Los daños ambientales ocasionados por el desastre de Hidroituango implican, además de los más evidentes, la revictimización de las comunidades que en 1997 fueron desplazadas por los paramilitares, a través del Bloque Minero; comunidades que ahora luchan por no desaparecer de sus territorios. Para los campesinos la organización y la persistencia son fundamentales para la permanencia en la región.
La primera vez que vi a don Pedro Fonnegra fue durante una de las sesiones de la mesa técnica instalada por la Fiscalía y la Procuraduría General frente al caso de Hidroituango*; allí también estaba don William de Jesús Gutiérrez (Ver recuadro). Escuchar las palabras hiladas con dolor, rabia y dignidad que pronunciaba don Pedro frente al Fiscal de turno y a los abogados de EPM, me hicieron olvidar que estábamos en ese lugar para cubrir la noticia para desdeabajo; cuando volví a conectarme con mi tarea, rápidamente comencé a grabar aquel discurso del que únicamente logré retener alguna parte:
“[…] Cuando yo nací en mi territorio, en el río Cauca, la abundancia de peces, ustedes que no lo vivieron no se lo imaginan, pero vea caballeros, ver una subienda de peces treinta años atrás era ver como las comunidades que esperábamos ansiosas esos bancos de peces saltábamos de alegría y podíamos tirar arrayaos de 40, 50 y 100 bocachicos que pesaban entre 3, 4 o 5 libras.
La contaminación que nos han arrojado las ciudades, las industrias, eso que ustedes llaman desarrollo, ha ido matando poco a poco el alimento de los miles que ustedes ven como miserables y que nos han sumergido en el olvido y que nos han despojado poco a poco mientras nosotros sobrevivimos en nuestros territorios.
Que tristeza es saber que seres eruditos y llenos de conocimiento, que adquieren en las grandes universidades, van desplazándonos y arrebatándonos poco a poco lo poquito que tenemos en nuestras tierras. A ustedes no les interesan las comunidades y mucho menos aquellos que han vivido como pescadores y barequeros ancestralmente.
Nosotros no nos acomodamos a este Estado corrompido que no respeta al niño, al joven, al anciano, que no respeta a nadie, porque el salario mínimo en Colombia da vergüenza, la salud da vergüenza, la educación también y la vivienda peor, o ¿es que ustedes no se han asomado a los rincones donde nos tienen viviendo en la miseria? Me imagino que no, porque esos medios de comunicación que ustedes financian simplemente presentan un país lleno de hermosura, y ustedes inflan las cifras para decir que el bienestar del pueblo colombiano es una maravilla.
¿No les da vergüenza ver como los corruptos que nos gobiernan se roban miles y miles de millones, y simplemente se les vencen los términos o les dan la casa por cárcel, mientras que nuestros compatriotas se mueren en las puertas de los hospitales porque no los atienden?
¡Hagan justicia para las comunidades que están sufriendo! ¿Ustedes se han dignado ir al bajo Cauca para mirar lo que quedó de nuestro querido Puerto Valdivia? Allá hay miles de compatriotas que lo perdieron todo, que, aunque tenían viviendas indignas, casi miserables, esas eran sus casas, ¿se imaginan lo que puede sentir un campesino o una campesina que pierda su vivienda por indigna que sea, pero que es lo único que tiene? ¿Cuántas serán las ganas que tienen de volver, pero que el miedo no los deja porque esa represa es una amenaza?
¡Hidroituango es una amenaza! Eso no es como dicen aquí, que allá en nuestra región no hay ningún problema. Es que coger una montaña a punta de dinamita, como cogieron en Ituango, eso nunca va a quedar lo mismo, ¿por qué no vacían esa represa para saber en que estado está? En medio de ese montón de agua ¿qué van a evaluar?”.
Ninguna persona en el auditorio podía expresar palabra o sonido alguno. El Fiscal, con los ojos desorbitados, trataba de retomar las riendas de la mesa técnica, mientras que los funcionarios de EPM se miraban entre sí quizás para evaluar el estado de sus cuerpos ante aquel tanque de misiles que por suerte no les destruyó ninguna parte física, pero quizás sí tocó un poco de su inconsciente humano.
