El Partido Socialista Unido de Venezuela se hizo con una clara victoria al adjudicarse 18 de las 23 gobernaciones de estados, más allá de las denuncias de fraude. La oposición queda momentáneamente desarticulada, sin estrategia y con una dirección que no acierta en el reparto de culpas mientras lame sus heridas.
“El chavismo retomó el camino de la victoria”, resumió el presidente Nicolás Maduro tras la elección de gobernadores en los 23 estados de Venezuela el pasado domingo. Su Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) ganó 18 gobernaciones –entre ellas las tres que ocupaba la oposición desde hacía cinco años– con 6.025.000 sufragios (54 por ciento) de los poco más de 11 millones de votos válidos, frente a 4.753.000 (45 por ciento) de la coalición opositora Mesa de Unidad Democrática (Mud), que ganó cinco estados, en una jornada sin incidentes y con una participación de 61 por ciento del padrón, alta para unos comicios regionales.
La oposición era favorita según las encuestas, que daban cuenta de una intención de voto a su favor hasta de dos a uno en varias regiones y señalaban un nivel de aprobación de Maduro inferior a 25 por ciento entre la población y un rechazo de 80 por ciento o más a la gestión del gobierno.
Con los números de encuestas a boca de urna y las primeras actas de escrutinio la Mud se bañó de optimismo creyendo ganar entre 15 y 18 gobernaciones, pero al cierre de la jornada el arbitral Consejo Nacional Electoral (Cne) entregó los resultados que tiñeron de rojo, color emblemático del chavismo, la mayor parte del mapa venezolano.
Para Maduro y el Psuv el resultado “recupera la votación histórica” del chavismo, que en 20 consultas electorales de distinto tipo desde 1998 promedió un 55 por ciento de respaldo en las urnas y venía de encajar reveses: la Mud se impuso con 56 por ciento de votos en la elección parlamentaria de 2015, y el año pasado buscó revocar el mandato del presidente mediante un referendo abortado por tribunales locales.
Mientras el oficialismo celebra, la oposición, tanto en la Mud como en los grupos fuera de la alianza, no atina en el examen de la derrota ni en dibujar una estrategia para recomponer fuerzas. Se atribuye el revés electoral a la abstención que pidieron los radicales, y al ventajismo e irregularidades en el proceso electoral, comenzando porque esta elección debió hacerse hace un año, el Cne es pro-oficialista y a última hora tomó medidas como bloquear alianzas de voto entre opositores o mudar de centro electoral a cientos de miles de ciudadanos. La oposición tampoco descarta la sospecha de que en centros donde no pudo colocar testigos se produjesen otras irregularidades.
Pero no tiene cómo cantar fraude abiertamente, excepto en el estado de Bolívar, del sureste fronterizo con Brasil rico en minerales e industria pesada, donde el ex líder obrero Andrés Velásquez (Mud) sostiene, con copias de las actas en la mano, que le arrebataron el triunfo en favor del general retirado Justo Noguera, del Psuv.
En algunos otros estados la Mud denuncia irregularidades, y ha aceptado la derrota en varios emblemáticos, como Miranda o Lara, dirigidos durante años por opositores “presidenciables”.
La oposición ganó, en el occidente fronterizo con Colombia, el petrolero y muy poblado Zulia y dos estados andinos, en Anzoátegui y la caribeña isla de Margarita, pero sus gobernadores podrían no ejercer sus funciones si se niegan a jurar y obedecer a la Asamblea Constituyente, con 545 representantes sólo del oficialismo, electa el 30 de julio y boicoteada por los opositores, y la cual se erige como un parlamento no sólo paralelo sino superior, por encima de la Constitución. Entretanto, las legislaturas estatales (Psuv) traspasan al poder central atribuciones y recursos que estaban en manos de las regiones.
La nueva situación política debe traer una recomposición de la dirigencia opositora, quizás con impulso a quienes prefieren la agitación callejera antes que la búsqueda de votos; un alejamiento del diálogo explorado en República Dominicana con impulso del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero; y nuevas sanciones financieras.
El chavismo cobra nuevos bríos y en lo inmediato puede convocar a comicios municipales, también demorados durante meses, para blindarse de cara a la elección presidencial de 2018 y consolidar su poder hasta mediados de la siguiente década.
Hay un pesado obstáculo por remover: tres años de crisis con caída del producto bruto, del empleo, inflación, depreciación de la moneda, desabastecimiento, carestía, especulación y escasez de alimentos, medicinas, artículos de higiene y repuestos para artefactos y vehículos.
En esa cancha se juega su consistencia la revolución bolivariana, aunque por ahora Maduro le ha ganado a una oposición desatinada.
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