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¿Cómo iniciar el diálogo con el pueblo?. Presentación


La pregunta no sería pertinente si no fuera por los gratificantes resultados obtenidos en las pasadas elecciones presidenciales. Sin antecedentes, como se sabe, en la historia electoral de lo que llamamos izquierda en Colombia.- Aunque para la mayoría de los grupos que componen la coalición del Polo quizá ya estaba clara su identidad y su papel (ver desde abajo No. 103, julio – agosto de 2005),  el resultado electoral, sin lugar a dudas, marcó un hecho enteramente nuevo que obliga por lo tanto a una redefinición. Se trata de un hecho social y político altamente significativo, sobre todo porque coincide con la imposición, en el país, de un régimen autoritario refrendado con la reelección. Desde luego, es tal vez infortunado que tal hecho se encuentre, en demasía, asociado con lo electoral lo cual tiende a ocultar sus raíces en la confrontación y en la resistencia popular. Pero es una razón de más para buscar esta redefinición.


 


En el plano convencional de la política puede decirse que una clara línea de acción ha quedado definida: Oposición. Así lo expresó categóricamente Carlos Gaviria desde el  momento mismo en que se conocieron los resultados. Sana precaución para evitar cualquier tentación de colaboracionismo a cambio de puestos que es una de las taras de nuestra política tradicional, de la cual, al parecer,  no estamos exentos si se tiene en cuenta el ascenso de lo que algunos, con sorna, llaman “izquierda Uribista”. Pero la noción de oposición, siendo importante, permanece todavía en el espacio de la política entendida como ejercicio de la representación. Sirve de criterio para la actuación de la bancada parlamentaria y para futuras campañas electorales, incluyendo las que se avecinan en los espacios locales y departamentales. Pero podría reducir la identidad del Polo, en lo fundamental, a un Partido o movimiento electoral con un eje parlamentario. Es la tendencia que espontáneamente se desprende de su origen. Y no es cuestión secundaria: Aparte de otras connotaciones ideológicas y políticas, tiene implicaciones, por ejemplo, en materia organizativa. ¿Va a estructurarse el Polo, su dirección, sus instancias regionales y locales, a partir de quienes han adquirido (o tuvieron en el pasado) funciones de representación política? ¿El principio de validación de los liderazgos va a residir en la cantidad de votos comprobadamente disponibles? ¿La acción política que se emprenda va a depender de los requerimientos de la actuación parlamentaria?  Y muchos otros interrogantes. En Colombia cuenta con un agravante: También forma parte de la tradición politiquera, que debemos abandonar, la conformación de movimientos compuestos por pequeñas o grandes empresas electorales de carácter personal.


 


En la entrevista que publicamos,  Fals Borda, desde su particular punto de vista, avanza un poco más en la noción de oposición. Nos recuerda además un elemento que viene caracterizando, en todo el mundo, a las opciones alternativas, y que estuvo presente desde la formación del Frente Social y Político: la participación directa de los movimientos sociales. No se trata, desde luego, añadiríamos nosotros, de volver sobre la vieja discusión del “abstencionismo” que de todas maneras – y bueno es recordarlo – no era simple cuestión de principios metafísicos sino que hundía sus raíces no sólo en el Frente Unido de Camilo Torres sino en la propia actuación del liberalismo, luego del asesinato de Gaitán y en plena violencia desde el Estado. Algo nos dejó: una profunda desconfianza en las supuestas virtudes de la práctica electoral y la democracia representativa. Hoy, sin embargo, muy pocos se niegan a utilizar tales mecanismos; la discusión es otra y no simplemente colombiana. ¿Cómo hacer de la acción política algo que, en su contenido, de cuenta directamente de las aspiraciones de los sectores sociales hoy subordinados y, en sus objetivos, se plantee como una opción completamente diferente de poder?


