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Trotsky según Putin

Trotsky según Putin

Netflix, la empresa estadounidense de entretenimiento, emitió la miniserie Trotsky, dirigida por Alexander Kott y Konstantin Statsky. La serie integró la muestra rusa en relación a los 100 años de la Revolución de Octubre emitida por el canal uno, mientras que en el canal dos, ambos muy populares en Rusia, se emitió la miniserie “Demonio de la Revolución”, relacionada con los viajes de Lenin al exterior y el trabajo de este por hacerse al poder, las dos fueron vistas en 2017.

 

La miniserie ha sido duramente criticada sobre todo por organizaciones trotskistas y socialistas, y recientemente apareció la Declaración: “Netflix y el gobierno ruso unidos para mentir sobre Trotsky”, con firmas de intelectuales de esa corriente socialista y otros intelectuales como Slavoj Zizek, Fredic Jameson, el nieto de Trotsky –Esteban Volkov–, y otros más, dedicadas a mostrar las “falsificaciones históricas” de la miniserie en relación al revolucionario ruso.

Aunque es cierto que en la serie en cuestión se presentan falsificaciones históricas, estas notas no pretenden tersiar en tal asunto sino, y sí, de manera principal, tratar de develar lo que está detrás de esas maniobras propagandísticas del gobierno de Vladimir Putin, así como del interés de Neflix por este tipo de convenios.

Un relato al servicio del poder o “patriotismo de Estado”

Así como se muestran acontecimientos sobre Lenin, Stalin y Trotsky que sí sucedieron, también se muestran falsificaciones históricas, la más burda de las cuales es cuando se muestra a Trotsky como el único que organizó, participó y tomó el poder en Octubre de 1917, mientras que Lenin aparece como un oportunista, cobarde y maniobrero que llegó al palacio de Invierno un día después de haber sucedido la acción. Lenin le increpa que esa acción no fue ninguna revolución y Trotsky le contesta que en realidad era un “golpe de Estado”. Como Trotsky le dice que el poder era él y de él, Lenin le dice que si no ha pensado que el pueblo ruso no aceptaría a un judío como su líder, palabra mágica para que Trotsky sin pensarlo deje el poder en manos de Lenin. Entonces Lenin usa su antisemitismo y Trotsky su “complejo de persecución”.

Trotsky no sale bien librado en la miniserie pues queda como un vengativo, enfermo de poder y autoritario.

Más allá de todo ello, el punto central es ¿por qué Putin ordenó la emisión de las dos miniseries en Rusia? ¿Por qué Netflix las emite para millones de personas?

Pregunta pertinente, pues es sabido que a Putin le interesa reforzar el retlato de poder que lleva más de 15 años construyendo, al gobierno y ministerio de cultura no les interesaba que el público conozca, de manera bien tratada, la historia de la insurrección de 1917, ganando elementos de juicio para reflexionar al respecto, sino que acceda a una historia en la cual todo queda reducido a un acto puntual, dande el pueblo no participó, donde no existió correspondencia con la lucha de clases, un suceso simple que trastornó la historia de la Gran Rusia.

Estamos, por tanto, ante un relato de poder llamado “patriotismo de Estado”, y que a grandes rasgos pretende reforzar una idea central: Rusia desde siempre ha sido una sola, con una idea única de grandeza e imperial. Un gran poder por siglos.

Es una visión que parte de considerar que la Gran Rusia proviene desde su historia antigua pero da significado especial a Iván El Terrible, y desde 1300 a la dinastía de los Ronanov y al Gran imperio ruso zarista, a Pedro el Grande, a Isabel I –la “occidentalizadora de la cultura”–, Catalina II –La Grande– y a Alejandro II –“El reformador”–, pasando por lo que llaman la “épica nacional” en la II Guerra Mundial –“La Gran guerra Patria”.

 

Torcerle el cuello a la historia

Por eso, para el actual gobierno ruso la URSS fue “un momento complejo de divisiones políticas y emocionales”, exaltan a los personajes históricos de la Rusia imperial y oscurecen a los revolucionarios, en especial los de 1917. Por ello celebrar los 100 años de la Revolución de Octubre fue problemático pues fue un evento traumático en el proceso estable de la historia –que ahora construye Putin– de Rusia.

Desde este punto de vista tiene sentido una miniserie como esta que tiene por nombre Trotsky pues en ella se muestra que la insurrección de Octubre de 1917 no fue tal cosa pero sí fue un evento que rompió el hilo natural de desarrollo de la “Gran Rusia”. Acá, como está sucediendo en Colombia, la historia entra como campo de batalla, donde el relato oficial es el determinante, sin importar que con ello los sucesos históricos, unos desaparezcan, otros tomen un rumbo diferetne al que en realidad conocieron, y unos que nunca fueron aparezcan en escena.

La miniserie puede, incluso, gustarle a los historiadores y analistas que sostienen que en Octubre lo que hubo fue un golpe de Estado; le sirve a los que sostienen que Lenin fue un autoritario y oportunista, razón por la cual la misma miniserie de alguna manera reivindique a Stalin, pues los errores reales o imaginarios que se le indilgan tuvieron su origen en Lenin y Trotsky, en sus orientaciones, las que continúo Stalin, como con las políticas de los campos de trabajo.

Razón a tener en cuenta ya que en Rusia están rehabilitando al Stalin de la Segunda Guerra Mundial, lo mismo que a Zerzhinsky –el fundador de la KGV–, municiones tanto para trotskistas y otros que no se demoraron en asimilar a Putin con Stalin, pero también para los opositores de Trotsky pues la miniserie les brinda la razón histórica. Cada uno con su “razón histórica”.

Entre lo económico y la ideología

Netflix ha comenzado un proceso comercial con el cine ruso estatal, con Sreda la compañía de producción que realiza programas de tv y series para el canal uno, también hace lo propio para Bielorrusia, Ucrania y Kazajistán.

Netflix comenzó con la serie llamada “Silver Spoon” y luego con “Sparta”, de un acuerdo de compra de un paquete de seis series, como Método, Locus, Territorio, Fartsa, series sujetas al formato de esa empresa de entretenimiento.

Pero la miniserie Trotsky también tiene otros elementos marcados por sus realizadores, además del aspecto comercial y la importancia que Netflix le está dando en mostrar contenidos rusos en Occidente: como un revolucionario puede entrar en tu mente y controlarte, como hizo Trotsky con los demás y ese es muy peligroso para los pueblos, y también muestra que los revolucionarios al final son unos oportunistas, vividores que pelean por poder y sus egos utilizando a los demás. Por todo ello, para Netflix, además de los dividendos económicos, la miniserie tiene su razón de ser.

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