Tras el sonado plebiscito que el pasado dos de octubre pretendía refrendar el acuerdo de paz al que llegaron el gobierno nacional y las Farc, quisiera proponer una serie de tesis amplias sobre el Estado y el sufragio. Estas tesis constituyen el producto de un pensamiento práctico, de un pensamiento siempre en curso, que se alimenta de la situación concreta en la que tiene existencia, sin, por supuesto, convertirse jamás en una dimensión de la vida meramente accesoria o instrumental. El dos de octubre voté por primera vez, no por falta de edad o condiciones para hacerlo antes, mi “abstención” más bien expresaba una intensa actividad política de la cual lo que viene son solo unos pocos trazos a vuelo de pájaro.
1. En un proceso de votación, sea cual fuere, se llama constantemente a “tomar una decisión informada”, pero no se llama a informarse sobre cómo nuestras emociones son movilizadas, y mucho menos se informa acerca de la carga afectiva de cualquier razonamiento (¡¿acaso existe algo así como la Diosa Razón, pura y bella en sí misma?!). Peor aún, quienes movilizan y condensan las emociones, esas mismas que se usan instrumentalmente en un claro desprecio del cuerpo frente al entendimiento, son personajes nefastos que creen ser muy especiales en esta vida, que creen y dicen sin “pudor” alguno –lo que me conduce a repudiarlos más– que lo hacen todo por “la gente”. Pacato altruismo ególatra y personalista.
2. Nos tienen en este juego, nos plantean este juego de “vida” o “muerte”, en cada elección. Acá hay toda una dimensión biopolítica, de gobierno sobre los cuerpos-emociones y la vida de las poblaciones, lánguidamente explorada, que por otro lado se conecta con fenómenos como los totalitarismos que han caracterizado nuestra modernidad-colonialidad. No olvidemos que tanto la dictadura del proletariado como la democracia liberal y el fascismo, en sus diversas vertientes, no cesan de apelar al pueblo y a la sabiduría popular, lo cual no les impide hablar del pueblo, al mismo tiempo, como una entidad inconsciente o bruta (o “en bruto”, a saber, “natural”). “Pueblo-razón (consciente) versus pueblo-cuerpo (inconsciente, irracional, emocional)”, en las cesuras/suturas de esos dos pueblos se juega todo. ¿Cómo contribuir a desactivar, en cada coyuntura, esta máquina infernal (quizás sería más adecuado decir “celestial/infernal”)?
3. Llamar “abstencionistas” a quienes optan por no votar es ya tomar partido, significa suponer que quien no vota lo debería hacer, es definirlos negativamente. Definir negativamente algo es uno de los grandes procedimientos de subordinación que caracterizan al pensamiento occidental dominante.
4. La abstención generalizada y recurrente priva de cualquier legitimidad a un régimen que se hace denominar demo-liberal, es como una teocracia formalmente instituida con una mayoría de base atea: sencillamente absurdo y escandaloso. Lo que habría que preguntarse, pues, es: ¿cómo se sostiene y reproduce, en esas condiciones, un régimen entero?, ¿por qué los medios y las grandes instituciones insisten en darle relevancia a un aparato ilegítimo?
5. La fórmula “1 individuo=1 voto; mayorías=condensación de votos”, expresa la operación básica del biopoder moderno-colonial, a saber, producir y gobernar totalidades (sujeto-masa, poblaciones) e individualidades. El pastor debe ocuparse tanto del rebaño como de las ovejas.
6. El Estado se levanta, mínimamente, sobre pueblos compuestos por individuos, es decir, sobre la fragmentación de flujos tecno-bio-físico-sociales. La diferencia es leída bajo el prisma de la identidad: la identidad nacional que divide pueblos, la identidad que divide individuos y colectivos, la identidad que separa la comunidad política de la vida meramente natural. El Estado carga en su seno la posibilidad infinita de políticas de la identidad (sectoriales, enfoques diferenciales, etcétera), de proliferación de demandas ad infinitum, sin que los problemas vitales sean resueltos. De ahí que para muchas comunidades indígenas el problema no sea si los derechos de los animales y la naturaleza, o de las “minorías”, son posibles, sino el de cuál es la mejor manera de componer las relaciones socio-naturales existentes, cómo con-vivir mejor teniendo en cuenta que el vivir-con socio-natural es un hecho ontológico.