La audiencia terminó y caminé para acercarme al grupo de delegados del Movimiento Ríos Vivos, allí Isabel Cristina Zuleta me presentó a don Pedro y a don William, cruzamos algunas palabras, organizamos los equipos de video, algunas maletas y nos fuimos de la Procuraduría para realizar una entrevista de la situación actual de Hidroituango y las comunidades que viven cerca a la represa**.
La muerte de un ser generacional
Aquella tarde bogotana, el viento soplaba tan fuerte que las manos recias y fuertes de aquellos pescadores temblaban de frío, pese a que se encontraban arropados con sus chaquetas y bufandas. La voz fuerte que habíamos escuchado en el auditorio flaqueaba ante el helado frío que lo azotaba, así que decidimos irnos para un apartamento.
La cámara y el micrófono no lo intimidaban en absoluto. Allí don Pedro nos volvió a sorprender con su palabra que nos trataba de explicar lo que significaba la muerte de una parte fundamental de la vida de los seres que habitamos el planeta:
“Soy del municipio de Valdivia-Antioquia, soy barequero, pescador de subsistencia, albañil, campesino y un eterno enamorado de la vida, de la naturaleza y de todo lo que la rodea. Hago parte del Movimiento Ríos Vivos y estamos en una lucha que nos ha generado no solo el conflicto social que vive el país sino contra Hidroituango que nos desgració la vida completamente con su llegada; nos arruinó como personas, no solamente a nosotros sino a nuestros descendientes, porque mataron a un ser vivo que nos ha alimentado por generaciones.
Decirle que nos están matando al río sería algo que suena muy liviano porque si usted hubiera visto lo que a mi me tocó ver seria muy distinto este diálogo, porque es que la vida que generó el río Cauca es algo que no tiene el ser humano palabras para expresarlo. Si yo que ya lo conocí sucio me tocó conocer bagres de 75 kilos, doradas de 12 a 15 libras, picudas, barbudos, blanquillos, comelones, moncholos, mazorcos, arencas, bocachicos, jetudos, mejor dicho, un poco de especies que en este momento básicamente están que desaparecen.
A mí siempre me ha encantado la pesca, y más que comer lo que me gusta es pescar, y aunque soy un campesino que muy pocos estudios tuvo, básicamente nada, he tenido como ese sentir que la misma naturaleza me dio de respetar los animales, entonces yo siempre que voy al río suelto el pescado más pequeño, solo cojo el que me voy a comer, o sea siempre trato de ser muy respetuoso”.
No solo nos contó eso, también nos dijo que se sentaba horas en medio del río para observarlo y sentir el fluir del agua mientras pescaba. También, aunque sin quedar registro de ello, nos contó que el río tiene música en su interior y que de él nacen canciones.
Ser vocero y la construcción de la organización social
A don Pedro no tuvimos que hacerle muchas preguntas sobre lo que pensaba, él iba tejiendo con su palabra las respuestas de muchas cosas que queríamos saber, por ejemplo, nos fue explicando lo que para él significaba ser un vocero, así como su visión del país:
“Aquí todos tenemos todas las ganas de vivir, las ganas de luchar y las ganas de servirle a una comunidad de desarraigados, de ninguneados, de pisoteados que no tienen voz; poder ser un vocero de las comunidades, y poder decirles a estos verdugos lo que sentimos las comunidades por lo que nos están haciendo, para mí es muy satisfactorio.
Desde mi forma de mirar, lo que hay en Colombia es una farsa, aquí se dice ser un país demócrata pero la democracia no existe, aquí el pueblo no manda, aquí los que mandan son los mandamases, esos que nos mandan a asesinar. Yo vivo en un territorio donde la vida no vale nada, y claro que a uno le da miedo, pero ya como que uno se acostumbró a vivir con el miedo.
Yo siempre fui muy inquieto, desde muy joven, pero siempre guardé silencio y me comí el cuanto de que la sociedad va a cambiar. Cada cuatro años les creía a esos personajes que hacían política y nos prometían que íbamos a tener salud, educación, que ahora sí se iba a componer la vivienda y que por fin íbamos a vivir muy bueno, pero hace algunos años deje de creerles.
