En las últimas semanas hemos podido vivir en carne propia gran parte de los conceptos que trabajó el pensador francés Michel Foucault, el poder pastoral, el control social, la enfermedad, la vigilancia a ultranza, conceptos que se han materializado de forma tan rápida que no se ha tenido la posibilidad de reflexionar con respecto al origen y la necesidad de cambio en las estructuras de poder que genera la situación global de emergencia en la que estamos; es por ello que a continuación pretendo abordar tres puntos en los que propongo centremos la mirada de cara a un futuro incierto.
En primer lugar, se ha confirmado la finitud del planeta. Una mariposa ha aleteado en China y aquel movimiento ya impactó el globo en su totalidad, la integración, resultado de la globalización, demostró una de las muchas debilidades que tiene el sistema social y económico que domina el planeta, así, la probabilidad de expansión de una problemática local aumentó gracias a un modelo que busca hacer del mundo un lugar más pequeño. El azar determinó el comienzo de un virus, el cuál obligaba a detener rápidamente el libre movimiento de los individuos y las mercancías, sin embargo, en el actual sistema mundo la economía está sobre la vida, perspectiva que posibilitó la expansión del COVID-19 hasta el límite del control humano, las cifras de infectados y muertos comenzaron a aumentar de forma vertiginosa, primero en Wuhan, donde se comienzan a tomar decisiones el 1 de enero de 2020, posteriormente el 13 de enero reportan el primer caso en Tailandia, el 16 de enero llega a Japón, el 21 de enero llega a Estados Unidos y el 24 de enero se reportan los primeros casos en diversos países de Europa, en este punto el virus había superado el límite del control humano, impulsando al mismo tiempo la que podría ser la mayor recesión en la historia moderna, pues la única posibilidad de control se encuentra en paralizar el reino del libre mercado.
En tal sentido y tal como lo menciona David Harvey en su artículo “Política anticapitalista en tiempos de coronavirus”, el capitalismo sufre el mayor de los golpes, pues el control social se transforma en la detención del llamado desarrollo económico, poniendo a un lado aquella creencia absoluta en el avance económico como señal total de un cambio positivo de la sociedad, lo que se transforma en un mero sofisma que ha posibilitado la expansión de una problemática que pudo tener una solución local pero gracias a las dinámicas económicas globales se transformó rápidamente en una problemática mundial; el flujo de capital es fundamental para la estabilidad de cada uno de los Estados del planeta, la pausa total de dicha dinámica no sólo aflige al ciudadano de a pie que debe mantenerse en su casa, también preocupa profundamente al empresario que ha de ver como su capital acumulado se ve reducido lentamente en cuanto los costos son mayores a la venta de sus mercancías y los presidentes que ven como todo el sistema de salud debe ser estatalizado rápidamente; en definitiva, la relación entre las dinámicas sociales, políticas y económicas se entrecruzan a tal punto que posibilita la materialización de la teoría del caos.
En segundo lugar, se encuentra la sensación de soledad extrema que está generando el aislamiento social, un punto que no debe perderse en medio del sensacionalismo del momento. La sociedad contemporánea, gracias al desarrollo del capitalismo y el consumismo salvaje, se encontraba en un punto en el que se habían resignificado los espacios de socialización, al tiempo que el consumo y el universo virtual parecían haberse convertido en un relevante espacio para el desarrollo de las relaciones humanas, sin embargo en medio del actual confinamiento, aún cuando es posible consumir y acceder al universo virtual, el contacto social real comienza a ser mucho más valorado lográndose notar la importante necesidad que dichas relaciones humanas tiene para la estabilidad emocional del ser; así, en medio de dicha necesidad, se ha observado la posibilidad de realizar fiestas en los balcones, tal como lo han hecho en Italia y España, o compartir de manera real ciertos momentos en medio de la soledad sin importar que existan muros o calles que no permiten una relación cercana, siendo todo ello una señal de lo importante que es el contacto para los seres humanos, demostrando, adicionalmente, lo extraño que sería limitar nuestras relaciones humanas a la mera virtualidad, tal como se preveía podría ocurrir en medio de la pandemia.
