La muerte del candidato socialista Eduardo Campos en un accidente aéreo coloca a la ambientalista moderada Marina Silva como una muy fuerte rival de Dilma Rousseff en las elecciones de este año. Aunque aún es pronto para anticipar resultados, amplios sectores de la sociedad brasileña quieren cambios, no tanto materiales como en los modos de gobernar, rechazan a las viejas elites en las que se apoya el pt y exigen el fin de la corrupción. Silva encarna a su vez una candidatura promovida por los grandes medios y el empresariado.
La casualidad y no la causalidad, como señala Nietzsche, juega un papel central en la vida de las personas y las sociedades. Lo imprevisible, lo inimaginable, ha desatado un huracán que puede impedir la reelección de la presidenta Dilma Rousseff. La muerte del candidato socialista Eduardo Campos a menos de dos meses de las elecciones ya modificó de raíz el mapa político brasileño y tiende a convertir la desgracia en motivación, en unas elecciones que, hasta el momento en que se estrelló su avioneta, naufragaban en la indiferencia.
Las últimas encuestas le daban a Campos el 9 por ciento de los votos, correspondiendo el 20 por ciento al candidato del Partido Socialdemócrata (psdb) Aécio Neves y el 36 a la actual presidenta. En la segunda vuelta todas las encuestas vaticinaban un cómodo triunfo de la candidata del Partido de los Trabajadores (pt) frente al partido orientado aún por Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente bajo cuyo gobierno fueron privatizadas buena parte de las empresas estatales.
La primera encuesta difundida luego de la muerte de Campos, el lunes 18, marcaba una tendencia esperable, pero sorprendente a la vez: Dilma seguía al frente con el 36 por ciento, pero en el segundo lugar aparecía Marina Silva con el 21, relegando a Neves al tercero con el 20 por ciento. Lo más sintomático es que en la segunda vuelta Rousseff sería derrotada por Silva por cuatro puntos. Un cambio total y completo de escenario. Forzado por los hechos pero, en gran medida, construido por los medios y el empresariado que vislumbraron, con tremendo olfato, que Marina Silva es la única candidata capaz de derrotar al oficialismo. Mujer sencilla, ambientalista de las que abrazan árboles y apuesta al “capitalismo verde” (ni sueña con poner freno a los agrotóxicos ni al agronegocio), ex ministra de Lula, aire de persona sufrida, self made woman crecida desde abajo, Silva es la imagen del nuevo clima que se respira en Brasil después de las manifestaciones de junio de 2013. La imagen de la anticorrupción, bien sintonizada con derechas e izquierdas, ferviente evangélica, militante antiaborto, en fin, una amalgama de posiciones difíciles de encuadrar en una postura ideológica definida, pero con llegada “popular”.
NI TANTO NI TAN POCO
Sostener que Marina representa a la derecha sería tan aventurado como decir que Dilma es la izquierda. Las cosas son algo más complejas. El mismo día que murió Campos, el Movimiento Sin Tierra (mst) libró un emotivo comunicado señalando que “Campos fue un gran amigo del mst y apoyaba la lucha por la reforma agraria, lo que le hizo ganar la confianza de los trabajadores rurales del estado de Pernambuco” (Brasil de Fato, 13-VIII-14). El principal movimiento social del país, habitualmente cercano al pt, destacó “su osadía y coraje a favor de los sin tierra, contra el latifundio, expropiando áreas históricas reivindicadas por el mst”.
Cuatro días antes del accidente, el Tribunal Superior Electoral mostraba que la candidatura de Rousseff era la que más donaciones había recibido hasta el momento del agronegocio, con una recaudación de 3 millones de dólares, cifra mayor que la que habían recibido las campañas de Campos y Neves (Agencia Estado, 9-VIII-14). Más aún, la senadora Katia Abreu, líder del sector agropecuario, siempre orientado hacia la derecha, escribió en su blog su “apoyo incondicional a la presidenta Dilma Rousseff”, lo que le valió una dura réplica de la conservadora revista Veja (15-VIII-14). El Partido Socialista no está unido en torno a Marina, aunque la familia de Campos le declaró su respaldo. En el seno de la organización hay tantos petistas como antipetistas, con fluidos contactos con Lula, con quien el candidato fallecido tenía muchas coincidencias. Como señala un analista brasileño, “el psb tiene muchas resistencias a Marina, y Marina tiene muchas resistencias al psb”. Lo cierto es que se afilió a este partido porque no llegó a tiempo para inscribir el suyo, Red Sustentabilidad, ante la justicia electoral.
LA DERECHA EN SU HORA
El tipo de ambientalismo que defiende Silva es perfectamente compatible con el modelo de exportación de commodities hegemónico en Brasil. La primera reacción de la derecha mediática y política fue aprovechar la conmoción que generó la muerte de Campos para intentar desplazar al pt del gobierno, algo que los mercados financieros vienen promoviendo por lo menos desde principios de este año. Varios operadores de la Bolsa de Valores de San Pablo mostraron optimismo respecto la posibilidad de que en la segunda vuelta pueda ganar Marina. Los bancos, descontentos con lo que califican como “intervencionismo estatista”, apuestan en la misma dirección (Página 12, 17-VIII-14). El martes 20 la Bolsa superó los 58 mil puntos, el nivel más alto desde marzo de 2013, y el dólar retrocedió por cuarto día consecutivo, por el optimismo que les genera la casi segura segunda ronda electoral que habrá a fines de octubre. Los bancos y Petrobras son las acciones que empujan la Bolsa. Algo que merece una explicación, porque el clima económico a lo largo de todo el año ha sido de estancamiento y aun de retroceso en los principales índices económicos. Petrobras sigue siendo la joya de la corona. El 60 por ciento de las acciones de la quinta petrolera global pertenece al Estado brasileño, que es también propietario de los reservorios en aguas ultraprofundas descubiertas en los últimos años. Se trata de los mayores descubrimientos realizados en el mundo en una década, que llevarán a Brasil a convertirse en uno de los mayores exportadores de crudo a partir de 2020.
