar por los aires en un atentado con bomba en su coche, a las afuera de Moscú. Habían estado juntos hacía menos de una hora, a 50 kilómetros de la capital rusa, en un festival nacionalista de nombre Tradiciones, muy cerca del museo que conmemora a Pushkin, el poeta ruso más laureado. Dúguina —y no su padre— era la invitada de honor; habló en público, cantó y bailó con música folclórica y se fue a casa. Se suponía que padre e hija irían en el mismo coche, pero un cambio de opinión a última hora le ha salvado la vida y también ha dado pie a todo tipo de hipótesis, conjeturas y teorías de la conspiración.
Lo único cierto hasta el momento es que el sábado, pasadas las 21.00 horas, el Toyota Land Cruiser en el que viajaba Dúgina explotó por un artefacto casero fabricado con TNT y colocado bajo el asiento del conductor, según diversos medios rusos. El Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) asegura que el ataque es obra de los servicios secretos ucranianos y que ha identificado a la autora material del atentado, huida ya en Estonia. El desconocido grupo terrorista ruso Ejército Nacional Republicano, por su parte, ha revindicado el atentado.
Se supone que el objetivo era su padre. Quizás ambos. La hija es una leal continuadora del legado teórico geopolítico e intelectual del padre, ocupa los mismos espacios, defiende las mismas teorías y habla en los mismos medios.
Los dos están bajo sanciones de EEUU y Reino Unido. Él, desde 2015, por suponer una amenaza para la paz y la estabilidad en Ucrania. Ella, politóloga y comunicadora, desde la invasión rusa, al ser considerada un agente de intoxicación y desinformación a través del portal United World International (UWI), del que era directora. Ha muerto sin ver publicada la nueva obra de la que es coautora, El Libro Z, sobre la última guerra de Putin que ha sacudido los cimientos de Occidente y ha sido alentada, entre otros, sobre todo y desde hace mucho tiempo, por el padre y mentor de la fallecida.
“Guía espiritual” de la invasión rusa
De hecho, Duguin está considerado dentro y fuera de Rusia como el “guía espiritual” de la invasión, no solo la de ahora, sino ya en 2014, cuando clamaba por la anexión rusa de Crimea y el “genocidio” contra los ucranianos que nutrían las revueltas del Euromaidán de 2014.
Pero, ¿quién es Alexander Duguin y por qué alguien querría matarlo? “Es esa clase de fascista, solo que no es un joven torpe y enfermizo, sino un ogro. Es grande, barbudo, peludo, anda con los pasos ligeros de un bailarín y tiene una manera curiosa de equilibrarse sobre una pierna […]. Habla quince idiomas, lo ha leído todo, bebe alcohol a palo seco, tiene una risa franca y es una montaña de conocimiento y encanto”. Así lo resume el autor francés Emmanuel Carrère en Limónov, su elogiada biografía sobre el excéntrico escritor y activista ruso que iba a caballo entre el nazismo y el comunismo soviético.
No en vano, Limónov y Duguin fundaron en los años 90 el ya extinto Partido Nacional Bolchevique, radical, de corte violento, estética skin, nostálgico del peso geopolítico de la URSS en un mundo dominado por EEUU y opositor al rumbo de la Rusia que nacía caótica, corrupta y aturdida políticamente tras la caída de la Unión Soviética. Su emblema, una hoz y un martillo en el lugar que debiera ocupar la esvástica en la bandera nazi, sintetizaba esa simbiosis primigenia que Duguin, ya alejado de la formación, seguiría desarrollando hasta esbozar el movimiento y después partido Eurasia, con cuyo ideario Putin ha orientado su política exterior de la última década.
Gran acogida en la extrema derecha
Duguin es uno de los máximos exponentes actuales de lo que ha dado en llamarse rojopardismo, aunque es entre la extrema derecha donde hay que buscar a sus más abundantes y exaltados seguidores. Fue militante anticomunista antes del derrumbe de la URSS, aunque defendió junto a los comunistas el Parlamento Ruso cuando Boris Yeltsin ordenó atacarlo con cañones en 1993. Esa idea de una Rusia débil, perdedora y ridícula que se vendió entonces en Occidente fue la palanca que llevó a Duguin, un escritor marginal, a abrirse paso con teorías políticas basadas en un resurgir imperial y toques de misticismo que han influido en parte de las élites políticas rusas actuales.
Pero sus relaciones políticas tienen un marcado carácter internacional y un enemigo común en todo el mundo ultra: George Soros. Duguin ha mantenido encuentros personales con formaciones ultraderechistas europeas como La Liga de Matteo Salvini en Italia, el Frente Nacional de Marine Lepen en Francia o, incluso, con el ideólogo de Donald Trump y máximo exponente occidental de la alt-right o democracia iliberal, Steve Bannon, para quien Duguin solo tiene afecto y buenas palabras.
