Podemos identificar cinco clases principales de parásitos o depredadores en la economía contemporánea: gente que no produce nada, sino que vive de lo que otros producen.
En ecología, las relaciones entre poblaciones o también entre organismos se dividen en cinco grupos principales: poblaciones u organismos comensalistas, cooperadores, mutualistas, parásitos y depredadores. Las relaciones entre estas cinco clases define, literalmente, la economía de los organismos y poblaciones entre sí. Ulteriormente, la biosfera.
Ahora bien, la ecología es aquella ciencia que se encuentra entre la naturaleza y la sociedad y que la unifica. Pensar en términos ecológicos equivale a no pensar ya más en términos de espacio y tiempo, puesto que estas categorías al mismo tiempo se amplían y enriquecen y toman raíces en la naturaleza y en la vida. En este sentido, la ecología se encuentra en la misma longitud de onda que la etología, por ejemplo. Se trata de pensar lo que nos une a los seres humanos con la naturaleza antes que lo que nos separa de ella.
Y el resultado es sorprendente puesto que el estudio de la naturaleza y los animales, las plantas y los ecosistemas arroja luces novedosas sobre los seres humanos: sus comportamientos, organizaciones, modos de decisión, y economía.
De manera puntual, las relaciones principales entre especies o individuos en ecología se resumen de la siguiente manera:
• Comensalistas. Es el tipo de interacción que se produce cuando una especie se beneficia y la otra no se ve afectada. Literalmente es el óptimo de Pareto. Existen clases particulares de comensalismo, como el inquilinismo, que es cuando un organismo se hospeda en otro, o la metabiosis, cuando un organismo usa algo de otro pero después que el segundo ha muerto.
• Mutualistas. Es el tipo de relación entre organismos de diferentes especies en el que ambos se benefician entre sí hasta el punto de que su relación llega a ser indispensable para la supervivencia de ambas.
• Parásitos. Es similar a los depredadores; la diferencia estriba en que se trata de pequeños organismos que viven dentro o sobre un ser vivo de mayor tamaño perjudicándolo.
• Depredadores. Es cuando una población vive a costa de otra para subsistir. La depredación desempeña un papel importante en la selección natural.
• Cooperadores. Se trata de dos especies que se benefician mutuamente pero cualquiera de las dos puede sobrevivir por separado.
Pues bien, en la sociedad existen las mismas clases de relaciones: parasitarias, depredadoras, comensalistas, cooperadoras y mutualistas. Pero se requiere un análisis algo más fino.
La naturaleza, en el sentido primero no sabe de jerarquías, y la lectura darwiniana de la lucha por la supervivencia es en realidad bastante limitada. La verdad es que la vida se hace posible gracias a procesos cooperadores antes que de competencia; en todas las escalas de la naturaleza. Por el contrario, la naturaleza en su sentido segundo —esto es, la sociedad humana— ha sido posible hasta la fecha bajo la forma de la lucha y el combate, la competencia y, sí: la depredación y el parasitismo. Que son, literalmente, la excepción en la naturaleza en el sentido primero.
Porque la regla en la naturaleza es la cooperación y el mutualismo, así como el comensalismo. Lotka–Volterra fueron los primeros que arrojaron luces sobre la falacia darwiniana; aunque, por otro camino Kropotkin —el anarquista— ya había hecho lo mismo. La forma técnica como se conoce a los procesos de interacción, ayuda mutua, co–dependencia y co–evolución —todos rasgos de la complejidad de la vida—, es el de simbiogénesis. La vida es una magnífica red de aprendizaje y co–evolución en la que todos los organismos y las especies se benefician mutuamente. Precisamente por ello puede hablarse con razón de complejidad creciente de la vida.
Con notables excepciones o patologías: el parasitismo y la depredación.
Pero directo al punto: en la sociedad de los seres humanos, particularmente en el mundo contemporáneo, se han desarrollado formas patológicas de existencia. Existen profesionales y formas de vida, saberes y prácticas que contribuyen activamente a la vida de los individuos y de las sociedades. Un maestro o un carpintero, un campesino o un matemático, un obrero o un artista, por ejemplo.
Pero, ¿cómo, en qué contribuye un administrador, un abogado, un banquero o un policía al desarrollo, a la exaltación, al posibilitamiento de la vida? Podemos identificar cinco clases principales de parásitos o depredadores en la economía contemporánea: gente que no produce nada, sino que vive de lo que otros producen.
Estos parásitos sociales son: los administradores de todo tipo; que además enseñan erróneamente la idea de que las organizaciones son y deben ser jerárquicas; los abogados, que viven de los litigios, penurias, males y desgracias de los demás; y una buena parte de los políticos y de los policías y miembros de las fuerzas de seguridad. Y el peor de todos, los financistas; esto es, la gente que vive de los bancos y del dinero de los demás; es decir, del dinero que ganan los demás gracias a su trabajo. Estas cinco clases de parásitos no contribuyen activamente a la vida humana, sino en la medida en que existen desgracias y limitaciones, conflictos y violencia, demandas y quejas.
Porque, como sostenía con acierto Hipócrates, hasta el buen médico no piensa en la enfermedad, sino en la salud. Y entonces el buen médico es tanto como un filósofo: que contribuye a comprender las cosas; en este caso, las formas de vida saludables.
El capitalismo ha generado y vive de parásitos y depredadores, y es eso lo que lo hace inhumano, inequitativo, injusto y violento.
El capitalismo financiero es esencialmente depredador, y el sistema de administración y gestión normal consiste en establecer jerarquías: CEO, gerentes, y trabajadores. Por su parte, buena parte del sistema de abogados y de policía y seguridad está al servicio de los primeros. Hasta el punto del desarrollo de sistemas privados de vigilancia, y formas variadas y mutantes de paramilitarismo; literalmente.
Pero como lo hemos venido aprendiendo desde la naturaleza, esa clase de parásitos sociales no son necesarios: ni ética, ni social, ni cultural ni políticamente. De donde se pueden extraer conclusiones tanto fuertes como razonables en el plano teórico tanto como en el plano de la acción.
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