La nueva crisis se llama “coronavirus”. Dos de sus consecuencias relevantes están siendo el aumento de la violencia machista y la puesta de relieve –más si cabe– de la trascendencia de los cuidados y de la urgencia de una rearticulación sistémica de los mismos, más allá de la explotación y el esclavismo heteropatriarcal racista y capitalista. Por poner un par de ejemplos, tres mujeres han sido asesinadas en nuestra pequeña nación, EuskalHerria, en una semana, en la que se puso en marcha el confinamiento de la población, o cuatro hombres han sido detenidos por agredir a mujeres en Navarra, mi comunidad, el primer fin de semana de confinamiento.
Pero desde la insularidad y atomización del aislamiento la lucha, la organización y la resistencia siguen. Vídeos, carteles y protestas ruidosas y nocturnas en forma de caceroladas desde balcones y ventanas se suceden a modo de denuncia de la violencia machista y racista. Una de las reivindicaciones principales del movimiento feminista, dentro y fuera de EuskalHerria, es la necesidad de poner la vida en el centro, cuestión en la que se entrelazan, tanto la violencia machista, como la necesidad de una revalorización y redistribución de los cuidados. La solidaridad colectiva franquea los muros del aislamiento social y crearedes de cuidadoen pueblos y barrios,paracombatirasí la intensificación de la precarización vital y asistencial.
En el Estado español (división geográfico-administrativa a la que actualmente pertenece la mayor parte de EuskalHerria, la otra parte pertenece al Estado Francés), existe una sistema público de salud, en teoría universal y gratuito, que si bien en buena parte privatizado y maltrecho por los recortes capitalistas, implica una cobertura sanitaria para la ciudadanía general. Esto significa que la gente que vive en la calle, la que no llega al salario mínimo, la que no tiene seguro médico ni seguro privado, las migrantes sin papeles, etc. serán, en teoría, atendidas.
Aun con todo, esta estructura social que paliará y amortiguará los efectos del coronavirus dejará fuera muchos cuerpos –en situación especialmentevulnerable se encuentranlas personas confinadas en cárceles y en los Cies (Centro de Internamiento de Extranjeros)–y muchas demandas, y no opacará la urgente necesidad de poner la vida, mucho más allá de la vida hegemónica, en el centro. El coronavirus no hace sino poner de relieve una crisis sistémica de los cuidados, la profunda y planificada inercia neoliberal capitalista de invisibilización, feminización, racialización, infravaloración y pauperización de los cuidados. Las recesiones económicas teledirigidas y los colapsos ecológicos no cesarán si no otorgamos a los cuidados el valor central que tienen como sostenedores y reproductores de vida,y articulamos nuestras sociedades en torno a ellos de manera justa y equitativa.
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