Colombia se apresta a elegir al próximo presidente de la República. El número exacto en la lista de presidentes no es exactamente claro, debido a circunstancias como la Patria Boba, o las numerosas guerras del siglo XIX.
Colombia, el candidato a la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico); el país miembro del grupo de Civets (presuntamente el grupo de vanguardia en el futuro de la economía después de los países Brics); la cuarta economía de América Latina, después de Brasil, México y Chile; la Atenas Suramericana, como jocosamente aún alguna aerolínea lo anuncia al aterrizar en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, siguiendo una leyenda urbana que se remonta a los comienzos del siglo XX; en fin, si se quiere, Colombia, el país que más universidades está logrando situar en los grandes escalafones universitarios mundiales en la región, al lado de Brasil, Chile y México.
Pues bien, una mirada atenta a los discursos, los pronunciamientos, incluso las entrevistas de los candidatos a la presidencia 2018-2022 pone en evidencia que no ha habido absolutamente ninguna palabra acerca de propuestas, políticas, planes de ciencia y tecnología. Sí hay, y variadas, propuestas sobre educación; desde luego sobre política internacional; sobre políticas de centralización y descentralización, políticas sociales de diversa índole. Pero ni una sola palabra acerca de la ciencia y la tecnología.
Dicho puntualmente, la ciencia y la tecnología no existe ni en las agendas de los candidatos a la presidencia, ni en la de sus grupos de asesores, ni tampoco en los periodistas que indagan, consultan y cuestionan.
El Estado y la política frente a la ciencia y la tecnología
Esta circunstancia no es extraña. Todo lo contrario, es perfectamente congruente con la historia misma del país. Nunca ha habido una preocupación seria por parte del Estado ni de la clase política acerca de la ciencia y la tecnología (CyT).
Nunca en la historia del país se logró que el presupuesto de inversión en (CyT) fuera superior al 0.5 por ciento del PIB. Jamás se logró la creación de un ministerio de (CyT).
Santos desplazó a Colciencias –el Departamento Administrativo sobre el tema– hacia el Departamento de Planeación Nacional. El candidato Gustavo Petro, quien más se ha acercado al tema, sencillamente propuso que Colciencias pase a ser una dependencia del Ministerio de Educación, lo cual podría tener buenas intenciones de cara a la educación, pero no dice una palabra acerca de (CyT).
Digámoslo de manera franca y directa, las élites colombianas jamás han estado sinceramente interesadas en ciencia y tecnología como un asunto de política pública. Los logros alcanzados ocasionalmente en materia de ciencia, tecnología e investigación es más el resultado del trabajo denodado de investigadores individuales y grupos de investigación, antes que el resultado de políticas de apoyo por parte del gobierno o el Estado. Las universidades han hecho lo suyo, pero buena parte de la motivación resulta del hecho de que a un mayor prestigio en calidad académica y de investigación resultan más matrículas y más dinero que ingresa por conceptos como aportes del sector privado.
Ante una mirada y un oído sensibles, es atronador el silencio en la política en materia de ciencia y tecnología. Lo cual significa desconocer que el apoyo a la (CyT) se traduce en más y mejores condiciones de vida para la población, más y mejor infraestructura, alimentación, servicios de salud, esperanzas y expectativas de vida, en fin, mayor cuidado del medio ambiente y de la naturaleza.
De un lado, ni las universidades, que invitan a los candidatos a presentar sus programas, les han abierto los ojos a los políticos acerca del tema; y de otra parte, ni los políticos, sus partidos, movimientos y grupos de asesores han caído en la importancia del conocimiento y la información para el desarrollo de la sociedad.
Temas y asuntos como la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento y la sociedad de redes, permanecen al margen de las preocupaciones políticas. Es cierto que sí existen planes por parte del Gobierno para pasar del sistema wifi al wimax; es verdad que hay conciencia en algunos sectores acerca del significado de la cuarta revolución industrial, por ejemplo. Pero en el mapa amplio y profundo de la política esos planes representan apenas asuntos de mera gobernabilidad antes que de estrategias políticas en el sentido preciso y fuerte de la palabra.
