La “guerra de monedas” aparece como el principal foco de conflicto en la previa a la reunión del G-20, y una de las disputas centrales es entre Estados Unidos y la Unión Europea, que pelean por quién logra trasladar los costos de la crisis hacia el resto del mundo. En este sentido, diversos funcionarios del bloque europeo criticaron la medida de la FED estadounidense de inyectar en la economía 600 mil millones de dólares, ya que consideran que ello derivará en una amplificación del flujo de divisas hacia los emergentes y la zona euro, lo que provocaría una depreciación del dólar a nivel general y la mejora en la competitividad norteamericana frente a la europea. “Estados Unidos se erige en crítico severo de la política monetaria china, mientras que hace de cierta manera y por otras vías la misma política”, se quejó el presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker.
Con este panorama, la presidenta, Cristina Fernández, viajó ayer a Seúl, Corea del Sur, para participar de la cumbre del G-20. Buscará avanzar en el acuerdo con el Club de París, para pagar los 6700 millones de dólares de deuda aún en default en un plazo de cinco años –los países acreedores buscan que se abone en un año– y sin la mediación del FMI. Además, reclamará por mayor participación en las decisiones del Fondo para los países subdesarrollados. En relación con la guerra de monedas, defenderá el sostenimiento de un tipo de cambio competitivo y el control de capitales, los dos ejes de la “resistencia” de los emergentes.
El gobierno de Barack Obama busca reactivar la alicaída economía estadounidense. Las tasas de interés de la FED no pueden reducirse más porque están por el suelo, y la deflación aparece como un peligro inminente. Por eso, la Reserva Federal anunció que comprará mensualmente 75 mil millones de dólares en bonos del Tesoro durante ocho meses, es decir que emitirá unos 600 mil millones de dólares para financiar gasto público. El gobierno norteamericano se maneja en muchos sentidos al revés de las recetas recesivas del ajuste que les suele exigir a los demás países a través de la presión que ejercen los organismos multilaterales de crédito. Esta ventaja la obtiene porque puede emitir la moneda de aceptación global. “El mandato de la FED y el mío es que nuestra economía crezca, y eso no es sólo bueno para Estados Unidos. Eso es bueno para el mundo como un todo”, afirmó Obama.
Sucede que si bien el peso de la economía norteamericana mueve la aguja del crecimiento del globo, el punto que no explicita Obama es que busca la reactivación a partir de una suba de la demanda externa, equilibrando su cuenta corriente a costa de transferir el déficit hacia los países de la zona euro y los subdesarrollados. Y lo quiere conseguir a partir de la devaluación del dólar por la creciente liquidez del billete verde. Esto vulneraría las industrias nacionales de los emergentes y pondría un freno a la acumulación de reservas, que es un reaseguro para la solvencia de esas economías. Del lado europeo también presionan a los emergentes, reclamando tener “mayor flexibilidad cambiaria”, según dijo el vocero del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet.
La decisión de la FED de depreciar el dólar frente al euro no cayó bien entre los europeos. Trichet indicó que “no sólo no será una solución, sino que es incluso una mala idea”. “Es desenfocado y arriesgado para el resto del mundo. Estados Unidos se erige en crítico severo de la política monetaria china, mientras que hace de cierta manera, y por otras vías, exactamente la misma política”, completó Juncker. Los europeos también introducen como excusa que tamaña emisión generará inflación, algo que justamente busca estimular Estados Unidos.
A diferencia de la estrategia norteamericana de devaluar el dólar, la regulación que impone el Banco Central Europeo le impide al bloque aprovechar la política monetaria. Por eso, apuesta por el ajuste y la “devaluación fiscal” en los países más comprometidos, como España, Grecia o Irlanda. En su momento, el estallido de la crisis griega permitió desvalorizar el euro y con ello mejoró la competitividad europea, en especial la de Alemania. Por el problema de solvencia de algunos países de la UE, Juncker pidió retomar el debate sobre la creación de bonos respaldados por todo el bloque. Esto beneficiaría a los países más débiles, algo que Alemania rechaza.
Por Javier Lewkowicz
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