Serán muy pocos los colombianos de cierta edad que no hayan gozado, reído, maldecido, con los cómicos de la edad de oro del cine mexicano, de 1935-1959, como con Germán Valdez Tin-Tán, Adalberto Martínez “Resortes”, Antonio Espino “Clavillazo”, Manolín y Shilinsky, y Fanny Kaufmann “Vitola”, y, por supuesto, con Mario Moreno “Cantinflas”, de quien se cumplen los cien años de su natalicio.
Este cine se desarrolló en el período en que México se enfrentó con el advenimiento de la modernidad y por tanto con la disgregación de las costumbres tradicionales. El pueblo mexicano era ya urbano y adoró y le temió a la modernidad, como también fue ambiguo con ese abandono de las tradiciones, como en la mayoría de las naciones latinoamericanas.
Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes nació el 12 de agosto de 1911 en la ciudad de México, D.F, y murió allí mismo el 20 de abril de 1993. Un cómico que, además de hacer época, terminó retratando al común del pueblo mexicano. Hizo parte de circos ambulantes, además de realizar otras actividades para ganarse la vida, siendo, como era, de una familia pobre. En 1920 comenzó a actuar en locales artísticos de la capital, en cuyo camino conoció a la que fuera su esposa, la mujer de origen ruso Valentina Ivanov Subatev, con quien vivió toda su vida.
Hizo parte del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), participó en la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y codirigió una huelga a favor de los intereses de los artistas, junto a Jorge Negrete y Arturo de Córdova.
A Mario Moreno durante un tiempo se lo conoció como el “cómico de la gabardina” y el cómico de pueblo pintado de blanco y negro, pero pasó a la posteridad como Cantinflas. El escritor mexicano Carlos Monsiváis, en su libro Los ídolos a nado, al referirse a Mario Moreno cuenta cuál fue el origen del nombre que lo hizo famoso: “Según la leyenda, que él corrobora, un día memorable en la carpa de Ofelia, el joven Mario Moreno, presa del nerviosismo, se olvida de su guión elemental. Dice lo que le viene de la lengua, en plena emancipación de frases y palabras, un prodigio de la incoherencia, manipulación involuntaria del caos”. En medio de esa situación, en que despertó la hilaridad del público, alguien le gritó: “Cuánto inflas” (cuántas se toma) y otro “Cuánto en la cantina inflas”(o se toma), él relacionó las palabras y formó Cantinflas”.
Veamos esta fraseología:
¡Ahí esta el detalle!
¡A volar joven!
¿Cómo dice que me dijo que dijo?
¿Se puede compenetrar? (por entrar)
“El mundo debería reírse más, pero después de haber comido”
“Hay momentos en la vida que son realmente momentáneos”
“Algo malo debe tener el trabajo o los ricos ya lo habrían acaparado”
“Para mí todas las ideas son respetables aunque sean ideítas o ideotas”
“Prefiero la muerte antes que morir”
Monsiváis comentó sobre estas frases de Cantinflas: “Con cualquier otro cómico, estos parlamentos hubiesen sido extraordinariamente penosos. Con Cantinflas, adquieren brío, convicción, la fuerza de la épica del sin sentido”.
Un cómico buena gente de verborrea disparatada que con ese nombre interpretó al pueblo mexicano en transición de la modernidad, el caos mental, emocional, lingüístico, que se produce al no ser ni de aquí ni de allá. Aunque parece que es también la condición de las mayorías de las grandes ciudades de este continente en ciertas circunstancias históricas.
Ese Cantinflas era mordaz, sencillo, pícaro, con unos personajes y unos monólogos absurdamente continuos, embrollados y con unas muecas ayudadas por los movimientos de su mano izquierda. Con sus pantalones raídos, su aspecto descuidado, sin afeitarse y con unos bigotes que le parecían un entre comillas a su boca; con los pantalones sujetos a unos cordones, con los zapatos hechos trizas, camisa arrugada, raído sombrero de paja o de trapo de forma cónica, y más pequeño que su cabeza, y una ‘gabardina’ que era un trapo que le colgaba del hombro izquierdo, el emblema del cargador en las plazas de mercado o, como decimos, el cotero.
