Acerca del marketing y los mandatos heteronormativos
A propósito del nuevo spot publicitario de una de las marcas deportivas más famosas a nivel mundial, dirigida a su público femenino, se menciona la idea que da título al presente artículo. Comencemos por la primera parte del slogan que versa: “#nacimoslistas para lo que sea”.
Pareciera que al día de hoy no resulta aún evidente que No se nace mujer, se llega a serlo, tal como escribió S. De Beauvoir (1949), descalificando toda una tradición de determinaciones biológicas sobre las identidades y los cuerpos femeninos. La idea de que “nacimos” de una forma particularmente femenina vuelve esta vez disfrazada de mensaje feminista, para decirnos que las cuestiones femeninas son “de nacimiento”. Un mensaje que refuerza perspectivas biologicistas de las cuales los feminismos –a excepción de ciertas posturas radicales–, intentan alejarse. Es decir, el mensaje actual nos fuerza al retroceso, pero disfrazado de avance.
Partiendo de De Beauvoir y su idea de llegar a ser mujer, pasamos algunas décadas después al planteo de M. Wittig (1981), quien da cuenta de la posibilidad de que tampocose llegue a serlo. La autora revela cómo para el pensamiento heterosexual hay mujeres que no llegan a serlo, visibilizando la cuestión lesbiana. Es decir, desde los mandatos culturales de heterosexualidad obligatoria hay quienes no llegan a ser natural women.
¿Qué decir entonces de las personas que llevan años trabajando su transición de género, su transformación, su hacerse mujeres por las más diversas vías, simbólicas, hormonales, deseantes, en fin, identitarias? ¿No están listas entonces? ¿No nacieron listas como mujeres? ¿Lo estarán al fin, algún día?
¿Es acaso este eslogan discriminador y revulsivo hacia los colectivos que intenta incluir? La idea de la marca de nacimiento, de una feminidad a la que sólo se accede biológicamente no es el mensaje que en esta época debería primar. Al menos para quienes deseamos un horizonte más inclusivo, por ende, amoroso.
La segunda palabra del slogan resulta aún más confusa. La idea de nacer lista ha llevado a quien escribe, en libre asociación al mejor estilo freudiano, a recordar el famoso slogan de los boy scouts y su mensaje “siempre listos”. ¿Será un buen ejemplo de cómo la sociedad nos pide que seamos a las mujeres, sobre quienes recae el mandato de estar siempre listas para complacer, ayudar, limpiar, cocinar, criar, producir y reproducir? Un estar “siempre listas” como marca de nacimiento.
Es decir, Nacimos listas encubre el mandato de estar siempre listas y de forma natural, para otros que nos necesitan, para otros que nos demanden, lo que hace de nosotras unos seres exigidos por nacimiento a responder estando listas para eso que se nos pide. ¿Qué me pasa si no estoy lista? ¿Qué me sucederá si no nací lista para lo que sea?
Otra asociación que se desprende casi naturalmente de la pregunta anterior es la idea de que las mujeres, por nacer con útero, están preparadas y obligadas a ser madres. Muchas personas enlazan en su historia de vida el deseo de formar familia y esas formas son diversas, al punto que hemos asistido al embarazo y parto de hombres trans. Pero el relato hegemónico dice que ese hombre trans es una mujer de nacimiento porque posee un útero. Podríamos decir que en ese relato, ese hombre es una mujer porque nació lista para ser madre. Relato que deja en el margen la diversidad de identidades que no encajan en el mensaje binario de la heteronormatividad que rige aún nuestros vínculos.
¿Sería una exigencia forzar asociaciones por la vía del “ser listas” como sinónimo de ser inteligentes? ¿No se estaría tirando demasiado de la piola el suponer que nuestra inteligencia viene de la cuna por el hecho de ser mujeres? ¿Estamos obligadas a ser inteligentes por haber nacido mujeres? La mayoría de las mujeres que son valoradas socialmente por su inteligencia han tenido que hacer grandes renuncias personales y no ha sido por haber nacido listas que consiguieron sus logros, sino que generalmente se llegó tras muchísimo trabajo, esfuerzo, años de estudio, y aun así el famoso “techo de cristal” les pone un tope en el crecimiento profesional si se compara con el colectivo masculino.
Continuando en línea asociativa, aparece otra frase, “estás lista”, que se enlaza con la idea de “estar liquidado”. Si no hubiera la cantidad de violaciones y feminicidios a los que asistimos día a día, quizá esa idea hubiese quedado reprimida o censurada por creerla exagerada.
Ser un sujeto sexuado es estar en permanente construcción, en un “ir viendo” que puede definirse en modos identitarios determinados, pero en ningún caso es de nacimiento. Muchas personas cambian de género, dejando atrás el género asignado al nacer y deberíamos acostumbrarnos a que esa es la normalidad. Así como las personas que no tienen pareja pueden realizar un tratamiento de fertilidad para ser padres, y eso es un derecho conquistado, las personas que se autoperciben con un género diferente al sexo biológico que poseen deben poder acceder a tratamientos hormonales si así lo desean.
Ojalá no pase mucho tiempo para que las grandes marcas tengan una perspectiva de género que apunte a la inclusión y la diversidad, tal como mencionan en sus intenciones, que no arrojen al colectivo femenino a nacer listas “para lo que sea” y que el horizonte de nuestras identidades se pueda construir, abrir a las diferencias que ocurren en el derrotero de nuestras propias historias vitales, y no en moldes prefijados por determinaciones biológicas, que a modo de un destino inexorable, nos fijan al modo en que llegamos a este mundo y forzando de manera violenta a identidades binarias que sólo sirven a los fines de la reproducción de la especie. Quizá no estemos nunca listos, y sí estemos en proceso de deconstrucción.
Por Renata Passolini, psicoanalista
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