Es la hora de la iniciativa popular
Sin sobreponerse aún a la sorpresa para algunos de arriba, Bogotá es el tema de moda en todos los círculos. No es para menos cuando la Alcaldía Mayor no quedó en las mismas manos y dentro de las chequeras del partido Liberal y el partido Conservador. Tampoco les salió un remedo ´visionario´ con acento de peñalosismo y carreta de ‘independiente’. Lucho, alcalde mayor, ha levantado grandes expectativas, no sólo en la ciudad sino también en el exterior y en todo el país. Una expectativa y esperanza nuevas para muchos. Para muchos porque ahí están años y años, un tiempo largo, para miles de personas negadas y olvidadas: mujeres y hombres, viejos y jóvenes que en su vida, en sus recuerdos y en sus cicatrices solo han sufrido los gobernantes de siempre –hábiles en presentar espejismos de ‘bien común’– que no resuelven las privaciones cotidianas. Entonces, con la posibilidad de gestión que encabeza Lucho, una nueva esperanza recorre los barrios más pobres y alienta a todos sus habitantes. Con Lucho, ese despertar está presente también en la mayoría de sectores de clase media, donde muchos de sus pobladores han sido testigos de una ciudad que creció avenidas, paseos y edificios, pero también extendió más exclusión e injusticia. Con emoción igual, hay miradas entre los numerosos activistas de todas las localidades. Aquellos que por años y con un esfuerzo constante –ayer y hoy– siembran semillas de conciencia, dignidad y rebeldía. En contrario, y aunque hablan de democracia, los detentadores del statu quo y beneficiarios en sus cuentas del crecimiento urbano, hacen malas caras y comentarios desapacibles. Esos que orientaron una ciudad sin corazón y ahora, ante la nueva administración, presionan y se atraviesan para que Bogotá no abandone el rumbo egoísta que le diseñaron. Por eso, hacen propaganda y quieren meter en cada entidad y oficina un supuesto primer reto: que la nueva administración cumpla los preceptos administrativos y se limite a realizar la gestión técnica como distintivo esencial.
Tiempo de la iniciativa institucional
Una cosa es hacer una administración ejecutiva, vigilante ante la corrupción por encima, y otra muy distinta es hacer una buena gestión. De acuerdo con experiencias de gestión pública en Brasil, México, Uruguay, que han tenido perfiles populares, hacer un buen gobierno implica, ante todo, diseñar un proyecto de ciudad que parta de la gente y le permita su dignificación. Que ponga en juego, al mismo tiempo, una relación por medio de la cual el poder administrativo y el control social entrecrucen cogestión en múltiples espacios, con presencia efectiva de la comunidad en cada uno. De este modo, se puede gestar un nuevo embrión de poder y de fuerza. El instrumento único para enfrentar las reacciones y la vuelta al pasado y a su forma de gobernar que pugnan los privilegiados de siempre.
Y, ¿cómo se puede llegar a ese objetivo?
En primer término rompiendo con la creencia, infundada por aquello que llaman “el realismo político”, de que los votos que lo eligieron y la opinión pública que los acompaña, como formalidad democrática, son suficientes y son la garantía en “esta democracia” para sobrellevar un gobierno diferente. Si de verdad se aspira a realizar una gestión alternativa, que se sienta en todas partes la diferencia positiva con todos los que la antecedieron, hay que superar ese dique. A cambio, comprender que la desestabilización y la oposición van a crecer y que sin relegitimar día a día los hechos que permitieron ese voto y esa opinión, es imposible llegar, felizmente, al último día de este nuevo gobierno. En segundo lugar, no pegándose ni haciendo caso de la presión que con intencionado favor o en daño de su aspiración futura, orquestan los grandes medios de comunicación como recurso para ‘ablandar’ y controlar las medidas del mandatario ‘díscolo’ de la tradición. Entonces, se debe superar, desde un principio, la regla de las conveniencias del poder formal y abrazar la regla de oro de un poder real, el cual descansa, sin duda, en la fuerza que se puede movilizar, la iniciativa de las comunidades que se pueda canalizar: el sujeto nuevo que espera, tiene esperanza y en la ciudad está por construir. Es ahí y desde ahí donde debe aparecer el mensaje, la ruptura con un nuevo mensaje mediático para un alcalde independiente.
El primer reto para el equipo de Lucho
Pero también, rompiendo los parámetros impuestos por sus antecesores y por el capital que se lucra del trabajo de los habitantes de esta gran ciudad. No sentir como extraño que diferentes sectores hablen de programas, acciones e inversiones con el fin de alcanzar solución profunda de las problemáticas que afectan a los bogotanos con ruptura de criterios tecnócratas de contabilidad financiera y legalidad normativa. Algunos, pueden ser:
Hambre:
En este tema, hay que ir a fondo. Se debe diseñar un modelo que relacione ingresos, tierra, mercadeo y consumo. Elevar así la participación y la autoestima de los pobres de la ciudad, para que se sientan y vivan como seres humanos reales, capaces y solidarios. Romper la idea de un hambre con solución de ración alimenticia.
Salud:
La deuda social por pagar y las medidas que interpreta la esperanza son: reabrir el Hospital San Juan de Dios, ampliar la cobertura del Sisben y aplicar un modelo real de salud preventiva.
Vivienda:
Como no lo hizo ninguno, asumir un subsidio Distrital que complemente el nacional para favorecer miles de familias que hoy viven en inquilinatos.
Empleo:
A partir de hacer el sondeo real que viven miles de personas en desempleo, subempleo y empleo mal remunerado, aplicar medidas económicas de choque que recuperen la autoestima y potencien la solidaridad social.
Educación:
Con base en las cifras, explicar a la ciudad la situación real de crisis educativa y movilizar el conjunto para solucionarla.
Transporte:
Acelerar un manejo diferente, de democratización del Transmilenio: Como primer paso, definir tarifas diferenciadas para los ancianos, los niños y los estudiantes.
Es hora de la iniciativa popular
El logro de las soluciones no descansa en lo mero institucional. Las nuevas circunstancias propician y permiten una actitud política en ciernes desde los sectores populares. Con acciones que parten de la cuadra y del barrio, con elaboración de planes y programas, que sobrepasan el límite de la participación enmarcada en las fichas oficiales y que obligan al mandatario a escucharlas. Es una disposición que se está notando y que transita en todos los esfuerzos y acciones comunitarias en las que hoy se procesa y proyecta su entendimiento acumulado de ciudad. De vida digna, felicidad, solidaridad y buen gobierno.
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