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Eloy Alfaro, el ‘Viejo Luchador’. Discurso del presidente ecuatoriano Rafael Correa

El 15 de enero, en la posesión de nuestro gobierno, dijimos que “a nadie le quepa duda: nuestro gobierno será bolivariano y alfarista, y esa doctrina es la que tratamos de seguir con la mayor pasión y voluntad.


 


Cabe ahora una breve reflexión sobre la naturaleza y el carácter alfarista de la Revolución Ciudadana. Es necesario hacerlo en virtud de ciertas incomprensiones históricas y políticas. Hoy, 5 de junio, día en que se conmemoran el levantamiento de Colorado de 1864, sitio cercano a Montecristi, cuando Alfaro tomó prisionero a Salazar, representante de García Moreno; y 31 años más tarde, el gran triunfo de la Revolución con el nombramiento de Alfaro como Jefe Supremo, nos presentan una suerte de coincidencias históricas, pero, por sobre todo, la constatación y el testimonio de una vida entera entregada a la lucha por la transformación de la república.


 


En esta tierra que vio y sintió la consagración del general Eloy Alfaro a la causa de la unidad nacional a través de la construcción del ferrocarril, podemos decir, con orgullo y humildad, que nuestros pasos están guiados por el ideario alfarista.


 


Se ha dicho, sin comprensión de los momentos históricos, que la revolución alfarista era de carácter liberal, lo que sería una oposición a nuestra doctrina del socialismo del siglo XXI. En esa concepción hay una absoluta carencia de nociones sobre historia comparada, así como de entendimiento del carácter popular, revolucionario y soberano de los dos procesos.


 


El combate de la burguesía agro-exportadora de la Costa contra la retardataria y doméstica producción agro-feudal es un avance histórico fundamental, de la misma manera que la vieja política, clientelar, asistencialista, centralista y paternal, debe ser reemplazada por una nueva historia que no legitime potestades para los que se creyeron dueños del país y que, por el contrario, asiente su poder en la ciudadanía, de la que somos mandatarios.


 


La defensa de la soberanía, expresada por Alfaro en su decisión irrevocable de no atentar contra los intereses de la patria en el arriendo de las Islas Galápagos, encuentra su correlato contemporáneo en la decisión de defender nuestra soberanía contra los depredadores de distinta especie, a través de bases extranjeras, de los tratados del supuesto libre comercio que atentan contra los agricultores ecuatorianos, de las maniobras militares inconsultas, de la sumisión a los dictados de organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En estas acciones debemos mirar las analogías entre la Revolución Liberal y la Revolución Ciudadana.


 


La actitud valiente del general Alfaro en sus múltiples expresiones de solidaridad continental, como sus luchas en Centroamérica, que le valieron su grado de general; la carta a la Reina de España exigiendo la libertad de Cuba; sus relaciones políticas con Martí, Maceo, Máximo Gómez, Palma, entre tantas otras acciones, debe observarse, en el espejo del presente, en nuestra promoción de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en la solidaridad continental, en la ratificación permanente del sendero bolivariano en nuestras acciones soberanas.


 


Si buscamos otro símil, podemos encontrar la lucha del general Alfaro por la separación del Estado y la Iglesia, de la misma manera que hoy la lucha se expresa en la separación del Estado y la banca.


 


Finalmente, y como una demostración material de nuestra consecuencia con el pensamiento alfarista, estamos en la víspera jubilosa de volver a tener este ferrocarril que es símbolo de la unidad de todos los ecuatorianos.


 


¡Qué empresa tan compleja la construcción de este ferrocarril, tipificado por la literatura y el cine como “el más difícil del mundo”! En la vieja Huigra fue imposible iniciar los trabajos, dice el cronista Galo García Hidrovo, porque la cantidad de víboras convirtieron el lugar en un serpentario abierto que hizo desistir de la idea a constructores y trabajadores.


 


En la Huigra actual, que hoy nos recibe, estuvieron los trabajadores jamaiquinos que desafiaron el frío, el temporal y hasta su extrañamiento por su tierra caribeña. Los Spencer, Sandiford, Davis, Crawford y los innumerables compañeros ecuatorianos, los jubilados que son testigos de ese esfuerzo heroico. Para ellos, nuestro reconocimiento y nuestra mano tendida. Con ellos y con los nuevos expedicionarios forjaremos este Ecuador unido que derrotará a los opositores de siempre, en una práctica que, por supuesto, no es novedad en la política ecuatoriana.


 


Archer Harman, norteamericano de nacionalidad y ecuatoriano por vocación, decía en carta para Alfaro: “Mi querido General: Hay verdaderamente dos clases de gentes en el mundo: la una, que comprende a aquellas personas que hacen, llevando a la práctica todo lo mejor posible en beneficio general. Otra, la gran mayoría, que nada hace y por el contrario emplea su tiempo abusando e intrigando contra los que cumplen, llenando sus deberes y obligaciones”.