Como acaba de suceder en México, donde la estatal Pemex fue privatizada en beneficio de las grandes petroleras anglosajonas, el capital financiero desea hacerse con los activos de la estatal brasileña. Para eso necesita un cambio de gobierno, y esta parece ser su oportunidad.
EL MAGO Y LA GALERA
Las manifestaciones de junio de 2013 le cambiaron la cara al país. Millones de personas se manifestaron en 353 ciudades reclamando mejores servicios, en particular transporte y salud, pero también una forma más abierta de hacer política. Una reciente encuesta del Consejo Federal de Medicina reveló que el 93 por ciento considera los servicios de salud como malos o muy malos, mientras el Servicio Único de Salud cosecha un rechazo del 87 por ciento (Valor, 19-VIII-14).
Dos cuestiones a tener en cuenta: para asegurar la gobernabilidad, el pt de Lula y Dilma hizo alianzas “contra natura” con la vieja oligarquía, con personajes como Roseana Sarney en el estado de Maranhão, y su padre, el ex presidente José Sarney, a quien Lula atornilló como presidente del Senado hasta febrero de 2013. Ese tipo de alianzas, entre las que se incluye el insólito contubernio entre Dilma y la derechista Katia Abreu, provocan hondos rechazos en una sociedad que parece harta del tradicional estilo cupular de hacer política. La socióloga Fátima Pacheco destaca que “Lula y Dilma reforzaron la manera antigua de hacer política” (El País, 15-VIII-14). Muchos creen que Marina Silva encarna el cambio. En este punto, vale recordar que ella tiene una imagen similar a la que tuvo Lula cuando ganó en 2002: una persona que sintoniza con la gente común porque viene de abajo. Es cierto, como señalan los petistas, que Marina es evangélica y rechaza el aborto. La izquierda no pt responde que Dilma asistió días atrás a la inauguración del imponente templo del obispo evangélico Emir Macedo, mientras Marina no acudió.
En todo caso, varios analistas advierten que la proyección de votos hacia Marina puede reflejar una emoción momentánea y que enfrentará obstáculos a la hora de consolidar su candidatura. Hasta ahora parece sintonizar con el “espíritu de junio”, que entre muchos jóvenes se manifestaba en la intención de votar blanco o nulo. El politólogo Antonio Carlos Mazzeo sostiene que uno de los obstáculos más importantes que debe sortear Marina es la “fragilidad” de su partido en comparación con las maquinarias partidarias de sus adversarios, en referencia al psdb y el pt (bbc Brasil, 18-VIII-14). Pero su gran desventaja comenzó esta semana al abrirse los horarios de propaganda gratuita en la tevé. Según el Tribunal Superior Electoral, Marina contará con apenas dos minutos mientras Dilma tendrá 11 minutos y Neves cuatro. La duración de la propaganda electoral es proporcional a la cantidad de diputados de cada partido. “El tiempo de tevé va a influir en el desempeño de Marina, así como sus entrevistas y participación en debates”, dice Mazzeo. Además, la candidata deberá superar su perfil autoritario si quiere superar a Neves y pasar a la segunda vuelta.
Lo seguro es que si Marina consigue llegar al balotaje, la presidenta lo tendrá difícil. En este momento el pt debe tomar una decisión estratégica: si Marina sube en las encuestas y Dilma se estanca o retrocede, habrá un tsunami de petistas pidiendo el retorno de Lula. Sigue siendo el político más popular de Brasil, pero su postulación sería una muestra de debilidad y hasta podría interpretarse como una afrenta a Dilma, a la que ha sostenido sin fisuras. La irrupción de Lula en la campaña puede inclinar nuevamente la opinión pública, como ya sucedió en 2010, cuando transfirió su enorme popularidad hacia una casi desconocida Dilma. O en 2012, cuando todo indicaba que las municipales de San Pablo serían ganadas por el popular presentador televisivo Celso Russomano, pero la intervención de Lula llevó al petista Fernando Haddad a la alcaldía. En ambos casos, el mago sacó de la galera dos candidatos que no parecían destinados a ganar, pero hizo prevalecer su empeño y su olfato político. Ni los magos son infalibles. Nada garantiza que en una segunda vuelta pueda vencer Dilma, porque el espíritu de junio sigue teniendo una fuerte impronta que atraviesa todas las fronteras partidarias, ideológicas y de clase. Ganará quien sepa interpretar mejor el deseo de cambios que anida, de modo muy particular, entre los jóvenes. Ironías de la vida, quienes se presentaron hace 12 años bajo el emblema de los cambios, pueden ser barridos por la misma expectativa que desataron.
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