Sentada en su sillón de cuero, me mira con calidez y transparencia, af irmando con su expresión la veracidad de sus palabras. Esperanza Bioho, según sus propias palabras, «danzarina, coreógrafa, amante de la diversidad cultural de Colombia y respetuosa de la otredad», decidió hace 27 años crear la Fundación Cultural Colombia Negra, un espacio de promoción de la cultura afrocolombiana, diseñado para el disfrute del cuerpo, la música y la enseñanza.
“Yo llegué a Bogotá con la intención de bailar, de hacer lo que estoy haciendo, de desarrollarme como artista; visité varias compañías y como que no encajaba, entonces decidí crear mi propio grupo, con el apoyo de algunos intelectuales de Bogotá. Así el 4 de abril de 1978, nació Colombia Negra” que con el tiempo dio paso a la Fundación Cultural, hoy día convertida en escuela de formación para bailarines, músicos y docentes; centro de proyección de la cultura afro a través de la Compañía Artística Colombiana – bailarines y músicos en escena -, y un proyecto especial de reconstrucción de tejido social con población vulnerable llamado Batata III “es un proyecto piloto que se hizo el año pasado en Ciudad Bolívar con la construcción de una escuelas de formación artística y laboral y la idea es que tengamos una escuela en las distintas localidades de Bogotá, es un proyecto a mediano plazo por que ahora no hay recursos suficientes” Cuenta Esperanza.
“La discriminación que más me golpea es la económica, es muy desagradable no contar con una política de estado que ayude a respaldar estos planes de desarrollo diseñados por las distintas comunidades, eso te golpea, te limita, no te permite crecer… y este sistema capitalista en vía de desarrollo pone unas reglas y sin dinero tu no eres nadie y entonces no tener el acceso al dinero para poder dimensionar en la justa medida las cosas, no poder contar con los recursos necesarios para proyectar los diferentes encuentros o tener la mejor compañía de danza y resolver los problemas de los danzarines, de los músicos, para garantizar el funcionamiento de la Fundación. La empresa privada, el gobierno, la clase política no reconoce que somos un país de varias culturas.
“Somos culturas diferentes, tenemos una cosmovisión distinta, sin embargo también tenemos muchas cosas del mestizaje porque también forma parte de nuestra herencia española -no la podemos negar-, pero además de tener esos aportes europeos, también tenemos la herencia africana muy marcada y es precisamente el reconocimiento de esa herencia lo que le han negado a los mestizos, privándolos de la oportunidad de abrazar su afrocolombianidad.”
“Queremos que todas las bellezas que dice la Constitución y que reza la política de cultura, se hagan realidad, queremos inversión real, queremos ser tratados como ciudadanos de primera y no de tercera como nos han tratado hasta ahora. Toda la lucha que hemos dado durante 27 años se debería reflejar en el reconocimiento social, pues nuestra lucha no ha sido inferior a la que han dado los intelectuales con clase de esta sociedad”.
Incumplimiento de la Ley 70 de 1993
La ley que promueve los títulos colectivos de tierras para las comunidades afrocolombianas, permitiéndoles mantener la figura de territorios tradicionales, es la 70 de 1993. Si ésta se cumpliera, las posibilidades de perpetuar nuestra pluricultura estaría en parte garantizada. Sin embargo el escenario es desolador: Hasta el 2003, según datos de la red de organizaciones afrocolombianas, se había logrado una titulación de veintidós municipios, cincuenta y ocho títulos y hay otros en proceso que no alcanzan a ser el 10% del Territorio Región del Pacífico. Aunque las comunidades negras indígenas son el 94% de la población tradicional en el Pacífico y aunque a todo el territorio lo consideran como un derecho cultural, hasta ese momento solamente se les había reconocido el 10% de ese derecho.
Completa este panorama, el siguiente testimonio, que Juan de Dios muestra en su libro “La Comunidad Negra de Colombia hacia el siglo XXI”:
Si recorremos las tierras del litoral pacífico sur podemos observar la siguiente situación:
Industrias del Mangle S.A. arrasa su totalidad con 241.900 hectáreas de bosques de manglares, alterando el entorno ecológico y destruyendo los esteros, que son los nichos criaderos de los peces y de diversas especies de fauna y flora marina y terrestre.
De 789.500 hectáreas de bosques mixtos de Guandal han sido explotadas incontroladamente 424.900, quedando para defender 354.600. Entre las explotadas se incluyen los bosques de extracción que han sido totalmente agotados.
