La disputa por la Alcaldía de Bogotá, con 11 candidatos, promete una campaña extrema que sólo tendrá un desenlace claro en el último momento. El 30 octubre se concretarán alianzas o renuncias disimuladas, que determinarán de algún modo el resultado final. ¿Continuidad o ruptura con el modelo definido por el capital? Uno de los candidatos con mejor opción es Gustavo Petro, polémico dirigente nacional. Hablamos con él. Aquí, apartes sustanciales de sus propuestas.
desde abajo (da). ¿Cómo llegó a la síntesis ¡Bogotá Humana Ya!, que es el nombre de su programa de gobierno?
Gustavo Petro (GP). Partimos de un diagnóstico fundamental: la ciudad creciendo, a la par que destruye su entorno ambiental y los seres humanos, segregándolos. Es esa la visión peñalosista de ciudad que continuó el PDA. Los primeros en sufrir tal destrucción son los niños, los jóvenes y las mujeres. Nuestro programa propone revertir tal dinámica de devastación; dejar de crecer sobre los bordes y de segregar socialmente. En vez de destruir seres humanos, construirlos con articuladas políticas de inclusión.
d.a. ¿Hay coincidencia entre el nombre de su programa, ¡Bogotá Humana Ya! y el nombre de las movilizaciones de los jóvenes que en España y en toda Europa claman por ¡Democracia Real Ya!?
G.P. No es casualidad. Progresistas, tal como lo construimos, es una red de nuevas ciudadanías. Si hay un puente comunicante entre el mundo árabe y el nuevo mundo europeo son las nuevas ciudadanías que hoy se expresan. En España son jóvenes educados quienes reclaman un orden que no los excluya más, orden democrático alterno al de la crisis capitalista que les niega trabajo. En Europa se hizo un esfuerzo histórico por educar con calidad a los jóvenes, y son estos mismos, de conciencias despiertas, quienes rechazan un orden que los margina.
d.a. ¿Democratizar y humanizar?
G.P. Uno de los grandes déficits, desde el punto de vista de la construcción de seres humanos, la gran deuda que deja el Polo en Bogotá, es el déficit democrático. Los ocho años de Lucho y de Samuel Moreno nada hicieron por ampliar la exigua democracia participativa circunscrita en los decretos de Mockus, que decían: puedes participar pero en los presupuestos marginales. Ese límite no fue superado. Debió ser la gran bandera del PDA, pero durante estos gobiernos lo que hubo fue una degradación y se pasó a las consultorías. Entonces, muchas instancias de participación ciudadana se llaman consultivas, un retroceso porque la ciudadanía no debe ser simplemente consultada sino que ella misma debe tomar decisiones. La pregunta debe ser: ¿Cómo gobernar sin clientelismo y con nuevas ciudadanías? La solución la da la democracia participativa.
d.a. ¿Qué variará en este escenario de democracia exigua en caso de resultar electo?
G.P. La ciudadanía no sólo participa; también toma decisiones. Y estas decisiones no son sobre el margen del presupuesto sino sobre el presupuesto central, el plan de desarrollo central, los presupuestos de las empresas de servicios públicos. Y algo aún más poderoso: el Plan de Ordenamiento Territorial, que es a 12 años. Y el método de decisión de la ciudadanía no es el de quién se inscribe sino los delegados electos en asambleas que expresan la diversidad ciudadana. Esta es la cesión de poder que proponemos para darle vuelo a la democracia real.
d.a. ¿Tiene este aliento democratizador algo que ver con los presupuestos participativos?
G.P. Sí, claro, es el embrión que viene de Brasil. La democracia participativa es un concepto latinoamericano. En Porto Alegre, la participación se volvió cultura y entonces la ciudadanía defiende el mecanismo que le permite decidir en los temas de la ciudad. No importa que se produzca la alternancia en el partido gobernante, que suba la derecha, pues el logro ciudadano se conserva. Entonces, la participación, más que asunto del ámbito político partidista, tiene que ver con la construcción de una cultura ciudadana real. Esa es nuestra apuesta: una vez que la ciudadanía vive la democracia, no se la deja quitar.
d.a. ¿Estas ideas y experiencias eran desconocidas en el PDA? ¿Qué aconteció?
