Los muros no sólo son receptáculo. Ellos también “toman vida” y te invitan a que te expreses por su conducto. Hay que hacerles caso: para decir, para gritar, para reclamar. Requerimos espacio para ser lo que deseamos ser como colombianos, pero también como latinos, habitantes del Sur, miembros del planeta tierra. Somos de aquí pero nos debemos al mundo. Heredamos el legado de millones de seres, la mayoría de los cuales no conocimos o no vamos a conocer. ¿Y nuestro aporte para que la justicia profundice sus raíces en todos los contornos del planeta?
Debemos estar alerta. ¿Dice la verdad el Presidente? ¿La dice el Ministro? ¿Acaso el General? ¡Manipulan! El país está en crisis, pero millones aportan para que surjamos, para que este millón y más de kilómetros cuadrados, humedecido por numerosos ríos y por dos mares sea de todos.
Como el deseo y el sueño, la voz y las imágenes desde abajo alzan sus tonos y luces por toda Bogotá. Son mensajes que reclaman nuestra atención. Allí, jóvenes y adultos, en imágenes de distinto tamaño, gozando, estudiando y trabajando, reclaman nuestra mirada.
Voces e imágenes van con movimiento de libertad. Brazos y cuerpos se contonean, se estiran, se contraen, se sientan, brincan, tocan guitarra, leen, ríen. Son jóvenes y adultos, hombres y mujeres, que van por todo el país soñando y reclamando un mejor futuro. Su futuro. El de todos.
Imágenes que se plasman, como el país, con los rasgos de quienes saben, pero también con las dificultades de quienes aún no sueltan la mano. El pincel plasma rasgos tan múltiples como la piel colombiana: negra, mestiza, mulata, blanca, india, campesina, urbana. Son ellos, cada una de nuestras clases, de nuestros hermanos, que también son desde abajo, pueblo, país.
Entre todos sí podemos. “Que no te oculten la realidad”. Contra ellos: contra quienes se oponen, contra los que manipulan, contra los que distorsionan, contra los que ocultan, contra los que niegan, contra los que oprimen, contra los que acaparan.
La voz lo repite: “millones están haciendo otra Colombia”. Sí, en el campo y en la ciudad. Desde la pequeña empresa donde trabaja toda la familia para poder reunir lo necesario para salir adelante, pasando por el pequeño fundo donde el campesino labra la tierra, la acaricia con sus manos y ella le brinda el fruto de la vida. En el socavón donde los obreros aruñan pequeñas piedras a la tierra. En el centro de estudio donde compartimos y aprendemos, pero donde debemos cuestionar e investigar. En todas partes hay soñadores labrando ese futuro que todos deseamos. Entre todos ellos haremos otra Colombia. Otra América. Otro mundo.
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