 


En la fundación del Frente Social y Político, se trató de darle una solución de participación gremial (sindical) directa. Quizás no hubo tiempo de hacer una verdadera evaluación, pero todo parece indicar que no es un camino adecuado. Aún siendo posible en la práctica, no parece conveniente forzar este tipo de decisiones en organizaciones cuya naturaleza y mandato supone la asociación de individuos con diferentes afiliaciones partidistas. Otra es la solución, que ha intentado incluso el Partido Liberal, de darle participación específica en la dirección, a personas representativas (no representantes) de los diferentes movimientos sociales; personas que, a su vez, tienen un carácter de militantes activos del Partido. Sin embargo, no es suficiente. Se trata de que el movimiento político, en este caso el Polo, por su contenido, por los objetivos de su acción y por su estilo de trabajo, sea una expresión de los movimientos sociales.  ¿Será eso posible? La verdad es que, en nuestro país, no se limita a un simple imperativo ideológico sino que corresponde a una exigencia práctica. Hay muchas razones para pensar que el Polo quizá no pueda sostenerse en el exclusivo empeño electoral. – Buscando el apoyo de las clases medias escolarizadas, con estrategias programáticas flexibles, de esas que los politólogos llaman “atrapa-todo”- Empeño que en la época contemporánea –no solamente aquí- es altamente dependiente de los medios masivos de comunicación.


 


La discusión ya está entre nosotros. En diversos ámbitos se está exigiendo que el Polo se convierta en vocero de las exigencias de los movimientos sociales. Que las apoye y eventualmente las oriente. Pero, a nuestro parecer, ese es apenas un paso. Hay una gran distancia entre las reivindicaciones inmediatas y la elaboración de propuestas globales y estructurales. Entre la dimensión defensiva, muchas veces corporativa, y la construcción de alternativas de poder. Razón de más para descartar la participación gremial directa. Pero también para descartar la idea de un partido, diferenciado de lo gremial, que ayuda a gestionar en las diversas instancias del Estado, incluyendo las legislativas, las reivindicaciones solicitadas. Y al decir alternativas de poder se alude a un elemento clave en cualquier perspectiva renovadora. Se trata seguramente no de un gobierno, de una mayoría parlamentaria, o de ambos a la vez, sino de un poder construido desde abajo, que alterne con el bloque existente, lo sustituya o lo obligue a la transacción. La modalidad que adquiera en el escenario político y constitucional no es secundaria pero, sin duda, será un resultado del proceso histórico concreto y no es posible postularla de antemano.


 


La posibilidad real existe. Y no solamente por los cambios que están ocurriendo en la geopolítica continental. Si algo revela el fenómeno electoral del Polo es la existencia, a pesar de los conocidos factores reales de poder a escala regional y del actual régimen político, de importantes núcleos sociales de resistencia. Es sobre ellos donde debe apoyarse una verdadera propuesta de consolidación del Polo. Resistencia frente a la violencia opresiva, pero también frente a la devastación que ya ha producido el neoliberalismo. Resistencia que tiende a adquirir una proyección ofensiva pues ya ubica la realidad actual como una colosal disyuntiva entre una propuesta de país aniquilado y subordinado al poder de la especulación financiera, las corporaciones multinacionales y el gobierno de los Estados Unidos y una propuesta deseable, que todavía aparece como el negativo de la anterior pero que ya ha recibido, en palabras de los pueblos indígenas, la denominación de proyecto de vida, enfrentado al proyecto de muerte.


 


El verdadero desafío se encuentra, por lo tanto, más que en la participación de los movimientos sociales existentes, que es un primer paso, en la  incorporación de esa inmensa masa de colombianos y colombianas, pobres o miserables, muchos de ellos desplazados, antiguos o recientes, desempleados, subempleados, trabajadores por cuenta propia, o asalariados del comercio y los servicios, que no vota ni participa en la movilización social. Es la franja que, entre otras cosas, nos pretende disputar Uribe. Cómo iniciar, por lo menos, el diálogo, con todos ellos, con todas ellas, es el interrogante que deberíamos resolver.

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