El pasado 8 de noviembre, mientras Bogotá apenas se disponía a dormir –justo cuando terminó el discurso “Otra mirada al bicentenario”, que pronunció el presidente Santos en el coloquio internacional Independencia y Constituciones–, en el Sahara Occidental, el ejército marroquí, armado y con la complicidad de la madrugada, irrumpió violentamente en el campamento de Agdem Izik, albergue de 26 mil civiles, entre ellos innumerables familias, jóvenes, mujeres y niños, protegidos tan solo con sus jaimas (carpas). Fue un ataque indiscriminado, con armas de fuego, gases lacrimógenos y agua caliente contra sus pobladores, abrumados por una inusitada barbarie sin parangón en los 35 años de conflicto por su soberanía en el Sahara Occidental.
Agdem Izik, campamento de protesta saharaui levantado unas semanas antes en legítima y pacífica demanda por condiciones socio-económicas vulneradas, obtuvo una dura respuesta: un feroz asalto militar. Se trató de una agresión que siguió al sitio establecido por un muro militar e informativo que días antes ya había tenido su primera víctima mortal, el joven Nayem Algarhi, de apenas 14 años de edad, abatido a balazos por el ejército marroquí en las puertas del campamento y cuando estaba en compañía de un grupo de jóvenes que fueron gravemente heridos.
La indignación mundial fue aumentando en la medida en que llegaban noticias e imágenes del lugar de los hechos. Agdem Izik pasó de constituir una forma democrática de protesta, “reflejo del proceso de democratización” en boca del Ministro del Interior marroquí, a ser el escenario de un brutal uso de la fuerza militar y la posterior persecución sobre la población civil dentro de las ciudades. De este modo, Marruecos perpetró, además, una mortal y vil puñalada a los esfuerzos de paz, a la misma hora en que el Frente Polisario* y su gobierno negociaban en Nueva York bajo la mediación de la Organización de las Naciones Unidas. La gravedad de los hechos mereció una abrumadora y firme reacción de la comunidad internacional.
La brutalidad del asalto al Campamento de la Dignidad alcanzó tal magnitud de alarma y preocupación en la comunidad internacional que mereció la convocatoria de una reunión urgente del Consejo de Seguridad el pasado 16 de noviembre.
En Colombia, la enérgica condena del Congreso no dejaba dudas sobre el estado de ánimo de los colombianos: “Desde la Cámara de Representantes de la República de Colombia y su Comisión de Derechos Humanos y Audiencias queremos solidarizarnos con esa causa, y exhortamos al gobierno nacional para que igualmente se adhiera a ella, rechazando enérgicamente estos ataques a un pueblo que se encuentra indefenso”, expresó el texto de la moción aprobada.
Por su parte, el Pleno del Parlamento Europeo hizo un pronunciamiento en los mismos términos: “Condenar las graves violaciones de los derechos humanos que se han producido en el Sahara Occidental, que son evidentes pese al control informativo que les ha impedido el libre ejercicio de su actividad a los profesionales de la información”, y exigió la búsqueda de un mecanismo de supervisión al respeto de los derechos humanos en el Sahara Occidental, y también a la conclusión del proceso de descolonización pendiente. Asimismo, instó a la creación de una comisión de investigación independiente que esclarezca la verdad de los trágicos sucesos.
El testimonio de las víctimas, de los escasos activistas que pudieron burlar el cerco militar impuesto, las escalofriantes crónicas de los contados medios de comunicación independientes en la zona, así como el informe de Human Rights Watch, confirmaron los peores temores: centenares de desaparecidos y de detenidos, decenas de heridos de gravedad y un número todavía sin calcular de fallecidos por el ataque marroquí.