G.P. En Bogotá hay un tejido muy rico de nuevas ciudadanías asociadas en diferentes ámbitos, que la izquierda tradicional no supo entender. Ni la de Lucho Garzón, que venía del sindicalismo, ni la de Samuel Moreno, que no era de izquierda y venía del clientelismo. Hay además unas lógicas articuladoras entre el sindicalismo de empleados públicos y el clientelismo político. Esta conjunción fue lo que tomó el PDA en Bogotá y se aceleró con la llegada al gobierno. Aquí se reforzó una vieja experiencia de izquierda con el gobierno y se desconocieron las nuevas ciudadanías. El conflicto se potenció con el cese total de democracia participativa y la clientelización total del PDA. Sus cuadros directivos son contratistas del gobierno distrital; por eso han tomado decisiones que entierran el partido, sólo para salvar al jefe de la clientela: Moreno Rojas y su entorno. Son decisiones que cualquier espectador externo señalaría como profundamente irracionales pero que tienen toda la lógica clientelar. Son decisiones lamentables para una izquierda con tanta tradición, pero eso es lo que ha sucedido.
d.a. Entonces, ¿el gobierno del PDA durante Moreno Rojas fue o no fue polista?
G.P. Los grandes negocios de los Moreno Rojas no se hicieron con la clientela popular; se hicieron con el poder. Los grandes empresarios del cartel de la contratación no son militantes del PDA; son militantes del uribismo o el samperismo. Y este es el legado de Rojas: una izquierda alejada de las nuevas ciudadanías, que desembocó en una profunda crisis de legitimidad: de ser la fuerza mayoritaria en Bogotá, según las últimas encuestas, el Polo cae al 1 por ciento.
d.a. Volvamos a su propuesta de gobierno. La historia de los movimientos sociales en Bogotá es la historia de reivindicaciones democráticas vitales. ¿Cómo se relaciona el programa con la memoria de las luchas de los movimientos sociales?
G.P. Los movimientos sociales de la ciudad giran en torno a la biopolítica, en torno a la vida. Son resistencias, algunas victoriosas, la mayoría derrotada, reivindicativa de la vida y la potenciación de los seres humanos. Teniendo esto claro, hay que partir del acumulado de luchas sociales en la ciudad. El objetivo de recuperar el Hospital San Juan de Dios, por ejemplo, fortalece la política de salud y le da coherencia. Además, la lucha contra la minería en la urbe, el río Tunjuelo, el tema del agua. ¡Bogotá Humana Ya!, sin ese acumulado de luchas por la construcción de humanidad, no es nada sino teoría.
d.a. Y la educación, ¿qué lugar ocupa?
G.P. Necesitamos una juventud educada, cosmopolita, una educación pública y de calidad. Nuestro programa tiene esa prioridad: la construcción de esa juventud capaz, con base en los cuatro semestres de educación superior universitaria en el colegio público, para todos los colegios públicos. No es un artificio. Esto tiene un costo. Cuando valoras lo que significa construir más colegios, lo que significa contratar más profesoras y profesores, eso te da unas cifras que convierten el tema en prioritario de la inversión pública que yo haría, por encima de las grandes troncales de transporte. La ciudadanía debe escoger: cemento o cerebros. Y eso escogerá la ciudadanía entre Peñalosa y Petro: o el cemento o el cerebro.
d.a. ¿Cómo es lo del cerebro?
G.P. Nuestra apuesta por el cerebro implica tres grandes transformaciones. La primera, la de la internet, íntimamente ligada al tema de la ETB. La ETB pública es lo que permite democratizar la banda ancha, en el hogar y en el barrio popular. Esto es un tema educativo y también productivo, porque las juventudes van a conseguir gran parte de su labor productiva a partir de la nueva economía ligada a la banda ancha.
Aquí el discurso de Flórez y Mockus tiene una gran deficiencia, pues, mientras ellos reconocen que la juventud tiene que ser productiva (en eso coincidimos), votan por privatizar la ETB: ¡una gran contradicción! Por tanto, ligar ética pública y equidad social es fundamental. Porque el luchador social puede robarse el dinero público y no hacer nada, pero también el de la ética pública puede cerrar los colegios públicos.
Llevar la banda ancha a todos los sectores sociales, sin exclusión, sólo es posible con una ETB pública. Si tal pretensión se la dejamos al mercado, no es posible lograrla.
d.a. ¿Cuál es la segunda transformación?
