Tras casi dos años de negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las farc, tres de cinco delegaciones de las víctimas ya viajaron a La Habana en gesto de reconciliación. La imagen del proceso difunde y hace sentir el arribo a un punto crucial. Según opiniones de un buen número de entendidos e interesados, los acuerdos publicados hasta ahora, trazan una línea no tocada en las anteriores tres experiencias de diálogo entre las dos partes. Un avance que no garantice que la Mesa pudiera estancarse e, incluso, romperse para conveniencia del Estado. La insistencia del Presidente con el “posconflicto”, como expresión de reconciliación nacional, podría constituir una ágil maniobra, antesala de un posible estancamiento, prolongación indefinida o ruptura de la negociación.
Para la armonía y continuidad de la Agenda, de los puntos 1 a 3 de la agenda están pendientes de refrendación varios: los de víctimas, el destino de las armas de la insurgencia, el control territorial en las zonas de histórica presencia guerrillera, la participación política y otros no menores.
El punto sobre las víctimas
En un primer momento, dos hechos significativos generaron revuelo: la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas con los nombres de sus 14 miembros y cuya metodología fue establecida previamente1 y, la visita a La Habana, entre el 15 y 18 de agosto, de la primera delegación escogida de víctimas para sentar posición sobre el punto 4 de negociación.
Trasciende la heterogeneidad de posturas teóricas en el análisis sobre el conflicto que participan al interior de la Comisión, con la posibilidad de tener una reflexión más profunda tanto de la responsabilidad histórica y los orígenes del conflicto como del devenir de la confrontación degradada entre Estado e insurgencia. Importante, también, es que surgió como una decisión conjunta en la Mesa, demostrando que el Acuerdo conjunto que rige la conversación, es su base primordial.
Con respecto a la llegada de 12 víctimas a La Habana, llamó la atención su composición y representatividad ceñida a los términos que la misma Mesa había definido con anterioridad; así, a la Isla llegaron 5 víctimas de las farc, 4 del Estado, 2 de los paramilitares y una de un grupo armado común. Esta delegación, primera de las cinco que llegarán a realizar preguntas y buscar respuestas procuró incluir diversas formas de victimización, y seguir como requisito fundamental, una característica territorial, si bien, serán determinantes las víctimas nacionales.
¿Fin del conflicto, últimos cercos y hostigamientos?
Todo indica que continuará la diaria aproximación a los últimos puntos de la agenda, quedando para luego los aspectos contradictorios. En el terreno militar el Ejército profundizará en sus operaciones aunque ahora, debe hacer ejercicio en el plano de la negociación política, en torno al carácter del cese de fuegos y hostilidades bilateral y definitivo. Por el lado del Gobierno, el interés es conseguir una solución veloz y eficaz sobre este penúltimo punto de negociación, teniendo en el horizonte un final definitivo del conflicto concebido en términos de Desarme, Desmovilización y Reintegración –DDR. En el caso de las farc, la preocupación principal radica en el debate sobre la condición y función de las Fuerzas Militares, buscando en lo profundo una modificación sobre la doctrina militar, que resulta un forcejeo moral y político. Sus declaraciones sobre el DDR, ponen de presente divergencias y posturas actuales y en cada una de las fases inmediatas de la negociación, al respecto del modelo de terminación del conflicto. Contrario a una expresión de rendición y de un vencedor y un vencido por cuenta de una negociación.
En esta puja, el gobierno como primera medida –unilateral–, conformó el Comando de Transición a cargo del general de Ejército Javier Flórez, con el encargo de construir una estrategia global militar, policial y civil, que “vigile” y aplique el proceso de desmovilización y “dejación de armas” de la guerrilla, como paso y requisito al “posconflicto”. Además, liderará la subcomisión técnica para el final del conflicto, que aconsejará a la delegación del Gobierno sobre temas relacionados con el DDR. Esta presencia de un oficial activo tuvo mayor impacto para el estamento militar, que la asistencia del general Mendieta en la tercera delegación de víctimas.
Por su parte, la guerrilla declaró que “conceptos como “transición, “desmovilización” y “entrega de armas”, no existen ni en la gramática del acuerdo de La Habana, mucho menos en el “lenguaje de la guerrilla”. Luego, en referencia a la conformación del Comando de Transición, aseveraron que “de ninguna manera las farc aceptan una jerarquía militar para resolver asuntos que son de carácter político por definición, y que aspectos tan importantes como la dejación de armas, también implican la desmilitarización de la sociedad y del Estado”.
Incluso, como una medida política de contrapartida ante la decisión unilateral del Gobierno, decidieron hacer efectiva la creación de un Comando Guerrillero de Normalización –CGN, que buscaría cuestionar el carácter histórico de las Fuerzas Militares, y abrir la discusión sobre su verdadero rol constitucional, relacionado a la defensa de la soberanía nacional y no como parte de la constante militarización de la vida civil. Como punto de contacto entre las partes, la guerrilla propuso el desmonte de los batallones de contrainsurgencia y dejó flotando que en parte igual con el general Flórez, tiene a la mano la incorporación a la subcomisión técnica, de Joaquín Gómez, comandante del Bloque Sur y tercer miembro del Secretariado.
