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Eugenesia, el retorno de un antiguo y vital debate*

Un millón de años nos llevan a los comienzos de nuestra especie. Por allá, hace 100 mil estábamos aprendiendo a ser humanos y hace 10 mil, éramos aún una sola especie, no muy distinta en calidades físicas y mentales de las personas de hoy. Vivíamos en sociedades de cazadores y recolectores, sin llegar a los cinco millones de humanos sobre la Tierra. Ahora, al iniciar el siglo XXI somos casi siete mil millones y nos preparamos para una nueva revolución industrial1. Una revolución a partir de la tecnología de los ordenadores y la informática que inició Von Neumann, y de la tecnología de la ingeniería genética que empezaron Crick y Watson. Si Julio Verne anticipó los viajes en el espacio y el mundo submarino, hoy releer las fantasías de Un mundo feliz de Aldous Huxley encuentra cercanías de realidad.

Los grandes saltos en tecnología y evolución tienen siempre costos incalculables e impredecibles. La ciencia debe abrirle espacio a la filosofía, y la ética convertirse en una fuerza más poderosa que la política y la economía, reto aún más necesario si se enfrentan cambios sustanciales para todo el grupo social, como los que desde ya se avisoran con la revolución industrial en curso.

Nueva revolución industrial que le permitirá al hombre crear novísimas especies de plantas y animales, así como elegir la dotación genética de nuestros hijos. Tendremos autómatas inteligentes que se autorreproducirán y podremos llegar a la neurotecnología, esto es, el desarrollo de herramientas para explorar y manipular el cerebro humano, alterando las formas de conciencia. Nuestra única especie se convertirá en muchas. Los conflictos más graves en el futuro serán las batallas entre concepciones diferentes del que será un ser humano.

El debate sobre mejoramiento del género humano (eugenesia2) hunde sus raíces en la historia de enfrentamientos entre los darvinistas sociales, que buscan esa mejora facilitando la reproducción de los hombres más vigorosos e impidiendo la de los débiles, acudiendo a técnicas y medidas políticas centradas en lo biológico, y los darvinistas sociales de cuño socialista, que formulan un avance de la humanidad centrada no tanto en lo biológico cuanto en lo social y la conciencia, mediante una revolución emancipadora.

1. Evolucionismo y fe combativa socialista

El universo aparece en su devenir dinámico-evolutivo y emergente como un todo transido de discontinuidades. Discontinuidades que, las más fundamentales, vendrían determinadas por tres estratos: lo físico-químico, lo vital y lo humano.

Jean-Baptiste Lamarck. A principios del siglo XIX, el filósofo y naturalista Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) formuló la primera teoría coherente de la evolución, al establecer sus cinco principios: i) la tendencia de lo viviente a volverse más complejo, ii) la capacidad de los organismos a adaptarse al medio ambiente y a las circunstancias, iii) la herencia de los caracteres o rasgos adquiridos, iv) la generación espontánea, v) la “voluntad” influye sobre la forma del cuerpo; esto es, la función hace al órgano. La posterior recurrencia y la defensa del lamarckismo se explican por la confianza, la esperanza humana3, en que el universo, la naturaleza, tenga un sentido, una dirección que culmina en la propia especie a que pertenecemos.

Henri Bergson. Es así que Henri Bergson (1859-1941) desarrollo una filosofía fundamentada en la concepción creadora del tiempo. El tiempo trae novedad y perfeccionamiento, y permite que el universo evolucione. Para Bergson, el universo comporta cierta organización y armonía que caracteriza con la idea de impulso o Élan vital. La vida es, desde sus orígenes, la continuidad de un solo y mismo impulso que se repartió entre líneas de evolución divergentes. Aquí hace su entrada el finalismo: el hombre es el término y la finalidad de la evolución. La conciencia cósmica sólo se libera plenamente en el ser humano, expresando además que la historia de la evolución es la historia de las victorias de la vida sobre la materia.

