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La defensa del arroz y la Jornada Andina contra el TLC

La Tarde, abril 13 de 2004

Cuando Washington dijo que el 18 de mayo se iniciarían las conversaciones bilaterales en Cartagena se cerraron filas en el gobierno y se acallaron las disidencias, terminaron por ponerse de acuerdo los asesores presidenciales y el ministerio de Agricultura quienes durante un año y medio estuvieron enzarzados en duelo de opiniones , en muchas oportunidades por matices o aspectos adjetivos, en torno a los acuerdos de comercio que el gobierno de Uribe se ha inclinado a “negociar”. Todos se dedicaron al “entrenamiento” de lo que bautizan como “equipo negociador”.

Los estudios preparatorios elaborados por el ministerio de Agricultura para el trato con Estados Unidos admiten dos hechos que ponen a Colombia en este sector en condiciones de indefensión evidente y casi catastrófica: las ayudas internas que Estados Unidos entrega a sus agricultores, los famosos “subsidios” que en promedio suman la mitad de los ingresos de los productores rurales gringos, no serán objeto de discusión alguna y, por otra parte, con más pesadumbre que con optimismo, el ministro Cano en el prólogo del texto avisa que ” en el fondo de lo que se trata es de ceder parte del mercado interno a cambio de ganar parte del externo”.

En esto coincide con “negociadores” como Carlos Felipe Jaramillo, uno de los prosélitos favoritos de Hommes en estas materias, quien, en trabajos académicos al servicio de instituciones internacionales, se pronuncia contra la protección a aquellos productos que llama “sensibles”, como el arroz, en aras de la “eficiencia” en el uso de los recursos y de la supresión de “los monopolios” y a lo sumo consiente, como lo hace en edición reciente de la Revista Centroamérica en la Economía Mundial Siglo XXI, “buscarles alternativas y tenderles una mano en la transición”.

El caso del arroz es uno de los más dramáticos, está entre los ocho cultivos que Estados Unidos ha decidido imponer en el exterior a toda costa y costo. Su precio internacional de venta es un 35% por debajo de los costos totales, incluyendo la producción y el transporte, la productividad promedio en Estados Unidos es casi de 9 toneladas por hectárea y en Colombia sólo alcanza hasta allá en casos excepcionales.

En la dirección de “tender la mano”, el ministro Cano ha distinguido lo que sustituiría a lo que se va a ceder; es decir, “el contentillo”: bioetanol, atún, camarón, frutas tropicales, carne, lácteos, hortalizas y biodiesel, entre otros. ¿Será que 6.426 cultivadores de arroz de Sucre podrán pasarse a estas “oportunidades” en el mercado norteamericano? ¿Cuántas de las 95.000 hectáreas que se cosechan del cereal en Tolima, incluidas las de la meseta de Ibagué, podrán destinarse a los “pajaritos de oro” que están pintando? ¿Se han estimado los efectos generales de la pérdida de $311.000 millones que en ese departamento vale la producción arrocera o de los 2’300.725 jornales que ahora genera? ¿Proteger a 1.521 usuarios del Distrito de Riego de Saldaña que trabajan en 2.270 predios, de los cuales el 76% tienen un tamaño entre 0 y 5 hectáreas, es proteger “monopolios” o alcahuetear “ineficiencias” lo mismo que con casi 1.600 minifundistas del Huila?

Lo peor es que el ataque al arroz ya empezó. Con el novísimo Mecanismo de Administración de Contingentes Agropecuarios, una criatura de Minagricultura, se volvió a escalas de importación de más de 200.000 toneladas y a precios internos que ya rodean los límites de la ruina para todos los productores; esto es, están en riesgo casi 500.000 hectáreas que se siembran de arroz en Colombia sumando los dos semestres. Como van las cosas no hay posibilidades de rescate ni siquiera por la ilusoria vía de la “desgravación paulatina” a más de 10 años; la cual en México, por ejemplo, no impidió que en diez años el 51% del arroz que allá se consume sea importado, amén de que en tanto bajan los precios por lo venido de afuera, los costos de los insumos subieron 204%(!!).

Son cuantiosos los daños que van a causarse para muchos en muchos órdenes de la vida. Contrario al gobierno que ha declarado la suficiente ilustración con respecto a la discusión del TLC y el ALCA, para la sociedad colombiana el debate apenas empieza y la resistencia comienza a cuajar.

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