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Satisfacción

Satisfacción

Alguien dijo, y quedó musicalizado, que veinte años no son nada*. Parece cierto, pasan como ‘soplo’, pero en el viento de ese devenir no es menor el esfuerzo que se debe realizar para concretar cualquier causa, colectiva o individual, entre ellas el estudio, la materialización de un proyecto de vida, el empuje para sacar adelante a la familia y no quede hundida en el empobrecimiento, el esfuerzo para liderar proyectos comunes en la barriada donde habitamos, etcétera. Tampoco lo es la constante para que un proyecto de comunicación no sea el destellar de un día.

Corría abril de 2002 cuando vio su luz la edición número cero –o de prueba– del mensuario Le Monde diplomatique edición Colombia. En aquella ocasión, en un evento público donde presentamos el impreso, la primera persona que se suscribió expresó, no sin razón o malicia muy criolla: “Quiero conocer al director de este periódico para saber a quién denuncio, pues en próximos meses ya no saldrán más”.

Con orgullo nos presentamos y le aseguramos que no seríamos flor de un día; que erraría en su diagnóstico, ya que la decisión que nos había llevado a buscar la franquicia para publicar el prestigioso mensuario francés estaba viva y seguiría viva por mucho tiempo. Nuestra energía también.

Se trataba de la necesidad de brindarle a la sociedad otras fuentes de información y con ello aportar en el país a la construcción de una mirada abierta y plural de la vida, algo perdido por aquellos días como producto del discurso cerril y oscuro que auspiciaba quien llegaría al gobierno pocos meses después, así como el terror que asperjaban por toda la geografía nacional los orcos al servicio de los terratenientes y la oligarquía en general, que acabarían por desangrar y llenar de fosas comunes el país.

Los tiempos han cambiado parcialmente aunque sin dejar atrás tal realidad, por ejemplo, favoreciendo en las grandes ciudades la discusión abierta, sin temor a ser asesinado por defender una idea o vestirse o comportarse de cierta manera. En una realidad no igual, somos conscientes de ello, en municipios y territorios adentro de la geografía nacional.

Es este un cambio para el cual esperamos haber contribuido con el esfuerzo sostenido a lo largo de dos décadas y que a mayo del año en curso suma ya 221 ediciones, además de numerosos conversatorios, conferencias y otros actos públicos, en un esfuerzo con producto visible los primeros días de cada nuevo mes, brindándole al público lector una información que, con seguridad, no ofrecen otros medios de comunicación, ya por su perfil, ya por los intereses que defienden.

Veinte años, entonces, sí son algo. Durante estas dos décadas, el sistema mundo capitalista ha conocido varias crisis no menores, como la económica con estallido en 2007 y sin solución plena incluso hasta los días que cursan; la de salud pública que aún intimida a millones por doquier y sirve de excusa para ahondar en políticas de disciplinamiento y control social, desnudando los negativos efectos de las políticas privatizadoras o que le dan prioridad al negocio entre privados, políticas que en nuestra sociedad y mucho más allá marcan lo que debiera ser público.

Aquellas crisis afectan en grados ascendentes al medio ambiente y cuestionan el modelo de producción dominante, así como la matriz energética que lo alimenta; pero también cuestionan el extractivismo en su más amplio sentido –agrario, minero, avícola…–, por los nefastos efectos que irradian sobre toda la naturaleza y la humanidad como un todo.

Estamos frente, pues, a doscientos cuarenta meses de ejercicio periodístico en los cuales presenciamos, ahora mismo en directo, el declive del imperialismo estadounidense y el ascenso del oponente asiático, enfrascados en una pugna abierta o disimulada, inmediata o por medio de terceros países y multinacionales de diverso tipo. Una pugna, también abierta a otros imperios, aunque menores, como el ruso –y las formas que está asumiendo– que nos recuerda que la caída de quien dominó como poder único, por lo menos los últimos ochenta años de la humanidad, no será pacífica ni inmediata, en una disputa que en estos años propicia la creciente armamentista y militarista, autoritaria y en no pocos casos con tufillo fascista, que va llevando a la humanidad hacia el vértice de una aguda confrontación que pone en vilo su existencia misma.

Es la presente una crisis que, en el caso suramericano, y como reacción social, atiza intensos alzamientos que por vía electoral dan paso a gobiernos con pretensión de giro de lo económico, privatizador y social con reducida inversión pública, a la recuperación del Estado en su función social y con ello a una economía con prioridad y multiplicada inversión pública. Este giro no trascendió radicalmente en sus propósitos, dejando las puertas abiertas para que subsiguientes gobiernos deshicieran lo poco avanzado.

En estos años, y no como ‘soplo’, vivimos con asombro las vertiginosas transformaciones de diverso orden propiciadas por la cuarta revolución industrial, con impacto sustancial en las tecnologías de la información y en el mundo del trabajo, así como en la industria armamentista.

Todos estos cambios abren espacio para una necesaria y estructural transformación, con la seguridad de que hoy la humanidad puede alcanzar una calidad de vida ideal, no solo para pocas personas sino igualmente para los millones que comparten el hogar que les brinda la Tierra. Es, claramente, un avance para dejar atrás la destrucción de la naturaleza y para cohabitar con todas las especies que también tienen a este planeta como hogar.

Son todas estas, y otras muchas más, realidades que hemos cubierto en estos años de vida como publicación mensual, dentro de una dinámica en la cual, para el caso de Colombia, abrimos edición en medio de la hegemonía de un proyecto de régimen autoritario, a cuya declinación progresiva también asistimos, con picos de protesta social que lo rechazan por lo menos desde 2019. La firma del acuerdo de paz Gobierno-Farc (producto en primer término de la derrota estratégica de esa agrupación armada) también es hija de ese declive, y el incumplimiento oficial de parte de lo acordado refleja su capacidad de resistencia a su ocaso.

Estos veinte años, con todos los matices que la sociedad global y la nuestra han comportado, son evidencia de la necesidad que tenía, y continúa teniendo, nuestra sociedad de recibir información no limitada estrictamente ni a la coyuntura inmediata ni a las fronteras nacionales. Es información marcada por, y garante de, fuentes exactas, adentrada en la narración de los factores estructurales que propician uno u otro de los fenómenos que conmueven al mundo y a cada uno de los países en que están demarcadas sus fronteras, entre ellos el nuestro. La “Vuelta al mundo en 40 páginas”, que la edición Colombia de Le Monde diplomatique le ofrece al público interesado en este tipo de información, es el producto de ello.

¿Vendrán otros veinte años de labor periodística? No estamos seguros de ello pero de lo que sí estamos convencidos es de que, mientras estemos en actividad, continuaremos esforzándonos para que otras muchas personas sepan de nuestra existencia y se interesen por leer y estudiar cada una de nuestras ediciones, con la certidumbre de que lo realizado mes a mes es un aporte innegable en el esfuerzo de muchos para avanzar hacia una sociedad en la que el temor a opinar no perdure, en que vestirse en una u otra forma no genere amenaza o violencia, y en que la tríada justicia-equidad-paz alcance su materialización por medio de un régimen radicalmente democrático y no formalmente democrático.

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Autor/a: Consejo de Redacción
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