Tiendas de alquiler y películas
En Bogotá -localidad de San Cristóbal-, en su mayoría quienes asisten al cineclub son aquellos que no pueden ir a las cinemas y ciclos de cine arte. La economía no lo permite, no alcanza para la entrada ni para el transporte. En su deseo por ver películas se concentran en la oferta de las tiendas de alquiler repletas de productos hollywoodenses y el mercado de serie B, donde se incluyen los géneros de chatarra, como el cine de acción con Schawzeneger, Stallone y Van Dame, héroes de gimnasio y paramilitares; el cine de terror representado en Freddy Kruger, Jackson, Chucky y otros sicópatas en serie; no podían faltar las típicas comedias americanas de vacaciones como las locademias, las colegiales y reprimidos al estilo Porky’s, Nerds. Esta es una pequeña muestra del cine que en forma masiva ve la gente de este y otros sectores. A este tipo de audiencias quiere llegar la cultura del cineclubismo.
Aunque parezca desalentador este panorama, el cineclubista aficionado tendrá necesidad de recurrir a miles de artimañas para promocionar su espacio. Lo cierto es que el exceso de cine chatarra (que es perjudicial para la salud libertaria), puede contribuir al hastío de tanta basura en video. En ese caso debe recetarse a los pacientes, una dosis de cine independiente que calme su ansiedad, y para su rehabilitación unas cuantas inyecciones de cine latinoamericano. No son extrañas, valga insistir, en el contexto reseñado, las continuas recaidas. Pero no hay que desanimarse. No hay que perder la fe en el oficio. Los avances para gustar del cine arte son lentos.
Si no se posee un gran acerbo de conocimiento sobre cine independiente, se puede optar por películas favoritas de la gente, que sin ser de las favoritas por directores y especialistas, generan elementos para el diálogo y la reflexión. La condición de esta forma de ver cine es compartir sus impresiones con los demás. El requisito de la película es una historia que conmueva, sensación que nos produce verla y descubrir cada vez detalles imprevistos, distintos significados a las escenas, un mensaje siempre fresco dirigido a la retina atenta de quien la ve hoy o de quien la verá mañana.
El buen cine se puede apreciar en la variedad. Eso es lo que un cine club debe ofrecer. No cerrarse dogmáticamente a nada por considerarlo de mal gusto o frívolo, tampoco sobrevalorar el cine arte europeo y los clásicos del silente o el blanco y negro. Un cineclub no debe confundirse con una secta fundamentalista que satanice las diferencias de expresión.
Un cine club es un espacio abierto a la controversia, y que intenta formar a sus integrantes en un criterio ético y político acerca de la sociedad donde viven. En el cineclub Memento algo de eso se ha intentado hacer a lo largo de cuatro años, con ciclos temáticos al mes donde se ofrece variedad de propuestas cinematográficas.
Aunque la respuesta de los habitantes del sector es muy voluble, lo cual desanima bastante, se trata de persistir con empeño en formar comunidad crítica y deliberativa que empodere sus propias decisiones y las impulsen directamente mediante acciones colectivas.
Un cine club no es sólo el cine por el cine. En la realización de un filme participan seres humanos, por lo tanto el sentido del cine debe visualizarse en la perspectiva de servir a la comunicación entre las personas para alcanzar objetivos comunes, a la vez que se expresan libremente opiniones que disienten de lo convencional.
Actualmente tenemos un nuevo espacio los viernes donde presentamos musicales de rock y heavy metal que han tenido gran recepción y a los cuales un grupo de jóvenes sagradamente cumplen la cita. Ellos se han apropiado del espacio convirtiéndolo en un punto de encuentro donde comparten diálogos. Esto nos lleva pensar que estas nuevas generaciones tienen otras formas de agruparse y que nuestro trabajo como activistas debería tenerlas más en cuenta.
A propósito de nuestro Tercer Festival de Anime y Manga
Para los neófitos en el asunto de anime significa poco menos que una rara palabra que designa la animación japonesa. No guarda sólo rasgos distintivos en su trazo, que resalta unos ojos ovalados, sino también en su argumento que por lo general retoma sentimientos muy humanos, los explora en la sicología del personaje. El festival de anime y manga realizado en las instalaciones del Centro Comunitario La Victoria, ha llegado a su tercera versión, recreando el universo iconográfico que los otakus o fans de la anime adoran. Series famosas inclusive para los advenedizos como Saint Seiya (Caballeros del Zodiaco), la polémica Neon Genesis Evangelion y otras de reciente factura como De Cain o Ghost in the Shell han servido para convocar la amplia comunidad coleccionista, seguidores acérrimos, mangakus aficionados y en resumen a los jóvenes que sin saberlo comparten el gusto casi secreto por el anime y que no habían podido contactarse.
Si alguien todavía duda de la versatilidad que favorece el anime para narrar historias, le sugerimos remitirse a una de las piedras angulares del género, la triste pero bella Mutaru no haka (La tumba de las luciérnagas), realizada por quien es considerado el Steven Spielberg japonés de la animación.
Este festival se ha convertido en un referente para la población juvenil dentro y por fuera de la localidad. Concurrido aproximadamente por unos quinientos jóvenes, esperamos que el próximo año se supere.
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