Hoy, a casi un mes de aquellos vergonzosos hechos, que tienen a la región de nuevo al borde de una escalada militar, aún se desconoce la cifra exacta de los asesinados. Quizá nunca lleguemos a saberla. Marruecos no sólo sigue rechazando una investigación internacional, como se lo exige la comunidad mundial, sino que a cal y canto somete el territorio bajo su ocupación e impide la entrada de extranjeros que puedan dar fe de las atrocidades que comete. En su caso, Francia se descubre ante el mundo como el más celoso y fiel guardián de un régimen que sistemáticamente perpetúa graves violaciones a los derechos humanos, sin importarle comprometer su voz con algún prestigio en la materia.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El Sahara Occidental es un territorio pendiente de descolonización, inscrito así en la agenda de la Cuarta Comisión de las Naciones Unidas desde 1965. España, después de casi un siglo de presencia colonizadora, abandonó el territorio en febrero de 1976, renunciando de este modo a sus responsabilidades internacionales, que le imponían realizar un referendo de autodeterminación en el territorio bajo su dominio. A cambio, decidió cedérselo ilegalmente a dos países vecinos, Marruecos y Mauritania, y dejó al pueblo saharaui a merced de estos países. Dos ejércitos sofisticadamente armados empezaban abriendo paso a sangre y fuego para llegar cuanto antes a los suculentos recursos del territorio: las más ricas minas de fosfato del mundo y el no menos rico banco pesquero saharaui. Con ello, comenzó la odisea y el destierro de un pueblo que con dignidad ha resistido 35 años de fracasados intentos de exterminarlo.
Situado en al noroeste de África, el Sahara Occidental tiene una extensión territorial equiparable a la tercera parte de Colombia, y comparte con este pueblo quizás el más importante vehículo de encuentro y entendimiento: el español, como lengua común, y una arraigada tradición de lucha por la emancipación anticolonial.
Colombia acompañó desde un primer momento el proceso de descolonización del territorio desde las Naciones Unidas. La Resolución 380 de la Asamblea General, del 6 de noviembre de 1976, exige la retirada de las tropas marroquíes del Sahara Occidental, y en forma especial el fallo de la Corte Internacional de la Haya, del 16 de noviembre de 1975, pide aplicar la Resolución 1514 sobre descolonización. Son dos referencias muy obligadas para un justo entendimiento de la situación**.
Otro damnificado directo del conflicto de descolonización en el Sahara Occidental ha sido siempre la Unión del Maghreb Árabe (UMA), proyecto de integración económica y política que en esencia no avanza, precisamente porque uno de sus países miembros ocupa militar e ilegalmente parte de otro de sus integrantes.
Mantener esta situación hipoteca por largo tiempo una clara oportunidad para el desarrollo y el bienestar de los pueblos y naciones de una de las regiones más prometedores del planeta, que dispone de inagotables fuentes de energía –solar y eólica–, además de gas y petróleo, y se sitúa en una envidiable situación geográfica para su comercialización, a medio camino entre cuatro mundos.
Desde 1988, las Naciones Unidas, por propuesta de la OUA, actual Unión Africana, se han implicado en un proceso de paz para el cual creó el mecanismo Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (Minurso); asimismo, trasladó cascos azules al territorio y llegó a gastar millonarias cifras con el fin de preparar un plebiscito libre, justo y transparente.
Desde entonces, se han elaborado diferentes Planes de Paz –quizás el más importante, el suscrito entre las partes en Houston 1997–, aunque sin llegar a la realización del prometido referendo, al tiempo que venían renunciando uno tras otro los diferentes enviados especiales del Secretario General de la ONU –entre ellos el antiguo Secretario de Estado americano Jemes Baker– todos movidos por una única razón de fondo: Marruecos, por evitar los resultados de un referendo que le serían desfavorables, boicotea todos los esfuerzos del organismo mundial por concluir el último caso de colonización en África.
