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Felicidad etérea en el plan de desarrollo “Bogotá mejor para todos”

Felicidad etérea en el plan de desarrollo “Bogotá mejor para todos”

El anteproyecto de plan de desarrollo de la ciudad, “Bogotá mejor para todos”, coloca la felicidad en el centro. No obstante la importancia asignada a la felicidad, en ninguna parte del plan se aclara su significado. La felicidad está anclada en tres pilares: igualdad en calidad de vida, democracia urbana y construcción de comunidad. En el plan tampoco se explica la articulación entre estos pilares.

La distribución del presupuesto entre los pilares es asimétrica, y no permite entender las secuencias de causalidad que se presentan entre ellos. El 56 por ciento del presupuesto se destina a democracia urbana, el 20 por ciento a igualdad en calidad de vida, el 11 por ciento a eficiencia administrativa, 10 por ciento a desarrollo económico, 2 por ciento a construcción de comunidad, 0,6 por ciento a sostenibilidad ambiental, 0,5 por ciento a nuevo ordenamiento territorial. Estos porcentajes muestran que entre los componentes del plan no hay equilibrio. Tampoco existe una jerarquía clara.

 

De la felicidad etérea a la felicidad mediada por la capacidad de pago

 

Aunque la “felicidad para todos” recuerda a Bentham, el plan no logra introducir la dimensión multidimensional del planteamiento benthamiano.

Seguridad, subsistencia, abundancia, igualdad, esto es: mínimo de desigualdad: con estos nombres se han designado a las finalidades particulares que están próximas, en orden, a la felicidad universal y a la mayor felicidad para el mayor número de individuos Bentham 1786, p. 182 (1).

Las cuatro dimensiones mencionadas por Bentham (seguridad, subsistencia, abundancia e igualdad) tienen vínculos más o menos directos con el ingreso, pero clara-mente van más allá del ingreso. Esta perspectiva está lejos de enfoques estrechos, como los del plan de desarrollo, que identifican el principio de utilidad con la satisfacción del deseo.

Los informes de desarrollo humano reconocen la existencia de una cierta correlación entre el ingreso agregado y el índice de desarrollo humano (IDH). La relación no es perfecta y de ahí la importancia que adquieren los otros dos componentes del IDH: la educación y la esperanza de vida.

De acuerdo con la visión de Sen, la felicidad es el resultado del desarrollo de las capacidades de las personas: “[…] la atención debe centrarse en las capacidades para realizar; es decir, en lo que una persona hace o puede ser” (Sen 1985, p.i) (2).

El tema central de la propuesta utilitarista es la maximización de la felicidad del mayor número. Y para lograr este propósito la justicia comparativa juega un papel sustantivo. Los avances hacia la felicidad tienen que verse desde la óptica de la justicia comparativa. No se trata de proponer un ideal de sociedad que lleve a una discusión sobre teorías perfectas de la felicidad. El propósito es más sencillo: debe avanzarse hacia sociedades menos injustas.

La mayor expresión de la lógica utilitaria es la aceptación de que la capacidad de consumo es un buen indicador de las potencialidades del ejercicio de la libertad. Estamos de acuerdo en que no basta con tener. Y que lo más importante es el ser. Pero en el terreno operativo, y en el campo de la política pública, la capacidad de pago de los hogares termina siendo la variable más proxy de las capacidades reales. Incluso, podría afirmarse que la capacidad de pago es un proxy de la libertad. El pragmatismo subyacente a esta lógica tiene un claro contenido benthamiano. La posibilidad de la libertad de agencia tiene una relación directa con el aumento de la capacidad de pago.

Es evidente que cuando la familia destina menos recursos –en términos relativos– a la adquisición de bienes básicos, tiene mayor disponibilidad para el consumo de bienes que no son tan necesarios, y que permiten ampliar el espacio de elección de las familias. Podría afirmarse que mientras mayor sea la disponibilidad de ingresos para la adquisición de bienes no básicos, el espacio de la libertad aumenta. La reflexión sobre las capacidades terminan dependiendo –en términos operativos– de la capacidad de pago y de la disponibilidad de ingresos. Persiste la pregunta por la forma como la disponibilidad de ingresos se transforma en capacidades.

Estas consideraciones sobre la relación entre felicidad y libertad no se mencionan en el plan de desarrollo. La multidimensional de la pobreza permite ir comprendiendo la heterogeneidad de usos del ingreso, en función de los objetivos de cada persona. Cuando se supera el consumo básico, la demanda de otro tipo de bienes refleja la intencionalidad de la acción humana. El consumo del ingreso “excedente” informa sobre la forma como los individuos organizan su gasto teniendo como referente la vida que consideran buena.

Las condiciones para el ejercicio de libertad mejoran cuando el ingreso disponible aumenta. Para que la mayoría de la población eleve su capacidad de pago se requieren políticas distributivas que eliminen los subsidios de los ricos y aumenten los impuestos. Nada de esto se menciona en el plan de desarrollo que concibe la felicidad de una forma etérea.

1 BENTHAM Jeremy., 1786. “Filosofía de la Ciencia Económica”, en STARK William., 1952, ed. Escritos Económicos. Jeremy Bentham, Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 168-191.
2 SEN Amartya., 1985. Commodities and Capabilities, Oxford University Press, New York, 1999.

Información adicional

Promesas y realidades
Autor/a: Jorge Iván González
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