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Juventud al borde del suicidio

Juventud al borde del suicidio

Desempleo, pobreza, falta de oportunidades para cursar estudios secundarios y superiores, delincuencia, violencia y suicidios hacen parte de los principales indicadores que caracterizan a los jóvenes, tanto en América Latina y el Caribe (AL-C) como en Colombia en particular. Los últimos informes de la Cepal, del Banco Mundial (BM) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) así lo indican. Más de 20 millones de personas entre los 15 y 24 años ni estudian ni trabajan. Conforme pasa el tiempo cada vez son más jóvenes quienes ven en el suicidio la única forma de solucionar sus problemas; apareciendo ésta (con una tasa de suicidio de adolescentes que alcanza el 5 por cada 100 mil jóvenes) como la segunda causa de muerte entre los jóvenes latinoamericanos después de los accidentes de tránsito.

Si bien el escritor, novelista, historiador y filósofo británico H. G. Wells (1866-1946) jamás desistió como socialista que era en su intento de promover un mundo más justo y solidario, su último ensayo “El destino del homo sapiens” (1939) está marcado por un pesimismo fruto de contemplar una humanidad que, por ambición y odio, se destruye a sí misma. Una de las tres clases de fuerzas identificadas por Wells, tendientes a provocar una crisis de violencia frenética sin ningún objetivo razonable, consiste en “el exceso relativo de jóvenes desocupados”.

Wells contó con el talento necesario para vaticinar el conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y 1945. Pronosticó que “el estrato de la población en edad de combatir, jóvenes principalmente, caerá en los campos de batalla, quedará mutilado, será envenenado o afectado mentalmente. Después aparecerá una generación mal nutrida, deficientemente educada, desmoralizada y mentalmente deformada; los esfuerzos inherentes a la preparación bélica, la presión, el ruido y el desorden del conflicto no permitirán un crecimiento normal. Se habrán desperdiciado para siempre grandes reservas de energía”. No se equivocó, la Segunda Guerra Mundial arrojó un total de 70 millones de víctimas entre combatientes y población civil.

Pasados los años la juventud no corre con mejor suerte. La situación es tal que el suicidio surge como una alternativa ante las condiciones de vida que enfrentan, el poco sentido que le encuentran a su existencia y el oscuro futuro que ven ante sí.Los suicidios se cobran un costo alto. De acuerdo con estudios de la OMS, más de 800.000 personas mueren cada año en el mundo por esta causa, registrada como la segunda causa principal de muerte entre personas de 15 a 29 años de edad. Hay indicios que por cada suicidio posiblemente más de otras 20 personas intentaron igual camino.

En Colombia esta realidad no es diferente. En la última década se presentaron 18.336 suicidios, con promedio de 1.833 casos por año y una tasa promedio anual de 4,1 casos por 100.000 habitantes. La mayor tasa se presenta en los grupos de 20 a 24 años de edad; ésta es de 6,5 suicidios por cada 100.000 jóvenes (Ver recuadro).

 

Diagnósticos

De acuerdo con un estudio adelantado por el BM, en América Latina uno de cada cinco jóvenes ni estudia ni trabaja. Estos son llamados comúnmente “ninis”. Más de 20 millones de personas entre 15 y 24 años de edad viven en estas condiciones; además, el problema de los “ninis” ha demostrado ser muy persistente y creciente .

¿No hay cama para tanta gente? En el transcurso de tres generaciones, la población de Latinoamérica y el Caribe (AL-C) se multiplicó por 3,8 veces: en 1950 sumaba 169 millones de habitantes; en 2015 aumentó a 635 millones. En el conjunto de AL-C, el 25,6 por ciento de la población se encuentra en el rango de 15 a 29 años de edad; esto es, actualmente hay 163 millones de jóvenes (cuadro 1).

En AL-C la tasa de desempleo, que a partir de 2010 se había recuperado de manera vertiginosa de su incremento en 2009, de nuevo creció hasta alcanzar en el año 2015 un 6,6 por ciento; lo que representa un incremento del número de desocupados urbanos alrededor de 1,5 millones de personas, principalmente jóvenes, llegando a un total de 14,7 millones en AL-C.

En paralelo, la caída de la pobreza se frenó a partir de 2012 y la pobreza extrema (indigencia) vuelve a crecer debido, de una parte, al aumento del costo de los alimentos que es superior a la inflación general y, de otra, al deterioro del mercado laboral y a la reducción en el gasto público social. De acuerdo con el informe del panorama social de la región en 2015, presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el número de personas en situación de pobreza creció en alrededor de dos millones en 2014 en comparación con 2013, alcanzando 168 millones de personas, 70 millones de los cuales estaban en la indigencia. En 2015 la tasa regional de pobreza aumentó a 29,2 por ciento de los habitantes de la región (175 millones de personas) y la tasa de indigencia a 12,4 por ciento (75 millones de personas) .

