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La política como autoayuda colectiva

La política como autoayuda colectiva

La experiencia formativa con trabajadores afiliados a la Federeación Únete, un intercambio de ideas con renovación de ideas y proyección al país.

 

En el mundo del trabajo, la necesidad de articular y de sumar fuerzas es cada vez más apremiante. En tal perspectiva, la Federación de trabajadores del Estado Únete, continúa con sus talleres de reflexión socio-política, de los cuales presenta aquí la segunda edición de su boletín de debates, el que resume las últimas dos sesiones realizadas en noviembre del 2017. Con esta entrega, de nuevo, esperamos aportar herramientas de análisis que abran la discusión y alimenten cada uno de los procesos populares dentro y fuera de la Federación.

 

En primera medida, según la agenda clásica de las teorías de los movimientos sociales, distinguimos tres componentes que a rasgos generales caracterizan todo movimiento social. 1) Un marco de referencia para la acción colectiva, 2) una estructura organizativa y 3) la lectura de una determinada estructura de oportunidad política. Según esta agenda, una combinación acertada entre los tres componentes puede materializarse en un efectivo avance de cualquier propósito colectivo, por lo cual cada uno de los talleres lo que pretende hasta ahora es profundizar en estos componentes. En esta medida, los espacios de reflexión que resumimos a continuación delimitan la cuestión del marco de referencia para la acción colectiva, trazando algunas reflexiones en torno a la configuración del marco de referencia hegemónico, y sobre el cómo analizar los discursos y las prácticas contemporáneas que generan una subjetividad política particular.

 

Sentido común y subjetividad

 

En el taller comenzamos por cuestionar algunas nociones básicas: ¿cómo es que las clases trabajadoras no solo soportamos, sino que también aceptamos –de buena gana–, la desigualdad en la distribución de la riqueza social? ¿Qué tipo de dispositivos de control interiorizamos de manera que terminamos por no oponernos a esta asimetría?

 

Para dar respuesta a estas preguntas, comentábamos que entre el sujeto (sea individual o colectivo) y las estructuras sociales, existe algo conocido como el marco de referencia, el cual está compuesto por el conjunto de conceptos, imaginaros y categorías con las cuales el sujeto interpreta su lugar y el de los demás en el mundo social, con el que construye sus sueños y orienta su conducta diaria; por esto entendemos que las estructuras y las instituciones sociales no son retazos de la realidad, que podamos ver desde afuera, sino fuerzas psicológicas, sociales e históricas que nos atraviesan y nos direccionan para un lugar o para otro.

 

Poníamos el ejemplo de que dado el avance del capitalismo hasta nuestros días, pareciera que el escenario privilegiado que configura dicho ámbito de referencia, por encima de todos los demás, es el mercado, base sobre la que la mayoría de la población sobrevive en su cotidianidad. Es mediante el éxito o el fracaso en el mercado como las personas se ‘salvan’ o se ‘condenan’.

 

El hecho de que el mercado sea la institución de socialización fundamental de nuestra época tiene profundas implicaciones psicológicas, sociológicas, políticas. El mercado, expandido más allá de sus límites, mercantiliza lo no mercantilizable: el agua, la salud, los valores más sublimes de libertad, nuestros más profundos deseos de realización personal y hasta la fuente de todo valor mercantil: el trabajo. La fuerza de trabajo convertida en mercancía conlleva que el trabajador se convierta en empresario, el cual debe gestionar, administrar y saber vender su mercancía “fuerza de trabajo” como un producto más en el mercado, con lo cual, si el trabajador no triunfa, el castigo que sufrirá (el desempleo, la falta de ingresos fijos) es culpa de su propia deficiencia, de su falta de cualificación técnica o de algún atavismo cultural.

 

Comentábamos, asimismo, que esta representación que el trabajador hace de sí mismo es un dispositivo de control que le impide ver la relación objetiva con sus demás compañeros de clase, dispositivo que alcanza a comprometerlo con los intereses de su contraparte, el patrón, subsumiendo todo a la lógica de la ganancia, elementos con los que juegan discursos como la autoayuda, y/o del empresario de si (1).

 

Estos y muchos otros elementos o prácticas discursivas, atraviesan otras instituciones como la iglesia, la escuela, la familia, los medios de comunicación, configurando miedos y esperanzas susceptibles de desplegarse en la arena política; elementos que hacen parte del sentido común dominante entre la mayoría de la población, y que pueden ser estudiados con rigurosidad, enfatizando en que es necesario trascender y conocer mejor la relación intrínseca de los problemas sociales entre sí, de manera que puedan darse otras interpretaciones, e influir en el marco de referencia con el cual asumimos el mundo social. Por eso, entre otras razones, debemos de estudiar y comprenderlo mejor, entendiendo que los problemas sociales se asumen socialmente y que no hay mejor autoayuda que la autoayuda colectiva.

 

Para así proceder, propusimos tres dimensiones a través de las cuales analizar las representaciones que en disputa en el sentido común, de las personas o de grupos sociales, con las cuales queremos tejer y ganar apoyo.

 

Identificar las tipificaciones dominantes: ¿cuáles son los adjetivos, los conceptos y las categorías con que las personas interpretan los hechos sociales? Por ejemplo, ¿quiénes son los buenos y los malos en un hecho político? (valga el caso, ¿es Venezuela una dictadura o una democracia?).

