La propuesta tocó al electorado, quien advirtió la urgencia de contrarrestar el desastre social que viene provocando un neoliberalismo ramplón y hacer algo mientras el propio electorado lo desmonta. Porque la hambruna, no como falencia climática en una agricultura medioeval sino como catástrofe, es producto de los soberbios “revolcones” importados de Chile bajo la marquilla de Pinochet-Friedman, su economista de cabecera y asesor mayor. Es pues la neoforma de organización política, económica, social, cultural y humana la que autora del descalabro, tantas veces cifrado por el Dane colombiano.
Pero además de la urgente necesidad enmendar el entuerto, se trata también de ir a la búsqueda de valores perdidos que rozan con el derecho a la vida, puesto una existencia hambreada y desnutrida linda con la mayor desdicha física que altera por supuesto las dotes espirituales de los humanos.
Si el Derecho a la alimentación está consagrado como un derecho humano reconocido por el “Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales” suscrito en Nueva York el 16 de diciembre de 1966, y aprobado por la Ley 74 del 26. XII.1968, en vigor para Colombia desde el 3 de enero de 1976, entonces está inmerso en los principios constitucionales del Estado Social de Derecho –que fue la bandera que se izó con la Constitución de 1991.
Soberanía alimentaria
El primer requisito para que el desfalco neoliberal se enderece y ese derecho se rescate, hay que ir por los fierros patrios para exigir el derecho que cada nación tiene para mantener y desarrollar su propia capacidad para producir alimentos básicos. No en vano los europeos y los del norte americano invocan motivos de índole social y seguridad para proteger sus agros a punta de subsidios1 , en contravía de los principios económicos de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La soberanía alimentaria es el derecho de la nación de mantener y desarrollar su propia2 capacidad para producir alimentos básicos respetando diversidad biológica y cultural; la soberanía alimentaria es además, una condición previa para la verdadera seguridad alimentaria. Seguridad que a su vez ha de permitir el acceso a alimentos sanos, nutritivos y culturalmente apropiados en cantidad y calidad para una vida saludable que respete la dignidad humana. Así mismo contempla el derecho a producir nuestros propios alimentos en nuestro propio territorio. (Foro Mundial Alimentario 2002 – Vía campesina 2004).
Zonas Bio-Estratégicas de reserva alimentaria y ambiental
La siguiente es una agenda a proponer:
- Mantener alrededor de Bogotá equilibrios macro ecológicos y productivos que eliminen la vulnerabilidad de la ciudad en torno a las dependencias de despensas agrícolas situadas lejos de ella, previniendo bloqueos, aislamientos y demás problemas de abastecimiento o desabastecimiento, originados por derrumbes, guerras, estrategias militares, catástrofes naturales, etc.
- Revisar la gran inestabilidad en precios y zozobra de los habitantes consumidores, que desligados por compleo de los procesos productivos , dependen de la concentración en la distribución de las grandes cadenas comercializadoras o gigantescos centros de acopio como Corabastos. Excesos de concentración crea problemas de basuras, desperdicios y contaminación de diferente orden. Concentración que incrementa la intermediación y baja la capacidad de negociación del pequeño y mediano productor con ventajas para el consumidor.
- Impedir la destinación de la tierra, con vocación agrícola o necesaria para el mantenimiento del medio ambiente sano, a proyectos destructivos, contaminantes o erosionantes, que comprometan en zonas estratégicas y vitales para la ciudad y la producción alimentaria de sus habitantes.
- Generar en los bogotanos y sus millones de migrantes la pertenencia al territorio en su acepción amplia, base sine qua non para superar procesos de desarraigo , sentimientos de abandono y soledad, para tejer procesos sociales con mayores solidaridades.
- El cuidado territorial del cinturón alimentario implicaría un flujo permanente de experiencia, cuidado y adaptación de suelos, respeto cultural de las vocaciones agrícolas y alimentarias que facilitaría la integralidad del desarrollo de otras políticas públicas, salud, vivienda, educación, recreación, etc.
- La dignificación de las personas y las familias que no se ven privadas de la posibilidad de producir (trabajo humano, sentimientos de utilidad, no-dependencia del asistencialismo ni de la caridad) ni de los consumos alimentarios básicos que impedirían su pauperización, nos permitirían sustentar, que es posible sustituir cinturones de miseria por cinturones alimentarios.
- Abordar otros temas trascendentales en la alimentación, también permitiría hacer en tiempo récord planes de emergencia alimentaria en caso de catástrofes inclusive en el ámbito nacional o internacional. Asimilar rápidamente flujos migratorios fuertes y ubicar o reubicar rápidamente población en peligro de vulnerabilidad alimentaria.
- La población tendría como lanzar alertas tempranas en procesos de urbanizaciones piratas, establecimiento de proyectos contaminantes, encarecimiento de la tierra, desalojos, abusos en los costos de los servicios públicos o lesión a las comunidades aledañas. La protección ambiental seria reforzada, al igual que procesos de producción agroecológicas limpias, al igual que la protección a la diversidad etnocultural para que en ese pluralismo prosperen los conocimientos ancestrales de la producción y de la culinaria nacional.
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