Tanto el lamarckismo como la obra bergsoniana constituyeron la base del darvinismo social de cuño socialista.

Esta corriente de pensamiento socialista formula una mejora de la humanidad centrada no tanto en lo biológico como en lo social, a saber, solicitando un cambio radical en las deficientes condiciones de vida y trabajo, a las cuales se les achaca la degeneración biológica del hombre, y lucha contra determinadas costumbres y relaciones sociales de producción.

Para sustentar esta postura, y de acuerdo con una tradición específica del movimiento obrero que procede del siglo XVIII, el pensamiento crítico acogió las concepciones de evolución de Lamarck y de Bergson, que permiten defender que las cualidades adquiridas socialmente son biológicamente transmitidas a las siguientes generaciones.

José Carlos Mariátegui. En esta tradición está el pensador  peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930), uno de los principales marxistas de América Latina. Respondiendo a la crítica que veía en su obra un intento de “espiritualización del marxismo”, señaló que es un argumento falso suponer que una concepción materialista del universo no sea apta para producir grandes valores espirituales. Para Mariátegui existe una relación esencial entre la acción de los condicionamientos objetivos (externos a la conciencia) y la acción consciente. Estas dos hacen parte de las mismas leyes del movimiento de la sociedad, como momentos recíprocos y activos en la constitución de la praxis global en el seno de la misma.

En la lucha de clases, agrega, donde residen los elementos de lo sublime y heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una “moral de productores”, muy distante y muy distinta de la “moral de los esclavos” de que oficiosamente se empeñan en proveerlo sus gratuitos profesores de moral, horrorizados de su materialismo. Para Mariátegui, la conciencia ocupa su lugar exacto en la praxis, y ésta en la determinación de la historia. “La vida, más que pensamiento, quiere ser acción, esto es, combate. El ser humano contemporáneo tiene necesidad de la fe. Y la única fe que puede ocupar su yo profundo es una fe combativa”.

2. Darvinismo social y Eugenesia

Al finalizar el siglo XX, la fe revolucionaria había mermado su ímpetu, y la creencia en utopías sociales daba lugar al escepticismo nihilista, el positivismo, el cientificismo, lo mismo que a escapismos místicos e individualistas, y a metafísicas sin contenido de la “nueva era”. En paralelo, el viejo concepto de eugenesia, con su marcado aspecto teórico social, incluso filosófico, retorna una vez más con la genética humana y abre nuevamente los debates que exigen tomar postura ante las posibilidades que en la actualidad nos ofrece la tecnología médica.

Hoy día, en las discusiones públicas sobre biotecnología se condena sin paliativos la idea de mejorar la especie humana por medios artificiales. La idea es repugnante porque trae a la memoria las visiones de médicos nazis esterilizando judíos y matando a niños discapacitados. […] Pocas personas creen ya en el sueño romántico de que los seres humanos son perfectibles. Pero la mayoría de nosotros cree todavia que los seres humanos son capaces de mejora alguna. […] Existen muchas y buenas razones para condenar la esterilización forzada y la eutanasia definida desde el poder. Pero la mejora artificial de los seres humanos llegará, en una u otra forma, lo queramos o no, tan pronto como el progreso de los conocimientos biológicos la haga posible… afirmó categóricamente, en 1997, el inglés Freeman Dyson, Premio Nobel de Física compartido 1965 y profesor emérito del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en su libro “Mundos del futuro”.

Es éste un viejo y áspero debate. El pensamiento social-darvinista y eugenésico ha encontrado siempre seguidores fanáticos en muchos países; sin embargo, sólo al fascismo alemán le corresponde la terrible primacía de haberlo tomado en serio, práctica y políticamente. Entre las décadas de 1920 y 1930 se difundió en Alemania la idea de “pureza de raza”, y con Hitler (1889-1945) se producirán masivas esterilizaciones eugenésicas.