7. El Estado no es neutral, aunque la neutralidad, el poder ser utilizado a conveniencia de cualquiera o representar adecuadamente los intereses de la gente, es su primer gran efecto ideológico. El Estado está condicionado (aunque no determinado absolutamente) por la formación tecno-bio-físico-social a la cual pertenece. En una formación patriarcal capitalista occidental y antropocéntrica, el Estado es, primariamente, patriarcal capitalista occidental y antropocéntrico, aunque también está condicionado y esculpido por las demás fuerzas no hegemónicas que componen la susodicha formación, de ahí que no sea pura o mera dominación. No obstante, su papel es, ante todo, el de fijar y reproducir la formación tecno-bio-físico-social en la que tiene existencia. Esto aplica tanto para el Estado como para el derecho.
8. El deseo de con-vivir allende el Estado no constituye una robinsonada, la única robinsonada la constituye el Estado mismo. El Estado se presenta, siempre y en primer lugar, como una verdadera entelequia, es decir, como una entidad soberana, in-condicionada, que posee su principio de acción y fin en sí mismo. En otras palabras, el Estado se presenta, ese es otro de sus grandes efectos ideológicos, como un poder absoluto, in-condicionado y auto-determinado, donde someterse al derecho internacional es un acto puramente voluntario y jamás vinculante en términos coercitivos. Así, declarando su absoluta independencia, se prefigura el terreno para una continua tensión y posibilidad de guerra en el escenario internacional.
9. El Estado trasluce los mismos defectos del Hombre occidental: proyecta una falsa independencia, pero también es “intrínsecamente” violento y posesivo. Tiende hacia el colonialismo interno y el externo.
10. En el ámbito estatal la politicidad de los seres y sujetos “carentes” de lenguaje y racionalidad (logos) se plantea como nula, o, a lo sumo, secundaria o derivada. El Estado es un tipo de comunidad política que se levanta sobre el desprecio de “discapacitados”, “niños”, “dementes”, “animales”, “plantas”, etcétera. Esta moderna comunidad política continúa siendo, como en la época de Aristóteles, hace más de dos mil años, una comunidad erigida sobre esclavos presuntamente irracionales.
11. El Estado, aunque condicionado, posee autonomía relativa. Esto implica que puede ser impugnado por sí mismo. El Estado engendra un tipo particular de clase, la denominada “clase política”. Los intereses de la “clase política”, en un sentido amplio, resuenan con los étnico-raciales, sexuales, de especie, de clase económica, religiosos, etcétera. Sin embargo, ninguna “lucha de clases” puede reducirse a otra. En otros términos: la lucha contra el Estado, contra la división entre gobernantes/gobernados, y contra esa específica manera de organizar la autoridad colectiva, no está subordinada a otras luchas.
12. No hay peor violencia, a nivel macropolítico, que la de: a) normalizar la existencia del Estado-nación (prefiero llamarlo Estado-pueblo) y b) pretender implantar esa particular organización étnica (blanca, occidental) de la autoridad colectiva a lo largo y ancho del globo.
13. Culpar, en cualquier situación, a los lastimosamente llamados abstencionistas por tal o cual “mal”, es promover activamente un régimen del terror encubierto. Implica, no solo querer privar de toda fuerza, afirmación y vitalidad al “abstencionista”, sino, fuera de eso, endeudarle con responsabilidades incumplidas que en ningún momento quiso adquirir (al peor estilo que caracteriza la cristiana moral occidental).
14. Votar, considerando las tesis anteriores, es sencillamente una actividad insustancial. Si es insustancial, no me importa que votes o no votes, importa más todo lo que se hace constantemente más acá o más allá del voto. El voto es algo así como el grado más bajo y básico de politicidad. El voto está, hoy, ligado a una visión estrechísima de la política, e indirectamente ha contribuido a “despolitizar” (operación imposible) la vida en su totalidad. La vida “política” parece reducirse a la temporada de elecciones o el escándalo mediático del momento.
15. El voto, como el Estado y el derecho, está condicionado por la formación tecno-bio-físico-social a la cual pertenece, mas no puede ser reducido a mero instrumento de dominación.
Posdata: Voté SÍ… Bajo idénticas circunstancias, lo volvería a hacer, y como nos gusta decir a los de nuestra rara especie: ¡Muerte al Estado y viva la anarquía!
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