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Hiroshima 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945. El horror de la primera bomba nuclear

Cerca de 100.000 de los 245.000 habitantes de Hiroshima resultaron muertos o con heridas mortales en el mismo instante de la explosión. Otros 100.000 quedaron heridos. Al menos 10.000 de esos heridos, los que aún podían desplazarse, se dirigieron al hospital central de la ciudad. De los 150 médicos de Hiroshima, 65 habían muerto y todos los otros estaban heridos. Y sobre las 1.780 enfermeras, 1.654 habían resultado muertas o con heridas que les impedían trabajar. Los pacientes llegaban arrastrándose y se instalaban en cualquier lugar, agachados o acostados sobre el piso, en pasillos, en la entrada, en el patio, y aun afuera, hasta donde se alcanzaba a ver, en las calles en ruinas… Los menos afectados socorrían a los mutilados.

Horrores de corto y largo plazo

Muchos estaban desnudos o con la ropa hecha jirones. Las quemaduras, primero amarillas, luego se tornaban rojas, se hinchaban, y comenzaban a supurar. Sobre algunos cuerpos desnudos, las quemaduras habían dibujado las líneas de la ropa que llevaban. Sobre la piel de algunas mujeres podía verse el dibujo de las flores de su kimono, ya que el blanco había reflejado el calor de la bomba mientras que el negro lo había absorbido contra la piel. Casi todos los heridos caminaban como sonámbulos, con la cabeza erguida, en silencio y con la mirada perdida. Todas las víctimas quemadas o expuestas a la explosión habían recibido dosis de radiación mortales. La radioactividad destruía las células, provocaba la degeneración de su núcleo y rompía sus membranas.

Entre veinticinco y treinta días después de la explosión aparecían los primeros problemas sanguíneos: las encías sangraban y el número de glóbulos blancos disminuía dramáticamente, a la vez que se rompían los vasos sanguíneos de la piel y de las mucosas, la baja de glóbulos blancos reducía la resistencia a las infecciones. Luego de la segunda etapa –si el paciente aún sobrevivía– aparecía la anemia. Muchos enfermos murieron por infecciones pulmonares. Los hombres se volvieron estériles, todas las mujeres embarazadas abortaron, mientras que las que estaban en edad de procrear constataron que su ciclo menstrual se había detenido.

Los primeros científicos japoneses llegados al lugar pocas semanas después de la explosión comprobaron que el flash de la bomba había aclarado el color del cemento. En ciertos lugares, la bomba había impreso la sombra de los objetos iluminados por su resplandor. Así, los expertos hallaron fijada sobre el techo de la Cámara de Comercio la sombra que había dejado la torre del edificio. También se encontraron siluetas humanas recortadas contra las paredes, como negativos fotográficos. En la zona central de la explosión, sobre el puente cercano al Museo de Ciencias, un hombre y su carro quedaron proyectados como una sombra bien definida, en la que puede verse al personaje dispuesto a azotar a su caballo en el momento en que la explosión literalmente los desintegró.

John Richard Hersey*
* Uno de los primeros periodistas extranjeros que llegaron al lugar, este fragmento es parte del reportaje publicado inicialmente en The New Yorker y es un clásico de los reportajes de guerra.
Tomado de Le Monde diplomatique, edición Colombia agosto 2005.

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