G.P. El sistema de colegios públicos con capacidad de ofrecer cuatro semestres de educación superior. Este programa se cuantifica, entre infraestructura y gastos corrientes, en 1,5 billones: 1 de infraestructura, que es un solo gasto, y 500.000 millones en profesorado. Nos proponemos crear 100 nuevos colegios. Lucho se propuso 38, y no alcanzó a hacerlos pero avanzó bastante. Samuel destruyó ese empuje. La propaganda según la cual Samuel logró la educación gratuita y de calidad es una mentira a la población.
Si tú pones al costo actual del colegio público ‘que se puede disminuir si usamos menos cemento y concebimos una educación más viva, menos carcelaria’, que es de 20.000 millones, por 100 colegios, te da dos billones. Si consideras el presupuesto de inversión anual del Distrito, que es de 6,5 y que ya está más o menos encapsulado con las troncales de Transmilenio y el entierro del río Bogotá, empiezas a tener un gran problema para encontrar esos recursos.
Y aquí pienso que la función social de la propiedad tiene mucho que jugar. En 100 colegios tienes un problema de lotes para encontrarlos. Entonces, tienes que vincular esto con renovación urbana, revitalización urbana: hay que comprar casas y poner esa población al lado, para no sacarla del lugar, pero en propiedad horizontal.
d.a. ¿Cómo tener los dos billones que cuesta esta parte de su propuesta?
G.P. Acudiremos al mercado financiero. Los Fondos de Pensiones tienen el dinero sin saber dónde ponerlo con seguridad. Entonces, les proponemos un leasing. Para ellos, dos billones equivalen al pelo de un gato. Se construyen los 100 colegios, les pagamos arriendo con opción de compra, se llevan la rentabilidad a sus Fondos –que fortalecen el sistema pensional– y tenemos los colegios que nos permiten avanzar hacia jornada única, infraestructura para educación superior en colegios públicos y nutrición ligada a la salud. Usamos el mercado financiero con fines sociales.
d.a. ¿Cuál es la tercera transformación?
G.P. El preescolar público, porque si el niño y la niña no aprenden jugando en la más temprana infancia, ¿cómo van a querer saber después? En esto último está el mayor vacío educativo. Necesitamos impulsar una cadena de afectos que le permita a nuestra niñez gozar la educación aprendiendo. Eso nos permite que el sistema educativo, de ahí en adelante, sea placentero y nos enseñe a pensar. Eso es lo básico: enseñar a aprender. En términos económicos, esta es nuestra prioridad, y todo lo demás se supedita a esto.
d.a. Es difícil gozar la educación con hambre o sufriendo la violencia doméstica, resultante de la angustia que estalla cuando el ingreso precario no alcanza para los gastos…
G.P. Tenemos estructuras económicas empobrecidas. La economía popular, que se encuentra en la calle, es mirada como delincuencial por las élites económicas dirigentes. Pero esa estructura económica tiene una potencialidad enorme; corresponde a un millón de puestos de trabajo: pequeños comerciantes, pequeños productores manufactureros, de garaje literalmente. No es de trabajo asalariado pero, mirada en perspectiva, si logramos que el Estado, en vez de golpear, de echarle bolillo, la acompañe y ayude, tendremos un Estado de economía popular y no un Estado contra la economía popular.
d.a. ¿Cómo puede ayudarle el Estado a la economía popular?
G.P. Con el saber. Y ahí volvemos al sistema educativo que propongo, con el espacio público, del cual la economía popular no es su enemiga. Por ello, lo que tengo que hacer es más espacio público, para que sea disfrutado a la manera latinoamericana: que no es el espacio público vacío, de cemento y gris europeo, sino el espacio multicolor, multitudinario y verde. Pero hay un tercer elemento fundamental que es el crédito. La economía popular carece de él. Lo que me propongo es construir el Banco Muisca, público, de primer piso, que puede ser mixto, que conquistando ahorro y no presupuesto le lleve recursos a la economía popular. Así podremos empoderar la economía popular, asociándola. Todo esto permitirá un horizonte vital y democrático alterno al orden del capital que hoy colapsa en Europa.
d.a. ¿Y qué propone en relación a la salud?
G.P. En Bogotá se hizo un esfuerzo en salud preventiva que se degradó en clientelismo político. Nuestros equipos de salud son contratistas a tres meses que hacen una encuesta por rutina, no llevan servicios de salud y han fracasado en la tarea preventiva. De los empleados del Distrito, 20.000 –que son la mayor parte– están en salud y vinculados por cooperativas de trabajo asociado. Los hospitales fueron entregados, uno por concejal. Se produjo la tercerización de la Ley 100. Hay una destrucción de toda la idea inicial de la salud preventiva que se quiso implementar con el Polo.
