Algo pasa. El Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) perdió, quedó en minoría frente al total de votos de la oposición. Por primera vez, el triunfo de Chávez requirió tanto de los aliados históricos como de otros partidos inflados y con líos judiciales que conformaron el Gran Polo Patriótico. Aún así, desde 2006 su votación cayó del 63 al 55 por ciento, y los adversarios subieron al 50,7. Un resultado logrado, pese al aumento de más de un millón de venezolanos en el registro electoral y de los beneficios que derivan de la política social del gobierno bolivariano. Una vez con el tranquilizante del triunfo, el balance, la revisión y la crítica son más que necesarios.
Nota. Vistos los resultados numéricos de la elección presidencial, el antetítulo Los errores del “socialismo real inexistente” pudieran incrementar síntomas de no crecer, en la edición anterior, tuvo una comprobación inmediata. Asimismo, resultó válida la afirmación y la pregunta incluida en ese artículo, pág. 22: “el lunes 10 de septiembre (el PSUV) tiene anotados 6.729.361 sufragantes […] 13.679 comandos y 886.345 patrullas Carabobo que ya cumplieron con la tarea de registrar el “1por10” votantes […] No cabe pensar en un número mayor y abigarrado de simpatizantes del chavismo, […] (con) volumen y representación visible en las marchas y concentraciones, […] ¿qué sólo espera ir a votar el 7? ¿Cuántos son o pueden ser?”. Sólo fueron unos pocos miles. Fue una votación para el Presidente, con ¿¡los mismos votos!?, antes y después de seis años en ejercicio del poder, con realizaciones sociales, y de una campaña electoral de tres meses. ¿Cuál y dónde están la causa y la responsabilidad?
En la Venezuela que pinta de vino tinto las sillas nuevas del estadio de Puerto de la Cruz para las eliminatorias del Mundial de Fútbol, hoy, con una distribución de la renta petrolera diferente –a favor de la inclusión social–, de la que hacía el capital privado en la IV República (1958-1998) –el pasado–, con dos lustros de poder y de legitimación con una mayoría social no sólo electoral, tras el victorioso 11-13 de abril de 2003/paro petrolero-febrero 2004, y del premio con la reelección de Chávez en 2006; ahora, más de seis millones de venezolanos, 6.461.612, ya no hicieron caso. Aunque así lo agiten, no fue la “batalla perfecta”, que con “¡Chávez ♥ corazón de mi patria!” tenía en su meta rozar los 10 millones de votos. Con el “vamos a darle una paliza a la burguesía” cerró la campaña.
Aún con la dificultad, es concebible la radicalización “antisistémica” o de profundidad estructural de la revolución con medidas generales frente a: valor y propiedad del suelo urbano, limitación inmediata del porcentaje anual en el producto interno, venta del petróleo; papel y alto porcentaje de ganancia de la banca privada –¿nacionalización?–, empleo digno; modificación de 21 bolívares en circulación por cada US$ o su valor en oro, con efecto de una inflación –aún en 18 por ciento, que brincó 1,6 en septiembre–, permanencia antisocial del IVA en 11 por ciento; soberanía alimentaria y conocimiento público de un catastro de tierras del Estado, su uso, localización, productividad; avance de una raíz auténtica del poder popular, con un reflejo palpable en la disminución de la inseguridad.
Medidas dentro de una necesidad y radicalización de la Revolución que pone en crítica el discurso, el método, la participación colectiva o no, y, por supuesto, su interpretación constitucional y su debate institucional; como también la discusión dentro de las fuerzas del Gran Polo Patriótico; en tanto y al parecer no convencen o no aceptan cada día más un mayor número de venezolanos.
Una victoria con preguntas
¡Oh, sorpresa! Horas después del triunfo electoral, el presidente Chávez llamó por teléfono al opositor Carriles*. A diferencia, en la elección pasada, y con un discurso ‘menos socialista’ entonces, no llamó al contendor vencido. La fecha de la elección presidencial que desde hace décadas era costumbre cumplir el primer domingo de diciembre, en esta ocasión tuvo el adelanto de unos meses y quedó para el pasado 7 de octubre. Fue una inteligente medida. Los comicios ocurrieron antes de la temporada de invierno, cuyos posibles efectos podían influir en una cantidad menor de votantes.
Una parte notoria de las 22.780 familias damnificadas por las lluvias hace dos años en Caracas, cuyo caso dio el motivo y contó a favor con una Ley Habilitante, con un año y medio de duración para resolver su situación de vivir en puntos de refugio, permanecen en esos lugares todavía. En Caracas, al menos 33 edificios y hoteles aún son noticia. Un detalle, como otros, que pone sobre la mesa “hacer un mejor gobierno” y superar la ‘ineficiencia’ que el propio Presidente admitió en los últimos días de campaña. Tamaña promesa.
Hugo Chávez insistió en un compromiso en las instalaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) durante su discurso de proclamación oficial para el período presidencial 2013-2019. Y reiteró “Eficiencia o nada” el 13 de octubre en la juramentación del nuevo Vicepresidente, junto a cuatro recién nombrados integrantes de su gabinete. De igual manera, esa misma noche extendió una lamentación, que de tiempo en tiempo es constante, respecto de la eficacia en la información acerca de la “obra de gobierno”, que “la oposición impide”. Machacó entonces acerca de la necesidad de llevar y utilizar impresiones portátiles en cerros y campos “con el método antiguo de los esténciles”, de “radio bemba”, “esquinas calientes”, “emisoras comunitarias”, etcétera, y de información continua por el sistema estatal, de todas las firmas con aprobación de presupuesto y puntos de cuenta.
A la par, o más que un llamado al nuevo gabinete para que emprenda una “batalla propagandística” y de divulgación de la actividad diaria en Miraflores, y más allá de afirmar que 55 de cada 100 venezolanos votaron por el socialismo, la Revolución está en mora de un balance de los errores –evidentes–, los excesos en la ejecutoria del poder, y también de la concepción, la planificación y el discurso sobre la inercia que conserva el proyecto. Signado por el carácter de “Revolución-capitalismo de Estado en expansión”, con base y liquidez en la renta petrolera, y sus lunares parasitarios, contraria a un socialismo ético, productivo y colectivo que está en reclamo por crecientes sectores del activismo social y político.
La movilización reivindicativa de diferentes sectores no cesa, y no hay conformidad de amplios sectores populares con un ‘tiempo largo’ y de espera para recibir los cambios. El tiempo puede acortarse para cumplir la promesa “eficiencia” y de “un mejor gobierno”.
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