Esta situación de estancamiento ha llevado a que muchos países se convenzan de que Marruecos no está en la senda de encontrar una solución que implique respetar las exigencias de la legalidad internacional, para que finalmente el pueblo saharaui pueda decidir libremente su futuro político. A partir de una apuesta sustancial al impase y desde un apego profundo a la legalidad internacional, países como México, El Salvador, Nicaragua, Panamá y Uruguay entre muchos otros, mantienen plenas relaciones diplomáticos con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), sin perjuicio de disfrutar de iguales relaciones también con Marruecos.
Deseado aporte de Colombia
Colombia reconoció al Estado saharaui el 27 de febrero del 1985, siendo el país número 62 en dar ese histórico paso. El presidente Belisario Betancur, con una visión estratégica y coherente, estableció relaciones formales entre nuestros dos países, guiado por los principios de política exterior colombiana de “respeto al derecho internacional, la soberanía, la no intervención y el derecho de cada pueblo a construir libremente en paz, estabilidad y justicia, su sistema político y sus instituciones”.
La justeza de los principios de política exterior colombiana y la fuerza de la legalidad internacional, en los que se basan, claman por una enérgica condena de lo acontecido en la capital del Sahara Occidental y por el pronto restablecimiento de las relaciones entre nuestros dos gobiernos, deseos expresados en reiteradas resoluciones por los representantes democráticos de los colombianos en el Congreso.
Colombia recuerda con infinito pesar la negación de algunos países a reconocerla como nación soberana, en un doloroso período que se extendió de 1810 a 1827. Sin embargo, no claudicó en su empeño de seguir existiendo y los innumerables escollos que la Corona ponía en su camino por la autodeterminación.
La RASD es miembro fundador y de pleno derecho de la Unión Africana (la OEA de los africanos), organismo regional del que Marruecos no es miembro, como no lo fue el régimen del apartheid en su momento, precisamente por romper un principio, piedra angular de la organización: la inviolabilidad de las fronteras heredadas del colonialismo.
Los saharauis albergamos muchísima esperanza de que Colombia le otorgue en definitiva un apoyo decidido a la República Saharaui y rescate sus mejores tradiciones de apuesta por el derecho de las naciones a existir, y de solidaridad con la situación de los pueblos sometidos al colonialismo y la ocupación extranjera.
* El Polisario o Frente Polisario es elacrónimo de Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro es el movimiento de liberación nacional del Sahara Occidental que trabaja para acabar con la ocupación de Marruecos y conseguir la autodeterminación del pueblo saharaui.
** “El Tribunal no ha constatado la existencia de vínculos jurídicos susceptibles de modificar la aplicación de la Resolución 1514 (XV) respecto a la descolonización del Sahara Occidental, en particular respecto a la aplicación del principio de autodeterminación merced a la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio”.
Por, Mujtar Lebuehi, Embajador Saharaui en Misión Colombia
Recuadro 1
Los hijos de la nube
Nómadas, día tras día por el desierto, sus caravanas van en busca de dónde cayó una lluvia y con sus gotas; del florecer del pasto efímero. De piel curtida por el viento alisio o el siroco que causa heridas y una temperatura de 50 Cº grados al sol y 5 Cº en la madrugada; interioriza como ninguno el hábito de la solidaridad comunal. En su trajinar, el agua mineral tienen que buscarla en pozos, subterránea. O en los aaiun “ojos de agua”. En el Sahara, la posesión territorial no es la característica de la sociedad. Para sus habitantes beréberes, morenos de alta estatura; la propiedad y la riqueza dependen de tener o no animales. Y de cuántos. Desde el siglo III o IV, procedente de Asia, en la arena marca sus pasos el dromedario con su joroba única, que en 1973 eran 43.000 entre machos y hembras. Cinco en propiedad son la característica de una familia humilde, y quienes no son muy ricos poseen de 15 a 20. Con su piel, los saharauis fabrican los utensilios ‘caseros’: ropas, odres y la jaima o tienda1. Jaimas que en grupos de seis, nueve o hasta quince se divisan entre el ondulado suelo cuando las masas de polvo no las cubren. Sus mujeres cuidan los animales, una labor inconcebible para sus vecinos. El afzú es una planta exclusiva del Sahara.