En salud preventiva, el primero objetivo es profesionalizar al personal, sin cuyo paso nada hay que hacer. Hay que acabar las cooperativas de trabajo asociado y vincular a carrera administrativa ese ejército de la salud que debe llevar salud primaria al colegio y el hogar.
d.a. Los comedores populares no quedaron articulados en sus suministros a redes de productores del área rural de Bogotá, menos a productores orgánicos. Se privilegiaron intereses de poderosos ofertantes mayoritarios. Es imposible hablar de salud con desnutrición o mala nutrición….
G.P. Los comedores sirven para focalizar población vulnerable pero no solucionan los problemas de desnutrición. Y lo que resuelve la desnutrición, además de la educación nutricional, es bajar el precio de los alimentos.
Hablamos de 10.000 u 11.000 toneladas diarias de alimentos en la ciudad. Tenemos que darle una solución al 70 por ciento de la población, que no se pude garantizar extendiendo las grandes superficies, lo que dice el Plan de Alimentación, y es lo que ocurre, porque eso implica continuar incrementando el precio de los alimentos. Se trata de acercar de nuevo a productores y consumidores de alimentos; fortalecer una asociatividad clave, la de pequeños tenderos y supermercados barriales. No es destruir tenderos sino fortalecerlos. En segundo lugar, hay que replantear a Corabastos, adquiriendo la parte no estatal, y hacer que funcione como territorio de intercambios y como marca, como empresa, que nos permita asociar productores campesinos, desde el anillo del área rural de Bogotá hasta mucho más allá.
d.a. ¿Y que pasa con la dimensión comunicación en este proceso de democratización?
G.P. Comunicación es poder. Se deriva hacia el mundo productivo de la nueva economía y hacia el ámbito educativo. Comunicación es banda ancha. Hoy sucede que quienes tienen mayor capacidad de pago cuentan con banda ancha. Los de menos capacidad de pago tienen acceso restringido o no lo tienen. Entonces, hay un gran problema porque no se puede hacer democracia sin usar la comunicación. No se puede hacer gobierno 2,0 ligando telemáticamente al ciudadano a la administración. No se puede avanzar en nueva economía, en especial los jóvenes, ni en el ámbito productivo ni en el educativo. No se puede generar una mejor movilidad como resultado de evitar todos los desplazamientos físicos que se podrían prescindir. La economía de hoy está ligada a la información, y la comunicación al cerebro, y eso exige banda ancha.
Entonces, cuando pensamos en ETB pública y Empresa de Acueducto pública, capaz de defender el patrimonio común del vital liquido, y Empresa de Energía Pública capaz de impulsar Transmilenio eléctrico, que bajaría costos, además de garantizar aire más puro, aparece nuestra idea de crear las Empresas Públicas de Bogotá, el modelo de Medellín, potenciando cada una de nuestras empresas a partir de su fusión.
De estas tres empresas, empieza a haber liquidez en Energía Eléctrica, que hoy se va a inversiones foráneas, que, pertinentes o no, reflejan ausencia de vías para invertir esa liquidez en Bogotá. Si se la invertimos a ETB para banda ancha, o al acueducto para que garantice consumo mínimo vital en la población con mínima capacidad de pago, o cosas parecidas, avanzamos en el proceso de democratizar la vida social y reducir la segregación.
d.a. ¿Qué ocurre con su idea de una empresa productora de medicamentos genéricos y la perspectiva de la firma del TLC con Estados Unidos?
G.P. Hay leyes y tratados que un alcalde debe obedecer. El alcalde no hace leyes. El TLC con relación a medicamentos es que se endurecen las normas para hacer genéricos por las normas de propiedad intelectual, que en el Pacto Andino eran más livianas. Hoy, con el marco actual, Bogotá sí puede producir genéricos. ¿Cuál es el problema de los genéricos? Que al ser hechos por empresas privadas no generan confianza sobre sus fórmulas. Los mecanismos de control, como en todo el sistema de salud, son muy débiles. Entonces, una empresa pública o mixta pero con control público puede garantizar esa confianza que requiere el consumidor para saber que ese es un medicamento de alta calidad a pesar de ser de bajo costo.