 


La carta, fechada en julio de 1902, es crítica y cáustica, y ahora vamos a luchar por subvertir ese criterio. Aquí en Huigra, esa bella palabra que en quechua significa ganado, y junto al monumento al Viejo Luchador, vamos a hacer posible que sea la mayoría la que cumpla con responsabilidad sus obligaciones. De hecho, así viene sucediendo, y ya se evidenció, en la Consulta Popular, que es una minoría la que pierde su tiempo criticando todo lo que hacemos.


 


Existen varias similitudes en el proyecto de la Revolución Ciudadana y la gran Revolución Liberal. No nos comparamos, somos lo suficientemente humildes para aquilatar aquella gran transformación y la figura monumental de Alfaro. Pero vean ustedes lo que se desprende de aquella carta de Harman: “Tanto en Guayaquil, Londres o Nueva York, mi querido General, la clase de gentes que ataca a la compañía nunca se cansará. Usted oirá que cuando lleguemos a Alausí, ellos jurarán que hemos fracasado antes de llegar a Guamote. Una vez en Guamote, ellos volverán a jurar que no alcanzaremos Riobamba. Cuando en Riobamba, será en Ambato, Latacunga u otro lugar”.


 


A nosotros, guardando las proporciones, nos dijeron que no podríamos cumplir las promesas hechas en la campaña. Digo promesas y no ofertas porque nunca más el país debe hacer caso a la política mercantil y usufructuaria de las necesidades de la gente. Prometimos los microcréditos, el Programa 5.5.5, el programa Hilando el desarrollo, la importación de urea para los agricultores, y los agoreros del desastre, como ayer con Alfaro, dijeron que no podíamos cumplir.


 


Nos dijeron que sería palabrería nuestra la decisión de botar al tacho de la basura ese malhadado proyecto de sumisión que se llamó Tratado de Libre Comercio. Nos dijeron que no defenderíamos la soberanía con la irreversible decisión de no continuar con el Tratado de la Base de Manta. Y, pese a todo, seguimos con nuestras convicciones y nuestras prácticas.


 


Ahora dicen que esta obra de tributo al pueblo y a la memoria de Alfaro será otro engaño, pero no entienden entonces que nuestra palabra vale mucho más que actas o rituales. Nos dicen que el Canal de Televisión Pública será un fracaso. Nosotros pensamos: cuando esté al aire, para divulgar nuestras artes, será otro el cantar, como sabiamente dice la gente.


 


Programas y acontecimientos como Ecuador sin Armas, para impulsar nuestro combate contra la delincuencia; la ratificación de nuestras relaciones fraternas con el Perú, el proyecto de regulación de las tasas de interés, los gabinetes itinerantes para escuchar la propia voz del pueblo, la reforma tributaria y su sentido de mayor equidad serán seguramente criticados, pero de cualquier manera, con el apoyo de nuestro pueblo, avanzaremos hasta lograr la anhelada transformación del Ecuador.


 


Al cumplirse en 2008 el centenario del ferrocarril, volveremos a encontrarnos en Huigra, y serán ustedes, compatriotas, los que comprueben la verdad de nuestras palabras, la pureza de nuestras acciones, la transparencia de nuestros proyectos, porque ser alfarista en el siglo XXI es actuar con esa transparencia con la que actuó el General en todos sus actos.


 


– Ser alfarista es defender la soberanía nacional.


– Es defender la autodeterminación de los pueblos.


– Es propugnar y promover la integración de los pueblos de América Latina, tal como lo soñaran los Libertadores.


– Es actuar con la mayor honestidad y transparencia en el manejo de los fondos públicos.


– Es propiciar la integración nacional.


 


Frente al monumento a Don Eloy, una vez más ratificamos nuestra promesa de jamás defraudar a los pobres y humildes de la Patria. Este gobierno es de ustedes, y por ustedes lucharemos, contra toda afrenta, contra toda conspiración, para hacer realidad la patria Nueva, la Patria que ha vuelto.


 


Por Alfaro y la Patria, Tierra Sagrada…


 


¡Hasta la victoria siempre!


 





La obra fundamental de la revolución alfarista



 


loy Alfaro nació en Montecristi, provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842 y murió cuando, estando preso, fue sacado por sus enemigos de la cárcel, y asesinado y ultrajado por las calles de Quito, en 1912. Se le conoce por ser el líder del liberalismo radical en Ecuador. Avanzado para su época, siempre luchó por las causas más nobles, dentro y fuera de su país.


 


Viajó por América Latina y compartió con los líderes de su época. En América Central se constituyó en eje central de alianzas liberales, incidiendo en diferentes gobiernos. En estas disputas ganó el rango de General en Nicaragua. Amigo de Martí, realizó esfuerzos por la independencia de Cuba y contra la Doctrina Monroe, para lo cual organizó la realización del Congreso Internacional Americano, que debía reunirse en agosto de 1896 pero fracasó por la actitud de Estados Unidos, que, como desde la época de Bolívar, se opone a todo proceso de organización y pensamiento genuinamente latinoamericano.