Era la caricatura del pelao mexicano, el representante del lumpen proletario, pobre y vago; pero bien vivo a la hora de sobrevivir. Pero también puede ser la expresión del semiproletario de las grandes ciudades. Algunos analistas han comparado ese pelao con el golfo madrileño, o el roto chileno, pero también podría ser el de las villas miserias, barrios populares de Brasil o de Colombia, el parcero. Entonces, en términos de clase, Cantinflas no era necesariamente la expresión del lumpen sino de las capas urbanas que se forman en la medida en que el capitalismo avanza.
Fuera de eso, Cantinflas se creía de todo, era el todero de las profesiones: cura, juez, policía, profesor, vigilante, abogado, enamorado, carpintero, torero, bailarín, candidato al parlamento, ujier de hotel, acomodador de teatro, etcétera, y más de 200 personalidades que tenían un elemento común: no se callaba nunca, hablaba mucho y no decía nada, lo que después se llamó una cantinfleada, voz aprobada por la Real Academia Española. Era, pues, el genio de la dislexia.
Criticó las desigualdades sociales, la discriminación, el machismo, la falta de solidaridad; criticó el provincialismo pero sobre todo a los terratenientes enfeudados, a los acaudalados, la “aristocracia desnaturalizada”. Como era ideológica y políticamente conservador, defendió pilares básicos de la sociedad, como la familia, la propiedad y la religión, así fuera progresista en sus críticas a la Iglesia.
Participó en más de 50 películas, como: No te engañes corazón, Águila o sol, Ahí está el detalle, A volar joven, Sube y baja, El analfabeto, El padrecito, Su excelencia, El profesor, El ministro y yo, El barrendero.
Como parte de su actuación humorística la hizo durante el gobierno progresista de Lázaro Cárdenas en los años de 1930, siempre se mofó del lenguaje de los políticos, incluyendo a los políticos de izquierda en especial al lenguaje de los sindicalistas y el teatro proletario, que Monsiváis llamó demagógico y redentorista, así en gran parte no lo fuera. Veamos un ejemplo:
Se disputaron dos dirigentes sindicales de izquierda Morones, de la Corriente Revolucionaria Obrera de México (CROM), y Lombardo Toledano, dirigente de la oficialista Central de Trabajadores Mexicanos (CTM). Este último, todo desdeñoso, le dice al otro: “Si Morones se propone demostrar su capacidad dialéctica, que discuta con Cantinflas.
Entonces Cantinflas les contestó: “Lo primero que hice fue pensar en ir a ver a Lombardo para preguntarle con qué objeto… pero luego pensé… ¡Pues, no! Porque, pensándolo bien, verdad, a nadie pudo haber escogido el Lombardo mejor que a mí para solucionar la solución del problema, porque, como digo, naturalmente, ya que si él no puede arreglar nada y dice mucho, a mí me pasa lo mismo y nunca llego a un acuerdo”.
“¡Ah! Pero que conste que yo tengo momentos de lucidez y hablo muy claro. Y ahora voy a hablar claro. ¡Camaradas! Hay momentos en la vida, que son verdaderamente momentáneos, y no es que uno diga, sino ¡que hay que ver! ¿Qué vemos? Es lo que hay que ver –porque, qué casualidad–, camaradas, que poniéndose en el caso no digamos que pueda ser –pero sí hay que reflexionar y comprender la fisiología de la vida para análoga la síntesis de la humanidad, ¿verdad? Pues ¡ahí esta el detalle!”.
Cantinflas fue el grande del humor en América Latina, aunque ahora no se hable de él sino de personajes parecidos como “El Chavo del Ocho” y “Chespirito”, y en el caso colombiano ¿de pronto el humorista Jaime Garzón no intentó algo parecido en sus farsas políticas con el personaje del embolador?
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