“Los actuales sucesos recuerdan a los de septiembre de 2000 [cuando estalló la segunda Intifada]”, reflexionaba en voz alta el domingo en la radio palestina el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat. La situación de violencia latente desde el verano de 2014, en vísperas de la ofensiva militar contra Gaza, amenaza con desbordarse en Cisjordania y Jerusalén Este, que siguen ocupados por Israel tras la guerra de 1967. Las muertes de cuatro israelíes y de otros tantos palestinos (dos de ellos atacantes y manifestantes los demás) desde el pasado jueves han desatado una escalada de tensión que ha llevado al Gobierno de Benjamín Netanyahu a decretar el cierre de la Ciudad Vieja de Jerusalén para los palestinos no residentes durante las últimas 48 horas.
Las escenas de los últimos enfrentamientos reproducen imágenes de la primera Intifada (1987-1991), que desembocó en los Acuerdos de Oslo, y de la segunda Intifada (2000-2005), que se cerró con la construcción de la barrera de separación israelí en Cisjordania y Jerusalén Este. Las batallas campales de cientos de jóvenes árabes contra unas fuerzas de seguridad que recurren cada vez más al fuego real han causado al menos 150 heridos desde el sábado, según la Media Luna Roja. Un palestino de 13 años murió ayer cerca de Belén al recibir un impacto de bala en el pecho. Otro manifestante de 18 años murió por los disparos del Ejército la noche anterior en Tulkarem.
Presionado por el ala más extremista del Gabinete, Netanyahu ha advertido que “Israel libra un combate hasta la muerte contra el terrorismo palestino” y de que “no habrá límites en las actividades de las fuerzas de seguridad”. El primer ministro ha anunciado nuevas medidas para intentar frenar la violencia, como acelerar la demolición de las casas de las familias de los autores de los atentados y generalizar la llamada “detención administrativa”, que permite el encarcelamiento indefinido de los sospechosos de terrorismo sin intervención judicial, además de reforzar la presencia policial y militar en Cisjordania y Jerusalén Este.
La oferta de negociaciones “sin condiciones previas” con los palestinos que Netanyahu lanzó la semana pasada en el foro de la Asamblea General de la ONU se ha desvanecido a su regreso a Israel, donde ministros de su Gobierno le reclaman que autorice nuevos asentamientos de colonos judíos en Cisjordania y que envíe al Ejército contra los responsables de la Autoridad Palestina.
En el mismo foro internacional de ONU, el presidente palestino, Mahmud Abbas, había amenazado con dejar sin efecto los Acuerdos de Oslo y entregar a Netanyahu las llaves de la Mukata, la sede de las instituciones en Ramala. “Israel tiene que asumir sus obligaciones de potencia ocupante, el statu quo ya no puede continuar”, advirtió Abbas en Nueva York. De vuelta a la Mukata el rais ha acusado a Israel de pretender llevar “a la región a un ciclo de violencia”.
La dirigente de la OLP Hannan Ashraui, ha asegurado que Palestina condena el uso de la violencia contra civiles inocentes, pero también ha recordado que en lo que va de año, las fuerzas de seguridad israelíes han matado a más de 30 palestinos y han encarcelado a otros 3.500. “Netanyahu sigue diciendo que puede controlar la situación (…) pero está creando de forma deliberada una espiral de inestabilidad”, argumentó Ashraui en un comunicado.
La violencia ha generado un clima volátil en la que los extremistas intentan obtener beneficios. La Yihad Islámica y Hamás han sido acusados por el Gobierno israelí de estar detrás de los últimos ataques contra civiles. Cinco militantes de Hamás fueron detenidos este lunes acusados del atentado del jueves contra una familia de colonos en Cisjordania. Grupos radicales judíos se manifestaron el pasado fin de semana en el centro de Jerusalén para exigir venganza tras la muerte de un soldado fuera de servicio y de un rabino, acuchillados en la Ciudad Vieja.
La Autoridad Palestina difícilmente podrá controlar la situación. Una encuesta difundida a finales de septiembre reflejaba que el 42% de los palestinos consideran que la lucha armada es el mejor medio para poder contar con un Estado propio, frente al 36% que apoyaba esa tesis tres meses antes. La columnista de Haaretz Amira Hass recordaba recientemente que los responsables de esta serie de sondeos habían constatado que a partir verano de 2000 también aumentó la tendencia a favor de la violencia en la opinión pública, marcada entonces igual que ahora por la frustración y el pesimismo en la sociedad palestina.
Leave a Reply