Se agudizó de julio de 2015 a febrero de 2016; por escases de lluvias, déficit hídrico en las fuentes, o mala calidad del agua cruda, 270 municipios colombianos sufrieron largos racionamientos.
El Valle del Cauca no escapó a esta crisis. Acuavalle1 declaró alerta roja en Restrepo, Toro, Vijes, Yumbo, Ansermanuevo, San Pedro, Sevilla y Caicedonia, debido a muy alta evaporación de los caudales hídricos. El embalse de Sarabrut2 bajó del 20 por ciento de su nivel, afectando el abastecimiento de agua potable a Ricaurte-Bolívar, Roldanillo, La Unión, La Victoria y Obando. Más de un millón y medio millón de habitantes de todo el Departamento, incluyendo el puerto de Buenaventura en la selva lluviosa del Litoral, sufrieron déficits hídricos y racionamientos. El futuro hidrológico no parece promisorio.
El déficit obedece a los cambios operados en el ciclo del agua, como consecuencia de la deforestación y la degradación de los ecosistemas reguladores y del cambio climático global, agudizado por excesos de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), que se traducen en aumentos de temperatura, altos grados de evaporación de los suelos y transpiración de los árboles y plantas, en vendavales, en lluvias demasiado intensas y en sequías prolongadas, con desplomes de los caudales superficiales, freáticos y subterráneos.
Cambios ambientales con efectos evidentes. Si Colombia veinte años antes era el cuarto país de mundo en recursos hídricos, y ahora descendió hasta el puesto 24, deberíamos analizar las causas y tenerlas en cuenta, para no continuar con esa forma de “progreso” basado en la destrucción artera de los recursos naturales y de su quinta esencia, el agua dulce; un compuesto inorgánico indispensable para la vida de todos los seres, incluyéndonos nosotros, la única especie que no aprendió a vivir en plena armonía ni con las especies de flora y fauna, que necesitamos para regular el clima y sobrevivir, ni con su propia especie.
Para los colombianos es urgente analizar y aportar a la solución rápida de los conflictos del agua; en La Guajira, donde mueren los niños de sed por la torpe desviación del río Ranchería y la detención de su caudal en embalse construido para riego de predios ganaderos. En la Ciénaga Grande, privada de oxígeno y escenario de constantes muertes de peces, por construir vías destrozando interacciones entre las aguas salinas del mar Caribe, las aguas dulces de la Sierra Nevada y las aguas turbias y contaminadas del río Magdalena. Entender que la recuperación del río Magdalena y de su oferta ambiental no se logrará con obras de cemento armado, pero si creando las condiciones biológicas para la vida de las sardinatas, bagres tigres, doncellas, nicuros, que bajaban con las subiendas a alimentar miles de familias de pescadores y ejecutar labores de limpieza. Que es necesario detener la minería venenosa en los páramos.
Para los habitantes del Valle es necesario aportar a la recuperación ambiental de la bahía de Buenaventura y de los ríos del Litoral Pacífico, que descienden desde los fríos farallones y de la selva lluviosa, y de los ríos que fluyen desde las altas vertientes Andinas; la Occidental y la Central hacia el río Cauca, transformado lentamente en colector de aguas servidas y basurero público, donde mueren los peces por falta de oxígeno, a pesar de tantos planes, estrategias y proyectos.
El balance hidrológico (Ver “Cuatro grandes regiones hidrológicas”, página 3) del Valle se ha roto. Desde 1994 CVC y Acuavalle anunciaron que hacia el año 2020, el Valle sufriría déficit hídrico, pero no existe control real sobre la deforestación. Cali vive amenazada por altos grados de contaminación del río Cauca y de sus siete ríos afluentes. El puerto de Buenaventura sufre altas pérdidas de agua tratada y suspensiones diarias del servicio. Crecen elevados índices de desertización en Yotoco, Yumbo, Vijes, Riofrío, Bolívar, Roldanillo, La Unión, Toro y Anserma, en la cara seca de la Cordillera Occidental. Bajan los niveles freáticos en el valle geográfico, se desploman los caudales hídricos por debajo de las curvas de duración de caudales, y especialmente la deforestación y agresivos usos del suelo, hacen temer por el futuro inmediato del agua para consumo humano; en el Norte del Valle, en la ciudad de Cali, y del agua para riego en el departamento, con altos consumos de hasta 2 millones de litros por hectárea cosecha, en 200.00 hectáreas cultivadas de caña de azúcar.
Aún podemos modificar el rumbo, suspender las quemas y la deforestación agresiva y conservar las especies de flora y fauna vitales en el ciclo del agua y la regulación del clima.
