Home » «En busca de Joe». Crónica urbana

«En busca de Joe». Crónica urbana

I.


 


En varias ocasiones quisimos entrevistar a Joe Madrid. Sólo pretendíamos, –casi nada– que nos hablara de su maravillosa y prolífica vida en el mundo del jazz… Lo perseguimos, lo asediamos nocturnos debajo de su ventana, en ese hermoso edificio donde alguna vez tuvo vida propia en Bogotá el “Hotel Cardenal”, sobre la “Avenida Jiménez”, de aquel “Eje ambiental” de un maestro llamado Salmona… Por esas calles, ahora enladrilladas, resonaron nuestras pisadas en más de una vez… en busca de Joe…


 


II


 


Joe, por su puerta siempre entreabierta, sube un poco la voz para invitarnos a entrar, o igual sale, se rasura, se levanta… Pero la incógnita persiste: ¿Vienen a hablar de mi?… No sean tan aburridos, tan monotemáticos… ¡Improvisen, hagan aunque sea una variación!… Y es que así era Joe: un improvisador permanente, un músico que no soporta el mismo tema, la misma línea melódica dos veces, sino aquel que estaba eternamente creando una variación…. y no sólo en la música, sino en la vida misma… «porque cuando no podemos cambiar sus «leiv motiv», por cierto monotemáticos, inevitablemente los reinventamos»…


 


III


 


Así fue nuestra segunda noche con Joe… Lo encontramos primero en el «brasero rojo» comiendo una pechuga a la plancha… Pero no estabamos solos… minutos antes, en la puerta del antiguo hotel Cardenal, nos hallabamos frente a un documentalista, que con camarógrafo, cámara, luces y trípode en mano, ¡oh, casualidad!, también estaba persiguiendo a Joe Madrid… Entonces fuimos a perseguirlo juntos… Y así llegamos… De repente Joe, que probaba su último bocado, se vio rodeado por cinco extraños… –Oye cuadro, hoy tuve que trabajar desde temprano y estoy cansado, estoy fatigado… ¿porqué no dejamos la entrevista para otro día? Por ejemplo el sábado… Llegan a las cuatro, cuatro y media y salimos juntos para el restaurante–… No tuvimos opción… Sin embargo Joe aceptó tomar con nosotros una botella de vino…


 


IV


 


Entramos al “Pargo Paisa”, (un restaurante de comida rápida y barata) y por nuestra mesa desfilaron tres o cuatro meseros preguntándole cada uno al siguiente si había vino tinto chileno… Los meseros hicieron un examen minucioso de la estantería. Uno de ellos aseguró que «de eso no había acá», el otro, en voz baja, quiso dilucidar cómo se sabía que un vino era chileno… otro alcanzó a preguntar que qué era «tinto»… Pero Joe, conocedor del lugar, nos dijo tranquilo y pausado que allí siempre pasaba lo mismo, y que no nos preocupáramos por el vino, que ya lo encontrarían… Mientras esperábamos la «aparición» de la bebida dionisíaca importada de Chile, a la mesa se nos acercó un vendedor ambulante, “paisa él”, ofreciéndonos una colección de «Ce Des» (pirateados, por supuesto) de las mejores orquestas de salsa y de boleros cubanos y boleros son…. ¡Ah, paradoja de la vida!… Y el maestro Joe Madrid, integrante en años lejanos de la Fania All Star, copista del compositor de James Brown, pianista, arreglista, quien tocó al lado de Lucho Bermúdez, Tito Puente, Ray Barreto, Willie Colón… y otros… ¡y muchos otros!… apenas se sonrío… El vendedor recogió sus discos compactos y siguió su camino hacia la otra mesa sin siquiera mirarlo… No sabía quien era ese hombre delgado, canoso, de gafas cuadradas y de acento costeño, que estaba sentado a mi lado.


 


V


 


El vino tinto por fin llegó. Aunque estaba un poquito «picado», seguramente por el sol de las tardes o por el calor de la greca, igual bebimos. Hablamos un poco -muy poco- del contrabajo, instrumento que en otras épocas también tocó Joe, y luego del Jazz, y de la improvisación en el Jazz… Una inusitada seriedad -inusitada porque él ya no quería hablar de cosas serias, salvo, “muy serias”- se apoderó de Joe para puntualizar: Lo que más hay que estudiar en la música es la improvisación… La improvisación no es hacer cualquier cosa, por instinto, o por ignorancia… es hacer porque se conoce… Hay que saberlo… ¡Es lo que más se debe preparar!


