Presupuesto débil para una economía frágil

Hace 3 meses, cuando se publicó el Marco Fiscal de Mediano Plazo, el gobierno estimaba que al terminar el 2020, el PIB caería -5,5 por ciento. A medida que han pasado los días, el Ministerio de Hacienda va cambiando sus proyecciones. El panorama se va volviendo más pesimista. Y ahora ya se está diciendo que esta año podría terminar con una disminución del producto de -7 por ciento. De todas manera, con la información disponible no es posible saber cuál será el comportamiento del PIB en el 2020. Mucho menos en el 2021. A pesar de esta incertidumbre, el gobierno insiste en mantener una proyección optimista. En su opinión, el año entrante la economía crecerá en un porcentaje del 6,6.

El gobierno está convencido que los movimientos del producto en el 2020 y en el 2021 serán como los de una pelota que rebota. Es una mirada en V. Se supone que la caída del PIB en el 2020 es un fenómeno transitorio, y después de este golpe, en el 2021, la economía se recuperaría de manera significativa. Y, posteriormente, a partir del 2022, retomaría la llamada senda de equilibrio óptimo, con un crecimiento porcentual anual que estaría alrededor del 3,4 al 3,6. Esta mirada se ha convertido en un punto de referencia para el conjunto de variables macro. Estas proyecciones están marcando las decisiones de política pública.

Frente a la dinámica en forma de V, y por fuera del gobierno, en las discusiones sobre las consecuencias de la pandemia, se han propuesto otros escenarios. El crecimiento bien podría ser tipo “Nike” . En este caso se trataría de una recuperación lenta, sin determinar el tiempo requerido para volver a los niveles precedentes. Otros consideran que la dinámica futura se parecería a una K, ya que a un grupo de la sociedad le iría muy bien, y a otro muy mal. Esta mirada supone que la concentración del ingreso y de la riqueza se va a agudizar durante la pandemia y en los años posteriores. Esta tendencia hacia la desigualdad, ha sido confirmada por la Cepal, que advierte sobre el empeoramiento de la situación de las personas más vulnerables. Para quienes consideran que la tendencia futura tiene la forma de K, la acción del Estado debe aumentar de manera sustantiva. Y entre las alternativas se ha propuesto, en primer lugar, la conveniencia de una renta básica, que permita satisfacer las necesidades básicas, y evitar que continúe aumentando el número de pobres.

Desde otra perspectiva, se afirma que la trayectoria podría ser como una W, en la que habría dos picos. Después de la primera recuperación se volvería a presentar una nueva recesión. En contravía de la percepción del gobierno, después de la primera recuperación no se llegaría a una situación de equilibrio, sino que es posible que haya una nueva recaída.

Una mirada pesimista diría que el comportamiento futuro podría ser como una L, así que la caída se mantendría durante un cierto tiempo, y no se presentaría una recuperación inmediata como supone el Marco Fiscal.

Entre las diferentes visiones –V, , K, W, L–, la primera, la del gobierno, es la menos posible. No hay ninguna razón para pensar que la economía avanzará en la forma de V. La tercera alternativa (K) ya se está observando, y la riqueza se sigue concentrando. Los otros caminos , W, L son más factibles que la V, sin que nadie tenga claridad sobre cuál va a ser la dinámica futura.

El presupuesto del 2021 es débil y oscuro

El presupuesto para el 2021 es débil, y no garantiza la recuperación económica esperada por el gobierno. Con los recursos destinados a la inversión, no es factible lograr el crecimiento en V. Además, el presupuesto es oscuro. La forma como se financiará no es transparente.

La debilidad del presupuesto
El presupuesto es débil por tres razones: i) el gasto en inversión es bajo ($53,1 billones), ii) el servicio de la deuda es elevado ($75,8 billones), iii) y la financiación vía crédito es alta ($123,8 billones).

La inversión pública es relativamente baja, y no es suficiente para apalancar la economía y poder alcanzar un crecimiento del 6,6 por ciento en el 2021. El gobierno continúa desconfiando de las potencialidades de la inversión pública. En las proyecciones realizadas por el Ministerio de Hacienda el gasto público, como porcentaje del PIB, estaría alrededor del 19 por ciento. Este porcentaje se mantendría entre el 2022 y el 2030. Este tamaño del Estado es reducido si se compara con otros países del mundo y de América Latina. En este contexto se explica la poca relevancia que se le atribuye a la inversión pública.

El servicio de la deuda es muy superior a la inversión. Ya representa un 24 por ciento del presupuesto. Este monto tan significativo reduce el margen de maniobra del gobierno. El servicio de la deuda tiene dos componentes principales: amortización a capital ($41,3 billones) y pago de intereses ($33,3 billones). El peso de los intereses cada vez es mayor. Es evidente que la deuda tiene que disminuir, pero no se están dando los pasos que serían necesarios para reducir la dependencia del crédito.

Por el lado de los ingresos, es evidente que el crédito no va a disminuir. Todo lo contrario. Continuará aumentando. En el 2021 se van a contratar $123,8 billones, que representan el 39,4 por ciento de los ingresos. Este monto tan alto muestra que la deuda seguirá creciendo, a pesar de las declaraciones gubernamentales, en las que se anuncian medidas para bajar la deuda. El hecho de que casi el 40 por ciento del gasto se tenga que financiar al debe, es una expresión clara de la debilidad estructural del presupuesto.

La oscuridad del presupuesto

El presupuesto es oscuro. Los $123,8 billones del crédito se dividen en: crédito externo ($24,4 billones), crédito interno ($39,7 billones) y “otros” ($59,7 billones). Los tres componentes requieren que haya claridad. El Ministerio de Hacienda no discute con el Congreso las condiciones de los créditos (tipos de bonos, tasas de interés, plazos). Y, todavía más grave, el Congreso no exige explicación. Preocupa, además, que no sea posible saber qué hay detrás del rubro “otros”, que representa casi $60 billones.

El presupuesto está desfinanciado, y no se sabe cómo se van a completar los faltantes. En la última reforma tributaria, se tomó la decisión de aumentar las exenciones, y reducir la tarifa del impuesto a los más ricos. Estas medidas impiden que los tributos aumenten, por lo menos, en la misma proporción que el gasto. La falta de recursos obliga a recurrir, cada vez más, a la deuda. Esta lógica es facilista, y pospone soluciones de fondo que se deberían tomar ahora.

En síntesis, la estructura del presupuesto es débil y no contribuye al fortalecimiento de una economía que es frágil. Entre otras razones, porque no ha logrado consolidar el mercado interno, y no ha sido capaz de reducir su dependencia del petróleo y los minerales.

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16 de noviembre de 2020

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Información adicional

Autor/a: Jorge Iván González
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº274

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