 

Conocer la estructura del sistema de relevancias: ¿qué temas son más prioritarios, más urgentes, más trascendentales, para la vida de las personas? Por ejemplo, ¿es más prioritario para ellas hablar del salario o hablar del proceso de paz?

Delimitar la distribución social del conocimiento: ¿cuáles individuos o grupos tienen una interpretación más desarrollada de los acontecimientos, con argumentos más sólidos y categorías de análisis más elaboradas, en un lugar y en un momento particular?

 

Estrategias políticas contemporáneas

 

A partir de lo enunciado, empezamos a cuestionar nociones básicas de las estrategias políticas tradicionales, por ejemplo la noción de “la toma del poder”. Decíamos que dada la complejización cada vez más acentuada de la sociedad contemporánea, el asalto a un cuartel, un palacio o un castillo, como lugar que guarda “el poder”, es insuficiente para realizar cambios duraderos.

“El poder” en una sociedad tan compleja como la actual, con instituciones de corte liberal asentadas entre el conjunto social a través de un mayor consenso y legitimidad en la sociedad civil, implica que el camino hacia el castillo esté rodeado de trincheras que dificultan acceder a él. Estas trincheras son las instituciones y entidades que, como nodos de articulación, le dan un armazón a la estructura social de manera que permanezca estable; así mismo, son las que fragmentan y debilitan, económica, jurídica, política e ideológicamente a los proyectos del campo popular, fortaleciendo a los actores hegemónicos.

Avanzamos en esta reflexión retomando las diferentes protestas efectuadas durante los últimos años en contra de las políticas del gobierno Santos. Cada uno de los sujetos que levantaron su voz (estudiantes, campesinos, indígenas, docentes, etc.), con sus acciones y reivindicaciones particulares, fueron fácilmente desarticulados al concederles el poder prerrogativas parciales de sus demandas específicas. Estos mecanismos, además de la evidente represión, quedan materializados mediante la canalización de las demandas de los sujetos popular a través de alguna institución que es reconocida como contraparte, pero también a través de algún paliativo, como entregar dinero o subsidios a actores estratégicos de lo popular, y/o mediante el delegacionismo a través de acuerdos incumplidos que administran las mismas clases dirigentes o algunos notables, cooptados de las clases subalternas.

Todas estas estrategias del poder tienen una explicación común, y es que cada sujeto político, al movilizarse, tiene en sus características dos aspectos que son cruciales y deben ser analizados: 1-. Sus demandas muy particulares (por mejor salario, por la no privatización de las universidades, por más tierra, por rebajar los precios de transporte, etcétera), y 2-. Otro tipo de demandas, más generales, mucho más comunes al resto de la sociedad, que lo articulan con otros actores y que lo proyectan a la disputa por un orden social alternativo, ej. por mayor democracia, por trascender el régimen de propiedad, etcétera. De ese tránsito, y del nivel de elaboración entre un aspecto y el otro, del especifico al general, es que se deriva su capacidad de articular otros actores, de constituirse en alternativa política o, por el contrario, ser desarticulado por los poderes hegemónicos una vez sea solucionada su demanda particular.

Por lo regular, lo que hacen los poderosos cuando la represión no funciona, es tomar la demanda particular y solucionarla mediante algún mecanismo como los ya anotados, de manera que no ponga en peligro el resto del orden social; es un dispositivo de control bajo el cual el mensaje suele ser: “soluciono lo que me estas pidiendo, en tanto sea yo el que siga mandando”.

Para afrontar este panorama, compartíamos el discurso de que la construcción de las demandas y el análisis político consta de 3 materias primas para su elaboración2, para lo cual avanzábamos en un ejemplo:

Una situación problemática: la falta de acceso a la propiedad de la tierra.
Un responsable de esa situación: los gamonales del partido X y sus ejércitos particulares.
Una solución alternativa: recuperación de tierras organizada por la asociación campesina.

Con estos tres elementos es susceptible de ser politizable una situación, pero la estrategia a tener en cuenta dentro de los sectores subalternos radica en saber proyectar, influir y aumentar el alcance de las demandas, a través de ciclos escalados de conquistas y de articulación, con temas cada vez más generales a las reivindicaciones particulares de cada actor en concreto. Para ello, finalizamos el taller diciendo que los responsables de abordar este tránsito y esta elaboración son los intelectuales, término acuñado por Gramsci con el cual se refería no a los más inteligentes, sino a quienes, con un sentido y un compromiso colectivo, tienen más claro el horizonte por transitar y la forma de realizarlo en la actual sociedad. Estos intelectuales, así entendidos, son los organizadores y los tejedores del campo popular, por lo cual es fundamental que cada sector social tenga los suyos, formarlos y proyectarlos para dar siempre las disputas de una mejor manera.

Con estas reflexiones y discusiones, terminamos el modulo sobre los marcos de referencia para la acción colectiva. Próximamente adelantaremos los temas de estructura de oportunidad política: repertorios de lucha y análisis de coyuntura y, por último, estructura organizativa: índices y análisis de las capacidades de la organización.

Esperamos de todos y todas comentarios, críticas y sugerencias.

Para profundizar en estos temas, recomendamos las lecturas abordadas en el taller:

– Bolívar Echeverría “Discurso crítico y modernidad”.
– Juan Carlos Monedero “Curso urgente de política para gente decente”.
– Iñigo Errejon: “Hegemonía y discurso” https://www.youtube.com/results?search_query=discurso+y+hegemonia

Información adicional

Del boxeo al ajedrez:
Autor/a: Sebastián Giraldo Quintero
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