He expresado previamente por qué pienso que el sistema-mundo capitalista está en una crisis estructural y por qué esto conduce a una lucha política a escala mundial por ver cuál de dos alternativas prevalecerá: una que tenga por resultado un sistema no capitalista, que retenga todos los peores rasgos del capitalismo (las jerarquías, la explotación y la polarización), u otra que siente las bases para un sistema basado en una relativa democratización y un relativo igualitarismo, un tipo de sistema que aún no ha existido.
Sin embargo, hay tres imponderables en el proceso de una transición sistémica. Éstos son tres fenómenos cuyas raíces yacen en los desarrollos históricos del sistema-mundo moderno y que podrían “explotar” en algún sentido en los próximos 20 o 40 años, en una forma en extremo destructiva, con consecuencias muy inciertas para la lucha política a escala mundial.
Estos tres imponderables son el cambio climático, las pandemias y la guerra nuclear. No son imponderables en cuanto a los peligros que entrañan para toda la humanidad. Son imponderables en cuanto al momento en que podría ocurrir cualquiera de tales desastres. Es extenso nuestro conocimiento acerca de ellos, pero hay tantas incertidumbres y diferencias de puntos de vista entre quienes han estudiado seriamente estos asuntos que no creo que podamos estar seguros qué es lo que ocurrirá exactamente. Discutamos uno por uno.
El cambio climático parece una realidad incuestionable, excepto para quienes rechazan esta realidad por razones políticas o ideológicas. Es más, todo lo que ha estado ocasionando el cambio climático de hecho se está acelerando en vez de amainar en velocidad. Las diferencias políticas entre los Estados más ricos y menos ricos en cuanto a lo que debería hacerse acerca del cambio climático parecen hacer inconseguible cualquier acuerdo que pudiera mitigar los riesgos.
No obstante, la complejidad ecológica de la Tierra es tan grande y estos cambios son tan extensos, que no sabemos qué clase de reajustes habrán de ocurrir. Parece claro que los niveles del agua subirán, ya están subiendo, y esto amenaza con inundar vastas extensiones. También es claro que las temperaturas promedio en varias partes del mundo cambiarán, ya están cambiando. Pero esto puede también tener el resultado de que ocurra un cambio en la localización de la producción agrícola y las fuentes de energía a zonas diferentes, de forma tal que podrían “compensar”, en algún sentido, el agudo daño de otras zonas.
Lo mismo es cierto de las pandemias. Los enormes “avances” de la medicina mundial en los últimos 100 años o algo así, que parecen haber logrado controlar muchas enfermedades, han creado simultáneamente una situación en la que el enemigo más antiguo de la humanidad, los gérmenes, han encontrado nuevos modos de volverse resistentes y de crear nuevas clases de afecciones que nuestras fuerzas médicas hallan extremadamente difícil combatir.
Por otra parte, pareciera que estamos comenzando a aprender que los gérmenes pueden ser, en ocasiones, el mejor amigo de la humanidad. Una vez más nuestro conocimiento parecía enorme, pero una vez hecho y dicho lo necesario resulta que es lastimosamente pequeño. En esta carrera contra el tiempo, ¿qué tan rápido habremos de aprender? ¿Y qué tanto debemos desaprender para poder sobrevivir?
Por último está la guerra nuclear. He argumentado que habrá una proliferación atómica significativa en las décadas venideras. No veo esto como un peligro en términos de alguna guerra interestatal. De hecho, es casi lo contrario. Las armas nucleares son, en esencia, defensivas y, por tanto, reducen, no incrementan, la probabilidad de guerras interestatales.
No obstante, hay varios imponderables. Las motivaciones de los actores no estatales no son necesariamente las mismas. Y hay algunos, sin duda, a los que les gustaría apropiarse de esos armamentos (o de armas químicas o biológicas) y usarlas. Además, como muchos Estados tienen limitada capacidad para proteger tales armamentos de que se los apropie o los compre alguien, esto puede facilitar que los actores no estatales los adquieran. A final de cuentas, el uso real de tales armamentos yace necesariamente en las manos de algunos individuos. Y no podemos descartar nunca la posibilidad de que surja algún agente estatal “perverso”, un Doctor insólito de ficción.
Es perfectamente posible que el mundo supere la transición global hacia un nuevo sistema mundo, o a sistemas, sin que ninguna de estas catástrofes ocurran. Pero también es posible que no lo logre. Y si no supera la transición es también posible que el nuevo sistema-mundo tome toda clase de medidas que reduzcan (o incluso eliminen) la probabilidad de que alguna de estas catástrofes ocurran.
Es obvio que no podemos simplemente sentarnos a ver qué va a pasar. Necesitamos emprender cualquier medida que podamos –en el inmediato presente– para minimizar la posibilidad de “explosión” de cualquiera de estos tres imponderables. Sin embargo, mientras nos encontremos en el moderno sistema-mundo es limitado lo que podemos lograr en lo político. Es por eso que les llamamos imponderables. No podemos estar seguros de que, de hecho, ocurrirán y cuál será el efecto que tendrán en la transición.
Permítanme clarificar lo que digo. Ninguna de estas peligrosas ocurrencias habrá de ponerle fin al proceso de transición estructural. Pero afectará seriamente el balance de las fuerzas políticas que luchan. Uno de los modos importantes en que puede reaccionar la gente ante estos peligros es irse para dentro con modos mucho muy proteccionistas y xenófobos, lo que fortalecerá la mano de aquellos que buscan crear un sistema opresivo (aun si éste es uno no capitalista). Ya vemos esta tendencia casi en todas partes. Esto significa que quienes busquen un sistema relativamente democrático y relativamente igualitario tienen que tornarse más claros acerca de lo que ocurre y trabajar más duro desarrollando estrategias políticas que contrarresten esta tendencia.
Traducción: Ramón Vera Herrera
Leave a Reply