Ahora bien, la teoría crítica acentúa su cercanía intelectual con el materialismo y el darvinismo. Entonces, ¿es la eugenesia compatible con el pensamiento marxista?

Carlos Marx. Entre la teoría crítica y el darvinismo social persisten tremendas diferencias; no obstante, el concepto no ha sido ajeno a las ideas socialistas y los regímenes comunistas. Marx (1818-1883) esperaba la felicidad de este mundo y la perfectibilidad del ser humano mediante acciones sociales e institucionales, y luchas emancipadoras e igualitarias de los oprimidos y explotados; el darvinista social, en cambio, a través de la regulación de los nacimientos y la esterilización, mediante la elección óptima del cónyuge y la eliminación de la “vida indigna de vivir”, este último uno de los vocablos más terribles –con implicación de ‘limpiezas’ y segregación– de la nueva política social.

La discusión fue más notable a finales del siglo XIX y principios del XX. Por aquella época, la miseria de las masas, el alcoholismo, la prostitución y la pandemia de las enfermedades venéreas y virales, la delincuencia y el número alarmantemente alto de hombres no aptos para el servicio militar eran motivos suficientes para contrarrestar, mediante una política demográfica razonablemente desarrollada, la degeneración de la sustancia biológica humana, una degeneración considerada amenazante.

Herbert Spencer (1820-1903) fue quien más extrajo deducciones morales de la evolución, proporcionándoles a los defensores del laissez-faire capitalista unos fundamentos intelectuales que fueron utilizados para oponerse a que el Estado interfiriera en las fuerzas del mercado y aplicara políticas públicas que favorecieran a los pobres, vulnerables y excluidos de la sociedad. Andrew Carnegie (1835-1919) reconoció que la competencia puede ser a veces cruel para el individuo, pero la justificó argumentando que “es lo mejor para la especie, puesto que asegura la supervivencia de los más aptos en cada esfera”.

El pensamiento fundamental del darvinismo social consiste en la transferencia del principio de selección a la sociedad, localizado en el concepto de la lucha por la existencia, en la cual se imponen los mejores y los más fuertes. Presentar propuestas sobre cómo esos mejores y más fuertes pudieran obtener en la sociedad las oportunidades de reproducción numerosas y sin trabas (meritocracia) y, a la inversa, cómo los débiles debieran ser excluidos de la reproducción de la humanidad, formaba parte del compromiso de la eugenesia y la higiene racial.

Francis Galton y Augusto Weiseman. Ya para 1865, Francis Galton (1822-1911), primo de Darwin, puso en relación importantes factores sociales, como los talentos y los caracteres humanos, con base biótica, para luego, en 1883, introducir en la literatura el concepto de “eugenesia”. Galton, junto con Augusto Weiseman (1834-1914), pasan por ser los fundadores de la eugenesia argumentada genéticamente. Sin embargo, en su libro El origen del hombre (1871), Charles Darwin (1809-1882) afirma: Entre los salvajes son eliminados bien pronto los débiles en cuerpo y espíritu, mientras los supervivientes son generalmente los de salud más robusta. En cambio, nosotros, los hombres civilizados, hacemos todo lo posible por evitar esta segregación. Por tal motivo, pueden también reproducirse a su manera los individuos débiles de los pueblos civilizados. Nadie que conozca algo de crianza de animales domésticos dudará de que esto es extremadamente perjudicial para la raza.

Sólo en la primera década del siglo XX, el darvinismo social les da paso a propuestas eugenésicas concretas y al movimiento de reforma social a través de la genética en Estados Unidos. Entre las décadas de 1920-1930 se aprueban las leyes de protección eugenésica en la Unión Americana, mientras en Alemania se implanta la esterilización forzada y la eutanasia, sin considerar en ésta la mirada y la dignidad del individuo. En los años siguientes y hacia 1950 desaparece o se eclipsa la eugenesia. A partir de la década de 1970 y en nuestros días –a propósito de la controversia sobre el cociente de inteligencia, las polietnias y los géneros humanos–, reaparece el debate de la eugenesia, impulsado con el carburante de la polémica sobre el determinismo biológico, los avances de la genética y las teorías bioética y biopolítica.