El deterioro que muestran los indicadores sociales en la región afecta adversamente a los jóvenes, una alta proporción de los cuales se encuentra en una penosa situación, sin esperanza de redimir. Redimir, según el Drae, hace referencia al poner término a algún vejamen, penuria u otra adversidad o molestia. A continuación se describe esta situación juvenil en AL-C, con base en estadísticas de la Cepal.

 

 Educación

 

AL-C registra avances en cuanto a los niveles de escolaridad: en 2013, el 92 por ciento de la población entre 15 y 19 años de edad había concluido la educación primaria; en la secundaria la cifra se había elevado del 37 por ciento en 1997 al 58 por ciento en 2013, considerando a los jóvenes en edad de término de dicho nivel.

Sin embargo, la situación socioeconómica de los jóvenes muestra amplias brechas educativas por nivel de ingresos, particularmente en la educación secundaria y postsecundaria. Un 80 por ciento de los jóvenes de 20 a 24 años del quintil más rico había concluido la secundaria en 2013, mientras que en el quintil más pobre esta tasa solo llegaba a 34 por ciento. En la educación postsecundaria, la brecha es apreciablemente mayor: en 2013, el porcentaje de población con ese nivel educativo alcanzó un 46 en el quintil más rico, mientras que en el quintil más pobre fue de apenas un 4 por ciento (Cepal, 2016).

 

Existe una alta heterogeneidad entre los países en lo referido a la tasa neta de matrícula en secundaria. El promedio en AL-C para el año 2012 es de 73 por ciento. El intervalo en la cobertura de la educación secundaria registra una tasa neta mínima de 47 por ciento en Guatemala y una máxima de 89 por ciento en Argentina (gráfico 1).

 

Trabajo

 

El trabajo es la llave maestra para la igualdad, eje de la integración social y económica, y mecanismo fundamental de construcción de autonomía, identidad, dignidad personal y ampliación de la ciudadanía. El 80 por ciento de los ingresos totales de los hogares latinoamericanos proviene del trabajo; por lo tanto, es el principal motor para la superación de la pobreza y el acceso al bienestar y a la protección social. Sin embargo, el mundo del trabajo también puede producir y exacerbar desigualdades (Cepal, 2016, p. 31).

Respecto al desempleo, existen en AL-C diferencias importantes en función de la condición etaria. La tasa de desempleo de la población joven es siempre superior a los promedios nacionales. Para el año 2011 en AL-C, en el intervalo de 15 a 24 años de edad, era de 14 por ciento (la tasa promedio de desempleo global era de 6,7%) y Colombia, con un desempleo juvenil del 22 por ciento batía récord en la región, mientras Bolivia, con 6 por ciento resgistraba el mínimo (gráfico 2).

 

De otra parte, el 5,1 por ciento de los jóvenes latinoamericanos estudia y trabaja simultáneamente. En Paraguay el 9,1 por ciento de estos realiza esta doble actividad de manera simultánea; el nivel más bajo se registra en Chile con el 3 por ciento (cuadro 2).

Las personas ocupadas en sectores de baja productividad en general se caracterizan por tener una inserción laboral precaria e inestable, que conlleva un escaso acceso a las prestaciones de la protección social (como pensiones y salud) y bajos ingresos laborales. En períodos de alto desempleo o de crisis económica, estos trabajadores tienen una elevada probabilidad de caer en situación de pobreza. En AL-C uno de cada tres jóvenes trabajadores se encuentra insertado en empleos de baja productividad; Chile registra el nivel más bajo con el 14,9 por ciento y Colombia el más alto con el 62,3 por ciento (cuadro 3).

 

 

“Ninis” y violencia en AL-C

 

De acuerdo con el estudio del BM “Ninis en América Latina” este fenómeno tiene dos implicaciones graves para el desarrollo, estabilidad y sostenibilidad de la región:

i) Contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Casi el 60 por ciento de los “ninis” de la región provienen de hogares pobres o vulnerables localizados en el 40 por ciento inferior de la distribución del ingreso y el 66 por ciento de los “ninis” son mujeres. Este desequilibro, junto con el efecto negativo de largo plazo que el ser “nini” tiene sobre el desempeño en el mercado laboral, tiende a perpetuar la transmisión de la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, obstruyendo la movilidad social y la reducción de la pobreza en la región;

ii) En algunos contextos, está vinculado a la delincuencia y a la violencia. En Colombia, México y América Central, donde la proporción de “ninis” está por encima del promedio regional, el problema se agrava por la presencia generalizada del crimen organizado. En estos entornos, el problema de los ninis está vinculado al crimen y a la violencia, lo que aumenta los riesgos para los jóvenes y la sociedad en su conjunto.

