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20 de junio: Segunda marcha de solidaridad intergeneracional

20 de junio: Segunda marcha de solidaridad intergeneracional

El envejecimiento camina silencioso y galopante en el Distrito Capital, en sus barrios, en Colombia y América Latina, como parte de una problemática social que requiere del concurso del Estado, la familia y el conjunto de la sociedad.

 

Colombia, que aún vive el beneficio del bono demográfico, en menos de 12 años contará con una población mayor que superará a las 8.548.000 personas.

 

Tras esa senda, hay que tener en cuenta que Bogotá cuenta en la actualidad con 729.000 personas mayores de 60 años, las que en menos de 10 años sumarán 1.258.000, con una esperanza de vida de 73.9 años en las mujeres y 69.9 en los hombres.

 

Hoy existen en Bogotá 43.303 personas mayores que se encuentran fuera del Sistema de Seguridad Social. Problemática a la cual hay que anexarle las dificultades en la entrega de medicamentos (sólo el 56% de ellas recibe la totalidad de los medicamentos formulados), cirugías, citas con médicos especialistas y carencia de formación médica con sentido de humanidad.

 

Pero también han llegado a esta capital más de 200.000 personas mayores desplazadas; realidad que se agrava por el registro de 2.780 personas mayores expropiadas de todo, o como se les conoce con eufemismo, “habitantes de calle”. Problemática que para ser atendida de manera adecuada exige la formación y capacitación de funcionarios –de la Secretaria de Salud y Secretaria Distrital de Integración Social– especializados en envejecimiento y vejez.

 

Tarea nada fácil de emprender, toda vez que el Estado y el Distrito dejaron de construir infraestructuras para ofrecer un servicio de atención integral a las personas mayores. Por parte de religiosos, instituciones privadas y otro tipo de figuras jurídicas, se han instalado 540 instituciones para ofrecer servicios de atención a esta población, de ellas solo están visibilizadas 249.

 

Para controlarlas se expidió la Resolución 0182 de 2013, que especifica la implementación de estándares de calidad para los hogares geriátricos y gerontológicos, abordando la normatividad de manera descontextualizada, sin tomar en cuenta las condiciones socioeconómicas de estas instituciones, en su mayoría ubicadas en casas de arriendo. Una aplicación ciega de esta resolución conduciría al cierre y a la clandestinidad de estas instituciones por los abusos de autoridad que cometen permanentemente funcionarios de Control y Vigilancia de la Secretaria de Salud.

 

Pero la problemática por afrontar es mayor, toda vez que en nuestro país existen 2.400.000 personas mayores que no cotizan al sistema de pensiones, miles de las cuales sobreviven con un subsidio de $45.000 y $75.000 que entrega el gobierno nacional, muchos de ellos viviendo en inquilinatos, sin seguridad social de ningún tipo. Para los que habitan la ciudad capital, el Distrito entregaba hasta el año 2011 $95.000, pero por presiones de la marcha del año 2012 se incrementó hasta $120.000.

 

Este dinero era complementado con la alimentación que se entregaba en los comedores comunitarios, ahora cerrados, sustituidos por la entrega de mercados, a todas luces muy pobres, y que por lo tanto no garantizan la alimentación que estas personas requieren. Sin garantía de comida, ni dinero para acceder a un buen plato, el problema de la salud se incrementará.

 

Son estas realidades, donde destaca la falta de compromiso del Gobierno Nacional, con su ausencia de visión adecuada para construir una política pública para “una vejez para todas las edades”, centrada en principios como dignidad y solidaridad, la que ha llevado a distintos colectivos sociales a impulsar la marcha del 20 de junio de 2013. Entre sus objetivos: que se cumpla con la Ley 797 que establece un apoyo económico, de hasta el 50% del salario mínimo legal mensual vigente, para ancianos indigentes de 65 años e indígenas y discapacitados de 50 años.

 

La macha también pretende:

 

– Garantizar la salud universal para todas las personas, como un derecho fundamental, sin ningún costo económico y como garantía prevalente para las personas mayores en su bienestar físico, mental y social. Derecho que no puede ser lucrativo.