El mayor aliciente para recuperar el agua del Valle es recordar los patos y gansos que volaban desde el Canadá y Chile a compartir con los garzones blancos criollos y los peces, entre la magia de los juncos, lotos floridos, elodeas y lechugas de agua, que mantenían cristalinas las aguas frescas en vasos comunicantes, atrapando partículas de sedimentos y lodos en sus estructuras moleculares, y les ofrecían enormes peces a las familias de pescadores. Disfrutaban de lluvias exactas bimodales, del mágico rocío de las madrugadas y temperaturas frescas y frías de las noches.
Las grandes romerías de los trabajadores del campo, que antes vivían sembrando, azadonando y regando, en cultivos de soya, fríjol y maíz, abonando los arrozales inundados, donde abundaban los pellares, las viuditas, tijeretas y coclíes.
Lo mejor es recordar la belleza serenísima de los ríos casi vírgenes de las selvas Litorales, con sus playones de arenas limpias blancas y doradas: los grandes muchillás dotados de antenas sensoras ocultos en los parajes húmedos y en riachuelos, con las sabaletas, picudas verdes longilíneas en tranquilas aguas y grandes mojarras amarillas camuflándose con sus progenies, bajo troncos sumergidos en la profundidad. Veloces nayos zigzagueando contra las rápidas corrientes con sus escamas de platino, sardinatas relucientes remontando las frescas aguas turquesas infinitamente claras, y nubes de guacucos verdes, azules, pardos y dorados, succionando lodos y lamas del cuarzo, de las piedras y losas grafíticas en los charcos claros, transparentes y serenos. Libélulas azules y verdes, cual joyas de alas iridiscentes formando un haz de colores con la luz solar, entre la exuberante selva lluviosa de los chanules, las palmas, abarcos, chiguas, táparos y pacós, donde habitan capturando el carbono y exhalando oxígeno, millares de especies, en la dialéctica dinámica de la naturaleza.
Quienes somos conscientes de nuestra huella de carbono CO2e, y de nuestros impactos ambientales y emisiones que ocasionan estrés de árboles y plantas, afectando el agua dulce y el clima de toda la tierra, debemos crear una contracorriente humanista, social y ecológica, en armonía con todas las especies. en defensa del agua dulce, la máxima expresión de la vida.
1 Empresa que abastece de agua potable a 35 municipios del Valle del Cauca. No opera en Cali, Buenaventura, ni Palmira. Especialmente en ciudades intermedias del Valle.
2 Embalse de 20 millones de metros cúbicos de capacidad, construido en la cuenca del río Pescador Municipio de Bolívar vereda Primavera para abastecer de agua potable a los habitantes de Ricaurte, Roldanillo, La Unión, Toro, La Unión, La Victoria y Obando.
Recuadro
Valle del Cauca y sus diferencias pluviales
Cuatro grandes regiones hidrológicas
1. La selva lluviosa del litoral Pacífico
Está formada sobre aluviones, colinas y serranías, hasta farallones del páramo, con lluvias de 7.000 mm en bahía Málaga y un promedio superior a los 4000 mm anuales; desde el río Naya hasta el río San Juan. Ecosistema perturbado por minería fluvial del oro con cianuro de potasio y mercurio, destrozando ríos cristalinos, donde abundaban los nayos, camarones de agua dulce, libélulas gigantes y mariposas azules. Degradación total en la cuenca media y baja del río Dagua, que lleva sus sedimentos aluviales y derrumbes de lodos rojos hacia la bahía de Buenaventura, causando la colmatación del canal de acceso al muelle, y en toda la bahía grande y pequeña. En la selva lluviosa del Litoral Pacífico, la población de Buenaventura carece de agua potable permanente por las deficiencias del acueducto, que capta sus aguas crudas desde el río Ecalerete-San Cipriano, protegido por una reserva selvática de 7.000 hectáreas en la cuenca hidrográfica baja del río Dagua, y abastece a una población de 415,000 personas con pérdidas de agua tratada en la red urbana.
2. La cara seca de la Cordillera Occidental
Región lluviosa al sur y cuencas con altos índices de desertización en Yumbo 56,9% del territorio, Vijes 33,3%, Yotoco 40.1%. Erosión severa; Media Canoa, Riofrío, Roldanillo, Pescador, La Grande, Toro y Anserma. Es necesario racionalizar las explotaciones mineras de bauxita en la cuenca del río Claro, del oro y el carbón en la cuenca del río Jamundí. Vertientes erosionadas por ganaderías extensivas, minas de caliza y canteras de inertes. Minas de oro en Los Farallones de Cali que contaminan los caudales del río con cianuro y mercurio. Canteras de Yumbo, minas de carbón y manganeso en Bolívar. Impactos ambientales causados por la revolución verde en el Distrito de Riegos de La Unión Toro-Roldanillo, debido al uso excesivo de agroquímicos con desaparición de abejas e insectos polinizadores y controles biológicos. Se eliminó el sombrío de los cafetales de las zonas hidrográficas altas; desde la zona lluviosa de amortiguamiento del páramo del Duende del Río Frío al río Pescador, Toro-La Unión, Versalles reconocido por su neblina el Dovio, zona cafetera de La Argelia en Guaimaral y El Embal, El Águila y Anserma.