Y no importa si los candidatos son de extrema derecha, de derecha, de centro, de cualquier variedad de la izquierda. Los partidos y movimientos políticos en Colombia no saben de ciencia y tecnología. Ello en marcado contraste con diversos movimientos sociales y políticos desde abajo que sí están aprendiendo y han aprendido de la importancia del conocimiento y la investigación para mejorar sus condiciones de vida; la dignidad y la calidad de vida.
Ciencia y tecnología y posibilidades de vida
No existe la más mínima duda: en la historia, los países que han invertido en ciencia y en tecnología logran desarrollar políticas sociales y medioambientales que se traducen en mayor gratificación de la existencia. Los índices de felicidad y de satisfacción de la vida consigo misma, son mayores en esos países
En la historia, los casos son perfectamente conocidos, pero más recientemente, se trata de países como Irlanda, Corea, Israel, Indonesia y Chile, para mencionar tan sólo un puñado de países que recientemente han invertido de manera significativa en ciencia, tecnología e investigación y sus índices de desarrollo, crecimiento y calidad de vida han aumentado de manera importante.
En Colombia sigue prevaleciendo ampliamente la innovación como el modelo de transferencia tecnológica. No existe en Colombia una política pública de apoyo a la innovación, y de manera atávica la entienden, los responsables de lo público, simple y llanamente como emprendimiento. Que es tan torpe como confundir el fuego con el calor, o la lluvia con inundaciones, por ejemplo. Colombia nunca ha hecho hasta la fecha de la innovación un asunto de política pública.
Sería interesante realizar un muestreo de las facultades de derecho y gobierno, ciencia política y relaciones internacionales –independientemente del nombre– en las que existen sistemáticamente planes de estudio sobre política de ciencia y tecnología. Reina el silencio, el abandono y el desconocimiento. En Colombia la política y la ciencia y la tecnología no se han llegado a encontrar, ni desde la teoría, ni desde el estudio ni en la práctica.
Un mapa congruente que se traduce en violencia, inequidad, injusticia e impunidad. La historia gruesa y oficial de la República de Colombia.
Ciencia y tecnología y educación
El ministerio de educación nacional (MEN) ha volcado todas sus apuestas de formación de niños, jóvenes y adolescentes en tres criterios: competencias argumentativas, competencias propositivas y competencias interpretativas, todo lo cual, presuntamente se traducirían en competencias ciudadanas. Un embeleco, la verdad sea dicha.
Los niños y jóvenes deben hacerse competitivos y desarrollar competencias –todo lo cual pone en evidencia que es el mercado y no la educación por sí misma la que determina los criterios de la educación y la formación. Al fin y al cabo, el sistema de libre mercado se rige por la competitividad, y no sabe nada de cooperación. Confunde, al cabo, la cooperación con programas asistencialistas, dos cosas perfectamente distintas.
Los niños y jóvenes se están formando con criterios guerreristas antes que de solidaridad, comensalismo, mutualismo o cooperación. La lucha contra la pobreza, la lucha contra la enfermedad, la lucha por la supervivencia, en fin, cada cual sálvese por sí mismo. Políticas educativas semejantes crean una sociedad indolente, egoísta, ciega.
En Brasil, ante el asesinato de una líder social, Marielle Franco, la sociedad civil entera se lanzó a las calles a protestar. En Honduras, el asesinato de la defensora del medioambiente Berta Cáceres produjo una respuesta solidaria de envergadura nacional y mundial. En España, la violación de una mujer por parte de un grupo de amigos conocido como la Manada y la subsecuente condena débil por parte de un juez hizo que toda España se levantara contra la impunidad y la injusticia. En Argentina, la desaparición y muerte del líder social Santiago Maldonado produjo un movimiento de protesta y solidaridad que perdura hasta la fecha. Los ejemplos y casos pueden multiplicarse alrededor del mundo.
En Colombia, según diversas fuentes, después de los Acuerdos de La Habana, han sido asesinados alrededor de 200 líderes sociales. Desde el año 2016 han caído asesinados más de 110 defensores de derechos humanos. Pero no se sienten las protestas y los reclamos en las calles en contra de los asesinatos, crímenes y atentados.
Colombia es un país de una extremada violencia, traducida en egoísmo y miedo. Y entonces, claro, la falta de cooperación y solidaridad salta ante la vista. Pues bien, un sistema que promueve la competitividad y no la cooperación es una un sistema que apoya, por acción o por omisión, la violencia, la injusticia, la inequidad, la pobreza y la indolencia. Que cada quien se salve a sí mismo, eso es lo construido por décadas desde el sistema educativo y desde las políticas públicas.