Entonces, la probabilidad de un acuerdo en torno a la figura del DDR es limitada. En efecto, las farc no asumen ni interpretan el paso de la dejación de armas, en la variante de la entrega de su dotación y arsenal al Estado o a un organismo no definido en el Acuerdo previo y su agenda. Tampoco, es de su discurso la rendición y desmovilización de los combatientes ni la aceptación de una justicia transicional bajo el marco o presunción de un Estado victorioso, sin su parte en la responsabilidad del conflicto.
Santos II a la búsqueda del posconflicto
Tras la victoria en las elecciones presidenciales, Juan Manuel Santos repite que el proceso de negociación de La Habana está en la recta final, que cataloga como “la etapa más difícil y más exigente”. El Presidente no cesa de adjudicarse a sí mismo, el rótulo de constituir el gobierno de transición hacia el anhelo de una paz. El curso de las conversaciones y su acta de Acuerdo General sugiere una visión con el sentido que a su criterio deberá tomar la paz en Colombia.
Como parte de su gabinete, el Presidente creó el ministerio de posconflicto, derechos humanos y seguridad, a cuya cabeza nombró al retirado general de la Policía, Óscar Naranjo, quien hace parte de la delegación oficial en La Habana. Un ministerio con dicha envergadura, tendría función con base en la desmovilización y reintegración guerrillera que hasta ahora presupone con emotividad, la posibilidad de un cese al fuego definitivo, que determinaría la llegada a un cierre del ciclo de violencia que acaeció en Colombia durante los últimos cincuenta años.
La medida del ministerio en espera, va aunado al título de Tercera Vía que el gobierno Santos ha dado en llamar así. Un proyecto en el cual el discurso global está (auto)centrado en los caminos necesarios para la paz, que no son otra cosa que reformas parciales en el ámbito institucional referidos a la organización del Estado, el sistema político, la ampliación del régimen político y el reconocimiento de algunos derechos individuales. No obstante, no existe un discurso tan altisonante acerca de la modificación cualitativa en el modelo económico, que pareciera sólo hará gala de una máscara mediadora con énfasis sobre el ámbito social, cuya esencia no será menos que una expresión atenuada de la necesidad de expandirse hacia territorios antes no explorados por el desarrollo del conflicto.
¿Sólo queda esta paz?
Las conversaciones en La Habana están convertidas en un acontecimiento con intermitencias entre su ascenso y descenso, en importancia para la vida política del país. Ha tenido que convivir con nacientes y efervescentes coyunturas, como fue la movilización social durante el 2013, que generó una paradoja complicada de entender.
Si bien durante el pasado año, el número de luchas sociales se elevó de forma considerable, no estuvo ligado de forma explícita con la constitución de un mandato social por la paz. Es decir, a un movimiento social que levantara las banderas de la paz más allá del apoyo a las negociaciones. Aunque en diversas movilizaciones, la referencia al proceso de paz no tuvo un carácter trascendente en torno a la disputa discursiva y política sobre el sentido de la paz promovido desde el gobierno Santos. Claro, no es tarea fácil disputar la hegemonía en la visión de paz. Una pregunta que resulta imperativa en Colombia, es entrar a dar esa pelea, con preeminencia y más allá de luchas sociales disgregadas, que pueden afirmar una concepción diferente, pero sin lograr mayor resonancia a nivel nacional.
Más problemático es, cuando ese espacio vacío generado en el ámbito de lo social y lo político, no puede llenarse y aún así la respuesta más inmediata que surge en torno a este problema es el nacimiento con audiencia limitada del Frente Amplio por la Paz –FAP. Este Frente, con sus respectivos matices, coadyuva en la aceptación social de la concepción de paz que domina un sector del activismo, junto a la inercia de una franja de la población y al testimonio directo de la acción paramilitar, manifestada en el apoyo a la candidatura presidencial de Juan Manuel Santos2.
Así las cosas, el fortalecimiento de una acción con eco social y en las grandes ciudades por la paz, no sólo requiere un espaldarazo a las negociaciones, o un rechazo a la amenaza uribista, de carácter reactivo, sino que exige ampliar una voz distinta del país nacional frente al momento, en la perspectiva de poner más raíces al movimiento social, ante nuevas situaciones que entrañe un eventual acuerdo entre insurgencia y Gobierno, que puede implicar una contraofensiva de todo orden por fuerzas que buscan la continuación e intensificación del conflicto, como recurso para desarticular en derrota a la guerrilla y obrar igual contra las expresiones del movimiento social.
1 Véase la composición de la Comisión en: http://lasillavacia.com/historia/de-izquierda-derecha-los-miembros-de-la-comision-historica-de-la-habana-48454
2 Véase Edición Nº. 204, El porvenir de una ilusión.
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