Bajo el efecto y entorno nuevos de la ciencia y las fuerzas productivas, soñar con un país cualitativamente diferente implica resolver un gran interrogante: ¿Cómo comunicarnos y conectarnos, con el país nacional, el país real –las mayorías, a las que aludía Gaitán? Las organizaciones alternativas y militantes deberían asumir como propósito central en 2017-2019, llevar a cabo discusiones, talleres, foros, tertulias, etcétera, para consultar, comprender, procesar y politizar acerca del por qué la democracia realmente existente, o burguesa, llegó a su límite.
“Cambia lo superficial/Cambia también lo profundo/Cambia el modo de pensar/Cambia todo en este mundo”, así canta Mercedes Sosa, quien luego dice que “Cambia todo cambia”. Y no se equivocó, pues así parece reafirmarlo lo que está sucediendo en la sociedad, donde lo que conocimos hace apenas 30 o 40 años ya no existe o está desechado (ver recuadro), dándole paso a toda una renovación en infinidad de campos. Y estos cambios, que afectan la vida cotidiana de todos los que hoy habitamos este planeta, también afecta la forma cómo se sustenta el régimen capitalista, su régimen económico y político, colocando en aprietos su columna vertebral: la democracia realmente existente, para nuestro entender, formal, superflua e improcedente.
“Cambia todo cambia”, si la realidad es esta, ¿cómo actuar para que el sistema que hoy domina e impone desigualdad por doquier, de paso a uno otro, donde la justicia y la solidaridad sean su piedra angular? Si la ciencia es la que está propiciando todos los cambios que cada día nos sorprenden, ¿por qué no echar mano de ella para atrevernos a lo “imposible”?
Cambios y avances, comprendidos y apropiados en nuestras vidas cotidianas por el uso de innumerables artefactos que nos deslumbran con su versatilidad, los mismos que nos deben permitir, a todos aquellos que soñamos con una sociedad distinta, disputar y construir una opinión y un país en justicia y con soporte de vida digna para el conjunto social de colombianos. Un inmenso reto que conlleva uno no menor: ¿Cómo construimos el territorio, la convocatoria y los referentes de convocatoria que conjuguen el proyecto social, político y cultural que nos permitiría la comunicación con el país nacional, con las mayorías? Los diseños políticos para responder a este interrogante son varios. Son tantos como expresiones orgánicas de izquierda existen.
Unos apuestan por construir y consolidar antes un aparato político vertical y luego, ahí sí, tratar de comunicarse con aquellos a quienes desean movilizar o dicen representar. Esta es la fórmula o el diseño orgánico más común entre nosotros, pero también allende nuestras fronteras. Un diseño de “aparato y jerarquía” que una y otra vez, aquí y allá. ha fracasado. Por tanto, sólo queda como opción, la vía inversa: construir el proyecto orgánico al tiempo que logramos el conocimiento y la conexión con el país nacional. ¿Y para qué considerar esta conexión?
Considerarla para que entre todos y todas podamos enfrentar y emplazar la iniciativa al establecimiento, al poder reinante, a las clases sociales que lo concentran, y que excluyen y oprimen a las mayorías. Pero, ¿cómo lograr esa conexión con las mayorías? ¿Cuáles serían las reivindicaciones que exigen estas mayorías para hacer posible su movilización? Es otra pregunta por resolver, al encarar el propósito comunicativo/organizativo/movilizador de las mayorías nacionales con cimiento en sus regiones. Y las respuestas también son tantas y variadas como lecturas existen sobre la coyuntura y/o la realidad económica, política, social, que atraviesa el país, en su realidad interna y externa.