– Impulsar la salud comunitaria, donde médicos de familia recorran permanentemente las localidades, viviendas e instituciones donde se encuentren personas mayores, ayudando a la prevención, promoción, atención y rehabilitación, evitando al máximo la hospitalización.
– Crear centros de salud geriátricos, centros de rehabilitación en gerontología, hospital geriátrico, centros psicogerontológicos para atender la salud mental, capacitar a los profesionales en el área de la gerontología y geriatría.

– Implementar parques cubiertos intergeneracionales, para las personas mayores en las diferentes localidades donde cuenten con salas de internet, cineterapia, musicoterapia, salón de juegos, terapia ocupacional y gimnasios propios para personas mayores.

– Interceder ante los medios de comunicación en su compromiso por el reconocimiento de la vejez en Colombia, su identidad, rompiendo con los estereotipos negativos; darle forma a una emisora y un periódico en pro de la persona mayor, como un derecho al lenguaje y a los medios de información

– Implementar una cultura de humanidad y valores, a favor de la persona mayor, por medio de cursos de capacitación, seminarios, foros, diplomados, conversatorios, actividades necesarias de implementar con niños, estudiantes de secundaria, en escuelas de enfermería, universidades, funcionarios del Estado y políticos, todos a favor de la persona mayor.

– Impulsar cursos de capacitación. Seminarios, congresos, conversatorios y diplomados en el área de la gerontología, geriatría, enfermería gerontológica, cursos de cuidadores, recreación gerontológica y relaciones humanas a favor de la personas mayores.

– Poner en práctica la teleasistencia, con un centro de atención de telefonía las 24 horas del día para las personas mayores. Vincular a este servicio bachilleres, lo que demanda su previa capacitación para que estén en capacidad de apoyar, acompañar, ayudar y cuidar a la persona mayor cuando la familia no lo pueda llevar a una cita médica, cuando quiere ir a un cine, a un museo, a una salida ecológica, etcétera.

– Comprometer a las EPS con el aporte de pañales para aquellas personas mayores que no cuenten con recursos económicos, y que se encuentren en estado terminal, con discapacidades o eventos cerebro vasculares.

– Orientar, capacitar y asesorar a los funcionarios de control y vigilancia en relaciones humanas, en conocimientos de gerontología ajustados a la realidad.

– Establecer una veeduría de seguimiento y sanción a aquellos funcionarios que reiteradas veces cometen abusos y atropellos en contra de los centros geriátricos.

– Lograr que las políticas públicas de envejecimiento y vejez no están hechas “para no están hechas”, es decir, para tenerlas en los recintos de los edificios, de los cuales hay que salir e integrarlas en el cotidiano vivir de las personas mayores.

– En esta misma senda, que la política pública de envejecimiento y vejez garantice la promoción, protección, restablecimiento y ejercicio pleno de los derechos humanos de las personas mayores sin distingo alguno, permitiendo el desarrollo humano, social, económico, político, cultural y recreativo, promoviendo el envejecimiento activo para que estas personas –de hoy y del futuro– vivan una vejez con dignidad, a partir de la responsabilidad que le compete al Estado en su conjunto, de acuerdo con los lineamientos nacionales e internacionales.

– Garantizar un presupuesto suficiente para garantizar los derechos de estas personas. Entender que sin fuentes de financiamiento, y sin voluntad, no se construye una política pública efectiva de envejecimiento. Entender en esto que las crisis económicas no son disculpa para violar los derechos humanos de las personas mayores.

Con estos objetivos al frente marcharemos el próximo 20 de junio, sabiendo que el envejecimiento habita en cada uno de nosotros, en nuestras células, en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos y acciones; que a vejez se cultiva a través de los años, la toma en sus manos y no permite que desaparezca de la inmensidad de sus ojos, de la sonrisa de sus labios, del sentir de su piel, de su memoria fugaz y el amor que se enciende cuando están unidos a otros hermanos.

Información adicional

Bogotá, por los derechos de las personas mayores
Autor/a: Julio Murillo
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