La historia de la Acción Comunal (AC) en Colombia refleja los avatares de sus comunidades por consolidar procesos de trabajo común, superar la realidad social excluyente, transformarla –resistir, sembrar los territorios de vida y dignidad. Sin embargo, el camino escarpado de la realidad colombiana, con antecedentes de invasión española, dominio inglés y estadounidenses, desarraigo cultural, organización social y política desde los intereses de las élites, entre otros, mellaron las valiosas posibilidades de una AC con identidad, con saberes propios y retos del tamaño de los sueños de las propias comunidades.
Como lo manifestó Orlando Fals Borda “La situación del país es tan crítica, que no cabe sino pensar en actos heroicos y totales como cuando Catilina inventó la subversión moral al encabezar la justa rebelión de los esclavos contra Cicerón y los otros miembros corruptos del senado romano. Abrigo aún la esperanza de nuestra superioridad tropical, la inventiva de nuestros pueblos originarios, las bases organizativas de nuestra propia democracia radical donde la AC, más allá de su institucionalización administrativa, jurídica y formativa, riegue el camino de planes de vida pensados desde los pueblos” (1).
Este es el sueño, pero la realidad de las comunidades populares colombianas se conserva grave. La desigualdad se ahonda, la riqueza alcanza mayores niveles de concentración, la participación política de las mayorías se mantiene como una formalidad que no transforma nada. No es extraño, por tanto, que el propósito de cambiar nuestra realidad se mantenga vigente, es más, es urgente. Y en ese propósito la AC tiene un papel por jugar, para lo cual es indispensable romper su burocratismo, estimulando una relación dinámica de cada una de estas con las comunidades que las eligen, liderando en cada barrio procesos dinámicos de transformación. Para que así sea, es indispensable la formación, estimular, el surgimiento de nuevos liderazgos sociales.
Como un aporte en esta dirección debe entenderse la reciente aprobación por parte de la Confederación Nacional Comunal y el Ministerio del Interior, del plan nacional de formación de formadores para las Juntas de Acción Comunal (JAC).
El plan de formación en Bogotá
En su segunda versión, el plan de formación arrancó en el 2013 se inició con la selección de 176 comunales del Distrito, para lo cual se aplicaron pruebas psico-técnicas, estudio de hojas de vida y entrevistas. Las primeras sesiones de formación se llevaron a cabo en San Juan, corregiduría de la Localidad 20 –Sumapaz– los días 9 y 10 de febrero, centrados en estudio de cartografía social, valorando imaginarios, experiencias y saberes proveniente de cada una de las localidades participantes.
El paso siguiente será la fase formativa, equivalente a 120 horas por localidad, para lo cual estas fueron distribuidas de la manera siguiente:
Núcleo: Kennedy, Bosa y Tunjuelito.
Núcleo: Ciudad Bolívar, Usme y Sumapaz.
Núcleo: Los Mártires, Antonio Nariño, Puente Aranda, San Cristóbal y Rafael Uribe.
Núcleo: Santa Fe, Fontibón, Engativá, La Candelaria y Teusaquillo.
Núcleo: Usaquén, Chapinero, Suba, y Barrios Unidos.
Las expectativas
Uno de los objetivos del proceso formativo es que cada participante construya en su comunidad o sector barrial, su Plan de Desarrollo, mediante el aporte de diagnósticos y la aplicación metodológica de la cartografía social, además, de multiplicar el proceso educativo a partir de los formadores de cada localidad, donde cada Asociación de Juntas es responsable de dinamizar la formación.
Más allá de certificar cursos y horas de formación (como es la mirada tradicional de algunas de estas instituciones), las expectativas organizativas, pedagógicas y de planeación estratégica de las comunidades visualizan un camino diferente, contrastando la instrumentalización del movimiento comunal, donde los territorios no se planeen desde la frialdad de los escritorios, donde la norma recoja la mirada de las mayorías y, desde luego, donde los recursos con destinación pública no terminen en manos de gamonales.
Es preciso que en las JAC se decante que “La crisis nacional y social colombiana, está atravesada por la narco-economía, desde mediados del siglo XX, junto con el conflicto histórico social e institucional, la multiviolencia, pobreza crítica, atraso en la conciencia política, marginalidad social e informalidad económica, en el contexto de un modelo socioeconómico y cultural asimétrico, caracterizado por crecimiento económico y subdesarrollo social, excluyente y concentrador de oportunidades, riqueza, tierras, educación y poder” (2). Para que así sea, es necesario construir una mirada integral del país, desbordar los reduccionismos y concretar salidas comunes para transformar los territorios, la cultura y la sociedad.
Los retos
Es evidente que muchos actores del movimiento comunal no reducen su plan estratégico de formación a certificados y créditos educativos, aunque no logran construir total autonomía y proyectarse con sentido de educadores populares en sus planes de formación. En muchos de los más de 50 mil barrios que cuentan con JAC falta identidad nuestramericana para potenciar los nuevos liderazgos, que deben formarse desde la acción cotidiana y desde la formación que motivemos desde nuestras organizaciones.
Estos son grandes retos por asumir y concretar. Como lo son la defensa de nuestros territorios, y en ellos, los recursos estratégicos que tanto apetecen las multinacionales. Recuperar, estimular, entre nuestros vecinos, el respeto y amor por la naturaleza, la vida y la humanidad, así como la acción verdaderamente solidaria y desinteresada, por la acción-común, por la común-unidad. Todas estas son acciones y procesos necesarios para concitar rupturas y nuevas alternativas de gobierno y de poder.
1 Apartes de la conferencia del sociólogo Orlando Fals Borda, pronunciada el 28 de febrero de 2007, en el acto de aceptación de la Gran Cruz de la Orden del Congreso de Colombia, efectuada en el Salón de la Constitución del Capitolio Nacional, al fundador de la primera Junta de Acción Comunal Rural de la vereda Saucío, Municipio de Chocontá, Departamento de Cundinamarca, en agosto de 1958. Colombia. Revista CEPA, abril 2007. Nº. 3. p. 40.
2 VALENCIA, Luis Emiro, Historia, Realidad y Pensamiento de la Acción Comunal en Colombia 1958-2008, Escuela de Administración Pública, 2009, p. 123.
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