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La esgrima electoral sin maquillaje

La esgrima electoral sin maquillaje

La coyuntura electoral sacude a todos los troncos políticos de la nación, sus partidos, y las inclinaciones políticas del país y el campo popular, y redefinirá el tratamiento de un conflicto, sin posibilidad militar de una victoria decisiva que le imponga rendición a la subversión por parte del Estado.

 

Dentro del poder, el Procurador levanta una reacción ciudadana por su proceder, no tanta para encarnar chispa de una crisis de gobernabilidad, a las dos de la tarde del 26 de enero, Juan Manuel Santos, que necesita ganar en la primera vuelta, confiaba en ir a su proclamación como candidato del partido conservador, cuya convención acogió el discurso de Uribe y su acomodo de última hora con un ¿”sí a la paz”?

 

En otra orilla, Gustavo Petro que busca afianzar su liderazgo hacia 2018, no propone a nadie para 2014 y la izquierda orgánica nada cordial en la obligación y resorte de la mentada “unidad de acción”, ni en hacer paréntesis en sus recelos recíprocos, aun bajo el condicionamiento y el riesgo de “no alcanzar umbrales”, presagia disminución. En un primer momento y en su reunión nacional, la Marcha Patriótica aprobó la abstención, que el Congreso de los Pueblos no secunda, podría variar hacia el voto en blanco. A su vez, Poder Ciudadano, bajo Piedad Córdoba, finca su ambición en conseguir umbrales con la elección de varias cámaras de las negritudes y llegar a constituir la fuerza que otorgue más avales para la elección de alcaldes en 2015. Con el anuncio de una convención progresista cercana, salta sobre el tapete qué irán a definir, según la posición definitiva que adopte el Presidente ante el caso Petro: ¿abstención, voto en blanco, apoyo a un candidato –por supuesto, diferente de Clara López, del Polo? Por su parte, la insurgencia taca a varias bandas en estas elecciones. Asimismo, crece la inconformidad en la gente, sin el arribo ya a un sentir antioligárquico, y toma fuerza el disgusto, aunque buena parte de la población aparta su voto de la contienda.

 

Con una pachorra cómplice ante los varios crímenes de aniquilamiento contra una familia que desde su ancestral color y lucha reclama su pedazo de tierra, de donde fue desplazada a bala, y sin enjuiciar las nuevas amenazas y sus latentes horrores, por estos días el Gobierno jugó sin cumplir con aplazar en febrero el alza de los combustibles y aumentó la ‘mermelada’ para las candidaturas. Con intención aviesa, volvió a charlar con los representantes campesinos de Boyacá y Catatumbo. Y a punta de espejitos, hoy exhibe cifras de la menor inflación en cinco décadas, de reducción del desempleo en los últimos años y de un viraje en la rebaja del valor del peso. Es evidente la reelección ronda en un apremio electoral. La U depende más del partido liberal.

 

El trasfondo del conflicto y la acción guerrillera que aun bajo una mayor intensidad de fuego y cercos de las Fuerzas Armadas y un goteo de desmovilizados, conserva un margen de reclutamiento urbano y rural, de promoción y reserva en la estructura del mando nacional y de permeabilidad –disminuida– en sectores con tradición y empuje de movilización. Por tanto, el tema de la paz que va más allá del sentido común está pendiente, tanto de la correlación Santos-Uribe que resulte en la elección de marzo y la primera vuelta presidencial, como de la interpretación final del acuerdo base acerca de la “dejación de armas”: ¿”no utilización” de las farc-ep o “entrega”, exigencia del Gobierno y las encuestas?, y del pleito acerca de la “justicia de transición” y sus consecuencias en la elegibilidad o designación a curules de los mandos guerrilleros, que con intromisión el Congreso de los Estados Unidos está en contra.

 

Este marco de dificultad y tropiezo pudiera tener un nuevo escalón de contradicción y roce, como sería una propuesta oficial de pequeña constituyente que con intención de amarre a un acuerdo en La Habana, abra el camino de su refrendación y de la modalidad triunfadora de una Asamblea Constituyente, en momentos de ambigüedad en las encuestas de opinión, sobre la ‘favorabilidad’ de la inclusión y la participación política para la guerrilla.