Mientras aquí fue Colón, a su territorio, con una población de mezcla árabe-azgana, en busca del oro y de la trata de esclavos, llegaron los invasores portugueses. El papa Martín V, entre 1417 y 1431 –y luego su sucesor Eugenio IV– concedió a los portugueses “los países desiertos a descubrir al sur del cabo Bojador y del cabo Nun”2. Una colonización que declinó a favor del ocupante español mediante convenios de 1884, 1924, y el de 1934 cuando el colonialismo español tomó lugar definitivo. Por decreto del 10 de enero de 1958, el Sahara quedó como provincia española. Para sojuzgarla, impuso un toque de queda, y los saharauis no podían salir de sus casas ni de sus barrios –con cercas de alambre. Los propios españoles no podían ir a más de 20 k/h en carro y con las luces interiores encendidas.
Creada el 11 de mayo de 1967 con carácter consultivo bajo el yugo español; para los saharuis, la Yemaa o Asamblea General era su entidad deliberante. De sus miembros, 46 eran elegidos por las comunidades nómadas y 16 por los trabajadores, artesanos y demás profesionales. Con cinco miembros, existía un Consejo Político Permanente. Aunque El Jatri su presidente, se arrodilló ante el gobernante marroquí Hassan II, después de la invasión de Marruecos en diciembre de 1975; el papel de la Yemaa fue fundamental.
Como un duro golpe contra los intereses de Madrid (España), Rabat (Marruecos) y Nuakchot (Mauritania), mientras que 10 de sus miembros tomaron las armas con el Frente Polisario, otros 57 de los 102 totales; junto con una treintena de representantes de 60 jeques de los habitantes del desierto anunciaron su apoyo incondicional al Polisario, como único representante legítimo del pueblo saharaui en su voluntad de lucha por la defensa de la patria, y acordaron, por tanto, expulsar a El Jatri y disolver la Yemaa. En medio del combate, el Polisario asumió la atención cultural y sanitaria de los indígenas nómadas con miras a su integración en la conciencia nacional3. En 1975, las Naciones Unidas reconocieron al movimiento.
El 27 febrero de 1976, el Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). La primera guerrilla del mundo en el desierto logró el 5 de agosto de 1979 una victoria política: que Mauritania cediese su parte del Sahara Occidental al Polisario. Una medida con el rechazo inmediato de Marruecos, que se anexionó esa zona. Los combates siguieron hasta el 6 de septiembre de 1991, cuando hubo un acuerdo de alto al fuego tras la creación de los muros marroquíes. La Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental) tiene el encargo de velar por ese alto al fuego y preparar un referéndo que se preveía para 1992.
Con la sangre de los Polisarios del desierto no brotan dátiles sino gritos de ¡Territorio en Libertad!
Por, Omar Roberto Rodríguez
1 Ver: Frente Polisario… De Rafael Wirth y Soledad Balaguer, pp. 13-14, último y primero párrafos. Editorial Laia. Barcelona. Primera edición. Junio, 1976.
2 Ibid. p.20, segundo párrafo.
3 Conversaciones con Gustavo Hernández, diputado del Parlatino, quien hizo una visita al Sahara Occidental y encabeza actos de solidaridad con la lucha saharaui en Venezuela y facilita textos.
Recuadro
Los 10 puntos básicos por la independencia total y completa
Con arrecifes y rompientes en la Costa –entre Cabo Blanco y Tarfaya uno de los bancos pesqueros más grandes del mundo– y la herencia de unas fronteras coloniales que definieron en forma secreta España y Francia por tratados el 3 de octubre de 1904, el Sahara occidental con hamadas o mesetas pedregosas o de arenisca y su gran llanura y algunas montañas tiene 284.000 kilómetros cuadrados y limita al norte con Marruecos, al nordeste con Argelia y en el sur por Mauritania. En Bu Craa, yacimiento de fosfatos descubierto en 1947 a tan solo ocho o diez metros bajo tierra, que es una golosina exquisita para las transnacionales enemigas de la autodeterminación de los pueblos, la extracción llegó a 2.2 millones de toneladas en 1974. Con sus verde mágico, El Sidi Buia, frente a El Aaiun su capital, el Messeied, Smara y Daora son sus oasis.
