Home » Eso nos eriza

Eso nos eriza

Luchito recorre  con su cicla las calles del barrio Juan Rey. Su nave o burra, como gusta llamarla, es vieja pero funciona. Destacan de ella, a primera vista, varias soldadas y re-soldadas sobre sus tubos, algo de cinta pegante amarrando la espuma de su sillín y vestigios pelados de pintura niquelada en su manubrio. Todo muestra los kilómetros que han acompañado a este joven de 14 años, un niño apenas a los ojos de la vida, pero en la mirada se encierran experiencias que le congelarían la sangre al más osado y veterano.


 


Conversando con él en cualquiera de las esquinas del barrio, charlando sobre rap, reveló un hecho que coge fuerza en varias localidades del sur de Bogotá: el reclutamiento dentro de las ciudades por paramilitares.


 


-¿Y ¿cómo reclutan a los jóvenes de las pandillas para que trabajen al servicio de paracos?, le pregunté.


 


A lo que Luis respondió con realidad que caracteriza un rapero: -Pues a mi i a un ñerito nos paró un man y nos invitó una pony malta… hay fue donde nos echó el cuento, le dicen a uno… bájese de esa cicla y de esa punta (navaja) y le damos la moto y el sub-fusil pa’ que sea el áspero de verdad con nosotros…¿sizas o no?… déjese de esos coroticos maricas y camelle con nosotros que son 600 lucas mensuales! …Eso a todos eriza… , y cuente chino… que todo bien, ¿quién está de picao a loco por aquí?


 


Él hace parte de Lírica Clandestina en la zona alta de un barrio al suroriente de la capital. Con su grupo de rap, aprendían este genero musical en la escuela formadora de derechos humanos Alta Esencia a través del genero hip hop, hasta que tocó desmontarla, hace ya un año, por amenazas y atentados a la vida de varios de sus integrantes.


 


Luchito trabaja en la mañana en el paradero del barrio Juan Rey, como pato o auxiliar de conductor en los colectivos. Desde el medio día estudia en el colegio “Los Libertadores”, localizado en la parte alta de su localidad, pero unas horas después, la noche es suya. Mientras coma y cante su poesía, bajo el sonido de una pista de rap, con sus parces, es feliz. Entre sus escritos menciona varias historias de vida y muerte en su localidad, su esquina y su gente.


 


Como le ocurrió a Luis, es habitual que mucho pelao de pandilla reciba éste tipo de propuesta, que ahora se multiplica en el sur de Bogotá, sin que ninguna institución gubernamental haga algo por impedirlo.


 


Parece extraño que mientras las noticias de los canales privados se saturan con miles de paramilitares “desmovilizándose y entregando sus armas”, sometidos a la ley de “justicia y paz”, dejando el monte con todos los bombos y platillos que la ocasión amerita, no voltean sus cámaras y grabadoras más cerca, en las ciudades, para observar que está naciendo una especie nueva de reclutamiento; esa modalidad ilegal de las mismas fuerzas armadas que dicen ahora caminar en pro de la paz.


 


Crear la enfermedad para vender la cura


 


No solo eso, las estrategias de la mal llamada limpieza, que no es más que asesinatos cobardes a indigentes y otros jóvenes, son cada vez más macabramente creativas, fomentando el negocio de la muerte en un ciclo anónimo y controlable. Tierra fértil de cualquier negocio ilegal.


 


Un joven fue asesinado en el barrio Guacamayas (localidad 4 o de San Cristóbal) por este grupo ilegal, le quitan la billetera y lo que llevé puesto de valor, al día siguiente su cadáver es encontrado en el barrio Diana Turbay de la localidad 18 o Rafael Uribe, como si le hubiesen quitado la vida allí, simulando un atraco. Claro, la tasa de muertes violentas es un poco más baja la localidad 18, que en San Cristóbal, aguanta un muerto más, mantiene a raya las estadísticas anuales de San Cristóbal, juiciosamente entregadas por la Nacional Policía.


 


Esta realidad perturba a los habitantes de muchos barrios de San Cristóbal, como de otras localidades, pues ven las muertes pensando falsamente que la pandilla X se está bajando o subiendo a un barrio ajeno, ante la sospechosa inocencia de la policía local que dice querer colocar fin a estos movimientos de pandillas y muertes de inmediato. Allí es donde se hacen presentes los grupos recién organizados de paramilitares, ahora convertidos en grupos de “limpieza”: crean la enfermedad y luego ofrecen sus “servicios” como cura.


 


Así se desata la nueva “limpieza social” en el sur de Bogotá. No es de mí que quieras creer o no, yo no soy un periodista, soy un rapero como Luis, me topé con esto debido a mi experiencia en la formación de cantantes de rap en San Cristóbal. Solo deseo que sepas más sobre lo que pasa en tu calle mientras vez las noticias de la idílica paz que baja por las montañas “desmovilizándose”. Silencio y murmullo, la muerte en nuestros barrios es un negocio perdurable y callado, sin mucho bombo y platillo, como lo hacen los medios masivos a la entrega de armas paramilitar, mientras en  Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Usme,  y varias localidades más  o ciudades  colombianas, la verdad sigue anónima, a pocos les importa que uno o dos seres humanos como tú, como Luis o como yo sean asesinados cada día, mientras el país siga viendo en los televisores una paz cada vez más ilusionista.


 


Como dice este fragmento de una canción de rap


 


Saber que estamos muertos entre tombos criminales//


Saber que en el senado perico es lo que se inhale //


Saber que las masacres las maquillan los medios //


Saber que los paracos se tomaron el congreso //


 


Tomado de la canción de rap (para! militar) de El poeta

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.