Metámonos entonces en la pregunta ¿cuál es la reivindicación que más motiva a las mayorías? ¿Será la necesidad de empleo –e ingresos? ¿Será el sueño de techo propio?, ¿el deseo de libertad?, ¿la necesidad de salud oportuna y adecuada?, o ¿la necesidad de tierra? Tal vez sean todas, o sólo una. En todo caso, cualquiera que sea, bien sea una o varias de ellas, por efecto de los niveles de riqueza que hoy genera la humanidad, todas pueden ser satisfechas por el establecimiento. Con respuesta, ya sea para neutralizar y desinflar por esa vía cualquier movimiento de protesta, alternativo o anti establecimiento. Ojo con esto. El aspecto y contenido que no puede satisfacer el establecimiento, así lo desee, es cumplir, realizar y concretar una democracia real. Y menos, una democracia de nuevo tipo, radical, directa, refrendataria. ¿Por qué no puede satisfacer este tipo de demanda?
La democracia realmente existente, o burguesa, llegó a su límite
La democracia, columna vertebral del régimen burgués que le sirve para propagar a los cuatro vientos un cuento imposible de igualdad, justicia y libertad, está totalmente rota. Está en crisis de posibilidad, como resultado de la transformación de la matriz económica capitalista, ahora potenciada y determinada por un motor financiero y de especulación que fija al conjunto social, a través del mecanismo que han dado en llamar financiarización del sistema. Así la situación, ¿cómo llegó acá el sistema capitalista?
Llegó por conducto y consecuencia de la mayor revolución científica conocida hasta ahora. Revolución que le permitió avanzar hacia una globalización creciente, a través de la cual el sistema penetró en todos los rincones del mundo. Penetra cosificando todas las cosas. Cala con una interconexión en tiempo real de toda relación mercantil, entre ellas el intercambio del dios dinero, ahora irreal –no representa la producción efectiva que realizamos los humanos–, a pesar de los billetes estar impresos.
Esta interrelación y dominio del capitalismo –y del sistema financiero– en todos los rincones, ahora, también potencia la concentración de la riqueza y del poder. De este modo, lleva al sistema político, en su afán por mantener y prolongar su dominación, a un nivel de autoritarismo nunca visto. Producto de esto, hoy son menos los ricos que determinan el rumbo económico mundial, llevando al planeta hasta la frontera de su autodestrucción. Y, el afán de los estados por controlar a sus sociedades, hacen de la intimidad y la libertad una lejana reivindicación, hoy confundida con la libertad de compra y venta.
A extender nuevos niveles de democracia con participación y poder
Está visto que hoy la “democracia” es un simple aviso que decora los edificios donde sesionan los legisladores, queda así como un lejano sueño nunca realizado a plenitud. Democracia que en el presente será menos factible de concretar, dado que la participación quedó relegada al simple rito político de votar. Rito que sucede cada cierto tiempo, sin tocar ni variar la columna y continuidad de cada régimen político. Ajeno, sin motivar a las mayorías, razón de ser de la democracia que ayer dio al traste con las monarquías. Por eso, en estas circunstancias, levantar la bandera de la democracia es izar la más radical y revolucionaria de todas las banderas.
Hacerlo precisamente, cuando la transformación técnico científica permite no solo la participación de las mayorías en la discusión y diseño de todos los órdenes de la vida política y económica de su sociedad, sino que también permite actuar para que ningún compatriota padezca necesidades materiales.
Los retos que abre esta potencialidad son muchos: Estados plurales y descentralizados, gobiernos participativos en todos sus niveles de decisión, economías con fuerte arraigo local, con matriz ambiental y asimilación de su relación de respeto con la tierra y todas las especies que la habitan, reducción del tamaño de las ciudades y revalorización y minimización del carro como centro de la vida humana, y valorización de lo pequeño y de lo local, entre otros.
Aparece entonces un interrogante fundamental: quién levanta esta bandera, ¿las organizaciones políticas o el pueblo –genérico que parece resolver todo? Sin duda, un ideal consecuente es que las mayorías llamadas pueblo sea quien la reclame y dispute. Las organizaciones políticas deberían asumir que ningún proyecto político se considere (auto)suficiente, y que actúe y hable a nombre de todos, sin concitarlos ni dominar ni contar con legitimidad en la vida cotidiana de quienes habitan los diferentes territorios que integran nuestro país.