3. La teoría crítica y la mejora del género humano

Mientras el darvinismo social acentúa la naturaleza del hombre, el pensamiento crítico hace énfasis en el papel determinante de las relaciones sociales y los modos de producción.

Federico Engels. Al finalizar el siglo XIX se hacía famoso el texto de Engels La situación de la clase obrera en Inglaterra, en el que explicaba las condiciones de miseria y exclusión de los trabajadores y sus familias, como parte orgánica de las condiciones de explotación y opresión del orden hegemónico del capital. En los debates sociales y políticos de aquel tiempo, por parte del pensamiento crítico, se pone de presente que la industrialización impuesta a lo largo de sólo una generación había conducido a un cambio radical de las circunstancias sociales del trabajo y la vida, en la mayor parte de la población de las ciudades y, de modo creciente, también de la del campo.
Los tradicionales lazos familiares fueron rotos, el asentamiento en las urbes vino acompañado de un empobrecimiento desmedido, las condiciones de la vivienda eran catastróficas, mala e insuficiente la alimentación, inadecuada la vestimenta, y extremadamente insuficientes la formación y la educación. Todo ello permitió que se dieran la pobreza y la miseria, el desarraigo y la decadencia masiva hacia la cotidianidad más deplorable de la existencia humana. No sólo en la literatura socialista; también en la burguesa quedó constancia de una degeneración general física, y también psíquica, de gran parte de la población trabajadora.

Si bien la literatura académica social-darvinista, al igual que la socialista revolucionaria, coincidían en el punto de partida: la figura lamentable del trabajador depauperado, unida a sus condiciones de trabajo y de vida, la diferencia teórico-social de estos dos pensamientos era cada vez más aguda y antagónica.

La teoría de Marx. Ésta teoría es un programa de emancipación social y política, diseñado para quienes carecen de privilegios. La diferencia fundamental entre el tratamiento del pensamiento crítico y el social-darvinista de la sociedad no radica en modo alguno en la perspectiva moral sino que esa diferencia tiene sus raíces en una base teórico-social enteramente distinta en cada una de esas dos teorías. Marx se fija en el modo de reproducción de la sociedad. …éste, así lo proclama ya en sus primeros escritos, se ha convertido en hostil al hombre, aliena al hombre de sí mismo, al individuo de su especie, y a la especie de la naturaleza. Pero el hombre alienado y cosificado puede conservar su dignidad; más aún, la salida de este dilema sólo es posible por su acción consciente, la cual ha de ser tal que modifique la sociedad y la evolución humana.

Marx, en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, asÍ lo afirma: La verdadera solución del antagonismo entre el hombre y la naturaleza, y entre el hombre y el hombre, es la solución definitiva del conflicto entre existencia y esencia, entre objetividad y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y especie. Es la solución al enigma de la historia.

En resumen, la postura del pensamiento crítico respecto al darvinismo social y la eugenesia es clara y concreta:

1    La lucha por la existencia es considerada como la forma existencial del modo natural y capitalista de existencia del ser humano, pero no como una ley inmodificable. En su lugar, el hombre trabajador ha de llevar a cabo la lucha por una existencia propia de calidad, por su autorrealización y emancipación. Hay que perseguir la armonía, tanto con la naturaleza, entre los seres humanos, como también con su espíritu trascendente y su conciencia universal.
2    En la esencia de la humanidad hay ventajas naturales predispuestas para la configuración humana de la sociedad. Estas ventajas consisten en la exigencia natural dada en el hombre de libertad, responsabilidad, amor, verdad, felicidad, salud, compasión, solidaridad, reciprocidad y cooperación.
3    No hay destino embrionario alguno, al menos no para la especie. Naturalmente, cada uno es producto de sus factores hereditarios y sus circunstancias vitales, sociales e históricas. Pero en cuanto que la especie humana consigue circunstancias vitales, positivas y dignas, se mejora también su fenotipo y su filogenia (historia evolutiva de un grupo determinado de individuorganismos).
4    El predominio de lo social, del medio ambiente, de las circunstancias, constituye en todos los conceptos socialista-socialdarvinistas una base obligada. A ello hay que unir la insistencia     en el principio de la transmisión hereditaria de cualidades adquiridas.
5    La liberación corporal e intelectual del proletariado tiene que preceder a la revolución social y política. Toda producción ha de ser evaluada no sólo según valores económicos sino, también y ante todo, según valores éticos y evolutivos.
6    No es la especie como tal lo central sino el individuo. Es cada uno quien asimila las cualidades positivas y las transmite a la especie. Y toda la producción, a saber, la vida económica, ha de ser enjuiciada según que pueda “rendir el máximo efecto útil individual”.
7    Una existencia humanamente digna incluye, junto con la seguridad de carácter social, el bienestar espiritual e intelectual y también la posibilidad de una vida sana. La inviolabilidad del cuerpo significa también que los experimentos genéticos en el cuerpo y con él no encuentran aprobación en el pensamiento crítico. Todos los experimentos que sitúan a un individuo fuera de la historia evolutiva de su género son incompatibles con el principio marxista de la dignidad humana.
8    El principio de máximo efecto útil individual impide todo lo referente a la clonación de células que busquen la duplicación de un ser humano en su integralidad. La irrepetibilidad y la inviolabilidad de la persona no pueden ser puestas en peligro ni en la actualidad ni en el futuro por ningún tipo de manipulación biotécnica.
9    Debe conservarse la convicción de la unidad de la humanidad; el primado de la cultura; el papel exigible de unas circunstancias de vida humanamente dignas; la importancia de la afectividad como motor esencial del ser humano, pues con ella adquiere compromiso y vivencias; la solidaridad y la cooperación como elementos fundamentales de la lucha por una existencia humana de calidad que sea extensible a toda la humanidad y todo ser vivo.

Apoyo bibliográfico

Capra, Fritjof (1996/2006), La trama de la vida, una nueva perspectiva de los sistemas vivos, Editorial Anagrama, Barcelona.
Dyson, Freeman (1998), Mundos del futuro, Crítica, Grijalbo Mondadori, Barcelona.
Grasa Hernández, Rafael (1986), El evolucionismo: de Darwin a la sociobiologÍa, Editorial Cincel S. A., Madrid.
Mariátegui, José Carlos (2007), Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Fundación Biblioteca Ayacucho, Venezuela.
Mocek, Reinhard, (1999), Socialismo revolucionario y darvinismo social, Ediciones Akal, Madrid.

*     Artículos relacionados y que anteceden la presente nota:“Teoría crítica, la necesidad de volver a pensar”, periódico desde abajo Nº 143, febrero 20 – marzo “Condición humana e izquierda darviniana”, periódico desde abajo Nº 145, abril – mayo de 2009.
1    A medida que las estructuras físicas en la base moderna de la informática se hacen más pequeñas y las estructuras químicas fundamentales en la ingeniería genética más versátiles, estas dos tecnologías se superponen y fusionan. Al final, los componentes físicos y biológicos estarán tan íntimamente enmarañados que seremos incapaces de decir dónde empieza uno y dónde termina el otro.
2    El concepto de eugenesia (del griego Eu, bien, y génesis: aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana) fue utilizado en Alemania, en todo el mundo anglosajón, pero también en la Rusia Soviética. Hoy se habla de genética humana, pero el concepto ha sufrido una significativa transformación sustancial, como disciplina limitada a la ciencia natural.
3    (…) Gould ha sugerido denominar a esa actitud del ser humano “arrogancia cósmica”, una actitud persistente pese a las heridas narcisistas infligidas por Copérnico, Newton, Darwin, Marx, Freud y Nietzsche.

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