Horas después de comenzar la convención, líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de Servicio, SEIU, con más de 1.7 millones de agremiados (el sindicato más grande de la federación), y los Teamsters (el tercero más grande) anunciaron a unas pocas cuadras del centro de convenciones que rompían formal y definitivamente con la AFL-CIO y empezarían a formar una nueva entidad laboral con un núcleo inicial de siete sindicatos nacionales (los demás están por anunciar su separación formal).
Andrew Stern, presidente del sindicato de servicios, señaló que Sweeney y su equipo en la central obrera no estaban dispuestos a reformar la AFL-CIO para enfrentar los nuevos retos de los sindicatos ante la globalización y los cambios estructurales de la economía estadunidense. La decisión, dijo, «es un reconocimiento de que estamos en medio de un momento significativo y de profunda transformación en la historia económica, y los trabajadores están sufriendo». Los sindicatos, reiteró, no pueden sobrevivir si hoy no se promueve una ambiciosa estrategia para revertir el desplome de la tasa de sindicalización, que ahora es de menos de 9 por ciento en el sector privado.
James Hoffa, presidente de los Teamsters, anunció la misma decisión de su sindicato al señalar que «en nuestra opinión, debemos tener más agremiados para poder cambiar el clima político que está socavando los derechos de los trabajadores en este país. La AFL-CIO ha optado por la ruta contraria». Los siete sindicatos nacionales que ahora integran la llamada Coalición por un Cambio para Ganar, han centrado su crítica en que la central obrera ha enfocado sus recursos en el frente político-electoral y no en resucitar el movimiento laboral a través de la organización de trabajadores no sindicalizados.
Los disidentes proponen ahora lanzar iniciativas coordinadas entre sindicatos contra grandes empresas y sectores, y emplear estrategias con suficientes recursos para lograr avances y ampliar las filas sindicales.
Shaiken, sindicalista automotriz y experto en el efecto de nuevas tecnologías sobre el trabajo, también asesor de políticas económicas, señala que la apuesta de los disidentes ahora es «dividir el movimiento laboral para lograr su unión». Subrayó que la disputa «no es entre progresistas y la vieja guardia», ni tampoco sobre estrategias fundamentalmente diferentes, más bien la diferencia es sobre «énfasis». Aunque todos entienden que la prioridad es reconstruir el movimiento, dijo, hay diferencias sobre cómo lograrlo, mucho de lo cual se enfoca en si esto debería hacerse a través del frente político electoral o una concentración sobre un mayor esfuerzo de sindicalización.
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