Conectarse con la sociedad con la aspiración de que la bandera de la democracia –no la realmente existente– sino una refrendataria, radical, directa, participativa, que aplique un ascendente poder popular, sea ondeada por las mayorías. Ahora la única opción del sistema para contener los cambios en marcha producto de los avances científicos ya considerados, es el autoritarismo y la violencia más desenfrenada. Por ende, cada día es necesario que sea más la cantidad de gente interesada por la política –por la llamada cosa pública– rompiendo la constante hoy dominante; pues nada puede ser decidido por las minorías ni a espaldas de la mayoría.
A la par, cabe diseñar y poner en marcha iniciativas de todo orden cotidiano, con miras a resolver desde la base las necesidades básicas de la gente: alimento (con el reto de soberanía alimentaria), salud integral, techo, educación, recreación, ingresos, vía indispensable para construir o recobrar la confianza de la sociedad en el discurso alternativo, anticapitalista, hasta emparentarlo con el socialismo verdadero, que es garantía y soporte de la más amplia y meridiana democracia.
Socialismo con su base de socialización hoy presente en infinitud de empresas –muchas de ellas multinacionales– y procesos sociales, así esta realidad no sea ni evidente ni reconocida por la mayoría de la humanidad. Mucho menos, por los propietarios de estas empresas ni por los políticos de turno.
El reto es inmenso, “Cambia el sol en su carrera/Cuando la noche subsiste/Cambia la planta y se viste/De verde en la primavera”. “Cambia todo cambia”, nos enfatiza la canción, fiel resumen de la vida en toda su realidad. La política también debe transformarse, el Estado y los gobiernos. Hagamos con nuestros actos y relación con nuestros vecinos/as en nuestros barrios, así como en nuestros sitios de estudio y trabajo, que la canción se haga realidad. Vivimos un tiempo de cambio, del cual no puede quedar exenta la democracia realmente existente. ¡No seamos inferiores al reto ni al momento histórico que estamos viviendo!
Recuadro 1
El nuevo momento de la ciencia y las fuerzas productivas
Vivimos tiempos de cambio. Tiempos de avance para la humanidad. Es una certidumbre, sin dejarnos apabullar por la dificultad de los asuntos inmediatos, puesto el ojo en la línea de tiempo. Quien dude de la novedad, también puede mirar en su entorno inmediato y comprobarlo, certificar si algo de las cosas que conoció en sus años mozos aún se conserva. Para quienes ya cuentan con cuatro o más ‘pisos’ a cuestas, la tarea es elemental: televisor a blanco y negro, máquina de escribir, enciclopedias; mecanismos de comunicación (telegramas, postales, correo aéreo, etcétera), radios de transistores y de onda corta, cámaras fotográficas de rollo, tocadiscos, desinterés por el medio ambiente, y la manera de comprender y relacionarse con la naturaleza, la función y comprensión de las ciencias; un otrora, y mucho más, que descansa ahora en el cuarto de San Alejo.
Para quienes tienen menos años y no conocieron esto: el tamaño de los celulares, la capacidad de trabajo y la velocidad de las computadoras, la manera de relacionarse entre alumno-docente, las pantallas que no eran táctiles, la imagen del mundo (en tamaño y posibilidad de recorrerlo), la conquista del espacio más allá de la luna, etcétera. Todo esto y mucho más cambió y arruma en el mismo cuarto de los trastos.
Lo que no arruman en Colombia es la injusticia, sostenida, multiplicada, presente sin pausa.
Como una enredadera se estira amparada en viejos y nuevos argumentos, y en la misma violencia institucional de siempre. ‘Justicia’ soportada, aupada y defendida por quienes a través del curso de dos siglos, han llevado a nuestra sociedad a niveles de pobreza y de miseria –con índices de muerte de menores de edad que son vergüenza para cualquier sociedad–, y con récord en sus indicadores de concentración de riqueza, de propiedad de la tierra, de los medios de comunicación, de los medios productivos, que arrinconan a las mayorías; desconociendo sus potencialidades y saberes. Es decir, aplicando la antidemocracia sin reparo alguno. Contrarios a los avances y evidencias de nuestro tiempo, más concentración de la riqueza y menos democracia es la norma que los de siempre imponen por doquier.
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