Así pues, la soledad se convierte en el diario vivir en medio de la crisis sanitaria, la cercanía del peligro que existe en las calles y la imposibilidad de poder compartir con otros comienza a hacer mella en las personas y tal como lo menciona Fay Bound Alberti en su artículo “Autoaislamiento por coronavirus: cómo la soledad es en realidad un concepto sorprendentemente moderno”, esta sensación es nueva, pues la soledad se había convertido en un castigo y una manera de tener alejado al enfermo, al criminal y al loco, tal como también lo expresaría Michel Foucault en su obra “Vigilar y Castigar”, así pues, la necesidad de salir, de conversar con otros, de compartir la existencia de una manera mucho más cercana ha logrado demostrar el valor real de lo humano, resignificando aquello que representa la socialización y devaluando la artificialidad a la que se había confinado la sociedad durante tantos años de capitalismo salvaje, por ello, pensar en la configuración de una nueva sociedad, una realmente humana, que logre valorar lo que significa la palabra amistad, familia y pareja, dejando de lado la mercantilización virtual de una realidad no real en el mundo virtual. En definitiva, la soledad del aislamiento social ha logrado sacar a la luz las verdaderas necesidades humanas, la importancia que tiene el contacto y lo fundamental que es para los miembros de la sociedad el compartir con otros.
En tercer lugar, y para dar fin al presente texto, es realmente interesante observar la capacidad que ha tenido el Estado para controlar a su población, aún en medio de un contexto tan álgido como lo era el conformado por las diferentes protestas y revueltas sociales que se estaban presentando en todo el globo antes del comienzo de la crisis sanitaria, y con esto no pienso en teorías conspirativas, al contrario, se trata de comprender la gran complejidad que significaba controlar a una población en medio de una posible necesidad de revelarse abiertamente contra el sistema económico, político y social actual; allí podríamos pensar en lo realmente importante que es el discurso médico para la sociedad moderna, pues es en aquél constructo en donde se encuentra la argumentación que fractura de forma absoluta la protesta social en todo el planeta, inclusive en Chile, en donde parecían imparables tales procesos, todo llegó a su fin, el COVID-19 le ganó la batalla a la protesta y le dio la posibilidad al Estado para controlar y más aún, aislar a sus habitantes fracturando cualquier posibilidad de organización.
Si bien es importante comprender la realidad y las acciones que requiere una situación sanitaria como la que se vive actualmente, también otorga la posibilidad de analizar la realidad social y política que rodea el globo, dado que el control social emerge como posibilidad para enfrentar el virus, al tiempo que pausa cualquier tipo de posibilidad de un cambio en las estructuras del Estado, ya que un gran número de los gobernantes ha determinado establecer un “estado de excepción”, elemento legal a través del cual el gobierno puede tener el control absoluto tanto de la movilidad individual como de los medios de producción, cuestión que debería observarse como una afrenta hacia cualquier idea democrática se percibe como la solución a la problemática sanitaria, pero, ¿realmente será este el único camino para generar un control social?¿El Estado ha de convertirse en un ente omnipresente? O, por el contrario, ¿la sociedad será el actor encargado de mantener el autocontrol de la dinámica social sin la necesidad de determinar por “ley” dicho manejo?
En definitiva, estos son tres elementos que invito a reflexionar de cara a la situación que ha generado el COVID-19 en las diversas dinámicas sociales, en nuestro diario vivir, hecho que marcará la historia y que determinará de forma radical la forma en que la sociedad se ha de desarrollar en el futuro.
Por Juan Sebastian Sabogal Parra, docente de Ciencias Sociales y candidato a magister en Educación en la Universidad Externado de Colombia. Correo electrónico: [email protected]
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