Me preocupa si tenemos espacio financiero para hacer la empresa o si podemos articular varias ya existentes en el contexto latinoamericano o mundial: en la India hay grandes desarrollos, en Sudáfrica, en Brasil, para articularnos en un contexto global. Me emociona más esta última idea.
d.a. ¿Cuál es su propuesta en salud?
G.P. Nuestra política de salud tiene varios componentes: no sólo la producción de genéricos, que van en vía de ver si reducimos sus costos operacionales. Sobre todo se trata de privilegiar la salud preventiva; recuperar la red pública de hospitales, hoy un desastre por la politiquería. Poder especializarlos en hospitales del corazón, vías respiratorias, cáncer, etcétera, según los perfiles de enfermedades de la ciudad. Esto sólo se puede hacer en Bogotá si disminuyen las enfermedades a partir del modelo preventivo. Si no sucede así, no podemos especializarlos. Dentro de esta especialización, lograr el hospital de cuarto nivel que no tiene la red pública. Una responsabilidad de Peñalosa y Mockus, pero también de Lucho y Samuel, que no quisieron abrir el Hospital San Juan de Dios.
El Hospital de cuarto nivel puede hacer transplantes de órganos. Como tiene ese nivel de complejidad, es el único que permite educar realmente a los estudiantes de medicina. Por eso, es fundamental reabrir San Juan de Dios, porque es de cuarto nivel y allí se puede construir una investigación que se irradie vía telemedicina, porque se puede potenciar la política educativa en salud, algo imprescindible. Un hospital vinculado, por demás, a la Universidad Nacional.
d.a. Usted propone profesionalizar a las madres comunitarias. ¿Cómo?
G.P. Privilegiar a la mujer es deber constitucional del Estado. Una de las dinámicas que más discriminan a la mujer es el que las madres cabeza de familia están entre las víctimas de la violencia y la juventud femenina pobre, que pierde su capacidad de estudio y producción. Lo único por hacer ahí es ayudar, independientemente de que sea víctima de la violencia o no, joven o no. Hay una vulnerabilidad mitigable si el Estado ayuda a la madre cabeza de familia. ¿Cómo puede hacerlo?
El preescolar es fundamental. La madre comunitaria no puede dar cuenta de un preescolar porque a ella la tienen allí sin educación, responsable de alimentar niños y hacerlos dormir, mientras los demás se van a trabajar. Queremos una madre comunitaria que se profesionalice en educación de la niñez y que no simplemente alimente sino asimismo eduque. Si abordamos el tema mujer, el de madre cabeza de familia, tenemos una multiplicidad de políticas que permitirán hacer de la mujer el grupo social privilegiado.
d.a. Pregunta del millón: ¿Cómo se garantiza que esto se haga realidad?
G.P. Mucho de lo propuesto no se cumple en cuatro años. En esto hay que ser muy honestos. Queremos variar la visión de crecimiento de la urbe, de la urbe hacia fuera, por una humana. La densificación del centro es a 20 años; empieza ya pero es paulatina, no cambia sino al cabo de décadas. Otros objetivos son de corto plazo y se pueden lograr si vinculamos, por ejemplo, los Fondos de Pensiones. En esto es posible un salto de construcción de infraestructura escolar de mayor magnitud que la ejecutada en el pasado.
El propósito de cambio en el preescolar es dable en cuatro años en un 50 por ciento. La educación superior en el colegio se puede lograr en cuatro años si se toman decisiones desde el comienzo de la nueva administración. La democracia participativa no espera, es el año entrante: por eso la palabra “ya”: Presupuesto anual, POT, Plan de Desarrollo, Presupuesto de las empresas de servicios públicos. El contexto es que se quiebra la historia social de la ciudad en función de una Bogotá humana.
d.a. ¿Y la fuerza social para hacerlo realidad?
G.P. Pienso que la democracia participativa te la da. Si las decisiones son acertadas e inmediatas, las grandes, las nuevas y las viejas ciudadanías actúan de inmediato, se expresan. Verás a los jóvenes reclamando en el POT que las universidades tengan campus o que no haya corridas de toros; reclamando espacios deportivos. Si permitimos que la ciudadanía tenga poder, ésta expresará con libertad y poder. Ese es el gran control al poder. No es la descentralización del alcalde al edil, que es la politiquería, y a eso lo llaman democratización-, es la desconcentración del poder del alcalde, del concejal, del edil, en la ciudadanía. El poder de la ciudadanía sobre el hospital, la policía, la escuela, el transporte, el presupuesto. Lo que llamo una verdadera democracia.
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