El 29,5 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad no estudia ni trabaja en AL-C; esto representa, en cifras absolutas 32 millones, según datos de la Cepal (cuadro 4). El número de “ninis” supera en 1,6 veces al estimado en el estudio del BM; hecho que se explica porque la población de referencia o intervalo etario es más amplio en la Cepal (15-29 años) que el estudio del BM (15-24 años). El porcentaje más alto de “ninis lo tiene Chile con el 34,2 por ciento; el más bajo corresponde a Bolivia con el 17,6 por ciento. Además, Chile es el país que ostenta uno de los mayores aumentos en la tasa de suicidios en el mundo, sólo superado por Corea del Sur; en particular, según cifras del ministerio de Salud, si en el 2000 se suicidaban cuatro de cada 100 mil personas entre 10 y 19 años, esa cifra en 2010 creció a ocho y se estima que para 2020 se llegará a 12 suicidios por cada 100 mil jóvenes.

Según el estudio del BM, el perfil típico del “nini” en América Latina es una mujer que no ha terminado la educación secundaria y vive en un hogar urbano pobre o vulnerable. Las mujeres representan dos tercios de la población “nini” de la región y en este grupo el factor de riesgo más importante asociado a la condición de “nini” es el matrimonio antes de los 18 años y el embarazo durante la adolescencia. Normalmente el camino que lleva a ser “nini”, sobre todo entre hombres, es la deserción escolar temprana para empezar a trabajar, seguida del desempleo. Al abandonar la escuela antes de terminar el bachillerato, los jóvenes por lo general carecen de las habilidades necesarias para conseguir un trabajo en el sector formal, por lo que en la mayoría de los casos se conforman con empleos temporales e inestables en el sector informal. Una vez que pierden estos puestos de trabajo nunca regresan a la escuela.

El estudio del BM concluye que hay dos conjuntos principales de políticas para reducir la proporción de “ninis”: i) evitar el abandono escolar de los jóvenes, es decir, reducir el flujo de nuevos “ninis”, ii) insertar al mercado laboral a los jóvenes que ya son “ninis”.

En relación al problema creciente de los suicidios de jóvenes, la OMS afirma que estos son prevenibles; para que las respuestas nacionales sean eficaces, es necesaria una estrategia integral y multisectorial de prevención. Algunos elementos clave del desarrollo de una estrategia nacional de prevención del suicidio en jóvenes deben incluir no solo el sector de la salud sino también los de la educación, el empleo, el bienestar social y la justicia, entre otros.

En definitiva, un cambio radical de política y modelo de desarrollo, lo cual no es perceptible por parte alguna.

 

Juventud “ninis”, trabajo y violencia en Colombia

 

La realidad de la juventud en nuestro país es grave. El vacío existencial y la desesperanza son sus consecuencias; y con éstas el aumento de suicidios entre personas en las que apenas inician el florecimiento de la vida.

Los datos así lo confirman: durante la última década en Colombia se presentaron 18.336 suicidios, con promedio de 1.833 casos por año y una tasa promedio anual de 4,1 casos por 100.000 habitantes. Para el año 2014 se observó un comportamiento alto de suicidios en el grupo de edad entre los 20 y 24 y entre los 25 a 29 años (277 y 237 casos respectivamente); el mayor número de casos ocurrió en hombres en el grupo etario de 20 a 24 años (235 casos) y en mujeres entre los 15 a 17 años (48 casos); la mayor tasa por 100.000 habitantes (6,5) se presentó en los grupos de 20 a 24, muy por encima de la tasa nacional.

 

Política económica y social fallida

De acuerdo con la Ley 1622 de 2013, en Colombia se entiende por joven la persona entre 14 y 28 años de edad. Según el Dane, el total de población en edad de trabajar en el país es de 37,6 millones de personas; los jóvenes representan el 32,1por ciento de esa población, esto es, 12,1 millones.

Puntualicemos. La tasa global de participación (Tgp) es la relación porcentual entre la población juvenil económicamente activa y la población juvenil en edad de trabajar; este indicador expresa la presión que hacen los jóvenes en el mercado laboral. Para el trimestre móvil noviembre 2015 – enero 2016 esta tasa fue de 60 por ciento; la tasa de ocupación se ubicó en 50,5 por ciento y la tasa de desempleo fue 15,7 por ciento (equivalente a 1,2 millones de jóvenes). La tasa de desempleo de las mujeres jóvenes fue 22,3 por ciento, y la de los hombres jóvenes 10,9 por ciento. El 40,0 por ciento de la población de 14 a 28 años correspondió a población económicamente inactiva, equivalente a 4,8 millones de jóvenes.

Con relación a los jóvenes trabajadores insertados en empleos de baja productividad, según estadísticas de la Cepal, estos suman cerca de 3,8 millones, en términos porcentuales el 62,3 respecto al total de jóvenes ocupados.