Competencias educativas, competencias ciudadanas: conceptos erróneos y peligrosos.
¿Qué significa una educación y cultura en ciencia y tecnología?
En la Grecia antigua, la ciencia y la filosofía fueron el resultado de la política y el derecho. Los debates dejaron de resolverse a las armas, y los argumentos pasaron al primer plano. Argumentos, pruebas, demostraciones, datos, recurso a la experiencia, pensamiento crítico, y mucha libertad. Ese es el modelo que alimenta a Occidente.
La formación en ciencia tiene muchos componentes; así por ejemplo, es el reconocimiento del valor de la palabra, de lo argumentos, de los juicios bien construidos. Se trata del hecho de que un conjunto de enunciados no vale nada si la experiencia demuestra lo contrario, lo cual pone en el foco de la mirada la importancia de los hechos, de los datos. Es imposible hacer buena ciencia sin una buena base de datos.
Asimismo, la formación en ciencia es el reconocimiento explícito de que los argumentos de autoridad no tienen absolutamente ningún valor. En ciencia no valen las autoridades, sino los experimentos, las reflexiones, los juicios críticos y ponderados a la vez.
En ciencia la opinión no vale de nada. Ello en marcado contraste con el modelo liberal de la sociedad que se funda en la libertad de opinión y en la importancia de los formadores de opinión y de los grandes medios de comunicación. Ya Sócrates lo señalo de manera precisa. La opinión, los saberes circulantes, los lugares comunes deben ser radicalmente eliminados y transformados en conceptos. Una idea guía de una inmensa carga democrática.
La educación en ciencia forma ciudadanos con criterios propios, reflexivos, críticos. En ciencia, en contraste con el mundo de la política y los negocios, los consensos y los acuerdos no son lo importante. Por el contrario, se promueve la discusión, el debate, la crítica, la reflexión. El mundo de la ciencia no está construido sobre consensos, acuerdos y pactos, sino sobre pruebas y contra-pruebas, refutaciones, mejores experimentos y la elaboración de interpretaciones más consistentes.
El Magistrado Carlos Gaviria ya lo decía en algún momento. Grosso modo, la historia de Colombia ha sido la historia del Derecho, puesto que la gran mayoría de los gobernantes fueron formados en el Derecho. Más recientemente, a la responsabilidad del Derecho se suma la responsabilidad misma de la economía, la administración y las finanzas. Grosso modo, las élites colombianas se vienen formando principalmente en estas áreas. Y ellas no saben de ciencia, de tecnología, de investigación. Son eminentemente instrumentales y efectistas. Su lenguaje es el del crecimiento, la eficacia, la eficacia, y la competitividad, notablemente. Todo lo contrario a la ciencia, prima facie.
La investigación científica existe hoy en día con base en redes, y promueve a su vez ampliamente las redes: redes de colaboración, redes académicas, redes de citación, redes de investigación. Pues bien, al interior de las redes lo que prima es la colaboración y no la competencia o el egoísmo, el individualismo y la sospecha.
Una educación fundada en competencias le hace un flaco favor a la justicia y la igualdad.
Los políticos en toda la línea de la palabra, candidatos o no, poco y nada saben de ciencia. Y el más popular de ellos amenaza a sus oponentes, los testigos de sus actos son misteriosamente asesinados, y alrededor suyo se impone una red de silencio y complicidad. Literalmente, se llama el innombrable porque no merece ser nombrado.
Los partidos políticos, los movimientos políticos, deben asumir la responsabilidad que tienen ante la ignorancia que tienen ante la ciencia y la tecnología; en el país y en el mundo.
Repetimos, frente a esos políticos hay movimientos sociales que sí saben, están aprendiendo y estudian temas de ciencia y tecnología. Pareciera ser que el futuro del país puede encontrarse en estos movimientos sociales con la condición de que logren dinámicas políticas de amplio alcance.
Mientras tanto, en materia de conocimiento bien vale un juicio crítico, negativo o de abstención frente a las élites políticas y los candidatos en curso. El ruido de la ausencia.
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