Visitó Madrid en 2018, donde participó en un evento organizado por formaciones y colectivos de extrema derecha y la editorial fascista Fides, que traduce sus obras en España. Entonces habló largo y tendido del efímero gobierno de coalición italiano entre el populista Movimiento 5 Estrellas y el ultraderechista La Liga: “Es la imagen de la esperanza del futuro. Conozco personalmente a Salvini, he hablado con él sobre esto y está de acuerdo: se define como populista de derecha. Di Maio [entonces líder del M5E] es un populista de izquierda. Cuando se unifican política y prácticamente, es un paso hacia la superación, hacia el populismo integral”, decía en una entrevista.
Populismo integral fuera del eje izquierda-derecha
Era, en su opinión, el germen de los postulados de su libro Cuarta teoría política, publicado en 2009. En él desarrolla el nuevo pensamiento político llamado a superar las tres corrientes hasta ahora fallidas: el socialismo, el fascismo y, sobre todo, el liberalismo, la “dictadura de las élites globalistas” que Occidente ha impuesto en gran parte del mundo y que hay que combatir por todos los medios. Su receta es un populismo integral fuera del eje izquierda-derecha que bebe de las tradiciones más conservadoras, pero con una política socioeconómica que se podría enmarcar en los tradicionales anhelos de la izquierda. Ha sido y es gasolina para el nacional populismo que emerge en gran parte las democracias liberales de Occidente, incluido EEUU.
Antes, en 1997, publicó una de las obras que más repercusión ha tenido, Fundamentos de geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia, un éxito de ventas que se utilizó como bibliografía básica en la Academia del Estado Mayor del Ejército ruso. En él, el filósofo ultranacionalista y conservador hablaba de la necesidad existencial de que Rusia guíe a todos los pueblos étnicamente eslavos y rusoparlantes, quieran o no. Eso incluía Ucrania, pero también a los países que un día formaban parte del imperio ruso. Loa la Rusia zarista y también la estalinista y diseña alianzas que han orientado la hoja de ruta de Putin en los últimos años, como la cercanía a Turquía y al mundo árabe en Oriente Medio o el fomento de una Unión Europea desligada de la influencia estadounidense.
Esta es la razón que ha llevado a gran parte de la prensa occidental asegurar que Duguin es el ideólogo que habla al oído de Putin, aunque la realidad es bien diferente, según numerosos expertos. No tiene línea directa con el presidente ruso, al que llegó a criticar abiertamente por su falta de valentía a la hora de apoyar a las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk cuando se alzaron en armas contra la Kiev posterior al Maidán. Entonces se acusó a Duguin de participar en el envío de combatientes rusos al Dombás, y no es de extrañar, ya que el filósofo se dejó fotografiar blandiendo un lanzamisiles ruso durante la guerra entre Georgia y Rusia y Osetia del Sur. También estuvo presente en la presentación del fallido proyecto político Novorosiya (Nueva Rusia) en la autoproclamada república de Donetsk. Hoy Putin da alas a la conformación de ese Estado que se come gran parte del extremo oriental ucraniano.
Es cierto que ha sido asesor de altos cargos de la política rusa y que el Kremlin lo ha utilizado como una suerte de embajador informal siempre que sirva para agitar avisperos que puedan desestabilizar la política interna de los países enemigos. Pero de ahí a ser el ideólogo de cabecera de Putin hay un salto demasiado grande.
Puede que su idea de una Eurasia fuerte con Moscú como capital haya servido a Putin para dar una capa de teoría y contexto histórico a un proyecto político que siempre fue abstracto en lo ideológico, aunque el Kremlin no dudó en quitarle su cátedra universitaria cuando arreció en sus críticas a la inacción de Putin contra Ucrania.
“Putin desperdició la ocasión cuando Yanukovich [expresidente de Ucrania hasta la revolución del Euromaidán] perdió el poder y Rusia aún no había reconocido a Petro Poroschenko. Era el momento concreto para que el Ejército ruso invadiese Ucrania oriental”, aseguraba en una entrevista de 2018. Antes, en 2014, ya se movía en la misma línea: “Solo después de restaurar la Gran Rusia que es la Unión Euroasiática, podremos convertirnos en un actor global creíble. Ahora estos procesos se han ralentizado mucho. El Euromaidán ucraniano fue la respuesta de Occidente al avance de la integración rusa.
En este nuevo contexto bélico, el ultranacionalismo de Dugin ha vuelto a erigirse como un instrumento útil —con o sin Duguin— para moldear la opinión pública rusa. De hecho, su idea de que Moscú tomé el control del este y el sur de Ucrania hasta la misma ciudad de Odesa ha sido y es uno de los objetivos que la llamada operación especial que Putin lanzó en febrero. Quizás por este dibujo de la nueva Rusia que Putin trata de hacer realidad mediante tanques y bombas es por lo que mucho consideran a Duguin el filósofo más peligroso de la actualidad.
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