De igual forma, las reservas actuales son propiedad en concesiones de la empresa Cartón de Colombia S.A. que «pertenece en un 66 por ciento a la empresa estadounidense Container Corporation; como accionistas colombianos se destacan los Carvajal, los mayores impresores del país con 4 por ciento, Suramericana de Seguros 2 por ciento, y con sendos 1 por ciento Mario Uribe Uribe, familia Bedout; otros impresores, familia Sardi y familia Eder».
Cada año las regiones habitadas por las comunidades negras pierden más de cuatro millones de metros cuadrados de madera, sin recibir beneficios economicos y sociales, ni la reparación de los enormes daños causados a la naturaleza. El entorno ecológico se ha alterado, los ríos pierden caudales, los peces se extinguen y las gentes siguen condenadas a la pobreza y a la miseria.
Y si no le parece suficiente esta contrariedad entre la realidad y la legalidad nacional, le tenemos las siguientes cifras, pronunciadas por Libia Grueso en representación del Proceso de Comunidades Negras de Colombia (PCN), en la Conferencia Internacional de Derechos Humanos y Derechos Ambientales en el 2003:
“La guerra en Colombia…también es por el territorio, por el acceso a los recursos y por la ubicación estratégica de intereses económicos. Por eso las comunidades afro colombianas y las indígenas son los grupos poblacionales mas golpeados en el conflicto. El desplazamiento forzado en el primer trimestre del 2002 era de 2’387.000 personas, de ese porcentaje 1’500.000 eran comunidades afro colombianas. Detrás de esto tenemos claro que las zonas en conflicto coinciden con áreas donde se traslapan megaproyectos y titulación colectiva, allí donde logramos fortalecer una defensa del territorio a partir de una figura jurídica como la titulación colectiva es donde se acentuaron los focos del desplazamiento forzado a través de estos grupos armados como son las autodefensas. Algunos megaproyectos ubicados en estas zonas de conflicto en el andén Pacifico coinciden, con exploraciones mineras asociadas a hidrocarburos y redes viales de infraestructura para el mercado. En el Urabá chocoano el canal interoceánico ha sido un megaproyecto que ha generado el conflicto por el territorio y ha producido todas las muertes, igual la ensenada del Baudó, Bahía Málaga, la vertiente del Cauca y ahora Nariño como nuevo pueblo de desplazamiento y masacres por la expansión de la palma africana, un monocultivo que desplaza las prácticas y formas tradicionales alimentarias que la comunidad negra ha venido formando. La plantación agroindustrial y el monocultivo de la coca son producciones que están configuradas para el desplazamiento, detrás de ellas está el conflicto armado en estos mismos territorios. El desplazamiento de los cultivos tradicionales es una pérdida de la seguridad alimentaria para nuestras comunidades, en la medida en que se pierden los recursos también lo hace la autonomía alimentaria y eminentemente hay una pérdida del territorio. Las condiciones de fragilidad y las luchas por el territorio se acentúan. La expansión de la palma africana es una amenaza seria y es parte del conflicto como lo fue el monocultivo bananero en el Urabá chocoano”
Ébano Bantú – sabor a resistencia
La Fundación Colombia Negra, basada en las diferentes escuelas de los pueblos Wapi, Timbikí Cauca, chocoana, Barú, San Basilio de Palenque, entre otras, se han encargado de difundir esas culturas por Europa, América y de promoverlas en Colombia como parte de nuestra identidad. Precisamente, en la actualidad desarrollan un trabajo que hemos denominado Ébano Bantú con danzas que aluden al continente africano y danzas del Pacífico y Costa Atlántica colombiana. Este trabajo se estrenará junto con el lanzamiento de la orquesta y su repertorio: “Sabores de mi Tierra”, el próximo 27 de agosto en el parque La Gaitana de Suba, con acceso totalmente gratuito. “Bantú es uno de los pueblos de África occidental de donde vienen familias Congo, Angula, Bamba, y otros, son grupos etnológicos de África y el ébano es un árbol fuerte, mitológio de África, proveedor de una de las maderas más finas del mundo, de la cual se hacen esculturas… nosotros somos resistencia cultural, nos resistimos a olvidar nuestras raíces filosóficas, nuestros antepasados… los tambores siguen sonando, los ancestros se siguen expresando a través de los tambores, todo lo que hacemos, son aportes visibles que hemos hecho a la cultura colombiana, no solo a la comunidad afro sino a todos aquellos mestizos a quienes han negado la oportunidad de reconocer su africanía, su raíz negra.” puntualiza Esperanza Bioho.
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