La televisión ocupa un lugar estratégico en la cultura cotidiana de las mayorías, en la transformación de las sensibilidades, en los modos de percibir el espacio y el tiempo, y de construir imaginarios e identidades.
Ómar Rincón
No ha concluido (todo parece indicar que se demorará) el juicio contra las cabezas visibles de la empresa DMG, y en la televisión nacional ya se transmite una telenovela que ‘parodia’ la historia, que es presente.
Los productores de ABC alegan que no se trata de la historia de DMG. Sin embargo, la serie se inicia con un personaje similar a Murcia, igual que él, encarcelado. De fisonomía idéntica, con cabello largo, con cola de caballo; inclusive, su ropa es del mismo color que aquella que portaba el detenido el día que lo recluyeron en la penitenciaría La Picota. Aunque los productores no lo reconozcan, no hay duda sobre la fuente de su ‘inspiración’.
¿Novela o filmación para construir opinión? Se sabe de la importancia que tiene la televisión como medio comunicativo por excelencia en la vida moderna, constructor de identidades, simbolismo, lenguajes, lugar de disputas de poder, reconocido y utilizado así por los poderosos, que, conscientes de los riesgos y los límites que porta el despliegue desmesurado de la represión para lograr consensos y legitimidades, optan mejor por el mensaje sublime, en este caso por la televerdad.
No es ocasional, por tanto, la nueva novela. Pero si alguien peca de inocente, vea esta otra coincidencia: el municipio donde se desarrollan los primeros capítulos se llama no La Hormiga, como es el nombre real del municipio donde empezó toda esa historia del grupo DMG, pero sí un insecto semejante, La Abeja. Además, para ‘coincidencias’, los negocios del impulsor de ventas son idénticos a los que lideró en un comienzo David Murcia.
¿Manipulación? ¿entretenimiento?
El melodrama es un escenario cultural donde se juegan las identidades, las representaciones y los reconocimientos.
Ómar Rincón
Las novelas colombianas se caracterizan por explotar situaciones regionales y desde ellas potenciar identidad. Retoman acentos, modismos, maneras de ser, música, tradiciones. Reconocimientos que por lo general se hacen desde lógicas de los sectores populares, es decir, inclusión social que propicia nación. He ahí otro ejercicio de poder. Y el dueño del medio lo acepta, lo favorece y lo hace, como parte de su negocio pero también como parte del poder. A él le interesa asimismo incluir, así sea de forma, pero además multiplicar sus ingresos; por ello, su afán por aumentar audiencias, lo cual hasta ahora está garantizado por historias basadas en el vallenato, o en el regionalismo paisa o valluno, entre los más explotados.
Son muchas las novelas así construidas. Y fenomenal la audiencia lograda. Pero en todas ellas mediaba el tiempo, es decir, fueron o son historias construidas a partir de sucesos ya pasados a mejor vida por el favor del tiempo. En todo caso, en todas ellas se evidenció una vez más el potencial de la televisión como medio para contar historias, en que prima el lenguaje sencillo, el relato se reduce a la brevedad y se potencia el sentido cultural del medio.
Todo esto entra en juego en el melodrama ABC pero con una clara diferencia: en la historia retomada como base para el guión, la barrera del tiempo no existe. De ahí que tengamos que preguntarnos si lo que vemos es una historia o una noticia teatralizada, pero además si es verdad o ficción.
Como esto no está claro para el telespectador, debemos preguntarnos, además, es si en verdad sus productores quieren ofrecer entretenimiento –como una de las cualidades de la televisión–, o llevar al televidente a tomar partido frente a un hecho del cual todos los días le informan los noticieros y los medios de comunicación en general.
De ser así, surge otra pregunta: ¿Están construyendo una audiencia politizada? Si así fuera, ¿quién encargó tal producción y por qué? ¿Pero, además, por qué la Comisión Nacional de Televisión y los jueces mismos que llevan el caso permiten la transmisión de la novela?
Ciertamente no pedimos censura, pero veamos un ejemplo algo risible: ¡Qué tal que se grabara una novela sobre el fiscal Valencia Cossio, también preso! ¿Dejarían transmitirla? La respuesta es obvia.
Todos conocemos el oficialismo de los grandes medios de comunicación colombianos, pero aquí ya se llega al límite. Sin vergüenza alguna, toman partido abierto por el gobierno de turno y se esmeran por torcerle el cuello a un importante sector de la sociedad colombiana que paradójicamente no se ha sentido robada por quien en efecto lo hizo –Murcia– sino por el Gobierno, que, actuando bajo presión de los banqueros y la embajada estadounidense, precipitó la quiebra del grupo DMG.
Ya sabemos que de nada sirven la queja y la denuncia. Pero, preguntamos: cuando la serie avance, ¿cómo presentarán a los impulsores del referendo reeleccionista? ¿Recibieron o rechazaron las dádivas del grupo DMG?
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