 


Acaudilló la Revolución Liberal de junio de 1895. En ella propició la conformación de una Constituyente, con la que se lograron cambios fundamentales en Ecuador, apareciendo en el concierto latinoamericano como una sociedad progresista para la época: robusteció y creció el poder central, consagró nuevas instituciones y derechos como soberanía popular; libertad de conciencia, de cultos, de imprenta; creó condiciones para el establecimiento de nuevos partidos políticos, secularizó el Estado al formalizar el divorcio y la libertad de cultos. La católica dejó de ser la religión oficial, y al mismo tiempo  marginó de esta influencia a los establecimientos de educación. Asimismo, dio impulso a la organización popular.


 


Su lucha no tuvo descanso. En 1896, como integrante del gobierno de entonces, impulsó reformas arancelarias para proteger los mercados locales y suspendió el pago de la deuda externa. De igual manera, llevó a cabo la construcción del Mercado de Quito, el Conservatorio de Música, la Escuela de Bellas Artes, la canalización de Guayaquil, quiso civilizar al militarismo ignorante que había corrompido hasta entonces la época republicana: creó para ello el Colegio Militar que hoy lleva su nombre y la construcción del Ferrocarril Transandino. Para 1900, estableció el registro civil y la secularización de los cementerios.


 


Un siglo después de su asesinato, su legado y sus tareas inconclusas son retomados por el pueblo ecuatoriano.


 



 



¡Viva Alfaro, carajo!


 


El 5 de junio de 1895, el pueblo –al grito de ¡Viva Alfaro, carajo!– se toma las calles, los cuarteles, el municipio. Allí se congrega en comicios populares y 16.000 ciudadanos suscriben la Acta de Pronunciamiento de Guayaquil. Eloy Alfaro es aclamado por el pueblo como Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército. Se le reconoce como el alma del movimiento popular, se le llama benemérito, hombre de patriotismo y abnegación sin límites, concediéndosele amplias facultades para la reconstrucción del país.


 


La revolución liberal ha triunfado. Eloy Alfaro tiene ahora 53 años. Todo comenzó el 5 de junio de 1864 en el sitio Colorado de Montecristi, ciudad donde nace el 25 de junio de 1842. Tenía entonces 22 años. Han transcurrido 31 años de lucha. De Montecristi a Guayaquil, 220 kilómetros. El joven “Águila Roja” se ha transformado en el “Viejo Luchador”.


 


Alfredo Pareja Diezcanseco, en su “La hoguera bárbara”, reseña: “En algunas mansiones, atisbando por las ventanas semiabiertas, se comentaba con tímidas palabras de despecho: –Han llamado al indio Alfaro: ¡Pobre país! Otros afirmaban que el indio montonero y anarquista no sabía leer ni escribir, y que dentro de muy poco aquel pueblo insolente y bárbaro asaltaría los hogares, violaría doncellas y prendería fuego a las mejores y más bonitas casas de la ciudad”.


 


Al mediodía, desde Yaguachi se moviliza la tropa insurgente que esa tarde llega a Durán, rumbo a Guayaquil.


 


“Anochecía en el puerto. El río serpenteaba como una cinta alegre, y las velas de los pequeños balandros se recortaban contra el reflejo de la luna en el agua. Miles de hombres y mujeres pasaban cantando. El puente del Cangrejito no tuvo aquella noche huéspedes de amor, pero crujieron sus puntales de noble guayacán bajo el paso marcial del pueblo en armas” (Pareja D., 2003:206).


 


Esa misma noche del 5, desde Babahoyo, alborozado y lleno de júbilo, el pueblo despide a la tropa revolucionaria que marcha hacia Guayaquil. La causa revolucionaria ha triunfado. Ese mismo día se le comunica a Alfaro, quien se encuentra en Managua. El 8 se embarca. El 18 llega a Guayaquil.


 


“Las casas quedaron vacías. El pueblo entero en las calles, frente al río, contemplando el vapor Pentauro cuando largó las anclas, la bandera nacional al tope. Las mujeres llevaban a sus hijos en brazos y los hombres rompían los pechos de grito. Millares de manos se agitaban contra la luz de este día limpio. Millares de cabezas se movían como las copas de los árboles en las tardes de viento. Millares de palabras nunca dichas salían en libertad. Cuando lo vieron, cuando sintieron tan adentro la presencia estimulante, se agitaron, ebrios, trémulos, hinchados los cuellos de gruesas venas ardientes, y el grito inmenso trepó los aires: ¡Viva Alfaro, carajo!” (Pareja D., 2003:12).


 


El 18 de julio, día de su llegada a Guayaquil, Alfaro lanza su primera proclama: “Con mi cabeza respondo de la victoria… Vengo sin odios ni venganzas, y dispuesto a dar a todos mis compatriotas un abrazo fraternal”.

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