Las comunidades nos hemos visto obligadas a ser parte de una organización social. Cuando llegó Hidroituango a nuestras zonas no nos quedó otro camino que organizarnos como comunidades. Este proceso ha sido muy complicado porque en el encuentro vamos encontrando muchas diferencias como personas, y como hemos recibido esa educación de sometimiento, esa educación de un arraigo a unos colores políticos que son los que mandan, a un tipo de religión que nos enseñaron, entonces pareciera que nos da briega crecer como organización, porque tenemos mucho arraigo en lo que nos han impuesto como pueblo.
Entonces, el Movimiento Ríos Vivos ha sido muy beneficioso dentro de las comunidades porque, poco o mucho, hemos aprendido y estamos en ese proceso, aquí ninguno nació aprendido, míreme a mí que ya casi soy viejo y estoy aprendiendo”.
Un aliento para la vida
Al terminar la entrevista con don Pedro, don William e Isabel, quedamos asombrados de la dura lucha que han tenido que llevar estas comunidades que hoy se enfrentan a parte del poder económico del país y de la región antioqueña. Luego de esta conversación empacamos nuestros equipos y nos despedimos con una inmensa alegría, pues era alentador ver como en medio de sus palabras de tristeza y dolor existía una profunda rebeldía y dignidad que se empecina por cuidar los territorios y defender la vida.
Conocer a estas personas, poder escucharlas y conversar con ellas, me permitió conocer a un movimiento frágil, pero con raíces profundas que van abriendo camino para otros mundos. Sus historias son el reflejo de una Colombia herida que lleva siglos tratando de encontrar los caminos para por fin vivir una realidad distinta. Nuestra labor terminó con la importante tarea de seguir juntando historias y procesos, generar confianzas para así ir avizorando otros futuros posibles para este pueblo que tanto lo necesita.
* En esta mesa ambas instituciones analizan los impactos ambientales, irregularidades contractuales del proyecto, con el fin de definir la continuidad o suspensión del mismo. En las sesiones participan representantes de la comunidad afectadas por Hidroituango y que hacen parte del Movimiento Ríos Vivos, y también funcionarios que representan a la empresa EPM.
** Para ver entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=m6hI3ZjTiJ0
Recuadro
Guardián del río Cauca
Don William de Jesús Gutiérrez, es el presidente de la Asociación de Mineros y Pesqueros Artesanales de Puerto Valdivia, y hace parte de los guardianes del río Cauca. Él nos respondió cuáles son las principales afectaciones que dejó Hidroituango y lo que más extraña de su región.
“Las afectaciones son demasiadas, acabó con la parte moral, psicológica, el arraigo de las personas en la zona, acabó con la pesca, el bareque, la fauna, el ambiente, con la parte ancestral –como las yerbas medicinales–, porque nosotros ahí teníamos de toda clase de yerbas para tratar nuestras enfermedades y en este momento no hay nada. Cuando hablan de afectaciones me confundo, porque es que son tantas…
El Estado nos tiene abandonados, nos tiene repitiendo una clase de afectaciones. Nosotros somos desplazados de 1997 por el Bloque Minero y ahorita nos desplaza Hidroituango, y el Estado no ha puesto manos en el asunto […]; el desplazamiento del Bloque Minero fue duro, pero la gente volvió al territorio, con miedo, pero volvió, pero es que ahorita no hay formas, este desplazamiento saca gente es sacada, perdiendo todo lo que dejó en su territorio […], a las gentes y a las comunidades aguas abajo nos tienen abandonadas, no nos tienen acabadas porque ahí estamos dando la lucha y la pelea.
Lo que más extraño de mi territorio son los llegaderos. Yo me acuerdo que cuando tenía 10 años mi papá nos decía “bueno muchachos, vamos para el pueblo”, entonces ensillábamos unas bestias y otras llevaban el café, el frijol y el maíz, y llegábamos a una parte que se llama la Guamera –entre los límites de Valdivia e Ituango–, ahí había un llegadero, entonces mi papá decía “bueno, vamos a rejuntar las cargas aquí”, y lo bonito era que en una hora que estábamos allí llegaban diferentes arrieros y poníamos las mulas a descansar y todos destapábamos las jarapas que nos echaban de la casa. Hoy en día yo paso por ese sitio y me da nostalgia, y mucha tristeza. porque eso se veía bonito, me da nostalgia saber que ya no voy a volver a estar ahí sentadito con todos los arrieros comiéndonos la jarapita que nos echaban con arroz, yuca, plátano y gallina”.
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