 

Modificaciones de buen tamaño en las ideas circulantes

 

Con disimulos Pastrana y Uribe posaron juntos. La coyuntura zarandea por primera vez a liberales, conservadores, y a la U y la derecha extrema; a las oposiciones que brotan de un centro heterogéneo y múltiple; a la izquierda política que navega sin un consenso de candidato y anda fragmentada en apoyos a diferentes senadores –incluso, alguno de ellos, liberal. También, la circunstancia que atravesamos remueve a la insurgencia y sus influencias; a la abstención misma, y le abre un espacio al cabeceo de un importante número de ciudadanos, al parecer creciente, por el voto en blanco.

 

De igual modo, el pormenor electoral aplaza la puerta por franquear en la continuidad y el reclamo del cumplimiento a las promesas gubernamentales frente al Paro Agrario. Y agita a la Mesa bilateral de La Habana, asimismo, a la probable de comenzar con el eln –dentro de los cálculos reeleccionistas de Juan Manuel Santos– ¿en Montevideo o Brasil? Esta última, entre dimes y diretes que la aplazan, cuando, según Camilo Echandía –de conocido enfoque oficial–, en “Análisis de la correlación militar y territorial de cara a la negociación”: Informe 21 de la Fundación Ideas para la Paz, de noviembre de 2013, especifica: “…no cabe duda de que el eln mantiene su capacidad necesaria para generar perturbación” (Ver página 17, segundo párrafo, segunda columna). Y agrega que “de manera paradójica el repunte reciente [de sus] acciones, […] sin incidir de manera decisiva en la dinámica de la confrontación […] podría revelar la convicción en su dirigencia […][y] los grandes esfuerzos para lograr su inclusión en las negociaciones de paz del actual gobierno” (Pág. 21, primera columna, último párrafo).

 

En este cuadro de los hechos, sin la existencia y construcción de un liderazgo legítimo y colectivo, con decisión, que madure y pueda bifurcar de raíz entre: los pasos cortos de una oposición ‘tradicional’, sentido individual ‘profesional’, de inmediatismos episódicos y visos inmorales, y: El rumbo con valor civil de una oposición de fondo; de resistencia social con movilización y síntesis de la acumulación por definir –como real alternativa de «gobierno y poder social y popular»−; deriva en que el camino –así como la conquista y el disfrute de las reivindicaciones sentidas de la población− seguirá nublado en Colombia. Mientras tanto, como sucede a la oposición de izquierda, y produce rebaja a las diferentes proclamaciones de vanguardia y conducción, proseguirá el patinar de incapacidad y distancias, como la anomalía de un refundido consenso programático y alternativo de una candidatura 2014, y, sobre todo, el déficit en un quehacer organizativo en realce y consolidación de los sujetos sociales.

 

Reelección que cojea

 

Apuntando hacia el debilitamiento del candidato uribista –en trance de alguna maroma–, y desde antes del traspié en la convención conservadora, el presidente Santos para salir airoso y con buena ventaja en la primera vuelta, apuesta a una polarización política con Uribe “respecto de la paz”. Un recurso de polarización viable por el efecto derivado de la Mesa y de la imagen ‘de acercamiento institucional’ de la insurgencia –con secuelas de ‘retaguardia’ en el acompañamiento en la lucha social, que por definición corresponde a una guerrilla, como sucedió en el Paro Agrario– (diferente del de los hostigamientos, emboscadas y “paros armados” propios, que convoca).

 

Para tal efecto polarizante, el Presidente cuenta además con la tranquilidad y ventaja de no enfrentar un candidato único de izquierda. Igual, esperaba sumar –sin obtenerlo– que las direcciones de Progresistas (20 miembros) y 18 del Partido Verde (Alianza Verde) –bajo la iniciativa inicial de Antonio Navarro y una posterior proveniente o con influencia (no unánime) de un activismo del M-19 “histórico”–, con una mayoría de votos en sus cuentas alegres, atollaran a Peñalosa; impidieran una consulta interna entre el ex alcalde, John Sudarsky y Camilo Romero, que postulara otro nombre a las presidenciales.

 

Sin el apoyo de un sector conservador y la reposición de una imagen de “tercería” desde el partido Verde, aparece un Santos que toma ‘precauciones’ para evitar una segunda vuelta, cálculo que podría desgajar de inmediato una candidatura de Vargas Lleras.

 

Múltiples “centros políticos” en formación y baraja de ¿futuro de relevo?

 

Así como la realidad de los últimos años sorprende con una puja y una contradicción interoligárquicas Santos-Uribe, que no es un juego, la fotografía política del país muestra ahora la configuración en la opinión de varias tendencias de centro político, que acumulan y ponen sus ojos de disputa en 2018.