El habitante del desierto por tradición milenaria en un ir y venir sin paredes ni aceras en la tradición islámica y la democracia tribal que siembra una conciencia de libertad, está acostumbrado al manejo de las armas: “no hay saharaui que se precie sin fusil”1. El II Congreso del Frente –en septiembre de 1974– aprobó como programa político:
1 Retirada de las tropas españolas y creación de un conglomerado de «Fuerzas Populares del FP».
2 Rechazo de toda intromisión de cualquier fuerza extranjera.
3 Presencia de la ONU y de la Liga Árabe en el proceso de independencia.
4 Retirada de las fuerzas de los países vecinos que están cerca de la frontera.
5 Vuelta de todos los refugiados, bajo el control del Frente Polisario. (El control se exige para evitar las infiltraciones preparadas por Marruecos).
6 Liberación de todos los presos políticos.
7 Retirada completa de la población civil extranjera.
8 Alto a la explotación y pillaje económico de la nación.
9 Cambio de la administración del país, con la incorporación de saharauis.
10 Referéndum –en caso de que llegue a existir–, con una sola pregunta: independencia total y completa, ¿sí o no?2.
Programa de acción nacional
A corto plazo
– Politizar, organizar y encuadrar a las masas en el Frente Polisario.
– Movilización continua de las masas a fin de estar en condiciones de enfrentarse a cualquier maniobra.
– Reforzar los lazos entre la revolución popular en Saguia El Hamra y Río de Oro y sus aliados a nivel árabe, africano y mundial.
– Reforzar las estructuras esenciales del Frente Polisario rápidamente.
– Reforzar el Frente interior de forma que pueda afrontar todas las eventualidades.
– Crear un equilibrio a escala nacional.
– Poner a las fuerzas nacionales y democráticas, sobre todo en los países vecinos, ante su responsabilidad histórica de defender la revolución popular de Saguia El Hamra y Río de Oro y asegurar su continuidad.
A largo plazo
- La liberación nacional de todas las formas de colonialismo y la realización de una independencia completa.
- Creación de un régimen republicano nacional con la participación efectiva de las masas.
- Realizar la auténtica unidad nacional.
- Garantizar a los ciudadanos las libertades fundamentales.
- Crear una economía nacional complementaria:
Nacionalizar los recursos mineros
Seguir una política de industrialización
Dar importancia alos recursos animales
Necesidad de proteger los recursos marítimos
- Movilización de masas y liberación de sus iniciativas en la construcción económica.
- Justa distribución de los recursos, borrar las diferencias entre las ciudades y el campo.
- Anular toda forma de explotación.
- Garantizar una vida digna a todo el pueblo.
- Asegurar su hogar a todo el pueblo.
- Interesarse por la familia y elevar su nivel en todos los planos.
- Restablecer todos losderechos políticos y sociales de la mujer y abrir ante ella todaslas perspectivas.
- Anular las causas de la degaradación moral y social.
- Conservar la civilización y la herencia religiosa.
- Llevar una política de enseñanza nacional árabe, generalizar la enseñanza obligatoria gratuita en tosas las etapas y a todo el pueblo.
- Combatir las enfermedades y construir hospitales: cura gratuita.
1 Ver Frente Polisario. La última guerrilla, de Rafael Wirth y Soledad Balaguer, p. 40, segundo párrafo, renglón 17, Editorial Laia, Barcelona, 1ª edic., junio de 1976.4 Ibid. Pág.40, segundo párrafo, renglón 17.
2 Ibid. p. 42, primer párrafo.
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