Hay más. De acuerdo con las estadísticas de la Cepal, el porcentaje de jóvenes que en América Latina no estudian ni trabajan, “ninis”, es de 29,5. En Colombia éstos representan el 28,3 por ciento, esto es, 3,4 millones respecto al total de aquellos que están en edad de trabajar. La proporción de ninis varía mucho entre los distintos países de la región. Las cifras absolutas más altas de ninis, según el Banco Mundial, se encuentran en Brasil, Colombia y México, principalmente porque estos países tienen las poblaciones más grandes de la región.

 


Juventud y violencia en Colombia, 2014

 

En el Reporte Mundial sobre Violencia y Salud (Rmvs) se define a la violencia como el “Uso intencional de la fuerza o poder físicos, amenazante o real, en contra de uno mismo, de otra persona o en contra de un grupo o comunidad, que resulte o tenga una alta posibilidad de resultar en heridas, muerte o daño sicológico, disfunciones o privaciones”. La violencia es un azote ubicuo que desgarra el tejido comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de las personas.

Durante el año 2014, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses recibió 25.225 casos por muertes violentas. Estas muertes se clasifican en homicidios, suicidios, muertes accidentales de transporte, otras muertes accidentales, e indeterminadas. El homicidio ocupa el primer lugar con 12.626 muertos equivalente al 50,1 por ciento del total de casos. Transporte, accidentes y suicidio, como manera de muerte, aumentaron globalmente para el año 2014 en un 3,1 por ciento frente al año 2013.

Otros indicadores. El Avpp indica el número de años potenciales de vida perdidos e ilustra cómo a través de la muerte de personas jóvenes o fallecimientos prematuros la sociedad sufre una pérdida. En el año 2014 los años de vida potencialmente perdidos (Avpp) fueron de 900.878 años; el grupo etario donde se concentra mayor número de años de vida potencialmente perdidos es entre los 20 a los 24 años con un 22,2 por ciento del total de Avpp.

 

 

Durante 2014, en Colombia, según cifras generadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, se registraron 12.626 homicidios, obteniéndose así una tasa de 26,5 por cada 100.000 habitantes. Dentro de este contexto de violencia, el 90,8 de las víctimas fueron hombres (11.440 casos), siendo la víctima principal dentro de este tipo de muerte. El 60,5 por ciento de las víctimas se concentró en personas entre los 20 y 39 años, similar a años anteriores. Respecto a la escolaridad de las personas fallecidas por homicidio, no logran superar en su mayoría la educación secundaria y la circunstancia del hecho se acrecienta debido a la violencia interpersonal generada por ajuste de cuentas, riñas, intervención legal y embriaguez.

 

El fenómeno de la violencia interpersonal no es ajeno al país. Durante el año 2014 se realizaron 134.552 peritaciones por violencia interpersonal. La tasa por 100.000 habitantes fue de 282,3, con 379,1 lesionados por cada 100.000 hombres y 187,9 lesionadas por cada 100.000 mujeres. Los jóvenes son las víctimas principales de la violencia interpersonal; durante el 2014 el 50 por ciento de las víctimas tenía 27 años o menos, siendo más frecuente la victimización a la edad de 17 años o en el intervalo entre los 20 y 24 años de edad. La conducta violenta en los jóvenes puede ser explicada por la exposición a fenómenos violentos en la infancia, o por tener familiares miembros de pandillas o dedicados a actividades delictivas. En el 2014 se observó que 45 por ciento de los lesionados tan solo habían cursado el nivel básico de instrucción.

En el año 2014 el sistema médico-legal colombiano reportó una tasa de mortalidad por suicidio de 4,3 casos por cada 100.000 habitantes, similar a la reportada durante los últimos 9 años. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses durante el año 2014 realizó 1.878 necropsias debidas a suicidio. En cuanto a la escolaridad de la víctima, continúa predominando la escolaridad básica primaria y secundaria tanto en hombres como mujeres, con 39,8 por ciento y 39,4 por ciento de los casos respectivamente.

En estas condiciones, levantar las banderas de los jóvenes, abrir espacios de vida y de realización, es una obligación de cualquier proyecto de país que de verdad pretenda darle un giro radical a la realidad aquí reseñada. Los “ninis” deben dar paso a los “sísí”.

* Economista, filósofo, integrante del Consejo de redacción periódico desdeabajo.

1 Rafael de Hoyos; et alt; (2016). Ninis en América Latina. Banco Mundial, Washington, p. 1.
2 Cepal; (2016). Panorama Social de América Latina, Chile, pp. 9-13.

 

 

 

Información adicional

America latina y el Caribe
Autor/a: Libardo Sarmiento Anzola
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