 


Y como ya estaba todo dicho, con su permanente juego de palabras, -porque le encanta reinventar y trastocar las palabras-, en medio de una exquisita y casi imperceptible “progresión musical”, “el Joe” concluyó muy rápido nuestra conversación diciendo: “En el jazz casi toda la música es fugada… y casi todos los músicos son ¡fugados también!”… Y acto seguido se dio a la fuga… “El sábado a las cuatro, cuadro, nos vemos!”… Pero ese sábado, también siguió «fugado» de nosotros…


 


VI


 


Un martes al medio día fuimos a un Centro Comercial a verlo tocar… Después de dos intervenciones musicales con su trío de Jazz, Joe se nos acercó. Estaba animado y venía muy dispuesto a concedernos la tan esperada entrevista… Entonces , acomodamos nuestra silla, aclaramos la voz y le dijimos: Joe… vamos a tratar de hablar contigo de tu maravillosa vida musical… -Oye, pero si no hemos hecho sino hablar de esa vaina, replicó Joe, yo quiero que hablemos de mi futuro. Ya no hablemos más de mí, un tipo bien egocéntrico, ¡ahora hablemos de mi futuro!-… Y mientras pensabamos rápidamente como modificar las preguntas, y cómo adecuarlas a la nueva situación, Joe continuó: “Bueno es que el asunto es este: de mí no hay nada que decir, además yo llevo años diciendo las dos o tres cositas que he hecho y estoy hasta aquí de esa vaina… Todo eso te lo puede decir Saúl, (su bajista) que tiene mejor ortografía que yo… Yo lo que quiero es que no digan la verdad, sino cuando escribas el reportaje, hagas una creación suya, y que digan las mentiras más fabulosas, ¡y que todo el mundo me envidie!”… Todos reímos, irremediablemente ese era el estilo de Joe Madrid…


 


Especulando un poco acerca de su futuro, y después de confesarme un secreto que nos pidió expresamente no publicar, llegamos a un nombre: Lucho Bermúdez…


 


-¡Pero tú estás hablando de historia sagrada!, dijo… -Si, y muy sagrada, ¿pero cómo era trabajar con Lucho?, -Fantástico, nos contestó, ¡un músico del carajo!… Una orquesta fabulosa…. en sus buenas épocas, porque después tú sabes… todavía existe… pero… ahora es como un «espectro» de lo que era…


-Pero hacías arreglos para la orquesta de Lucho?….


-Sí, hice algunos, pero los arreglos de la orquesta de Lucho, los más fabulosos, ¡son los de él! ¡Él era el que tenía su estilo particular! Los arreglos que yo hice, pues ya la orquesta tocaba algo diferente a lo que era, ¿ves?… entonces lo hacían por ayudarme… por… «impulsarme»… porque yo en ese entonces tenía catorce años… Pero la orquesta de Lucho, sonaba a su cien por ciento, música de Lucho… Uno de los compositores más prolíficos de Colombia. Ese tipo era un tipo increíble, todas las noches escribía música… ¡Tiene más de trescientos o cuatrocientos pasillos que nunca se grabaron ni nada!…


 


Tras los lentes de sus gafas cuadradas, los ojos de Joe alcanzaron a brillar al recordar al maestro Bermúdez, y, al verlo hablar con tanto entusiasmo de las composiciones de «Lucho», me atreví a preguntarle: ¿Tú has compuesto, Joe?… –No!… Contestó con firmeza. –¿Has hecho arreglos? –¡Tampoco!… Volvió a contestar con firmeza. Nos desubicamos por un momento… –¿Tampoco?… –Claro que si, «chica» ¿cómo hace uno para pasar la vida invicto?… Todos volvimos a reír…. Joe otra vez nos estaba «mamando gallo»…


 


–Bueno, dijimos… ¿Y cuantas composiciones más vas a hacer?… Joe tomó aire lentamente, y con voz pausada respondió: Eso ya no tiene mucha importancia en mi vida… lo más importante de mi vida fueron mis fracasos.


–Y por qué son los fracasos tan importantes?


–Porque con ellos aprendí…. ¡Anota ahí, anota!… (Dijo con la irreverencia de quien sabe que ha copiado una frase célebre, y aunque la cree, se puede permitir la licencia de burlarse de ella). Ahora fíjate en esto, –retomó Joe– Una vez, un alumno de Aristóteles le preguntó (que le había dicho que uno debe aprender de sus errores) Maestro: ¿y uno no puede aprender de los errores de los demás? Aristóteles le dijo: Siii…si tú eres la víctima!… Joe rió…


 


–¿Y de cuáles errores tú has sido víctima?… Dime uno, que recuerdes, …


–No estoy hablando de Aristóteles… Eso fue una anécdota…


–Claro, pero de tus mayores logros, o sea, algún «grande» fracaso, de esos «maravillosos»…


-¿Un gran fracaso?, dijo… Mi último «frascaso» será!… Y rió… pero después adquirió una postura de seriedad: Todavía no ha sucedido…. todavía lo estoy esperando… ¡Estoy más asustado que el carajo!….


 


VII


 


Poco antes de marcharnos, Joe le advirtió a un joven estudiante de batería, que había ido a verlo tocar, que no abandonara nunca su instrumento, ni por un instante, que le dedicara todo su tiempo y su concentración si quería llegar a hacer algo “interesante” en la música, porque… “No hay nada más triste que un músico mediocre. El arte no admite imperfecciones… la verraquera del arte es la perfección. ¡Se llama arte algo perfecto!”


 


En la esquina de la calle ochenta, nos despedimos de Joe y lo dejamos en su taxi…


 


Estos fueron breves momentos con el Joe… Entrar al alma de un hombre, de un artista, no es cosa fácil… sin embargo esta noche, terminando de escribir esta crónica, se siente que podría seguirse mucho tiempo más, y sin fatiga… ¡en busca de Joe!

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.