 

Sin considerarla como tal, la máscara uribista y el nuevo engaño de “centro democrático”, aparecen entonces y sin perspectiva visible de liderazgo articulador: Uno, el “centro participante” según unos, o ‘cooptado’ según otros, con Angelino Garzón a la cabeza y Luis Eduardo Garzón en la banca. Dos, el centro que construye y prepara el gobernador Sergio Fajardo. Tres, el centro que con algún apoyo en el Partido Verde influye Enrique Peñalosa. Cuatro, el centro que derivó de la AD M-19, que por una parte levanta Antonio Navarro, y por otra, Gustavo Petro. Cinco, el «centro de izquierda» que bajo dominio del Moir “pasa el desierto” y opera el Polo, en busca del engarce con una “burguesía nacional”. Seis, el discurso de las opciones que, con mayor o menor estigma y ‘culpabilidad’ por la desnaturalización de la violencia política y la “propaganda armada”, y sin la imagen de “ofensiva final” sin derrota que alcanzó el FMLN en El Salvador, podrían surgir a mediano plazo y con un bajo cociente electoral, de las Mesas bilaterales del conflicto.

 

Tras el convite Pastrana-Uribe, Leyva y “la paz con todos”

 

Sorprende también que en una Colombia y su sociedad, sin logro en el ascenso de un liderazgo social por la paz –no solo unilateral–, el ajetreo por su consecución no reciba una proporcional reciprocidad representativa o electoral. El profesor caminante Gustavo Moncayo; la cantidad de votos al senado por Piedad Córdoba, que no contuvo los planes para inhabilitarla; y las candidaturas de Álvaro Leyva son algunos ejemplos del eco escaso. En todo caso Leyva, tozudo y en busca de la candidatura y su reaceptación azul, tejedor del intríngulis Pastrana-Uribe –con conocimiento previo según sus palabras, por la delegación de las farc-ep en la Habana–, en su proclama de inscripción como precandidato, que repartió durante la convención conservadora, acusó como “excluyente” y “a medias la paz del candidato Santos”. “No es duradera”. “En cambio, la paz que propone el partido conservador es incluyente y duradera. Colombianos y colombianas, copartidarios: la paz es con todos”.

 

El flanco operativo hoy: piso y ritmo en La Habana

 

Como sucesor de Marulanda, Alfonso Cano al parecer, ideó un replanteamiento operativo y la función de una conducción ‘integral’, con operación de reserva y “distracción” en el Bloque Oriental y de ensayo de una nueva concentración en el despliegue, en el sur-centro occidente. Un diseño de permanencia a largo plazo que hace difícil al gobierno eliminar pronto el flanco militar, y obliga a un «reacomodo» del poder y al resguardo del margen de gobernabilidad.

 

Dada la fortaleza y ventaja oficial que en el largo tiempo repone a su favor la correlación militar en el conflicto; bien sea con las farc-ep o sin estas en una firma final, Juan Manuel Santos, en contraposición de Uribe y por presión de la nueva situación en la vecindad y la región, con la Mesa aprueba “ante el país”, el programa de reformas para hacer más benigno el capitalismo, sin una variación estructural ni «antisistémica».

 

Disolver y ocultar la responsabilidad en el origen del conflicto, que en la verdad remonta a la masacre del pueblo gaitanista en 1946, es el trofeo y pretensión del lado oficial de la Mesa. Así, la configuración de una democracia diferente al riel bipartidista, en el factor y ángulo de inclusión de la insurgencia; pende signada en los planes del Presidente, por la ‘admisión’ de un partido culpable, con escaso techo electoral, para preservar y que no contribuya ni amenace la continuidad del poder tradicional.

 

Aun con la desarticulación de la fuerza social y del contingente de oposición, y la limitada proyección de los sujetos sociales con identidad, estamos ante un complejo escenario político, económico y social que no da lugar en Colombia a terminar el conflicto por la vía de las armas, que hace flotar el uribismo. En esta democracia fallida y de naturaleza oligárquica, el poder apenas concibe un reacomodo con reformas y presiente la paz con inclusión como un Caballo de Troya.

Información adicional

TELÓN DE FONDO: EL CONFLICTO ARMADO Y LA CAMPAÑA PETRO 2018-2022
Autor/a: OMAR ROBERTO RODRÍGUEZ
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