3. El valle geográfico del río Cauca
Con un promedio anual de 1.000 mm y zonas secas, como Rozo al sur y áreas del Norte del Valle, que sufren déficit hídrico, reflejado en embalse seco Sarabrut y escasez de aguas crudas para acueductos municipales. Se rellenaron los humedales, ciénagas, las madres viejas y los vasos comunicantes, que recibían, drenaban y depuraban las aguas desbordadas del río Cauca y afluentes. Se modificaron los cauces de los ríos, las quebradas y los zanjones, alterando el drenaje natural del valle geográfico. Según el estudio de la Universidad de La Salle en 1991; “Las quemas de pre cosecha y de pos cosecha generan temperaturas de 700o grados centígrados, emiten hasta 20.000 kilos de CO2 por cada hectárea quemada y 600 kilos de metano”. Las requemas emiten partículas sub micrónicas menores de 3 y de 2 micras, capaces de afectar el sistema respiratorio: la glotis, la epiglotis, la tráquea, bronquios, los bronquiolos, alvéolos pulmonares, sáculos, capilares, hasta el torrente sanguíneo. Herbicidas de contacto con el ingrediente activo IA Glifosato, de amplio espectro, no selectivos, usados como maduradores de la caña de azúcar por vía aérea, que secan y devastaron las flores y frutos en las especies de árboles y plantas frutales del valle; caimos, madroños, grosellas, guamos, limas, nísperos, mamoncillos, ciruelas, los mameyes, chirimoyas, guanábanos, mandarinas, badeas y piñuelas. La frontera agrícola fue arrasando los guaduales y cintas de árboles, que acompañaban el rumor de los ríos desde el pie de loma hasta el sinuoso río Cauca, protegido desde río Claro y el río Jamundí hasta la boca del río La Vieja a 912 metros de altitud sobre el nivel del mar, por franjas de cañas menudas, caracolíes, higuerones, balsos y pisamos amantes del alto nivel freático.
4. La cara interna de la Cordillera Central
Con sus páramos y sus lagunas; Fe, Esperanza y Caridad. Páramos de Tinajas, Las Hermosas, Los Domínguez, El Japón y Barragán, afectados por ganaderías extensivas con severos impactos sobre las lagunas de origen glaciar, y sus jardines de frailejones, de árnicas y piñuelas de páramo que almacenan el agua de las lloviznas permanentes, en valles de páramos y en zonas de amortiguamiento.
Municipios cafeteros desde la cuencas medias del río Guadalajara y Tuluá, Morales, al río Bugalagrande y el río La Vieja; donde fue implantada la tecnología de los cafetales eliminando el sombrío de los guamos, nogales cafeteros, cedros, carboneros gigantes, nacederos, plantas de plátano y banano, guaduales y chagualos, que conservaban los caudales hídricos de las quebradas y manantiales en las vertientes andinas, asociados con bromelias, orquídeas, heliconias griggsianas y rostratas en las profundas cañadas, helechos, plantas trepadoras, musgos y líquenes.
El resultado lógico de tanta devastación durante un siglo de “progreso” y “desarrollo” de las fuerzas productivas apelando a la devastación de los suelos, los cauces de los ríos, la atmósfera que sufre las emisiones y las especies de flora y fauna, es la alteración total del régimen de lluvias bimodales que antes existía en el Valle, y por lo tanto de los caudales de los ríos y la calidad del agua, la recarga de las aguas freáticas y de los acuíferos subterráneos A B y C, afectados por vertimientos y contaminación difusa. El agua es el indicador por excelencia del uso del suelo, el buen uso del territorio y su manejo. Si el agua cruda escasea ahora, hasta en la selva lluviosa del Litoral Pacífico y en zonas de amortiguamiento de los páramos y cuencas hidrográficas, donde caen las mayores precipitaciones, si el agua potable ya se raciona en Cali, Yumbo, Restrepo, La Unión, Roldanillo, Ricaurte, La Virginia, Sevilla y Caicedonia, debemos estudiar las causas del déficit hídrico.
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